Los últimos románticos, capítulo X |
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Rating/Advertencias: M | Mucho alcohol y muchas palabrotas.
Nota de autor: Crack. Y un poco más de crack. Y, eh, un poco de avance que esperamos que os guste. Sacad las uvas, el champán y a celebrar la Nochevieja con los chicos. ¿Un poco pronto? Nunca es pronto para emborracharse en buena compañía.
X. (parte i)
Juan llevaba más de veinte minutos listo. Se había duchado el último, pero eso no había sido impedimento para que acabase antes que su primo y Gerard, que había vuelto a entrar en el baño al segundo siguiente de que Juanín lo hubiese dejado libre.
Piqué había llegado esa misma mañana; David le había sugerido que pasase las fiestas con ellos. Lo había hecho después de recibir una llamada furiosa de Busi explicándole la que habían tenido la semana anterior, cuando salieron juntos en Nochebuena. Por lo que Sergi les había contado -y Piqué ni se había molestado en desmentirlo- había estado toda la noche tratando de llevarse al huerto a su hermana. Villa entendía el cabreo, las hermanas eran terreno vedado, sobre todo para alguien con tan pocos escrúpulos como Geri. Era de su sus mejores amigos, pero si le viera acercándose a su hermana no dudaría en cortarle los huevos. Así que le había obligado a subir a Tuilla, con la promesa de litros de sidra y todo el arroz con leche que pudiese comer, para tratar de forzar algo de sentido común en esa cabeza hueca que tenía.
-¿No ha terminado? -preguntó Villa saliendo de su habitación.
-No. Creo que tiene para diez o quince minutos más.
-¡Hostia, Geri! -exclamó- Vamos a una puta espicha. Acabarás con serrín hasta las rodillas y apestando a chigre
-Calla, cojones. Tengo que probar el producto asturiano, y para eso tengo que dar lo máximo de mí -replicó desde el interior del baño.
-Pero si ya lo has probado. Te has tirado a David -bromeó Mata.
-Tu primo está adulterado. Ha pasado demasiado tiempo en la capital. -Asomó la cabeza por la puerta entreabierta- Yo quiero experiencias, sabores nuevos.
-Lo que sea, pero son las doce y media y todavía tenemos que subir hasta Gijón. Y a este ritmo cuando avisemos a mi padre para que nos lleve ya estará en el tercer sueño.
-¡Listo! -exclamó, saliendo por fin. Llevaba un vaquero oscuro y desgastado, una camisa negra con los cuellos levantados, los tres primeros botones desabrochados y sólo un faldón metido por dentro del pantalón-. No estoy más bueno porque probablemente sería delito.
-Macho. Eres…eres…
-¿El hombre más guapo del planeta? ¿El hombre por el cuál suspira casi toda la humanidad?
-Un fantasma. Eso es lo que eres.
-Bah… ¡tú que vas a saber! ¿A qué estoy que me rompo? -le preguntó a Mata, pasándole el brazo por encima de los hombros.
Juan sonrió tímidamente y miró a su primo buscando su complicidad. O, lo que era lo mismo, una manera de que lo sacara de allí.
-Baja a decirle a mi padre que ya estamos.
En cuanto estuvieron solos, David agarró por las solapas de la camisa y sin demasiada delicadeza a Gerard. Después le estampó contra la pared.
-Un solo acercamiento a Juanín, uno sólo, y te reviento la cabeza contra un bordillo. ¿Lo pillas?
-Algo tendrá que decir tu primo, ¿no? -dijo, intentando quitarle hierro al asunto.
-No estoy de coña. Yo no soy Busi.
-Tampoco es…
-¡Me cagüen tu padre, Gerard! -gritó- Si tienes problemas para mantenerla dentro de los pantalones, te coses la bragueta.
-Yo no…
-¿No? ¿Quieres que le pregunte a Cesc?
Una sombra de culpa cruzó el rostro de Piqué, oscureciendo sus ojos. Su cuerpo se tensó, más que por la agresión física por la verbal. Villa le habada dado un golpe bajo. Muy bajo. Estaba tocado, no tanto por las represalias o por el corte a sus posibles aspiraciones con Mata -si es que las hubiese tenido- sino más bien porque sabía que David tenía razón.
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El hotel estaba muy cerca de casa, así que David, Raúl y Álvaro llegaron apenas pasadas las doce y media, después de tomar las uvas, estampar el corcho de una botella de cava barato contra el techo de la cocina y recibir llamadas de toda la familia.
Habían quedado con los demás en la puerta del hotel, pero como Fernando y Ramos tenían que llegar desde Fuenla con el atasco que se montaba, ya tenían asumido que iban a estar esperando un buen rato al frío.
Se notaba que Silva estaba tratando de disimular, pero que realmente no le apetecía nada salir esa noche. Su plan inicial había sido quedar a tomar algo con un compañero de Medicina que estaba en Madrid de Erasmus, que había vuelto de Ámsterdam unos días antes para ahorrarse unos euros en el vuelo. Iban a tomar un par de cervezas en su residencia con todos los estudiantes que, como él, no estaban pasando las fiestas en casa con la familia. Su plan se había convertido en eso de la noche a la mañana. Traje y barra libre hasta la madrugada. Había avisado a Nigel con la esperanza de que dijera que no, pero no había dudado en apuntarse.
Tenía que reconocer que al principio había tenido reparos en trabajar con él. Se había creado mala fama entre sus compañeros, y eso en una clase tan numerosa como la suya tenía mérito; pero cuando él se le acercó para proponer que hicieran el trabajo de la pancreatitis aguda juntos, Silva no supo decir que no. Y había resultado que Nigel De Jong no era tan malo como lo pintaban. Era todo lo contrario a David, que siempre procuraba ser correcto y educado y discreto, sin decir una palabra más alta que otra. Nigel no se dejaba amedrentar, y cuando pensaba algo lo soltaba sin medias tintas. Al principio David supuso que no dominaba el castellano lo suficiente para encontrar las palabras para decir las cosas con sutileza, pero con el tiempo se dio cuenta de que ni siquiera lo intentaba. Y eso no le molestaba.
-Ahí está -dijo Silva al verle, levantando una mano enguantada para saludarle a través de la gente que salía del Metro. Él se acercó hasta ellos con paso rápido. No llevaba un traje convencional, pero daba el pego. Era lo que había podido encontrar con tan poca antelación: unos pantalones oscuros, una americana y una corbata de color naranja apagado.
-Feliz año -fue lo primero que dijo, con un acento apenas advertible.
-Estos son Raúl y Álvaro -les presentó Silva.
-¿Tú eres el compañero de piso?
-Sí -contestó, tendiéndole la mano-. Joder, hablas español muy bien. ¿Cuánto llevas aquí?
-Este es el segundo año. Pedí el traslado. En Madrid se vive mucho mejor que en Ámsterdam.
-Cuando fuimos de Interraíl tomé setas alucinógenas en Ámsterdam -dijo Álvaro. Nigel sorprendentemente se rió, enseñando una fila de dientes blanquísimos.
-Es lo que hace la gente allí.
-Macho, ¿a qué ha venido eso? -le reprochó Raúl.
-Yo qué sé, era por aportar algo a la conversación -contestó, encogiéndose de hombros.
La gente empezó a entrar al hotel, charlando, riendo y calculando las copas que iban a tener que tomarse para amortizar la entrada. Sergio y Fernando llegaron poco después, ya con un par de copas de cava encima. René les dejó en la puerta y se fue hacia su fiesta después de intercambiar saludos con los amigos de su hermano.
-Ramos, llama a tu colega, porque se me está helando el culo -le dijo Arbeloa, que llevaba la última media hora dando saltitos para entrar en calor.
Cinco minutos después estaban entrando por la puerta de servicio, y veinte segundos más tarde ya tenían una copa gratis en la mano. La música era atronadora y las luces parpadeaban y giraban como si el encargado de la iluminación ya estuviera borracho. Los chicos parecían llevar todos el mismo traje gris oscuro demasiado grande, y las chicas estrenaban un vestido en el que se habían dejado más dinero del que reconocerían. Las feas trataban de ir elegantes sin conseguirlo, y las guapas sólo parecían unas golfas, que era exactamente lo que todos los tíos estaban deseando ver.
Los grupos se iban mezclando, todo el mundo tenía ya echado el ojo a la persona con la que querían acabar la primera noche del año. Algunos, los que ya venían con la pareja elegida de casa, se dedicaban a emborracharse todo lo posible y burlarse de los ridículos intentos de ligar de sus amigos. Álvaro y Fernando no le quitaban ojo a Ramos, que estaba trabajándose a una rubia con un vestido rojo y negro que Torres había calificado como “demasiado hortera hasta para Sergio”.
-¿Crees que ya le habrá dicho que es bombero?
-¿Estás de coña? -exclamó Torres-. Es lo primero que dice. Hola, soy Sergio y soy bombero, sin pararse a respirar.
-Ese ha sido el peor acento sevillano que he oído nunca.
Siguieron observando cómo ella trataba de hacerse la difícil a la vez que le ponía ojitos.
-¿Crees que al tío este le mola el Pony? -preguntó Álvaro, señalando con la cabeza hacia Silva y De Jong, que estaban a un par de metros de ellos. Fernando les observó un momento. David daba pequeños tragos a su cerveza apoyado contra la pared, y su amigo se acercaba a él para hacerse oír por encima de la música, poniéndole una mano en el hombro.
-Fijo -sentenció.
-El Chori dice que no, que me imagino cosas.
-El puto Chori no se entera de nada. ¿Dónde coño está? Lleva dos horas para pedir unas copas.
-Se habrá perdido por el camino -contestó.
Torres echó una mirada hacia la barra y le encontró, hablando con una chica que le era extrañamente familiar.
-¿De qué me suena esa? -le dijo a Álvaro, señalándola. Él entornó los ojos para tratar de verla con más claridad. Sin gafas y a oscuras no era fácil, pero esa cara se le había quedado grabada. Tenía el pelo más claro y peinado de otra manera, y con ese vestido estaba distinta, pero no lo suficiente como para que él no la reconociera.
-Ana.
-¿Quién?
-¿Te acuerdas del botellón ese en Torre Europa?
-Hostia, ¿esa es la tía con la que se enrolló Raúl?
-No se enrollaron.
-¿No?
-Casi me pillo un coma etílico tratando de impedirlo -recordó.
-¿Le vas a decir algo?
-¿Qué quieres que le diga? Ni siquiera sé qué coño están haciendo.
-Sólo hablan -apuntó Fernando-. Y se ríen.
-Joder.
-Ve a por una copa y haz como si te sorprendieras de verla. Y luego tócale el culo a tu novio.
-No me jodas, Torres.
-También puedes quedarte aquí, mirándoles como si fueras el chino de Karate Kid -ironizó-. Como quieras.
-Estoy tratando de ver algo, coño. Ya sabía yo que tenía que haberme puesto las lentillas.
-Tira, ve a saludarla.
-No soy ese tipo de tío. Además, sólo están hablando, ¿no? No es como si le estuviera tocando una teta.
-¿Te imaginas? -se rió Fernando, estirando una mano y haciendo como si tocara una bocina-. ¡Mec, mec!
-Ya vas borracho, tío. Qué puta pena.
-Tengo que mear -dijo sin más, antes de darse la vuelta y marcharse hacia el baño.
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-¿Ana?
-¡Álvaro!
Él se hizo el sorprendido ante la mirada atenta de Raúl.
-Me parecía que eras tú. Estaba allí pensando “¿con quién hablará el Chori?” -dijo, echándole una mirada bastante significativa-. ¿Qué haces aquí?
-Estoy con unas amigas. Vaya casualidad, con todas las fiestas que hay en Madrid.
-Ha sido cosa del destino.
-Fue una pena que nos fuéramos sin intercambiar números de teléfono la otra noche.
-Sí, justo de eso estábamos hablando antes de que llegaras -intervino Raúl.
-Me lo pasé tan bien con vosotros… Traté de buscaros en Facebook, pero no supe ni por dónde empezar.
-No tenemos a Busi en el Facebook -recordó Álvaro.
-Yo también traté de buscarte -le interrumpió Albiol, apartándole sin mucha sutileza. Su novio le miró. Sabía que era mentira. Esperaba que lo fuera, porque era lo que le había convencido de que lo suyo podía ir en serio-. Ana y yo estábamos hablando del pedo que te pillaste y el ridículo que hiciste ese día.
-No te lo tomes a mal, pero la verdad es que fue muy gracioso -reconoció ella, dando un sorbo a su Malibú con piña.
-Pues entonces tendrías que conocerme sobrio.
-Sí, la verdad es que parece dos personas distintas -masculló Raúl con acidez. ¿A qué estaba jugando? Si no le conociera tan bien casi pensaría que estaba tratando de ligar con ella, y de la manera más rastrera y menos sutil del mundo. Y Ana caería, porque todas caían. Porque él era gracioso de una manera tonta e infantil, pero Álvaro tenía labia, y nunca había podido competir con eso. Y no tendría que competir, porque él era su novio, y creía que eso significaba algo.
La conversación trivial siguió un rato, hablando de esto y de aquello. De los exámenes, la Navidad, lo carísimas que eran las fiestas de Nochevieja… Nada demasiado profundo ni demasiado personal, la típica conversación que se tiene con alguien a quien no se conoce en absoluto pero con quien se hacen buenas migas. Raúl se dedicaba a pescar hielos en su copa con una pajita, buscando el mejor momento para escapar.
-Soy inaguantable, no dejo de hablar -se rió ella-. ¿Vosotros qué tal?
-Bien -contestó Raúl de sopetón. Rodeó a Álvaro con el brazo, a la altura de la cintura, y le pegó a él-. Genial.
Ana les miró un momento. El rubor que empezaba a colorear las mejillas de Raúl, la media sonrisa de Álvaro, medio de alivio, medio de satisfacción.
-Oh.
-Estamos saliendo juntos -aclaró con naturalidad, recibiendo a cambio una mirada sorprendida de Albiol.
-Tenía que haberlo supuesto.
-¿Tanto se nota? -preguntó Raúl.
-No. O sea… ahora sí -replicó ella, sin poder evitar fijarse en que la mano que había empezado en la cintura se había deslizado más abajo de lo que podría considerarse la espalda-. Pero la otra noche creí que…
-Es que aún no estábamos juntos.
-Eso es un consuelo -dijo ella, y Raúl no supo si eso que teñía su voz era sarcasmo-. ¿Sabéis qué? Me da igual. Apuntad mi número, y un día de estos nos tomamos un café o algo. Siempre he querido tener una pareja de amigos gays.
Intercambiaron números de teléfono sin mucho interés, divertidos ante la idea. No pensaban ser los amigos gays de nadie. No iban a ir de compras con ella ni a aconsejarla en su vida amorosa. ¿Qué se creía que era eso, una mala película americana?
-Tengo que volver con mis amigas. Pero nos llamamos, ¿eh?
-Claro.
Ana le dio un estrecho abrazo a cada uno y se marchó alegremente. Sólo necesitaron mirarse para estallar en carcajadas.
-¿Por qué me haces esto? -preguntó Raúl, lamentándose cómicamente.
-Yo no he hecho nada. Si no me hubieras cogido como si fuera de tu propiedad…
Raúl le dio un golpe en el brazo con los nudillos. Bastante flojo, pero él se quejó igualmente.
-¡No tendría que haberlo hecho si tú no hubieras estado ligando con ella!
-No estaba ligando más que tú, idiota -le reprochó Arbeloa.
-¿Pero qué dices? Si yo no estaba haciendo nada. Ni siquiera me dejó hablar.
-Torres me dijo que…
-Sí, tú hazle caso a ése.
-Ya. -Álvaro le miró. Seguía ruborizado, y no sabía si era por el efecto del alcohol o porque, por primera vez, se habían atrevido a estar cerca en público. La verdad era que no habían estado solos más que en casa de Raúl, y que cuando salían con Torres y Ramos siempre mantenían la distancia. Y en medio de una fiesta llena de gente le había puesto la mano en la cintura y había tirado de él hasta que sus cuerpos estuvieron pegados, como si fueran una sola persona. -Te has puesto celoso.
-Y tú también.
-Pero yo tenía razones. Estuviste a punto de liarte con ella.
-Pero no lo hice. Por ti.
-Porque te diste cuenta de que yo era el único con el que querías estar -apuntó Álvaro.
-No, porque estabas tan borracho que me diste pena -replicó, pero no pudo evitar que sonara a mentira piadosa. Se cambió la copa a la otra mano y, tras secarse sobre su chaqueta, la bajó hasta encontrar la de Álvaro, entrelazando con él los dedos. Él las miró un momento, como asegurándose de que realmente estaba pasando lo que creía que estaba pasando.
-¿Vamos a ser de esos?
-¿No quieres?
Álvaro sonrió tímidamente y apretó su mano entre la suya.
-Pero si vamos a hacer esto de ahora en adelante, me pido ser el que pone el pulgar por encima.
-¿Qué?
Sacó su dedo pulgar de debajo de la presión del de Raúl y colocó el suyo sobre él.
-Así.
-Vaya una idiotez.
La sensación era extraña, como si una especie de tranquilidad les recorriera cuando estaban así, juntos, tocándose. Como un agradable calor que les hacía latir el corazón más rápido. Álvaro descansó la mejilla sobre el hombro de Raúl, mordiéndose el labio inconscientemente.
-Vamos a otro sitio.
-¿A dónde?
-Al baño.
Albiol rió maliciosamente, terminó su copa y se dejó arrastrar a través de la gente. Sin soltarle la mano.
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David recargó la espalda contra la pared, apurando la cerveza de un trago largo y lento. Cuando separó la botella de sus labios, pudo ver cómo Nigel le miraba, sonreía de medio lado. Se había quitado la americana y aflojado la corbata, tenía metida una mano en un bolsillo del pantalón y con la otra sostenía una copa, llevaba el ritmo sin darse cuenta con los dedos, golpeteando el vidrio del vaso.
-Voy a por otra.
-¿Cuántas cervezas llevas? -le preguntó inclinándose sobre él, hablándole, respirándole al oído.
-¿Una? ¿Dos?... ¿Ocho? -respondió encogiéndose de hombros.
-Unas cuantas sí que son. Quizás deberías esperar un rato.
Pero David no le escuchó, sabía que estaba borracho, pero en su cabeza los mecanismos seguían activos, removiendo todo lo que estaba tratando de aislar esa noche. Les había prometido a Álvaro y Raúl que iba a pasárselo bien, que no pensaría en nada. Que se dejaría llevar y, como sobrio no iba a conseguirlo, había decidido que, por una vez, el alcohol tomaría las riendas, nublaría sus sentidos y sus pensamientos y podría disfrutar. En la barra no había mucha gente, pues el DJ parecía estar pinchando el tema sensación del momento y la gente se había arremolinado en la pista central moviéndose como a espasmos. David pidió otra cerveza y mientras esperaba por ella les observó, felices, despreocupados, libres. En cuanto tuvo la cerveza en la mano dio un trago largo. Necesitaba dejar de pensar.
-Vas a volver a gatas.
-Siempre puedo pedirle a Sergio que cargue conmigo, no sería la primera vez.
-¿No? -preguntó Nigel interesado.
-Tampoco es que hayan sido muchas veces más. Una. Hace tiempo, aprobé Anatomía de segundo y había que celebrar.
-Aprobar anatomía siempre merece ser celebrado -respondió acercándose un poco más.
David le observó levantando la vista ligeramente, Nigel era fuerte, tenía la piel de color canela, suave y delicada. Parecía un poco brusco al principio pero era bastante amistoso cuando se le conocía, tenía los dientes muy blancos y había empezado a dejarse crecer una especie de barba bajo la barbilla. Silva le sonrió.
-¿Lo estás pasando bien? -le preguntó.
-Claro, buena compañía y bebida gratis. ¿Se puede pedir algo más?
-Lo de la bebida te lo acepto, pero… ¿buena compañía? Lo único que he hecho ha sido preguntarte dudas sobre las clases, y quedarme callado.
-Tú siempre eres una buena compañía. -Nigel volvió a sonreírle, y David tenía la sensación de que estaba aún más cerca. Podía oler su colonia, su respiración le llegaba como una débil caricia y si no dejaba de mirarle así iba a tener que pensar que estaba interesado en él.
-Tienes demasiado buen concepto de mí.
-El que me dejas.
-Nigel…
-¿Sí?
Había apoyando una mano junto a su cabeza, y estaba prácticamente encima suyo. David estaba mareado y no sabía si eran los efectos del alcohol o la asfixiante presencia de su compañero de clase. Lo que sí sabía era que los labios de Nigel estaban cerca, muy cerca, que estaban entreabiertos y pedía a gritos que se acercase a ellos. En una fracción de segundo debía decidir, adelantarse y tocarlos con los suyos o apartarse lo más educadamente posible. Eran caminos tan opuestos, decisiones tan difíciles que cuando sintió la mano de Fernando sobre su hombro y vio aparecer su cabeza entre ambos sintió un alivio profundo.
-¡Pony! -le gritó al oído-. Llevo un moco finísimo…
-Ya veo -respondió Nigel de malas maneras, apartándose de David.
-Toma -le pasó una cerveza a Silva-, que te veo mu sereno.
-Gracias.
Apuró la primera cerveza, la que él había ido a buscar, y siguió con la que Fernando le había tendido. Cualquier cosa antes de volver a mirar a Nigel.
-Bueno, ¿qué? ¿Qué os contáis? -Fernando había decidido que a falta de un objetivo mejor, iba a fastidiarle el plan al holandés ese. Que sería muy amigo del Pony, pero no le gustaba un pelo. -Está guapa la fiesta ¿eh?
-Estábamos en medio de algo aquí -le espetó, tratando de no sonar demasiado brusco sin conseguirlo. Había sido la primera oportunidad real que había tenido de acercarse a David, después de meses de miradas robadas en clase, de trabajos a medias y de noches eternas de estudio en la biblioteca, codo con codo. Nigel no era de los que esperaba, de los que se tomaba las cosas con calma, pero él le gustaba de verdad, por alguna estúpida razón, y no quería presionarle y estropearlo todo.
¬-Ya, te voy a contar lo que pasa. ¿Ves a ese de ahí? -preguntó, señalando a Ramos-. Es mi mejor amigo. Y está ligando con una tía… que es distinta a la tía con la que estaba ligando hace diez minutos. Qué cojones… Lo que sea -balbució, encogiéndose de hombros y dando otro trago a su copa-. Y mis otros dos mejores amigos están enrollados y les acabo de ver entrando al baño juntos. Y ya sabes lo que significa eso. Así que aquí estoy, con vosotros. No estoy diciendo que seáis mala compañía. Bueno, macho, a ti no te conozco -dijo, pasándole a Nigel un brazo sobre los hombros-, pero el Pony es un crack. Un máquina. ¡Ese Pony! -exclamó, chocando la copa con su botellín de cerveza. David se rió, colorado hasta las orejas y con los ojos vidriosos. Si Fernando iba borracho, a él no le quedaba mucho para estarlo-. ¿Y sabes lo que ha dicho antes el Trufas, que este es un año nuevo y tenemos que quedarnos con lo bueno del año pasado y olvidar todo lo malo? Pues yo lo estoy haciendo. A base de cubatas. Así que vamos a hacer propósitos de año nuevo, va. Empiezo yo.
-Venga, sí, sí. Propósitos -consiguió articular Silva con un poco de dificultad.
-Voy a dejar de fumar. Y voy a dejar mi mierda de curro, cojones -sentenció-, que me está amargando la vida. Y voy a sentar la cabeza, nada de follar por ahí con cualquiera.
-Eso, eso.
-Tú, propósitos para el 2011 -le animó.
-Voy a dejar de pensar en David.
-¿Quién es David? -intervino Nigel.
-Su novio.
-Mi ex -le corrigió Silva-… follamigo.
-¿Ves? Nada de follar por ahí. Vamos a centrarnos, Pony, que estamos mu locos. Vamos a encontrar a alguien que nos quiera por algo más que nuestro físico y nuestras pecas y nuestro pelo sedoso, tronco.
David arrugó la nariz, con los labios aún unidos a la boca del botellín de Heineken.
-Bueno, ¿tienes pecas sí o no? -le dijo-. Con el pelo habrá que hacer algo, un baño de color, un poco de mascarilla.
-Deja mi pelo tranquilo.
-Oye, y qué pasa con ese David ¬-preguntó De Jong, sin mucha sutileza.
-Que es un capullo. ¿Verdad que sí?
Fernando volvió a chocar su copa con la cerveza de Silva.
-No es un capullo. Sólo que… La culpa no es suya, pero ya da igual, porque ahora ya no hay nada que hacer -contestó, atropellándose-, así que tengo que dejar de pensar en él, porque antes no lo hacía y ahora no puedo parar, y él… -cogió aire-. No puedo pensar en alguien que no piensa en mí.
-Exacto.
-Es una pérdida de tiempo.
-Y este año no vamos a perder el tiempo. Porque llevamos veintidós años perdiendo el tiempo, buscando amor en sitios equivocados -dijo Fernando melodramáticamente, dando el último trago a su copa antes de dejarla en la bandeja de un camarero que pasaba por su lado-. Preparándonos para oposiciones que nunca vamos a aprobar. Porque, ¿queremos ser guardias civiles, Pony?
-No… ¿No lo sé?
-¡No lo sé! ¡Nadie lo sabe! -gritó, echando las manos al aire-. Este año vamos a descubrir qué queremos hacer.
-Yo quiero ser… de los que operan cerebros -dijo David, incapaz de encontrar la palabra correcta.
-¡Bien! Eso es.
-¿Neurocirujano?
-Nigel será nuro…jando de esos, y tú operarás cerebros. Esto está saliendo de puta madre.
De Jong musitó algo en holandés antes de esconderse tras su copa.
-Tenemos que poner nuestra vida en orden. Tenemos que ser los… los no-sé-qué de nuestro destino. ¿Cómo es? ¿Sabes lo que quiero decir?
-Sí, sí. Totalmente.
-Pony, macho. Eres un tío de puta madre, macho. ¿Lo sabes? ¿Te lo han dicho alguna vez? -Le cogió de la muñeca y levantó su mano en el aire, como si acabara de ganar un combate de boxeo. -¡Este tío es un tío de puta madre! -gritó, haciendo que su voz se oyera sobre la música-. Y vosotros os lo perdéis. El puto Villa ese se lo pierde -le dijo en confidencia.
-Gracias. Tú también… eres de puta madre -replicó él, pero de su boca esas palabras sonaron extrañas.
-Ya lo sé. Gracias, tío. Gracias. Es que llevo una temporada tan jodida, tío -se lamentó-. ¿No te pasa, qué a veces no sabes ni por qué te levantas de la cama por la mañana? ¿Que ves a la gente y piensas que por qué ellos son felices y tú te sientes como una mierda?
-No.
-¿No te pasa con estos dos hijos de puta, que dan asco de lo felices que son, Álvaro y el Chori? Porque a mí sí. Y luego me siento peor, porque son mis amigos, y les quiero que no veas, pero… Ellos roban toda la felicidad, no nos dejan nada a los demás. ¿Sabes? Como si la chuparan del aire, como si… se envasaran al vacío.
-Torres, Torres… -susurró David, acercándose a él. Era ridículo lo alto que era.
-¿Qué?
-Todo va a salir bien.
-¿Tú crees? -respondió con la voz rota-. No sé.
-Seguro que sí.
-Joder -gruñó, deslizándose por la pared hasta quedar sentado en el suelo como un muñeco de trapo. Todo estaba oscuro allí abajo, y la música se oía amortiguada. Hundió la cara en sus manos.
Alguien se abrió paso entre el bosque de piernas que tenía frente a él. Sergio se arrodilló a su lado, poniéndole una mano en la cabeza, acariciándole el pelo con suavidad.
-¿Ya estás llorando?
-Sí -dijo Fernando, secándose la nariz en la manga de la camisa-. ¿Dónde estabas?
-Estaba allí -contestó, señalando un lateral de la sala, a menos de diez metros de distancia-.Y ahora estoy aquí. Ya está.
Lo que antes habían sido tres o cuatro lágrimas recorriendo sus mejillas se transformaron en sollozos, que acabaron ahogándose contra el pecho de Ramos cuando él le rodeó con sus brazos.
-Joder, siempre hago lo mismo.
-Estás feísimo cuando lloras, Niño -bromeó, lo que le sacó a Torres una sonrisa.
-Ya lo sé.
-Pues no llores.
-Es el alcohol -se justificó-. Tú pegas a gente y yo lloro. No puedo evitarlo.
Sergio se rió sonoramente, como hacía él, como si nada hubiera tenido gracia antes de eso. Torres volvió a secarse las lágrimas, avergonzado por el numerito que acababa de montar. El que montaba siempre, por el que siempre juraba que no iba a beber nunca más.
-Cuando quieras nos levantamos.
-Espera, sólo un minuto más.
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Sergio terminó de componer la ropa de Fernando, alisó la camisa sobre su pecho, alineó la corbata y le sonrió. Él le devolvió el gesto, estaba demasiado borracho, pero no tanto como para no percatarse que, como cada vez que caía, Sergio estaba ahí para levantarle.
-No se os puede dejar solos -les dijo a Silva y Torres-. Macho, hay que controlar, sino se pierde toda la fiesta.
-Ya -respondió David un poco culpable por el estado de Fernando.
-Además Pony, éste -dijo señalando a su amigo- como que ya nos tiene acostumbrados. -Torres apretó los labios, mostrando esa mueca de amargor que le salía a veces sin quererlo. -A ponerse pedo, que no a llorar, aunque…
-Vale, vale, lo que sea. Ya estoy bien. Así que… Pony, ¿otra?
David asintió, estaba más borracho de lo que nunca asumiría pero parecía haberse hermanado con Fernando en una especie de pacto de despechados. Uno que incluía su propósito de año nuevo, ese que hablaba de olvidar y empezar de cero.
-No, que ya vais muy mal -dijo Sergio.
-Tsk… no te pases. Estamos bien.
Fernando pasó un brazo por encima del hombro de David, dejó que su peso cayese sobre él. Silva perdió el equilibrio y trastabilló hasta que ambos se estamparon de espaldas contra la pared cercana. Se miraron un segundo antes de empezar a reír a carcajadas.
-Ya veo, ya. -Miró a Nigel. -Échales un ojo, voy a buscar a los otros dos.
-¿Me dejas solo con ellos?
-Me he dado cuenta de que preferirías que me llevara al Niño, pero será más rápido así.
Nigel le fulminó con la mirada, pero Sergio, que era más alto, se irguió y sonrió con superioridad. Le dio un par de palmadas en el hombro y se fue a buscar a sus amigos.
-Oye, Pony… -Seguían apoyados en la pared, intentando guardar las apariencias. -De verdad que necesito otra copa.
-Yo… también -balbuceó.
-Bien.
-Pero él… nos mira -dijo señalando a De Jong.
-Te mira a ti, que le tienes en el bote.
-¿Qué? -preguntó parpadeando varias veces.
-Nada, nada… tú sígueme la corriente. -Silva asintió moviendo la cabeza con fuerza- ¡Eh, tú! -Nigel se acercó a ellos- Anda vete a ver si te dan un… una… algo para el estomago, que David se encuentra fatal.
-¿Qué? -Silva le miró confuso, y al ver la mirada de Torres comprendió- Sí, sí… buffff me duele muchísimo -se llevó la mano al estomago y se curvó ligeramente.
-Espera, puede que…
-A ver, tú, listillo -Torres se interpuso en su camino-, que ya sabemos que quieres ser de esos de… los de la cabeza. Pero a este le duele el estomago, tráele una puta manzanilla.
-No me vas a decir tú a mí lo que puede necesitar -replicó encarándole.
-En serio, Nigel. -Silva se plantó delante de él, cogiéndole el brazo. -Sólo es un poco de dolor, una manzanilla me hará bien. Por favor.
De Jong apartó la mirada de ese cruce intenso que parecía traerse con Torres para posarla en David que le sonreía tímidamente, aún con la mano en su estomago.
-Vale, no os mováis de aquí. -Se dio media vuelta dispuesto a buscar la infusión para David.
-Joder Pony, que poder que tienes… -él sólo se encogió de hombros-. Ven, vamos a esa barra, que no hay mucha gente.
Llegaron tambaleándose ligeramente, Fernando se apoyó con los codos sobre la barra, David intentó sentarse en el taburete que había cerca de ellos, pero tras fallar dos veces y una de ellas casi irse de bruces contra el suelo, desistió.
-¡Eh, tú! -le gritó a la camarera, pero esta no le hizo el menor caso-. Joder, yo antes… antes tenía algo. Ni las camareras me hacen caso, esto es… mu triste.
-No, hombre… sigues teniéndolo.
-¿De verdad? -Silva asintió. -Gracias, tío, eres… la hostia. En serio.
-Mira, ya viene.
La camarera se acercó hacia ellos, Torres habló con ella unos segundos, haciéndole reír al instante, eso pareció hacerle sentir mejor, así que siguió hablando con ella, jugando con ella. Después le pidió la cerveza para Silva y una copa para él. Entonces el tema que estaba sonando terminó y el DJ se decantó por Lady Gaga
-¡Hostia puta! -gritó Fernando- Mi canción, Pony, esta es mi canción.
-¿Sí? -preguntó David.
-Alejandro es un puto temazo. Joder… es… cuando dice mi nombre, es que me crezco, me vengo arriba.
-¿En serio?
-¡Qué sí, tío! Esto… buffff -dijo, golpeándose el pecho-… ¿Sabes? Tienes que sentirlo. Es….
-Ajá…
Fernando empezó a moverse, contoneándose al ritmo de la música. Poseído por algo, David no podría decir muy bien el que, pero si parecía feliz, un borracho feliz, sí. Pero feliz al fin y al cabo.
-Ven, vamos.
Dejó la copa sobre la barra y de un brinco se subió a ella. Le tendió la mano a David, que le miró dubitativo. No estaba en condiciones de hacer aquello, no por la vergüenza que eso pudiera suponerle, sino porque no estaba seguro de poder hacerlo. Era físicamente imposible que consiguiera subirse en tal estado de embriaguez. Pero Fernando le miraba anhelante y seguía sintiéndose un poco culpable por todo lo de antes, así que dejó la cerveza a un lado y tomó su mano. Y con más pena que gloria, consiguió subirse a la barra.
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Había tanta gente en el llagar que era difícil moverse de un lado a otro, así que se habían ubicado cerca de una de las barras laterales con una caja de sidra a los pies, que dos horas después de su llegada empezaba a escasear. La compartían entre los cuatro. David había invitado a uno de sus amigos del pueblo, Santi, al que conocía desde niño y del que podía decir que media lo mismo desde entonces.
-¡Ay, Matita! -suspiró Cazorla apoyándose en él- tan asturianu como este y yo y no me sabes escanciar. Vaya decepción.
-Bah. ¡Qué más da! -le interrumpió Villa- Si tampoco bebe. Mejor. Que sea sano, alguno tiene que haber en la familia ¿no?
-Es que no me da más -se defendió-, me da como repelús cada vez que la bebo.
-¡Sacrilegio! -dijo Santi.
-Si Pelayo levantase la cabeza…
-No creo que hubiera sidra en esa época -comentó Juan.
-En esa época había lo que a mi me salga de los cojones.
Mata sonrió. Su primo estaba ya un poco borracho, pero parecía contento. Cazorla le animaba con sus bromas y cada pocos minutos se interrumpían el uno al otro para rememorar batallitas de su adolescencia. Él les reía las gracias aunque hubiese escuchado las mismas historias más de una vez. Gerard, por su parte, estaba bastante callado para ser él, y apenas participaba en las conversaciones.
Juan tomó el culín que Santi le tendía y se acercó a él.
-Toma -le dijo poniéndole el vaso delante del rostro.
-Gracias -respondió mecánicamente, se lo bebió de un trago dejando, como Villa le había ordenado, un poso con el que limpiar la zona por donde había bebido.
-¿Te pasa algo?
-No
-Ya… -se quedó allí, de pie frente a él, cambiando el peso de un pie a otro- Sé que no somos, ya sabes, amigos como tú y David, pero si necesitas hablar o algo…
-Ajá -Gerard ni siquiera le miraba, tenía la vista perdida en algún punto indefinido mucho más allá de la gente que les rodeaba.
-Vamos a por otra caja -les anunció Villa.
-¿No será mucho? -preguntó su primo preocupado.
-Coño, Juan, deja que disfrute.
-Como veas -respondió sin mucha convicción.
-Venga, vale. Cuatro o cinco botellas, ¿contento?
Él sonrió antes de ver como los dos amigos desaparecían entre la multitud. La música no se oía demasiado desde allí, era apagada por las conversaciones cercanas, así que Juan ni siquiera podía moverse al ritmo de esta. Estaba junto a Gerard que se había apoyado contra la pared con las manos metidas en los bolsillos.
-Oye -le dijo- allí hay unas chicas que no dejan de mirarte.
-No me interesa.
Vale, él no conocía demasiado a Piqué pero lo poco que sabía de él era que sería incapaz de dejar títere con cabeza. Así que decidió ir por la zona más peligrosa.
-¿Qué tal con… Cesc?
-¿Qué?
-¿No se llamaba Cesc?
-Sí -espetó de malas maneras- ¿Qué pasa con él?
-Nada. Sólo creí que vosotros…
-Pues no -le cortó.
-Ya…- Juan apretó los labios. Había dado en el clavo. Ahora sólo le quedaba intentar que Gerard se abriera a él.
-¿Qué cojones te pasa? -gruñó Piqué de improviso-. ¿Por qué me miras con esa cara?
-Es que… bueno… estoy, no sé, preocupado.
-¿Por qué?
-Por ti.
-¿Por mí?
-Sí. Bueno, David dice que eres el alma de la fiesta, que siempre estás con ganas. Ligando y esas cosas. Y hoy… pues como que no.
-No me apetece.
-¿Es por Cesc?
-¡Hostia puta! La has cogido con él ¿eh?
-No pero David me contó lo que hiciste.
-Y si te lo contó, ¿para qué preguntas? O mejor aún, ¿qué cojones te importa a ti lo que yo hiciera o dejase de hacer?
-Hombre, es que te pasaste un poco. Bastante, la verdad. Me imagino lo mal que lo tuvo que pasar el pobre y…
-¿Te crees que yo no lo sé? ¿Eh? ¿Qué no me siento como un puto cabrón? Porque lo hago, ¿vale?
Gerard se quedó sin palabras. Tenía un nudo en la garganta y sólo tenía ganas de gritar. Gritar y desaparecer. Juan se acercó a él y puso una mano sobre su hombro. Él la miró y se sintió aún peor, no se merecía aquello. No merecía que nadie se preocupase por él.
-Es normal -le dijo- que te sientas mal. Hacer daño a alguien que te importa no es bonito ni fácil.
-No necesito que me lo digas.
-Ya. ¿Has hablado con él? Bueno, igual no te interesa hacerlo.
-Lo he intentando y, como es lógico, él no quiere saber nada de mí.
-Es… bueno, normal. Dale tiempo.
-Creo que esto no es cuestión de tiempo.
Juan asintió. Apretó la mano sobre su hombro sólo un segundo antes de abrazarle. A Gerard aquello le pilló totalmente por sorpresa pero se dejó hacer. Por una vez se sintió arropado. Necesitaba ese abrazo, lo necesitaba porque sí. Porque en mucho tiempo jamás se había sentido así, desvalido y tocado.
-La madre que te parió. Hijo puta.
David apareció junto a ellos, con cara de pocos amigos.
-¿No te dije que te estuvieras quieto? Es que mecagüen mi vida, no respetas nada. No sé como no se te cae la cara de vergüenza -le regañó Villa-. Es que, ¿como cojones alguien va a tener un buen concepto de ti? Menos mal que le hiciste el favor de enseñarle como eras a Cesc, el pobre no….
-Callate la boca, David -le interrumpió Mata- Porque estás meando fuera del tiesto.
-¿Qué cojones?
-¡Qué te calles! Eso he dicho. No estás tú para hablar. ¿O quieres que te recuerde quién dejó plantado a Silva?
Las mejillas de Villa se encendieron, su expresión se torno indescriptible, estaba avergonzado y furioso a partes iguales. Apretó los puños con rabia y se dio la vuelta volviendo a perderse entre la multitud.
-¿Un culin? -preguntó Santi.
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Parte ii