Fanfic quincenal. Mundo de Tinta/Mujercitas. "Compañía" 2.

Jul 06, 2013 14:51


(VENIMOS DE AQUÍ)

Compañía, parte final

-o-
Farid, recién secado, llevando ropa holgada y caliente, y después de comer con dolor una sopa que no le supo a nada, se metía en la cama. Lo hacía sin muchas ganas, pero sin ninguna queja. Así sería todo el tiempo que estuvo ahí. Hacía todo lo que le pedían, sumisa y rápidamente, sin ningún reclamo, pero dejando patente en su expresión que tanta orden y mimo lo ponía nervioso y de mal humor.

-Ahora, tómate esto por favor -le decía Brisa, apenas Farid dejó de moverse en la cama. Se sentía incómodo en la blandura de ese colchón-. Se llama pastilla, y lo debes tomar sin morderla. La pones en la boca y, rápido, tragarla con un sorbo de agua. Te hará sentir mejor.

Farid miró a Dedo Polvoriento, que estaba detrás de la mujer y cerca de la puerta. Éste solo frunció un poco sus ojos en respuesta a su velada pregunta. Farid dio un leve bufido, cogió la cosita blanca que ella le tendía y el vaso, y se lo tragó con un sorbo. Frunció la cara ante el horrible sabor de la pastilla, pensando en que no podía ser veneno, aunque así debían saber los condenados; y le devolvió el vaso a la mujer. Ella le sonrió un instante y Farid la miró de nuevo, sin poder reprimir su interés, su interrogación. Brisa bajó la mirada, turbada y sonrojada.

… Sí, Farid no podía temerle.

La mujer se puso en pie, y tomó fuerza para mirarle al rostro y hablarle amablemente.

-Ahora duerme. Te despertaré para la media tarde, con un tesito para el dolor de garganta…

Farid se arrebujó, pero no durmió.

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Por tres días que estuvo ahí, comiendo sopas, purés, tés, pastillas y jarabes; viendo la caja mágica de pequeñas imágenes mientras la mujer se mecía en una silla y tejía, cocinaba, limpiaba, iba a la huerta o por los huevos de la gallinas, lavaba y tendía la ropa, se ponía a leer y escribir, o a intentar hablar con él… Lo único que no hizo Farid fue dormir como Brisa deseaba.

Estaba seguro de que Dedo Polvoriento se mantenía a distancia de ella, solo porque sabía que Farid estaba alerta y curioso. Sin embargo, cuando Farid “dormía”, había podido oír algunas conversaciones entre ellos que le hicieron entender algo sobre Brisa y la situación de ella con Dedo Polvoriento.

-Meggy me habló de lo que pasó, con la gente mala de tu mundo y de las cosas horribles de las que apenas salieron con vida. -Había dicho ella esa primera tarde, llena de preocupación, un mudo reclamo y, luego, mucha inseguridad-: dijo cosas sobre ti que… No quiero creer. -Silencio-. ¿Dedo Polvoriento, es verdad que…? -Pero la mujer no pudo terminar la pregunta. Hubo más silencio, hasta que Brisa habló con voz muy llorosa que Farid no pudo entender más que él-: ¡… Estén bien. Siento mucho que no te puedas hacer a la idea, lo siento; pero prométeme que…!

-No te lo puedo prometer Brisa, lo siento -fue lo único que dijo él esa tarde.

Farid estuvo seguro de que Brisa lo había abrazado, y no lo dejó de hacer, hablándole en susurros, por varios minutos. Intentaba convencerlo de darse a la idea, como ella lo hizo, de que si lo hacía encontraría suficiente paz… Y Farid supo, aunque no lo dijo con todas sus palabras, que Brisa era como ellos. Personas que salieron de los libros. Pero el saber eso no le hizo temer de ella, si no sentirse más tranquilo. También estaban en la misma condición. Eran iguales por estar en ese mundo diferente.

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Justo cuando despertaba de esa siesta, oyó como la mujer hablaba con alguien que él no pudo oír. Ella hablaba con entusiasmo, cariñosamente:

-… Sí, el sábado te estaré esperando con tu tarta favorita… Tal vez sigan aquí, ya sabes cómo es mi hermano, nunca se sabe… Matthew -su voz era de leve advertencia, y bajó la voz. Farid no pudo oír lo que decía. Para su gusto, Brisa duró mucho en volver a hablar, otra vez con cariño-: No te preocupes, es familia. También te amo… Y Saludos a Milly y a los chicos… Sí, a las ocho…. Adiós -se oyó un sonido agudo, seguido de un comentario de Dedo Polvoriento.

-¿Cómo estuvo la boda? -Farid creyó oír amargura en la pregunta.

-Bonita… -su voz, sincera y amable, se alejaba- Ven, aquí tengo unas imágenes del día. Estuve muy nerviosa, pero todo estuvo bien. Lástima que no pudiste venir.

-Era mejor que el dudoso hermano de dudosa reputación no estuviera en ella. La familia de tu marido no me tiene en alta estima.

-¡No digas eso, Dedo Polvoriento! Sabes bien que eso no quita que seas como de mi familia. Me hubiera encantado verte ahí.

Dedo Polvoriento cambió de tema, y Farid sintió que lo hizo aún con más amargura.

-Apenas cuatro meses de casados, ¿y ya te deja sola?

-Quiso llevarme con él, pero sabes que no me gusta mucho salir de la casa. Es el trabajo de la otra finca, están en media cosecha…

Analizando lo que había oído, Farid se sorprendió al darse cuenta de algo que no podía ser coincidencia. Había pasado poco más que cuatro ciclos lunares en ese mundo. Y, según supo, todo lo que sucedió con Meggy, Capricornio y Lengua de brujo inició porque Dedo Polvoriento hizo un repentino trato con Capricornio… Más o menos cuando Brisa se estaba casando…

-o-
A la mañana del día siguiente, Farid oyó fuego afuera, y la voz enérgica de Dedo Polvoriento, con una entonación que él bien sabía que usaba cuando estaba haciendo una función. Se levantó de la cama (sintiéndose mucho más como él mismo), y salió para ver a Dedo Polvoriento haciendo malabares. Brisa estaba sentada en un tocón de un árbol, con los ojos abiertos de espanto y embeleso, y aplaudía con todas sus fuerzas y risas nerviosas cuando Dedo Polvoriento terminaba un acto. Apenas lo vio a él, se quitó un chal de sus hombros, fue a su encuentro, lo arrebujó con la tela y le preguntó cómo se sentía y si tenía hambre.

-Bien, gracias -le respondió Farid, nada acostumbrado a sus atenciones.

-Ven, siéntate en la silla del pórtico, desde ahí se ve bien y estás un poco más resguardado… ¿Te gusta el puré de papa?

Farid asintió, algo descolocado, y ella se volvió a Dedo Polvoriento, aún febrilmente entusiasta.

-¡No hagas el de las formas en el aire hasta que regrese! -le pidió.

-Haré una pausa hasta que la señorita pueda volver -le respondió él, con tono de tragafuegos y una inclinación de cabeza.

Mientras se limpiaba la nariz en el chal, Farid vio irse a Brisa. Sus pasos eran rápidos y emocionados. Cuando desapareció dentro de la casa, miró hacia Dedo Polvoriento, que de repente se había esmerado en ordenar sus objetos y alistarlos para la función.

Ambos sabían que había explicaciones por decir en el aire, y el muchacho fue el que no pudo más con el silencio cargado.

-Querías que fuera tu mujer, ¿verdad?

Dedo Polvoriento frunció los ojos y el ceño. Pero luego intentó levantar los hombros y usar su tono de que realmente no le importaba el tema.

-Pudo serlo. -y tomó un poco de alcohol para escupir algo de fuego y zanjar el tema para siempre.

Farid tuvo la sensación de que Dedo Polvoriento le dijo la verdad en esa frase, pero no todo lo que implicaba.

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En esa tarde, mientras Farid “tomaba su siesta”, oía el rechinar de la mecedora que Brisa usaba mientras tejía. Estaba a punto de dormir cuando pudo oír que ella le comentaba a Dedo Polvoriento en un impulso:

-… Pude leer hasta la mitad del tercer libro.

La respuesta de Dedo Polvoriento se hizo esperar.

-¿Qué tal?

-Jo tiene dos niños preciosos, y los mellizos de Meg ya están más grandes y maduros. La niña de Amy y Laurie me recuerda mucho a ella… Me gustaría, me gustaría que salieran más mis padres, o Hannah. Y… y… -Farid pudo oír un sollozo que lo hizo levantarse y poner más atención. La mecedora dejó de moverse- Jonh murió…

Brisa intentó tranquilizarse pidiendo disculpas, o quitándole importancia al tema o al llanto, pero estuvo sollozando calladamente por minutos. Farid no supo qué hizo Dedo Polvoriento, solo que no se alejó de ella y, justo cuando todo volvía a estar tranquilo, le preguntó:

-¿Por qué no te fuiste a la casa de la come libros como Lengua de brujo y su hija? Al menos mientras tu esposo te deja sola.

-Este es mi hogar y, además… Si yo me hubiera ido, me habría perdido tu visita.

-Deja de esperarme. Algún día no regresaré.

-Sí, lo sé. Y sé que es lo que deseas pero… Aún no llega ese día, ¿no? -era una afirmación llena de súplica-. Cuando puedas, vendrás a despedirte antes.

-Lo intentaré.

Farid deseó que siguieran hablando sobre “la partida de Dedo Polvoriento”, pero Brisa solo cambió de tema. Le pidió a Dedo Polvoriento que le ayudara a matar y desplumar una gallina, para la cena… Y Farid tomó su siesta.

-o-
A la mañana siguiente, el espectáculo de fuego se volvió a dar mientras desayunaban.

Farid logró tocar la pantalla de la caja mágica y perderle el miedo por ello.

Dedo Polvoriento mandó a una soñolienta Gwin a cazar ratones en la casa y salió a cortar leña, mientras Brisa siguió tejiendo y, luego, cocinando.

Gwin no cazó hasta en la noche.

Los tres almorzaron juntos y, esa vez, para no dejar insatisfecha la curiosidad genuina de la mujer, Farid y Dedo Polvoriento hablaron de sus mundos de procedencia y viajes en el que vivían en ese momento. Brisa traslucía todo tipo de emociones en su rostro tan silencio y, como nunca antes, Farid se dio cuenta de lo maravilloso que era su mundo. El ahorrarle los pasajes más macabros a Brisa, hasta lo hacía parecer hermoso.
Dedo Polvoriento dijo que iba a dar un paseo por los alrededores, y Brisa pareció querer acompañarlo, pero no lo hizo.

-Lo siento, debería dejar de preguntar sobre…

-Está bien, si no quisiera hablar, no hablaría. -le había dicho él, antes de salir.

Lleno de melancolía, Farid se dispuso a tomar su siesta. Pero despertó al oír sonidos en la casa, una voz de hombre y una de mujer que no conocía, y se encontró con Dedo Polvoriento entrando a la habitación.

-Nos vamos -le dijo.

Farid no lo puso en duda, y se alistó. Cogió su ropa lavada por Brisa, que ella había dejado doblada en una silla, y se la puso. Además, se dio cuenta de que tenían algo de comida para llevar y las cantimploras llenas. Aunque no estaba totalmente recuperado, ya no sentía dolor de cuerpo, podía respirar mucho mejor. Farid cogió las pastillas y la puso en su bolsillo. Sabían horrible, pero eran como magia.

Se estaban escurriendo en la cocina, para salir por la puerta de atrás, cuando se encontraron esperando fuera de esa puerta a Brisa. Dedo Polvoriento pareció sentirse culpable.

-Ojalá pudiera convencerlos de quedarse un par de días más. -les dijo ella. Tenía la tela de lana gruesa que había estado tejiendo en las manos, y súplica en sus ojitos celestes.

Dedo Polvoriento habló con mucho aplomo, casi frialdad.

-Farid ya está bien, y tienes un esposo y una cuñada qué atender. Gracias por todo, Beth, pero ya es hora de irnos. Sabes bien que no se traga del todo lo del hermano de crianza, y con justa razón.

-Dedo Polvoriento… -empezó ella, tímida, sonrojada, mirada baja- No tienes que huir cada vez que…

La mujer silenció solo con que Dedo Polvoriento diera unos pasos para estar frente a ella. Como si fuera algo natural, fluido, le levantó el rostro y le dio apenas un ligero beso en los labios, solo un roce que hizo a la mujer cerrar los ojos, enrojecer totalmente y dejar caer la tela… Sí, supo Farid, eso solo presagiaba problemas si Dedo Polvoriento se quedaba.

-Entra ahí Beth, Matthew espera a su Liz.

Ella temblaba ligeramente, viéndole, hasta que él se alejó unos pasos. Brisa no dejaba de tiritar mientras recogía las telas. Cuando se volvió hacia Farid aún estaba muy roja, y sus ojos anegados en lágrimas. Él quiso irse, muy incómodo, pero no pudo hacerlo. Ella le tendía la tela y, cuando él la cogió, pareció que quiso decirle algo, pero terminó abrazando a Farid con fuerza.

Una calidez le embargó, y le hizo desear poder arrebujarse en ella… Farid entendió, aunque fuera un poco, porqué Dedo Polvoriento le dio el beso, y porqué tenía que irse. El muchacho no pudo devolverle el abrazo, pero sí darle las gracias.

Se fueron sin mirar atrás y sin decir nada por mucho tiempo. Nada que no tuviera que ver con cazar, el clima o la dirección que tomaban. Esa noche, mientras cocinaban un mapache en un antiguo molino, y Farid se tomaba su pastilla; Dedo Polvoriento rompió el silencio.

-Voy seguir intentando regresar a casa. Puedes elegir irte, o continuar siguiéndome. Pero ya sabes hacia donde voy.

Farid ni lo pensó, y Dedo Polvoriento entendió que su silencio quería decir “Me quedo” y, su expresión, que no estaba de acuerdo con el plan.

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