A Dulce le sabían mal las palabras que tejían una mentira. Eran amargas y saladas, tanto que le ardía la lengua. Por eso evitaba decirlas: prefería el dulce sabor a miel y té que le ofrecían las frases que entretejían a verdades. Por eso, cuando era niña siempre estaba feliz: le gustaba el sabor que le otorgaban sus palabras sin doble sentido o
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