Nothing More Than Ordinary Life [1/3]

Oct 12, 2013 13:44


No permito que mis traducciones sean publicadas en ninguna otra página, así que por favor no las utilices ni las adaptes.

La campanita sobre la puerta suena cuando ingresa, y un manto repentino de aire cálido le devuelve la vida a sus dedos congelados. Jongin se quita la bufanda del cuello mientras avanza, arrastrando sus pies contra el suelo. El aroma estimulante del café lo rodea y él cierra sus ojos, saboreando el ambiente hogareño con una respiración honda antes de ir hacia el mostrador, mientras aspira por la nariz, algo resfriado debido a que estuvo expuesto a la intemperie. Logró llegar antes de que el lugar se llenara, lo cual es bueno; es lo suficientemente temprano como para vaguear y tal vez conversar sin la interrupción constante de gente de rostro arrogante, vistiendo abrigos caros y guantes forrados de piel.

-¿Qué puedo…? Oh, Jongin, buen día -gorjea Yixing, demasiado feliz para ser tan temprano. Aun así, Jongin no puede resistir aquellos hoyuelos y le devuelve la sonrisa. -¿Lo de siempre?

-Sí, por favor. -Con sus dedos todavía hormigueándole por el reciente contacto con el calor, busca con torpeza en su billetera antes de entregarle su tarjeta de débito, pero Yixing la aparta.

-Esta vez invita la casa. -Jongin parpadea mientras procesa la información. -Por ser un cliente tan leal.

-¿Estás regalando mi café de nuevo? -La voz de Wufan resuena desde el fondo y Yixing suelta una risita.

-Claro que no. -Aun así sus orejas de gato se crispan y lo delatan. Wufan se aparece con una taza de café hirviendo, el cual está de un tono marrón claro perfecto, y se la entrega a Jongin con una sonrisa antes de tirar ligeramente de la cola de Yixing. Éste salta y le da a su dueño una mirada de ojos amplios antes de que Wufan lo calme rascándolo detrás de la oreja. Otro cliente habitual ingresa y ese es su pie para retirarse.

Jongin les agradece a ambos antes de internarse en el frío otra vez, pero al menos el calor que emana de la taza entre sus manos combate un poco el congelamiento. Se sube al auto y enciende la calefacción al máximo antes de conducir el resto del camino hacia el trabajo. Hay un callejón entre dos restaurantes por el que pasa a diario en su viaje y nunca le presta atención; aun así, hoy algo rojo capta su interés y Jongin disminuye la velocidad. Echa un vistazo curioso al lugar sólo para ver lo que asume que es simple basura que se ha caído del contenedor, el cual está tirado en el cemento, y continúa sin darle más vueltas.

La oficina está agradablemente tibia, y consigue quitarse la bufanda y desprenderse de su abrigo justo antes de que Joonmyun llegue. Le lanza a su empleador una sonrisa brillante, la cual le es devuelta brevemente antes de que su atención sea desviada. El gato de Joonmyun, Sehun, camina pegado a los talones de su dueño, y lo hace completamente a propósito. Tiene una sonrisa en el rostro mientras mira la punta de sus zapatillas rozando la parte trasera de los caros zapatos de Joonmyun. Parece estar esperando por alguna reacción, pero con la santa paciencia que tiene Joonmyun, le tomará un rato. Sus rubias orejas se levantan cuando su dueño se voltea, pero sólo lo hace para recordarle a Jongin acerca de los expedientes que necesita para su reunión más tarde, y Sehun hace un puchero antes de seguirlo hacia la oficina.

Es algo de todos los días; Sehun busca nuevas formas de atraer la atención hacia él, y Joonmyun o le da unas palmaditas en la espalda a modo de respuesta cortés, o sencillamente ignora sus payasadas en favor del trabajo. Cuando Sehun finalmente se cansa de estar merodeando por el amplio espacio de la oficina, termina, usualmente, en una silla junto a Jongin, en su escritorio, girando en círculos y preguntándole cosas para las cuales Jongin no tiene respuesta. Pero lo mantiene entretenido, y ya dejó de molestarle hace un tiempo largo.

-Deberías conseguirte una mascota -dice Sehun luego de que Jongin le explicara amablemente por qué un postre con sabor a chicle nunca funcionaría.

-¿Qué te hace pensar que no tengo una ya?

-Luces solitario.

Jongin no tiene una respuesta para eso y se limita a mirar el documento entre sus manos con inexpresividad, reflexionando en silencio. Joonmyun sale de su oficina un momento después, y Sehun se ubica a su lado en un segundo, dejando a Jongin con sus pensamientos mientras abandonan el edificio para almorzar.

¿Es él solitario?

Nunca había pensado en eso antes. Sí, no ha tenido una cita desde hace mucho y sus interacciones se limitan a la gente con la que se encuentra en su camino hacia y desde el trabajo, pero seguramente eso es normal. Su ceño se frunce mientras se deja caer nuevamente en la silla. Ahora esos pensamientos van a estar dándole vueltas, y todo será culpa de aquel gato.

Su regreso a casa no es muy distinto de lo normal; se abotona el abrigo y enciende la calefacción para no convertirse en un helado con forma de Jongin. Su mente sigue angustiada por la declaración repentina de Sehun, algo de lo que el gato ya se había olvidado para cuando se encontraba hecho un ovillo, durmiendo la siesta luego de almorzar, bloqueándole oportunamente a Jongin el acceso al cajón inferior del gabinete de expedientes. Algo tan pequeño no debería estar perturbándolo, pero teme que Sehun esté en lo correcto. Y no lo habría visto si no se lo hubiera puesto bajo la nariz con tal obviedad.

Ha estado solo por un largo tiempo.

Los padres de Jongin fallecieron hace unos años, dejándole su casa y todo lo que hay su interior. Demasiados recuerdos se alojan dentro de aquellas paredes, jugándole trucos cada vez que camina por los pasillos. Siempre espera ver a su madre saliendo de la cocina, secándose las manos en su delantal; o a su padre, tarareando alguna canción en voz baja mientras lee detenidamente algún catálogo, sentado en el sofá de la sala de estar. Pero no hay nada excepto silencio, un silencio abrumador, y no puede quedarse allí.

Vender la casa le proporcionaría a Jongin los medios para comprar otra más adecuada para él solo, e incluso le dejaría algo de dinero para un vehículo. Es todo lo que necesita para empezar una vida nueva.

Aun así…

La casa de Jongin nunca había parecido tan grande como ahora, con tantas habitaciones y tan poco con qué llenarlas. El silencio se filtra por cada grieta hasta que enciende la televisión para taparlo, comiendo una cena calentada en el microondas con sus hombros caídos y los pies apoyados en la mesita de café. Pasa los canales, y eventualmente deja de fingir estar prestando atención cuando sus pensamientos no quieren callarse. Los ahoga en la ducha.

Por la mañana ya se ha olvidado; se viste y conduce hacia el café para su inyección diaria de cafeína, como hace cada día de trabajo. Hoy es Baekhyun quien está en la caja registradora, sonriendo y golpeando su cola contra el mostrador, alegre de ver a Jongin.

-¡Jonginnie!

Rayos, cómo odia ese apodo, pero de todas maneras le sonríe al gato por temor a terminar con unas garras clavadas en el dorso de su mano otra vez.

-Buen día, Baek.

-¿Quieres acompañar tu café con algo hoy? Un muffin, una galleta… ¡Oh, tenemos biscottis!

-Sólo café, por favor -dice, soltando una risita que se vuelve más fuerte cuando las orejas de Baekhyun caen un poco. Siempre intenta forzar a Jongin a que coma algo, y éste nunca acepta. Uno de estos días posiblemente se rinda, pero no hoy. Recibe su café del gato gruñón con una sonrisa y un pequeño saludo antes de partir. Cómo Wufan consigue mantener a Baekhyun y a Yixing bajo control sigue siendo algo increíble. Deben ser todos esos años de practicar su cara severa frente al espejo.

Un destello de rojo, y sus ojos son llevados hacia el callejón otra vez, ahora seguro de que se estaba moviendo. Pero no ve nada y lo quita de su mente, atribuyéndolo a que ésta está jugándole trucos. Tiende a hacer eso cuando no duerme lo suficiente, y el ardor en sus ojos le indica que eso es lo que está ocurriendo esa mañana.

El café le sirve para calentarlo lo suficiente como para caminar el trecho hasta el edificio con valentía, con sus zapatos repiqueteando a lo largo del camino y por las escaleras, antes de abrir de un tirón la puerta de vidrio. Se dirige hacia el último piso en el ascensor repleto, con la cafeína en su pecho, y, como siempre, es el último que queda allí cuando llega al pináculo. Se acomoda, y Joonmyun llega no mucho tiempo después con un hosco Sehun, quien está ahora luciendo cabello y orejas de un tono rosa como el algodón de azúcar. Cuando el jefe entra a su oficina, cierra la puerta en la cara del gato y la boca de Jongin se abre con sorpresa. Sin importar qué hubiera hecho antes, Joonmyun nunca mantuvo a Sehun afuera, y éste está ahora lagrimeando y acariciándose la punta de su cola patéticamente. Con una sonrisa suave, Jongin lo guía hacia su silla usual y lo deja acurrucarse allí, con su cola golpeteando perezosamente los papeles en el borde del escritorio.

El año pasado, al final de la fiesta anual de año nuevo, Jongin recuerda que Sehun se desvistió encima de una de las mesas luego de que alguien le hubiera dado una bebida alcohólica (Jongin todavía apostaría su salario entero a que fue Chanyeol, de recursos humanos. El chico luce como alguien que lo haría, y fue el primero que intentó contrabandear latas de cerveza metiéndoselas en los pantalones). Joonmyun ni siquiera enojó con él por eso; tampoco aquella vez que trituró todos los reportes financieros para hacer su rincón más cómodo y les tomó semanas rehacer todo lo que habían perdido.

Joonmyun asoma su cabeza luego y Sehun se anima, hasta que su dueño le da breves instrucciones a Jongin y se niega a prestarle atención al gato antes de cerrar la puerta nuevamente. Jongin estira su brazo y le da unas palmaditas en la cabeza antes de ponerse a trabajar en su nuevo encargo. No es hasta el almuerzo que Joonmyun sale otra vez y le hace señas a Sehun para que lo siga. El gato se escabulle de su silla con cuidado y se mantiene a un metro de distancia de su dueño hasta que ambos se pierden de vista, con su cola caída aún entre sus manos.

Jongin trabaja durante el almuerzo, dando pequeños mordiscos a un sándwich de la máquina expendedora del tercer piso, para poder ponerse al día con lo de Joonmyun y tener su horario terminado por esa semana. Su mente no tiene tiempo para cavilar sobre nada más que eso; es una rutina que ya se ha inculcado en el cerebro. Es el mejor secretario de la compañía, y por ello terminó siendo ascendido a secretario personal del director ejecutivo. Al principio, pensó que sería más simple tenerse que encargar de sólo una persona, pero Joonmyun no es sólo una persona: es la compañía entera.

Cuando Joonmyun y Sehun regresan, el gato está sonriendo y caminando alegremente por todas partes, y Jongin asume que han solucionado su problema.

-¿Jongin? -pregunta su jefe al pasar por su escritorio-. ¿Podrías tratar de hallar un limpiador que pueda remover tintura rosa del mármol, por favor?

Sehun se sonroja y Jongin sonríe.

-Por supuesto.

Se está poniendo frío afuera, y Jongin se encoge dentro de su abrigo para conservar el poco calor corporal que le queda mientras va como un rayo hacia su auto. La curiosidad le hace reducir la velocidad cuando se acerca al callejón, y sus ojos escrutan la oscuridad. El sol ya se está ocultando, aumentando las sombras, y no está seguro de qué es lo que está buscando hasta que algo rojo se mueve de un lugar a otro. Una bocina suena odiosamente tras él y Jongin acelera, tratando de sacarse de encima aquella sensación de inquietud mientras se encamina hacia su hogar.

Tras un breve viaje en auto y una ducha caliente más tarde, Jongin se olvida de todo aquello, como normalmente hace con la mayoría de las cosas que no pertenecen a su vida mundana. Enciende la televisión y escucha a medias un reporte en las noticias acerca de la sobrepoblación en los refugios de mascotas antes de apagarla. No es que no le importe, sino que apenas puede permitirse alimentarse a sí mismo, y pensar sobre esas cosas le baja el ánimo. El mundo se está convirtiendo en mierda, y si tiene suerte, flotará cerca de la superficie en vez de hundirse en ella.

Además, no necesita a alguien que esté pegado a él todo el tiempo. Los gatos son compañeros, pero requieren de mucha atención, y Jongin no tiene la urgencia de proveerla. Le da sus gustos a Sehun porque es el gato de su empleador y lo mantiene algo entretenido con sus locuras. ¿Pero tener a alguien que dependa tanto de ti y te necesite todo el tiempo? Jongin no es de ese tipo y nunca lo ha sido. Incluso su ex lo dejó porque era muy despreocupado. Tanta gente ahí afuera quejándose de que los hombres son muy celosos y él encuentra justo a la persona opuesta. Típico.

El sueño llega fácilmente, y Jongin hunde su cabeza en la almohada y deja que su mente se vacíe mientras la oscuridad la llena. De lo único que necesita preocuparse es de él mismo.

El misterioso objeto rojo de Jongin no es para nada un objeto, descubre a la mañana siguiente. Es un gato. Una cara pálida con ojos grandes anda mirando cerca de una de las paredes de ladrillo, vistiendo un sweater rojo y un par de jeans sucios, y sin collar. Su cabello negro se despeina con el viento, y cuando parece no poder hallar lo que está buscando, vuelve corriendo al callejón. Jongin considera detenerse, pero luego ve la hora y maldice, presionando el acelerador con el pie porque llegará tarde.

Es poco común que Jongin piense en otra cosa que no sea su tarea actual, pero hoy su cerebro sigue regresando hacia aquel gato flaco escondido en el callejón. Tenía cara de estar perdido, su cuerpo temblaba visiblemente y sus dedos delgados brillaban contra los turbios rojos y marrones del edificio. Aunque sólo lo vio por un instante, notó que el animal era bello; y cuanto más piensa en eso Jongin, más se atrasa en su trabajo. ¿Por qué un gato como ese estaría en un callejón sucio, entre un restaurante de comida china para llevar y otro de comida italiana barata? Hay refugios por toda la ciudad, y por más que estén sobrepoblados, no lo rechazarían, ¿no? Presiona sus dedos contra su labio inferior, un hábito que tiene desde la infancia. Lo más importante ahora es saber por qué le importa.

Jongin ha estado leyendo la misma declaración jurada durante los últimos veinte minutos, y no está seguro de cuánto tiempo ha estado Joonmyun parado frente a su escritorio hasta que el mayor se aclara la garganta. Jongin salta, con su corazón dándole un vuelco, mientras levanta la vista hacia su jefe con ojos como platos y se encuentra con una sonrisita divertida.

-¿Está todo bien hoy?

-Sí -responde Jongin tal vez demasiado pronto, porque las cejas de Joonmyun se levantan y está claro que no le cree. Pero, como buena persona, no hace comentarios y le permite a Jongin regresar a su trabajo. Se asegurará de permanecer concentrado esta vez, e incluso quedarse luego de que oscurezca hasta terminar.

Su aliento flota en espirales de motivos y formas con cada exhalación y Jongin no le presta atención. Un escalofrío recorre sus miembros helados y el chico prácticamente se lanza dentro del auto, encendiendo el motor y dejándolo andar hasta que la calefacción funcione y el volante esté lo suficientemente tibio como para no congelarle los dedos. Sus pensamientos se obsesionan con aquel misterioso gato mientras se acerca al callejón, pero cuando echa un vistazo hacia él, no ve nada. Jongin no está seguro de si es decepción o alegría lo que siente al saber que ya no está allí. No es como si existiera algún apego, pero era una cosita extra en su vida, un nuevo agregado. Aunque al menos el gato no se congelará.

Con un nudo en la garganta, acelera y se va a casa. Otra cena congelada le da la bienvenida, y el noticiero repite solicitudes de esterilización y adopción. Jongin se va a la cama sintiéndose insatisfecho y sueña con el color rojo.

-Se supone que hará temperaturas heladas récord esta noche y mañana -comenta Baekhyun mientras esperan a que Wufan le lleve su café a Jongin. Excepto que es Yixing quien se aparece dando saltitos por la pequeña puerta, todo sonrisas, y entregándole la taza para que la tome.

-Gracias -dice con cuidado, porque está en un terreno peligroso. Ha estado yendo a esa tienda, conociendo a su dueño y a sus mascotas por el tiempo suficiente como para saber cuándo debe notar algo. Sus ojos hacen una recorrida breve y se fijan en el nuevo collar blanco tachonado que está ahora envolviendo el cuello de Yixing. -Oh, qué lindo. -A Jongin no le importa la moda de collares, sino las garras.

Yixing salta y se ríe antes de que Wufan asome su cabeza desde la parte trasera.

-¿Un poco de ayuda?

-¡Oh! -Y el gato se escabulle mientras que Baekhyun pone los ojos en blanco.

-Sí, claro, démosle a Xing-xing sus preciosas tachas -gruñe con sus ojos entornados, y Jongin retrocede un paso y se aleja del mostrador. -¡PERO A MÍ NO ME DAN UN COLLAR NUEVO!

Wufan luce disgustado cuando viene, con su delantal manchado y su pulgar de un color rojo furia.

-Yixing no exigió un collar de cuero incrustado con diamantes, ¿o sí?

-Pero…

-Diamantes, Baekie. No.

-¿Qué muffins tienes hoy? -inquiere Jongin, y eso es suficiente para removerle el ceño fruncido del rostro a Baekhyun y reemplazarlo con una sonrisa radiante. Wufan articula un «gracias» y corre hacia la cocina de nuevo mientras que el gato comienza a recitar de un tirón todas las delicias que tienen disponibles.

Con una bolsa con cada variedad de muffins en el asiento del acompañante y el café aún sujeto en una mano, Jongin se abre paso hacia su trabajo. Hace uso de todo su autocontrol para no disminuir la velocidad, seguir conduciendo y mantener sus ojos fijos en el asfalto frente a él en vez de buscar señales de piel pálida y un sweater rojo. No sabe por qué le molesta tanto, por qué es tan difícil no pensar en el gato. Jongin vive su vida con un régimen estricto de necesidades, y sin importar cuánto le dice su corazón que retroceda, él no lo escucha. Probablemente esa sea la razón por la que a mitad del día se siente nauseabundo, y desliza la bolsa con muffins hacia Sehun, quien se los devora felizmente a lo largo de la tarde.

Es el más breve de los destellos; probablemente inducido por su imaginación, porque Jongin está seguro de que el gato ya no está y no queda nada rojo en el callejón. Sus dedos agarran con más fuerza el volante y continúa avanzando, determinado a llegar a su casa y derretirse bajo una ducha caliente. Incluso la caminata desde su auto hasta la puerta de entrada consigue que sus dedos dejen caer las llaves. Está alterado por alguna razón desconocida, y todo tiene que ver con aquel maldito gato.

Jongin se acurruca en el sofá con una comida caliente y el cabello húmedo, dejando que sus músculos se relajen y que el programa frente a él lo arrulle hasta llegar a sentirse cómodo. Por primera vez en mucho tiempo, Jongin no se levanta para ir a su cama. Se duerme donde está, con su cabeza apoyada en una almohada pequeña y un brazo colgando fuera del sofá, mientras un infomercial inútil suena en el fondo. Esta vez sueña con piel pálida deambulando por las sombras, hasta que el estrépito de las noticias matutinas lo despierta con un sobresalto.

Es la mañana antes de Nochebuena, una celebración que tiene a todos sonrientes y soltando carcajadas mientras Jongin pasa a través de ellos con el ceño fruncido. Sólo quiere llegar a su escritorio y ponerse a trabajar para no tener que quedarse hasta tarde. El papelerío de fin de año que tiene que sacar y organizar para Joonmyun está amenazando con bloquearlo ahí hasta que se muera de inanición. Sin mencionar las llamadas telefónicas, de las cuales un buen setenta por ciento ni siquiera son para su jefe. Espera con ansias su día libre mañana (y los siguientes cuatro días); planea pasarlos totalmente encerrado en su casa sin que nada lo separe de la comodidad de su sofá y posiblemente un buen libro. Tal vez incluso se ponga al día y vea algunas películas que se perdió.

Joonmyun ya se encuentra en la oficina pegándole a Sehun, quien está intentando agarrarlo por la cintura mientras se dobla para recoger una caja con carpetas. Hay una montaña de ellas, todos reportes y expedientes viejos de todo el año que necesitan ser clasificados; y si bien Joonmyun puede contratar a gente para que lo haga, prefiere encargarse él mismo así, si llegara a haber un error, la culpa recaería exclusivamente en él. A veces Jongin piensa que es demasiado bueno como para dirigir una compañía, pero nunca los ha llevado por mal camino.

-¿Podrías parar? -resopla Joonmyun antes de que la línea recta que son sus labios se curve, formando una sonrisa al ver a Jongin-. Buen día.

Sehun luce incómodo y termina junto a Jongin, haciendo pucheros y pegándose a él porque su dueño lo está ignorando para poder llevar gruñendo una caja a su oficina.

-Siempre puedes ayudarlo -le sugiere Jongin, y las orejas de Sehun se levantan un poco-. Se pondría muy feliz.

Joonmyun luce sorprendido cuando Sehun se precipita, le quita la nueva caja de las manos y va corriendo hacia su oficina para dejarla junto a la otra. Parpadeando unas pocas veces, el hombre sonríe y sacude su cabeza mientras agarra la siguiente. Y así siguen durante el resto de la mañana, hasta que el piso está despejado y Jongin se queda encargándose de sus propias pilas de papeles. Considera desconectar el teléfono, pero podría perder alguna llamada importante y él es un buen empleado por sobre todas las cosas. Una hora más tarde, siente un martilleo continuo en la cabeza y su espalda le duele. Se estira hacia atrás, con los brazos sobre su cabeza, hasta que escucha el satisfactorio pop en su columna antes de continuar con su trabajo.

Una bolsa de plástico es posada encima de la carpeta que tiene en sus manos, y Jongin levanta la vista.

-Come -le ordena Joonmyun. El aroma está serpenteando hacia su nariz, y antes de abrir el recipiente ya babea. Murmura un rápido «gracias» y devora el pollo con arroz antes de darle la oportunidad de enfriarse. Su lengua le estará doliendo, pero su estómago está lleno, y Jongin se toma un momento para cerrar sus ojos antes de retomar el trabajo.

Aún está oscuro cuando abandona el lugar y saluda con la mano a los otros rezagados antes de saltar a su auto e irse velozmente a casa. Le presta poca atención a sus dedos que se están congelando, y menos aún al pequeño callejón, porque ya no hay nada que lo atraiga a él. Su casa está cálida, y Jongin se desploma sobre la mesa de su cocina tras dejar que sus llaves caigan en la madera. Se sujeta a los lados con fuerza y se endurece, y luego disfruta de la sensación de sus músculos tensos aflojándose. Trabajar tras un escritorio no es propicio para mantenerse en forma. Quizás haga alguna actividad durante sus mini-vacaciones.

Tal vez sea porque sabe que tiene cinco días para relajarse, o por la sosa película navideña que están pasando en la tele, pero Jongin se siente un poco más feliz de lo normal. Sin familia con la que celebrar las fiestas como esa, normalmente está amargado y se rehúsa siquiera a decorar. Ya no hay un arbolito en su casa, no hay luces, no hay calcetines. Sólo Jongin y su cena congelada, con felicidad prestada hasta que regresa al mundo real.

Su película se ve interrumpida, y Jongin estira el brazo para tomar el control remoto y cambiar de canal cuando lo escucha. Hay un aviso sobre el clima invernal; puede nevar y haber heladas, y se le recomienda a la gente permanecer en sus casas y no en la calle. En el caso de Jongin eso no es problema porque ese era su plan desde un principio, pero un destello de rojo revolotea por su mente y se pregunta si el gato quizás sí sigue ahí afuera. No se fijó hoy, y ayer había estado seguro de que había sido su imaginación.

¿Pero y si…?

Pasa sólo un instante antes de que se encuentre de pie, colocándose el abrigo y los zapatos. El clima desapacible aún no ha llegado, así que tiene tiempo. Se mantiene bajo control para no superar el límite de velocidad e ir como un bólido hacia el oscuro callejón. Su corazón tamborilea en su pecho y ni siquiera sabe por qué. ¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué le importa? Es un gato callejero; hay muchos de ellos. Jongin cuida de Jongin y nadie más. Sin embargo ahí está él, precipitándose al rescate de un gato (de entre todas las criaturas) que podría o no seguir ahí afuera.

Un recuerdo de ojos amplios llena su visión y Jongin deja salir un respiro entrecortado. Necesita saber que el gato está a salvo.

No hay lugar para estacionar, así que se detiene en doble fila con las luces intermitentes encendidas. Todo lo que tiene es una pequeña linterna en su llavero, pero es suficiente como para iluminar sus pasos en la oscuridad. El silencio es casi absoluto; sólo se oyen los sonidos de autos en la distancia y el repiqueteo de un horno reverberando débilmente entre los muros de ladrillo. El fresco aire nocturno ingresa y sale de sus pulmones, quemándole el interior con su frío, y su nariz protesta goteando lentamente. Su mano libre se cierra, tratando de sujetar algo desconocido.

Un respiro que no es el suyo detiene a Jongin en seco y él se voltea, entornando los ojos al máximo hasta que su linterna pasa por encima de algo rojo. Lo vuelve a iluminar y su mirada cae sobre un gato agachado contra la pared, con las rodillas en su pecho y la cola rodeándole las piernas. Está temblando, e incluso a la distancia Jongin puede ver cuánto más pequeño es. Una descarga de culpa lo invade y camina hacia él con un propósito. Su piel está helada y sus labios azules cuando el gato levanta la mirada con ojos desenfocados y ladea la cabeza. La visión frente a Jongin se aferra a su corazón y ya está, está perdido. No hay nada que quiera más que proteger a ese ser.

Jongin toma al gato entre sus brazos, odiando cuán liviano se siente, cómo sus dedos intentan sujetar su camiseta sin poder cerrarse apropiadamente. Sus pasos son veloces, y tiene al gato con el cinturón de seguridad puesto y el asiento del acompañante reclinado en nada de tiempo. El recorrido hasta su casa es mucho más rápido porque ahora sí está yendo como un bólido, enviando al diablo las normas de tránsito. Un pequeño gimoteo le rompe el corazón a Jongin, quien siente un nudo en la garganta y sus ojos se humedecen. Le lleva algunas maniobras el poder meter al gato dentro de la casa, con sus ojos ahora cerrados, y se tiene que asegurar de que siga respirando antes de llevarlo directo a su habitación y recostarlo en la cama.

Jongin no tiene idea de qué está haciendo, pero el gato no recupera su calor ni siquiera estando debajo de dos cobertores, y lo único que puede recordar del colegio acerca de cómo calentar a alguien es que tiene que usar su propio calor corporal. Así que se quita la mayoría de su ropa y se mete bajo los cobertores también, retrocediendo ante el contacto con la piel helada. El gato está o desmayado o en un sueño profundo, porque consigue quitarle el sweater y sus ligeros zapatos y pantalones sin que se altere. Y luego lo mueve, volteándolo de lado para poder envolverlo con su cuerpo y ponerle un brazo en la cintura. Se asegura de no pensar en cómo puede sentir cada costilla de su cuerpo sobresaliendo y qué tan poco se mueve su pecho con cada respiro. También aparta la idea de cuán bien encaja el gato en su abrazo.

Toma un rato largo, pero los temblores y quejidos se disipan paulatinamente, y Jongin no está seguro de cuán tarde es, pero sus ojos le arden y su mente está muy nublada como para pensar cuando finalmente sucumbe al sueño. Las respiraciones constantes lo arrullan hasta perder la conciencia y entierra su nariz en la cabeza llena de pelo antes de inhalar suavemente y abrazarlo con más fuerza. Va a salvar a ese gato.

Su cerebro registra primero los alrededores borrosos, las paredes, una mesita de noche y la puerta abierta del cuarto. Sus ojos vuelven a cerrarse; el cuerpo le duele mientras se gira sobre su espalda y recupera la sensación en el brazo. Gimiendo como un adolescente, se voltea nuevamente y frota su nariz contra una almohada tibia que huele… diferente. Jongin inhala otra vez y su mente se llena de los recuerdos de la noche anterior. Levantándose velozmente, lo primero que nota es la ausencia de un gato en la cama. O lo que es más, en la habitación.

La ansiedad provoca que sus manos se agiten mientras se coloca un par de pantalones de pijama sobre los bóxers. Siente un pequeño nudo en el estómago, tal vez producto del miedo o de los nervios, que se agranda con cada habitación que revisa y encuentra vacía. El gato no está en ninguna parte: ni en el baño, ni en la sala, ni en la cocina. Ni siquiera se está escondiendo en el pequeño cuarto de lavado, entre la lavadora y la secadora, y Jongin está a punto de entrar en pánico. Todo lo que quiere hacer es ayudar, y el gato no está en condiciones para estar afuera. Pero tras una inspección, nota que el cerrojo está puesto, lo que significa que el gato tiene que estar adentro.

Jongin vuelve a empezar por su habitación, esta vez apoyándose de manos y rodillas en el piso, cuando escucha un pequeño ruido bajo su cama. Y ahí está, con los ojos muy abiertos y sus orejas echadas hacia atrás. Jongin acerca vacilante un brazo, pero el gato retrocede, gimiendo y encogiéndose más hacia las sombras.

-No voy a lastimarte -le dice, con su garganta doliéndole un poco, y deduce que es por el frío. Su nariz gotea un poco también.

Esa confirmación no sirve para nada, y el gato se queda en su lugar mientras Jongin sufre un pequeño colapso mental que incluye varios pisotones infantiles y ambas manos revolviéndole totalmente el cabello antes de parar. Claramente está haciendo las cosas mal, así que, echando un último vistazo bajo la cama (el gato apenas se puede ver), Jongin abandona la habitación y se dirige hacia la cocina. No tiene mucha comida, pero unos huevos y tostadas son un buen desayuno.

Revolviendo los huevos y echándolos a la sartén, Jongin se toma un momento para evaluar su situación. Hay un gato (algo que nunca quiso) escondido bajo su cama porque lo trajo hasta la casa. ¿Lo trajo porque lo quería? No, no puede ser. Jongin no quiere un gato. Jongin no quiere nada excepto cuidar de Jongin. La espátula se desliza por el fondo, despegando el huevo cocido y dándolo vuelta para que el resto pueda crepitar y solidificarse. El calor de la cocina le calienta su estómago desnudo, y por primera vez se da cuenta de que no lleva una camiseta puesta. Pero hay un gato en su habitación; es una pérdida aceptable. Y es su casa, después de todo.

La tostada salta lista, y Jongin la deja en un plato antes de tomar una cucharada colmada de huevos revueltos calientes que hacen que su estómago gruña. Sin embargo ese desayuno no es para él, así que, con un tenedor en la mano, se encamina de vuelta por el pasillo. Primero deja el plato sobre el colchón, agachándose para mirar a su invitado.

-¿Tienes hambre? -pregunta, pero sólo encuentra silencio-. Esto es para ti.

Jongin posa el plato en el suelo y lo desliza a medio camino bajo la cama antes de ponerle el tenedor encima. Lentamente, se levanta y se va de la habitación, sólo para detenerse y buscar una camiseta antes de cerrar la puerta. Su corazón está revolucionado y no sabe qué le está pasando; se apoya contra la madera y golpea su cabeza contra ella un par de veces más de lo necesario.

-Jongin, Jongin, Jongin. ¿Qué carajo estás haciendo?

Abriéndose camino de vuelta hasta la cocina, se pone la camiseta y se dirige hacia donde está la comida restante porque su estómago sigue gruñendo. Se la come directo de la sartén, teniendo cuidado de no quemar más sus dedos ya que dos de ellos le están latiendo. Se los enjuaga con un vaso de agua y Jongin permanece de pie en el fregadero, dejando que el agua fluya por los platos sucios mientras intenta determinar si ya ha pasado el suficiente tiempo como para regresar a la habitación. Realmente quiere asegurarse de que el gato esté comiendo y que no vaya a sacarle los ojos con sus garras ante la primera oportunidad que se le presente.

¿Qué diablos estaba pensando?

Cierra la canilla y camina en puntas de pie por la alfombra, abriendo la puerta de su habitación lentamente y parpadeando con sorpresa al encontrar al gato acurrucado en su cama. El corazón de Jongin se acelera mientras sus ojos permanecen fijos en aquella piel color crema y sus labios rosados, aún con migajas en las comisuras de la boca. El gato está dormido con una de sus orejas crispándose y el cuerpo algo hundido en el edredón. Ni siquiera se molestó en meterse debajo de la manta antes de tomar su siesta. Una sonrisa cruza el rostro de Jongin mientras aparta el cabello negro de la frente del gato antes de despertar y recobrar sus sentidos.

Un escalofrío recorre toda la espalda del gato, y Jongin decide que probablemente sea lo mejor para ambos si le pone algo de ropa. Regresa de su armario con una vieja camiseta blanca y un par de pantalones de pijama celestes, con suerte lo suficientemente flojos como para no apretarle la cola. Con unas manos levemente temblorosas, presiona con cuidado su palma contra el hombro del animal y lo mueve para ponerlo boca arriba. Lo que no esperaba era que el felino se estirara, con los brazos sobre su cabeza y su espalda arqueada sobre el colchón mientras sus piernas pateaban, hundiéndose más en la manta. Le es un poco difícil respirar, y Jongin traga con fuerza en un intento por calmarse.

Nota los moretones en sus flacas piernas y su casi transparente carne en las partes más delgadas de su cuerpo, y Jongin se siente peor por no haberlo traído antes a su casa a pesar de su recelo. Se niega a pensar en lo que podría haber pasado si no lo hubiera encontrado a tiempo.

Tan cuidadosamente como puede, enrolla la camiseta y la desliza suavemente por la cabeza del gato, evitando sus orejas y nariz, hasta que está alrededor de su cuello. Después siguen los brazos; levanta de a uno a la vez para meterlos con cuidado en la tela. Luego sólo resta jalar un poquito de cada lado para cubrirle el torso. Jongin levanta la vista y se queda helado cuando ve unos ojos fijos en su cara. Pasan unos pocos segundos de tensión y se cierran nuevamente, y Jongin recupera la compostura. Lo toma como un permiso silencioso y se pone a trabajar con los pantalones. Desenredarle las piernas es la parte difícil, pero luego de eso se los pone sin problemas y se sube a su cama, junto al gato.

Aquello lo agota mentalmente. Se está enloqueciendo por un gato. Un gato bello, pero gato al fin.

Dos manos tibias aterrizan sobre su espalda y los ojos de Jongin se abren. No tiene tiempo para prepararse antes de que lo empujen y caiga al suelo con un golpe seco y una maldición. Su hombro soportó todo el impacto de su peso y sisea mientras se sienta, frotándose con los dedos el lugar lastimado mientras lanza una mirada hacia la cama.

Se encuentra con un gato aún durmiente que luce mucho más contento con aquella expresión dulce en el rostro. Un suspiro exasperado escapa de su boca, y Jongin se levanta del suelo y arrastra los pies fuera del cuarto, y subsecuentemente fuera de la zona de peligro.

Los platos quedan en el olvido mientras Jongin se tira en el sofá con dramatismo, con un brazo cubriendo sus ojos y sus pies pateando el almohadón. Está tan acostumbrado a micro-dirigir su vida, y aquello no es parte del plan. Aquello es nuevo, y se encuentra ahogándose en una mezcla de querer que todo desaparezca y necesitar continuar.

Luces solitario.

Jongin se queda dormido en el sillón, con las palabras de Sehun reverberando y resonando en su cabeza como un disco rayado. Tal vez son el catalizador de toda aquella situación.

El sonido de las tablas del suelo rechinando despiertan a Jongin, quien se sienta con confusión, parpadeando hasta que ésta desaparece junto con los mareos en su cabeza. Otro chirrido y él asoma su cabeza por el respaldo del sofá; sus ojos se agrandan cuando aterrizan sobre la figura de un gato en el vestíbulo. No ha sido visto, así que permanece quieto y mira mientras unos ojos brillantes observan alrededor y unas orejas se echan hacia atrás y hacia adelante con cada paso. Nota que los pantalones son muy grandes para él, y una cola negra está enroscada en su parte superior para evitar que se caigan. Es tierno, y Jongin quiere arrullarlo y mimarlo y… un momento. No, Jongin no quiere hacer eso.

El gato llega hasta el baño, asomando su cabeza con curiosidad antes de entrar caminando ligeramente y cerrar la puerta. Jongin aprovecha la oportunidad para levantar silenciosamente el trasero del sillón y ponerse justo al otro lado de la puerta. El sonido del inodoro descargándose es seguido por el del agua de la canilla fluyendo, y luego silencio. La puerta se abre y Jongin sonríe, esperando que no se vea demasiado forzado. Necesita que el gato comprenda que él no representa ningún daño.

Tal vez esa fue una mala manera de comenzar las cosas porque los ojos del gato lucen como si fueran a salirse de sus cuencas, y emite un fuerte chillido antes de tropezarse con sus pantalones grandes y aterrizar con un sonoro golpe dentro de la bañera. Jongin corre hacia él, con los brazos listos para ayudar, pero el gato se encoge, siseando y retorciéndose para alejarse de su alcance. Sus manos se alzan en un gesto de rendición y Jongin retrocede unos pocos pasos.

-De acuerdo, tal vez eso fue muy ambicioso. -El gato parpadea hacia él, pero sus orejas no se mueven de su posición aplastada y sus piernas tiemblan. -No voy a lastimarte. -Se agacha junto a la bañera, posando una mano en un costado, y el gato se aparta un poco más hacia el rincón.

Aquello no está yendo bien.

-¿Tienes nombre?

Silencio.

-¿Puedes asentir o negar con la cabeza?

Cuando mucho, esos hermosos ojos se agrandan más, y sus nudillos se tornan blancos en los bordes de la bañera.

-Estoy tratando de ayudarte -gruñe Jongin antes de pasarse una mano por el cabello con frustración-. ¿Hay algo que puedas hacer además de verme así?

De nuevo una mala elección, porque de pronto el gato está fuera de la bañera y tira a Jongin sobre su trasero cuando sale.

-Mierda. -Grita y se pone de pie; emprende la persecución y deja salir un gruñido aún más fuerte cuando ve al gato alojándose bajo la cama nuevamente. -Por favor no me hagas esto -lloriquea.

Jongin se aplasta en el suelo, con la alfombra frotándose en su mejilla mientras mira hacia la oscuridad, y entorna los ojos para vislumbrar la silueta en las sombras.

-Soy Jongin -ofrece, sabiendo que no obtendrá respuesta-. Te traje a casa para que no murieras congelado en aquel callejón. Te vi allí los últimos cuatro o cinco días, así que sé que no tienes un hogar. Pero no es seguro permanecer ahí.

El silencio llena el aire otra vez y Jongin suspira, determinado a conseguir alguna clase de reacción no violenta de parte de su invitado. Divisa el plato vacío aún bajo la cama y estira el brazo sólo lo necesario como para deslizarlo hacia afuera.

-¿Comiste lo suficiente? -pregunta, y otra vez no recibe respuesta-. Voy a preparar algo para almorzar. Si quieres, puedes salir y te haré un sándwich también. La cocina está yendo por el pasillo y hacia la izquierda.

Si la comida lo hizo salir la primera vez, entonces debería servir para forzarlo a salir de abajo de su cama una segunda. Es una lógica impecable, en su modesta opinión.

Jongin está apoyado contra la mesada, devorando la mitad que queda de su propio sándwich, cuando escucha al gato aproximándose.

Impecable.

Un rostro curioso se asoma a la vuelta de la esquina y Jongin quiere morir por sobredosis de ternura. Hay un segundo sándwich junto a él y lo toma, sosteniéndolo para que el gato vaya y lo agarre. Necesita iniciar el contacto, y aquello parece ser el modo menos dañino de lograrlo.

Cuando el gato arrastra sus pies dentro de la habitación, con la cola aún amarrada firmemente alrededor de sus pantalones para mantenerlos en su lugar, estira un brazo y toma la comida, teniendo mucho cuidado en evitar que sus dedos se toquen. Echa un vistazo entre las rebanadas de pan y sus orejas se paran cuando divisa el jamón. Le lanza una mirada recelosa antes de voltearse para abandonar la habitación, y Jongin no puede evitar notar cómo el pantalón se le ajusta a la cintura. Ésta termina justo bajo su cola, y como los pantalones no fueron hechos para felinos, pequeñas porciones de piel se dejan ver por el espacio entre los pantalones y la camiseta. Jongin traga la comida que tiene en la boca, casi atragantándose cuando decide alojarse en su garganta, porque está muy ocupado comiéndose con la mirada un trasero perfecto apenas cubierto por sus pijamas.

-¿M-me puedo sentar?

Es bueno que Jongin esté apoyándose contra la mesada, porque no estaba preparado para la reacción de su cuerpo ante aquella melodiosa voz que lo inunda.

-Claro -responde, con la voz una octava más aguda de lo que debería ser y el rubor cubriéndole las mejillas. Demonios, Jongin, eres un adulto. Deja de comportarte como un adolescente enamorado.

El gato usa una mano para subirse un poco los pantalones mientras camina hacia la mesa y se sienta con cuidado en la silla más lejana. Jongin lo imita, sentándose en la silla opuesta y enseñándole una sonrisa.

-¿Está bueno?

Obtiene un asentimiento como respuesta mientras el gato se zampa otro bocado grande, y le es difícil no estirar un brazo por el espacio que los separa y limpiarle las migajas de las mejillas. Se imagina que no debió haber tenido mucha comida, o peor aún, nada de ella, cuando estaba afuera en el callejón, y se le olvida su propia comida por quedarse mirando al sándwich desaparecer en un par de bocados. Sin decir palabra le desliza su almuerzo, y el gato le lanza una breve mirada inquisitiva antes de agarrarlo y devorarlo también.

Jongin se levanta para tomar un vaso del armario y llenarlo con leche, consciente de los ojos que siguen cada movimiento que hace. Apoya la bebida y el gato vacía su contenido en tiempo récord, con leche aún sobre su labio superior y sacudiendo la cola con satisfacción. Un hipo suave rompe el silencio y Jongin quiere derretirse en el piso cuando atisba sus mejillas blancas ruborizándose.

Está tan abrumado.

-Gracias -susurra el gato, y luce inseguro otra vez, mordiéndose el labio inferior y moviéndose levemente en su silla.

-No hay por qué. -Jongin se aclara la garganta e intenta no demostrar su nerviosismo. -¿Cómo debería llamarte?

Las orejas se le crispan, moviéndose hacia un lado y luego hacia el otro antes de quedarse quietas, y baja la mirada hacia sus manos, que están sujetándose al borde de la mesa.

-Kyungsoo.

-Kyungsoo -repite Jongin, probando a ver cómo suena el nombre en su boca-. Me gusta. Es un placer conocerte, Kyungsoo.

El rubor del felino se intensifica y Jongin intenta no notarlo, pero literalmente lo está mirando a la cara. Intenta mantener la mirada, pero esos ojos lo ahogan, y Jongin se pone de pie, rompiendo el trance cuando su silla rasguña el suelo.

-Voy a terminar de lavar los platos, sólo eso -le asegura a Kyungsoo, quien luce inquieto otra vez-. Puedes ir a ver tele o algo si quieres.

Jongin se voltea y se dirige al fregadero, esperando que el sonido del agua fluyendo logre tapar al de la sangre corriendo por sus orejas. Le dedica toda su atención al huevo cocido dentro de la sartén, y se controla para no voltearse a mirar qué está haciendo Kyungsoo, si es que se ha movido siquiera. Cuando pone el último plato en el escurridor, secándose las manos con una toalla, espera que el gato siga sentado a la mesa o que haya regresado bajo la cama. Pero se sorprende gratamente.

Kyungsoo está en la sala de estar, con su atención puesta en la biblioteca mientras roza con un dedo los lomos de los variados mangas y novelas gráficas en los estantes. Luce genuinamente intrigado, y Jongin lo observa divertido mientras toma uno y comienza a pasar las páginas. Lo único que desvía su atención de la maravilla de su bella cara es cómo se jala de los pantalones con fuerza para que no se le caigan, porque su cola está ocupada moviéndose alegremente.

Probablemente debería encargarse de eso pronto, antes de que su cordura se vaya en picada. Jongin se aclara la garganta y Kyungsoo da un salto; el libro se le cae de las manos y golpea el suelo.

-P-perdón.

-No, no -le dice disculpándose-. Está bien. Estás bien. Sólo… quería decirte que voy hasta aquí al lado un minuto. ¿De acuerdo?

Kyungsoo asiente y se agacha para recoger el manga caído, chillando y casi tropezándose hacia adelante cuando los pantalones caen más rápido que sus piernas y los tiene que volver a subir. Sí, definitivamente se irá a lo del vecino.

Minseok es un tipo alegre, siempre sonriéndole cuando se encuentran afuera, y es veloz para entablar conversaciones amistosas. Incluso lo ha invitado algunas veces a sus barbacoas y maratones de películas los fines de semana. Es agradable, e incluso aunque no son cercanos, Minseok es probablemente la única persona con la que se relaciona fuera de su rutina diaria.

Sólo hay un problema.

-¡JONGIN!

El hombre aterriza sobre la tierra fría con un gruñido y una cabeza rubia hociqueándole un lado de la cara. Trata de quitarse de encima a Luhan pero el gato es insistente, y cuando finalmente logra ponerse de pie, el felino sigue milagrosamente pegado a él. Oh, cómo desearía que hubiera sido Minseok quien le abriera la puerta.

Luhan siempre ha sido muy entusiasta para su propio bien.

-¡Deja de molestarlo! -lo regaña Minseok, intentando quitarle los brazos de alrededor de la cintura de Jongin una vez que ve su predicamento. Honestamente, uno creería que Luhan siempre anda buscando atención, pero Jongin sabe con certeza cuánto lo mima y consiente Minseok con cada cosa que quiere. Es un gato malcriado, y a veces le gusta imaginarse una competencia entre Luhan y Sehun por ver quién lo es más. Es cuestión de cara o cruz saber quién ganaría, porque ambos son malcriados a distintos y variados niveles.

Jongin es arrastrado dentro la casa por el agarre firme de la cola de Luhan alrededor de su cintura, y Minseok tan sólo le envía una mirada inútil. Siempre es lo mismo, y se lo toma con calma.

-¿Qué te trae hoy por aquí?

Oh, es Nochebuena. Jongin se había olvidado completamente hasta que divisó el gran árbol en el centro de la sala de estar, decorado de arriba abajo y peligrosamente cerca de tener demasiadas luces de colores. Ahora se siente mal por interrumpir sus vacaciones.

-Lo siento, no pretendía incordiarlos -comienza, y Minseok se burla.

-Siempre eres bienvenido, sabes eso.

Jongin sonríe y asiente, porque ambos se lo dicen siempre.

-Bueno, sólo pasaba para ver si Luhan tiene algún pantalón viejo que pueda prestarme por unos días.

Dos pares de ojos se entornan, y él traga mientras Luhan abandona la posición a su lado y se pone frente a él.

-¿Por qué? -inquiere, con las orejas paradas.

-Tengo un invitado.

-¿Sin pantalones?

-Tenía pantalones, pero estaban destrozados, y ahora está usando los míos y son demasiado grandes para él. Sin embargo, tiene más o menos el tamaño de Luhan.

-Sabes que tendrán un hoyo atrás para la cola, ¿no?

Jongin tose y asiente.

-Sí, está bien. Es un gato también. -Murmura la última parte pero Luhan lo oye, y la sonrisa en su rostro ya es suficiente como para aterrorizarlo.

-¡CONSEGUISTE UN GATO!

-¡No conseguí NINGÚN gato! Sólo está quedándose por un tiempo.

Pero Luhan tampoco es un buen oyente, y ahora está saltando por todo el cuarto, canturreando «Jongin tiene un gatito». Minseok finalmente avanza y le pone una mano sobre la boca para callarlo.

-Iré a buscar unos pantalones.

Jongin consigue volver a su casa sano y salvo, ignorando el destello alegre en los ojos de Luhan mientras se aleja con un par de pantalones de pijama grises que, con suerte, no se deslizarán exponiendo más de lo que puede propiamente soportar. Encuentra a Kyungsoo sentado en el sofá, cruzado de piernas y encorvado mientras lee el manga, y está tan absorto que no nota la presencia del otro hombre hasta que éste se apoya sobre su brazo y se inclina hacia él.

Unos ojos grandes le dan la bienvenida a Jongin, quien está comenzando a creer que ellos son la razón de que su corazón siempre se desboque.

-Te conseguí unos pantalones que deberían quedarte bien -le explica, ofreciéndoselos al gato mientras intenta no sucumbir a su necesidad de tocarle las mejillas.

Una hora más tarde, Jongin no está seguro de que los nuevos pantalones fueran una buena idea. Si bien no están tratando de caerse a cada rato, al menos los antiguos no se le ajustaban al trasero y a los muslos con tanta perfección. Es terriblemente distractor, y se sorprende a sí mismo observando cada movimiento del gato mientras éste inspecciona el resto de la casa con curiosidad.

-¿Vives solo?

-Así es.

Kyungsoo tararea y Jongin lo sigue cuando se encamina fuera de la habitación y por el recibidor, sólo deteniéndose cuando llega hasta la biblioteca nuevamente. Parece ser su parte favorita, y lee detenidamente los títulos antes de tomar otro libro y ubicarse en el sofá una vez más. El gato parece feliz de quedarse así por el resto del día, acomodado con algo entretenido para leer mientras que Jongin se ocupa de sus cosas.

Pone una carga nueva en el lavarropas metiendo sus ropas de trabajo de la semana, antes de dirigirse hacia la habitación a recoger el sweater y los jeans que le quitó a Kyungsoo la noche anterior. Realmente están destrozados, y el gato tiene suerte de no encontrarse en peor estado que un poco de desnutrición. Jongin hace un bollo con la ropa y está a punto de lanzarla cuando de pronto le es quitada de las manos. Kyungsoo la está sujetando con fuerza contra su pecho y luce como si estuviera a punto de llorar, así que él retrocede con lentitud, permitiéndole al gato tenerla. Al parecer siente un apego por aquellas prendas, y contempla a Kyungsoo volver a su posición en el sillón, con el manga en una mano y el sweater rojo y los jeans ahora en su regazo.

Extraño, en efecto.

Conforme la hora de la cena se aproxima con rapidez, Jongin mira abatido el interior de su congelador, contando las comidas que le quedan y dividiéndolas a la mitad, porque ahora hay alguien más en la casa. Comienza a captar la realidad de su situación ya que no está siendo distraído por ninguna cara perfectamente tallada con un cuerpo a juego. Apenas gana lo suficiente como para alimentarse a sí mismo y permitirse tomar un buen café durante la semana, y ahora hay un gato con ropa prestada sentado en su sofá y viviendo en su casa. Por un breve instante considera llevarlo a un refugio, pero la sola idea causa que su pecho se tense y la descarta tan rápido como vino. Además están sobrepoblados, y odiaría dejar a Kyungsoo encerrado en un lugar así.

Por el momento, tendrá que arreglarse con lo que tiene y tratar de encontrar algunos cupones extra en los folletos del correo, y tal vez saltarse algunos almuerzos. La ansiedad se apodera de su mente mientras extrae dos cenas, esperando que a Kyungsoo le gusten los vegetales mixtos con arroz.

Tras la escasa comida, Jongin le ofrece usar la ducha, a lo que el gato responde con una sonrisa rebosante de alegría y ojos brillantes. Es tan bello. No pasa mucho tiempo hasta que oye agua corriendo, llenando la bañera, y supone que un baño de inmersión es igual de bueno. Jongin no le presta atención y traslada sus ropas de la lavadora a la secadora. Pero entonces escucha un fuerte sonido de salpicadura y da un salto, con el corazón bombeándole y los pies torpes mientras se tropiezan con el canasto de ropa en su camino a asegurarse de que el gato no se las haya arreglado para desmayarse y ahogarse. Jongin estira el brazo hacia la puerta cerrada y oye una risita. Se congela en el lugar, con aquel sonido encantador viajando por su sistema como una droga. Kyungsoo está riéndose. Y es asombroso.

Sacude su cabeza y regresa a ocuparse de la limpieza mientras lucha por quitarse las imágenes de un Kyungsoo metido en la bañera hasta el cuello. Veinte minutos más tarde, éste entra arrastrando los pies a la sala, con sus orejas casi secas a pesar de que su cabello sigue húmedo. Hay tela hecha un bollo en sus manos y Jongin la mira antes de comprender.

-Oh, ehm, puedes ponerlas en la canasta junto a la lavadora -le dice, y el gato se da la vuelta. Kyungsoo podrá estar usando la misma camiseta y pijamas viejos, pero ahora Jongin sabe que no hay nada bajo esos pantalones, ya que los bóxers están en la canasta de ropa sucia, y piensa que eso no hace más que empeorar su depravación.

Kyungsoo está en su lugar preferido otra vez, manga en mano, pero sus ojos parpadean constantemente y su cabeza está inclinada. Jongin considera que ya es hora de que se vaya a la cama cuando un puño cubre la boca del gato mientras bosteza y se estira. Fácilmente lo guía fuera del sofá y hacia la habitación, envolviéndolo bien bajo el grueso edredón, y Kyungsoo se duerme antes de que Jongin apague la luz. Éste sonríe otra vez y se lleva una segunda almohada y una manta extra antes de salir. Esa noche dormirá en el sofá.

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