Viene de:
Parte i ---
El hospital no estaba muy lejos de la facultad. Le había costado un poco conseguir la información pero con un poco de ayuda, y un mucho de caradura lo había logrado. Carlos había estado un tanto reticente a la hora de ayudarle, era de ese tipo de personas a las que los engaños y las trampas no le gustaban demasiado. Por eso cuando David había acudido a él, había tenido que ser completamente sincero, Necesito verle. De esa manera había conseguido meter a Marchena en todo aquello, quién a su vez tuvo que pedir ayuda a su mejor amigo. Ahí Villa suponía que habría más problemas, Carlos no iba a mentirle, le diría la verdad y entonces Xabi tenía que decidir si iba o no a ayudarle. No sabía que astros se habían alineado para ello, pero el profesor de Anatomía había accedido a echarle una mano.
Así que se había acercado hasta allí, con el horario de prácticas de Silva en la manos. Su idea original era consultar las clases y esperarle a la salida de una de ellas, pero el destino se había puesto caprichoso y ese mismo día David había empezado con sus rondas en el Clínico. Por lo que Carlos le había explicado, cada año los alumnos de medicina tenía diferentes prácticas en el hospital, la mayoría consistía en observar, aprender desde la distancia, algunas veces algún doctor tenía a bien preguntarles su opinión y ellos empezaban a sentirse más seguros. Según el horario, había empezado las prácticas en Urgencias. Todo el día viendo casos de lo más dispares, infecciones respiratorias, traumatismos y cualquier cosa que necesitase algo más que la atención primaria que se dispensaba en un centro de salud de barrio.
Eran poco más de las tres de la tarde cuando había aparcado el coche en el parking del hospital, había permanecido allí algo más de una hora pensando cual iba a ser su plan de acción, como iba a acercarse a él, las cosas que iba a decirle. Todo pensado al detalle. Hasta que los nervios comenzaron a apoderarse de él, sintiéndose cada vez con menos y menos fuerzas, como si el tiempo que restaba para verle se convirtiese en un peso imposible de soportar. Y una idea disparatada había cruzado por su cabeza.
Así que estaba allí. Sentado en la camilla, con los pies balanceándose producto de su nerviosismo. Ni siquiera estaba seguro de porque lo había hecho. Había entrado por la puerta de Urgencias y se había acercado al mostrador.
-¿Qué le ocurre? -le había preguntado aquella mujer, con el pelo canoso.
-El estomago -contestó llevándose la mano a un costado-, me duele mucho.
-Bien. Déme su tarjeta sanitaria.
Y después había pasado el control de admisión donde dos jóvenes enfermeras le habían hecho una serie de preguntas, le había tomado la temperatura y la tensión.
-Vaya, está por las nubes.
¿Y cómo no iba a estarlo?
Después había pasado dos interminables horas en la sala de espera hasta que había oído su nombre por megafonía y se había adentrado en una consulta donde le había recibido un doctor algo mayor, de aspecto bonachón y con un frondoso bigote que no dejaba de mesarse.
-Le haremos una ecografía abdominal, para entonces ya estarán aquí los resultados de sus análisis -concretó después de examinarle y haberle hecho innumerables preguntas.
-Sabe…-le interrumpió Villa- ya me encuentro mucho mejor.
-Una intoxicación alimentaria puede parecer una tontería, pero nunca se sabe. Debemos asegurarnos.
-Lo sé, pero de verdad.
Un par de golpes en la puerta interrumpieron la conversación.
-¿Sí? -preguntó el doctor sin dejar de tomar notas.
-Doctor Del Bosque, ¿podría pasar?
Villa levantó la vista en cuanto reconoció la voz. Estaba allí, con su pijama verde que le hacía parecer más pequeño, el estetoscopio colgando alrededor del cuello y un cuaderno de notas en la mano.
-¿Qué quiere? -preguntó girando la cabeza para verle - Ah, señor Silva. ¿Pasa algo?
-Estoy en mi descanso de la ronda y he visto que usted estaba con un caso y me preguntaba si podía echarle una mano.
-Claro, claro. Pase -David entró en el cuarto de observación y se situó al lado del doctor-. Bien aquí tiene todo lo que el paciente me ha contado, además de las anotaciones de las exploraciones. ¿Qué opina?
Silva miró las notas un segundo antes de fijar los ojos en Villa. Éste se mordía incesantemente el labio inferior y trataba a toda costa de evitar su mirada.
-Una ecografía para descartar obstrucción en el intestino y analítica completa deberían ser suficientes para un diagnostico correcto.
-Bien. Bien. Perfecto -Vicente miró un momento al joven estudiante, después a su paciente- Voy a pedir las pruebas. En cuanto tenga los resultados se los mostraré.
El doctor se levantó y caminó hacia la puerta esperando a que Silva hiciese lo mismo, pero este seguía parado, de pie frente a Villa.
-¿Algún problema?
-¿Podría auscultarle? -Silva se dio la vuelta encarándole- No parece nada grave, y me ayudaría…
-Si el paciente no tiene ningún inconveniente -ambos miraron a Villa, que negó con la cabeza- Volveré en unos minutos.
El Doctor les observó unos segundos frunciendo el ceño, después salió dejándoles solos.
-Yo… verás- comenzó Villa
-Quítate la camiseta.
-¿Qué?
-Que te la quites, no puedo oír bien si la llevas puesta -respondió meneando el estetoscopio frente a sus ojos.
-Bueno. Vale -le dijo nervioso-. ¿Sabes? Ya me encuentro mucho mejor -comentó casualmente mientras Silva se acercaba.
-¿Te has encontrado mal en algún momento?
-No.
-Me lo imaginaba.
-¿Cómo has sabido qué estaba aquí?
-Estaba en el pasillo cuando te llamaron, te vi entrar -Silva posó el estetoscopio contra su pecho-. Coge aire y expúlsalo lentamente.
-Necesitaba verte -confesó.
-¿Y no se te ocurrió otra cosa que venir aquí? -el pecho de Villa se movía lentamente y David podía oír su corazón latiendo como si acabase de correr una maratón-. Las urgencias están colapsadas con casos reales. Así no ayudas a nadie.
-Ya, lo sé. Pero es imposible dar contigo en un horario normal -dijo en su defensa.
-Date la vuelta -le ordenó, Villa se giró dándole la espalda- Podrías haber llamado, ¿sabes?
-Lo hice. En Nochevieja. Me colgaste.
-Lo recuerdo -musitó volviendo a colocar el frío metal contra su espalda.
-¿Por qué?
-No sé -Silva suspiró quitándose el estetoscopio - estás, como sabíamos, perfectamente bien. Vístete y vete. Me inventaré cualquier cosa.
-¿No te meterás en problemas? No quiero que lo hagas -se preocupó mientras volvía a ponerse la camiseta-. No por mi culpa.
-Un poco tarde para…
No tuvo tiempo de terminar la frase. Su boca se había encontrado con la de Villa que se había inclinado hacia delante tomando su rostro entre las manos. Él permanecía estático, con los brazos caídos a ambos lados de su cuerpo. Sentía el cosquilleo en sus labios, la presión que Villa ejercía contra ellos, y entonces la lengua de David titubeó intentando adentrarse. Y él no pudo hacer nada más que ceder. Ceder y abrir la boca permitiéndole ahondar en ella, mientras sus labios se acariciaban.
-Dios -gimió Villa contra él- No te imaginas…- dijo entre beso y beso mientras sus manos descendían por su cuello y sus hombros.
-Espera, para -dijo tomándole por las muñecas.
-¿Qué pasa?
-No puedo hacer esto.
-¿Cómo que no puedes? -preguntó confuso.
-No aquí. Alguien podría entrar y…
-Vale, vale -farfulló volviendo a besarle.
-David -le regañó, era consciente de que su fuerza de voluntad iba a desvanecerse si él seguía allí.
-Lo siento. Lo siento -había dejado de besarle, pero sus manos habían vuelto a sostener su rostro.
-Te he echado de menos -confesó agachando ligeramente la cabeza.
-Y yo. Mucho -volvió a besarle, esta vez sus manos descendieron más hasta tomarle por la cintura obligándole a acercarse a él, encajando entre sus piernas.
-Enseguida vendrá una enfermera para… ¡Oh!
-Doctor Del Bosque, yo… verá… puedo… de verdad… que… -Silva se había separado lo más rápido que había podido y comenzaba a disculparse trabándose con sus propias palabras.
-¡Me ha curado! -exclamó Villa poniéndose de pie de un salto- Un milagro. Es un portento su estudiante.
-Ya -Vicente les miraba alternativamente, tenía una expresión seria y seguía llevándose la mano para mesarse el bigote- La próxima vez debería esperar a que el Señor Silva termine sus prácticas.
-Eh… yo… -Villa sonrió- Lo sé, lo sé. Disculpe. Ha sido una idiotez y yo asumo toda la responsabilidad. Él no sabía nada. Lo juro.
-Le creo. Voy a cancelar esas pruebas y hacer desaparecer su expediente. No quiero volver a verle por aquí, ¿me oye?
-Sí, sí. Me moriré antes de poner un pie aquí.
-Eso espero -respondió entre risas-. Y usted, vaya a seguir con sus rondas. Sus compañeros ya deben haber vuelto a ellas.
Silva asintió, con las mejillas ardiendo de pura vergüenza y las manos temblándole ligeramente. Sólo unos segundos después de que el Doctor saliera por la puerta él se encaminó hacia ella, pero la mano de Villa tomando la suya le detuvo.
-Lo siento. De verdad.
-Vete, antes de que me busque un problema de verdad -seguía con su mano agarrada y sentía el calor que se desprendía de ella, la piel ligeramente áspera en la palma y suave en el dorso. Villa le miró titubeante, como si estuviera a punto de decirle algo pero no encontrase las palabras adecuadas-. Termino a las siete.
-Te esperaré.
-Bien.
-En el parking.
-De acuerdo -miró sus manos-. Tengo que irme.
-Ya.
Villa le dejó ir con cierta reticencia. Después esperó un par de minutos y salió del hospital.
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Para las siete y cuarto ya había llegado todo el mundo. Los primeros fueron Fernando, Sergio y su primo Jesús, que parecía un niño de quince años hiperactivo y tenía unos ojos que a Raúl le daban un poco de miedo de tan claros. Luego llegó Filipe Luis, el compañero de clase de Álvaro, que tenía el pelo largo y extrañamente suave, vivía pegado a su BlackBerry y tenía doscientos followers en Twitter, o de eso presumía. Nigel llegó enseguida, con un paquete envuelto bajo el brazo que Raúl le invitó a dejar sobre la mesa del comedor.
Se abrieron cervezas y bolsas de patatas y se hicieron las presentaciones pertinentes. Era divertido ver a los tres recién llegados tratando de entenderse entre ellos, con sus acentos y su argot.
-Mira que me he acostumbrado al acento de Sergio, pero lo de este chico no es normal -le comentaba Fernando a Álvaro mientras preparaban una jarra de calimocho en la cocina-. Te juro que no he entendido nada de lo que se han dicho en todo el viaje desde Fuenla. Y entre este, el Nigel que es un raruno, y tu amigo que es un friki… Vaya tres patas pa un banco, macho. ¿Qué es esto, la ONU?
-Somos un grupo de gente multicultural. Eso está muy de moda ahora -contestó, golpeando una bolsa de hielos contra la encimera.
-Vale, un poco de atención -pidió Raúl, haciendo callar a todo el mundo-. David tiene que llegar en veinte minutos o media hora. Lo suyo es que se sorprenda, así que no montéis mucho escándalo mientras…
El timbre sonó un par de veces, y a Albiol le dio el corazón un vuelco, hasta que recordó que David tenía llaves y que no era probable que fuera él. Resultaron ser Gerard, Sergi, su hermana y unas cuantas de sus amigas, entre las que estaba Ana.
-Mierda, tío -susurró Torres, dándole la espalda al grupo-. Esa tía de la camiseta verde fue a la que me tiré la noche del botellón. Y nunca la llamé.
-Joder.
-¿Qué hago, macho?
Álvaro se rió y le empujó fuera de la cocina.
-Apechuga.
-Cabrón -vocalizó en su dirección, antes de darse la vuelta y encontrarse cara a cara con ella-. ¡Heeey!
Raúl entró en la cocina con botellines vacíos en las manos, en busca de más provisiones.
-La gente oye ‘cerveza gratis’ y se apunta a todo, ¿eh? -bromeó.
-Esto va a salir de puta madre, ya lo verás.
-Eso parece -dijo, visiblemente satisfecho consigo mismo. El timbre volvió a sonar, y él volvió a pegar un bote.
-Ese tiene que ser Cesc. Yo abro.
Álvaro se abrió paso hasta el telefonillo y pulsó el botón de la puerta. Al momento, Cesc salió del ascensor acalorado y con las mejillas sonrojadas por el esfuerzo.
-Se ha parado el Metro y he venido corriendo desde Moncloa. No me he perdido nada, ¿verdad?
-No, David aún no ha llegado.
-Menos mal -contestó, resoplando.
-Ven, voy a presentarte a la gente nueva -dijo, invitándole a pasar-. Deja el abrigo en el cuarto del Chori.
Álvaro le condujo por el salón hasta donde estaban Nigel y Filipe, inmersos en una inusitada conversación sobre Formula 1. Hizo las presentaciones pertinentes y Cesc le dijo a De Jong aquél tópico de ‘David me ha hablado mucho de ti’ que, por supuesto, no era cierto, pero a él le alegró la noche.
-Y ahora, ven, que tienes que conocer al primo de Sergio. Es muy gracioso. Cesc, este es Je…
-Hola -interrumpió Piqué, cortando a Ramos en mitad de la anécdota con la que le estaba deleitando en ese momento.
-…sus. De puta madre -gruñó Álvaro.
-Hola -respondió él secamente-. ¿Qué tal? -saludo a los demás.
-Uhm… Trufas, ¿un poquito de música? -preguntó Sergio para aliviar un poco la tensión que acababa de posarse sobre sus cabezas.
-No hasta que venga el Pony.
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David había tenido que dar un largo paseo por los alrededores para tratar de serenarse. Aún seguía sintiéndose terriblemente nervioso y eso le ponía de mal humor, no podía actuar como un imbécil, no ahora. Poco antes de la hora acordada regresó hasta su coche, había pensando esperarle fuera pero hacía demasiado frío y el paseo le había dejado los dedos de las manos congelados. Se metió en el coche y encendió la calefacción. No había dejado de pensar en lo absurdo y disparatado de su plan, era lo más arriesgado que había podido hacer pero al menos había salido bien más o menos. Aún tenía ese cosquilleo en los labios, se sentía estúpido e infantil por ello, pero aquel beso había significado tantas cosas. Ere ese beso que podía y debía cambiarlo todo.
-¡Coño! -exclamó cuando Silva golpeó el cristal del acompañante, se inclinó hacia la puerta y la abrió.
-¿Te he asustado? -preguntó al sentarse.
-No, ¡qué va! - mintió
-Brrr.. hace un frío -comentó mientras se frotaba las manos aún enguantadas.
-La calefacción está puesta.
-¡Oh, Dios! Gracias, necesito entrar en calor.
Villa le observó acomodándose, primero se bajó la cremallera de la chaqueta, después se quitó la bufanda y por último el gorro de lana gris que provocó que terminase con el pelo desordenado. Cuando acabó, dobló cada prenda y las guardó en la mochila. Había echado de menos esas cosas y ni siquiera se había dado cuenta de ello hasta ese momento.
-¿Pasa algo? -preguntó Silva cuando se sintió observado.
-Sí.
-¿Qué?
-Necesito, de verdad, volver a besarte.
Silva se sonrojó sintiendo una repentina oleada de calor recorriendo su cuerpo. Él también quería que le besase, que le acariciase mientras lo hacía, que le apretase contra él y escuchar así el latido de su corazón; poder pasar las manos por su cuello y dejarse hacer.
-Pero tenemos que hablar -murmuró Villa contestándose a sí mismo.
-Sí, hablar.
-Eso es… -volvió la vista al frente poniendo ambas manos en el volante-, será mejor que vayamos a algún sitio.
-Hay una cafetería por el centro que…
-Perfecto.
Sabían que tenía que controlarse, dejarse llevar no iba a conducirles a nada bueno, o sí, pero todo volvería a ser confuso y ambos deseaban hacerlo bien esta vez.
El local que había sugerido Silva era uno al que solía acudir con sus compañeros de clase. Estaba muy cerca de Ópera, en una de las calles que subía perpendicular al Teatro Real. Le gustaba porque era diferente con sus muebles antiguos, sus lámparas retro y sillas de todas las formas y modelos posibles. El trayecto desde el parking hasta el AntiCafé lo hicieron en silencio, casi igual que mientras estaba en el coche. Caminaron juntos casi rozándose con la tensión desbordando por todas partes, como si tocarse fuese a producir una explosión.
Una vez dentro, bajaron las escaleras hacia la zona inferior, localizaron una de las mesas más apartadas con un pequeño sofá y una silla de plástico verde. Se sentaron uno frente al otro, con un par de cervezas sobre la mesa que les separaba.
-¿Has estado en Canarias? -preguntó Villa tratando de romper la tensión.
-Sí, una semana -musitó- Tú, ¿has ido a Asturias?
-Dos semanas -se llevó la cerveza a la boca y le dio un trago. Tenía que serenarse, explicarle todo lo que había pensando esos últimos días.
-Lo siento -dijo entonces Silva pillándole totalmente por sorpresa- por lo de Nochevieja, y por todo.
-Yo también.
-Sé que no he sido muy… no sé, claro contigo y puede que…
-Fui a tu casa.
-¿Cuándo?
-Aquella noche. Sólo que fui incapaz de subir.
-¿Por qué?
-No sé. Supongo que creí que tú no querías que lo hiciera.
-Quería. Creo. No lo sé -confesó-, no lo sabía, quiero decir. Estaba… confuso.
-¿Y ahora? -preguntó nervioso.
¬-He estado pensando. Mucho.
-Yo también.
-Cuando empezamos lo que fuera que tuviéramos tenía miedo, porque no podía permitirme ciertas cosas -Silva agachó la cabeza-. No quería permitírmelas. Y cuando todo era fácil, cuando podía acudir a ti y que todo lo demás desapareciese todo era… perfecto. Pero las cosas cambiaron.
-Yo las cambié -replicó alicaído.
-No, los dos. Se nos fue de las manos. Siempre he querido tenerlo todo controlado, y no pude. Entonces, sólo pensé en mí.
-Eso no es verdad.
-Sí -dijo volviendo a mirarle-. Pensaba que lo que yo quería era lo mismo que tú.
-Y lo era -le interrumpió-. Al principio, al menos, no planeaba que las cosas fuesen…
-A más -dijeron al unísono.
Durante unos minutos el incomodo silencio volvió a instalarse entre ellos, como un grueso y alto muro que les separaba. Villa quería decirte todas las cosas que tenía atascadas en la garganta pero estaba bloqueado, incapaz de decir una palabra más. Silva, por su parte, estaba nervioso, llevaba así desde antes de verle cara a cara, desde que le había visto entrar en la consulta de urgencias. Lo cierto era que pese a que hubiese aclarado lo que sentía por David lo había hecho sólo para seguir adelante; estaba convencido, o al menos había tratado de convencerse, de que entre ellos ya no habría nada más. Y ahora estaban allí, hablando como no lo habían hecho hasta entonces, después de un beso que le había dejado con ganas de mucho más pero con demasiadas frases y palabras sin sentido que no acababan de aclarar nada.
Villa se puso en pie. Silva le miró extrañado hasta que vio como rodeaba la mesa y se sentaba junto a él en el pequeño sofá.
-Esto… hablar -aclaró-. No es lo mío. Nunca se me ha dado bien. Lo que quiero que sepas es que no he dejado de pensar en ti todo este tiempo. Me he sentido estúpido, culpable y he tratado de que nada de esto me afectase pero no lo he conseguido. Me he arrepentido tanto por no subir aquella noche -Silva hizo un amago de hablar, pero él le interrumpió poniendo una mano sobre su brazo-. No, espera. Aquella noche iba a decirte que lo que teníamos no era bastante. Necesitaba… necesito más. Porque, ¡joder! Me gustas, mucho. Y creo que es mejor dejártelo claro porque si no vamos en el misma dirección…
Silva se abalanzó sobre él, aprisionando sus labios en beso brusco y torpe pasando las manos por sus hombros, rodeando su cuello. Villa se dejó hacer, abriendo la boca para que David colase su lengua dentro convirtiendo aquel beso en un beso intenso y necesitado.
-Vamos -le dijo pegando sus frentes-, pero yo… tengo que…
-Shhh… no pada nada -dijo levantado la mano para acariciarle la mejilla- Podemos ir poco a poco.
-Suena bien -respondió volviendo a besarle.
-No tenemos prisa- Villa se inclinó sobre él, empotrándole contra la pared-. Iremos paso a paso.
-Perfecto -susurró mientras dejaba que David metiese una mano por debajo de su ropa, abrasando su piel con cada roce de sus dedos-. ¡Dios! -gimió cerrando los ojos -Vamos a mi casa.
-¿Seguro? -Villa sonrió maliciosamente, inclinó la cabeza y comenzó a besarle el cuello.
-Sí. Mi casa. Ya.
David sonrió. Había cosas que necesitaban ir despacio. Otras, no tanto.
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-Nada, sigue sin coger el teléfono. ¿Crees que le habrá pasado algo? -preguntó Raúl, sinceramente preocupado-. Nunca llega tarde a casa.
-A lo mejor se ha entretenido en el hospital.
-A nadie parece molestarle, está siendo una fiesta bastante decente -apuntó Fernando, apoyado junto a ellos contra la pared. Sergio había conseguido convencerle para poner música cuando David ya iba con media hora de retraso sobre el horario previsto. Todo el mundo charlaba animadamente, bebía y se lo pasaba bien.
Busi miraba con suspicacia a Gerard cada vez que se acercaba por simple casualidad a su hermana porque, aunque Piqué se había disculpado con él antes de que la sangre llegara al río, sabía perfectamente que su amigo no era la persona más fiable del mundo. El propio Gerard lo sabía.
Así que cogió su cerveza y se fue hacia la cocina, zona oficialmente libre de Busquets de cualquier tipo. No había más luz que la que se colaba por la puerta desde el salón y la que entraba desde el patio por la pequeña ventana, junto a la que estaba Cesc, sentado sobre la encimera con los pies balanceándose en el aire.
-Ey.
-Hola -contestó, clavando la mirada en su vaso de plástico lleno de calimocho.
-He estado buscándote.
-Vale -respondió sin interés.
-¿Es así como va a ser esto?
Él se limitó a dar un trago a su bebida y mirar hacia otro lado.
-Oye, Cesc, mira…
-No me interesa lo que me tengas que decir, la verdad -le cortó.
-Lo entiendo.
-Entonces deja de intentar hablar conmigo -escupió, bajando de un salto de la encimera y disponiéndose a dejarle allí con la palabra en la boca.
-Espera un momento -le frenó, poniéndole una mano en el hombro.
-No me gusta que me toques, Gerard.
Él se apartó un par de pasos, levantando las manos con la cabeza gacha.
-Sé que la he jodido mucho, y sólo quería decirte que lo siento.
-¿Eso tiene que hacerme sentir mejor?
-No sé qué quieres que te diga -repuso él.
-Es que no quiero que me digas nada, joder.
-He estado pensando…
-¿Y qué te ha parecido la experiencia? -satirizó-. ¿Te la esperabas así?
Piqué sonrió con tristeza. Le gustaba que Cesc nunca hubiera tenido reparos en darle ese tipo de cortes, que nunca se hubiera sentido intimidado por él. Que nunca le hubiera tomado demasiado en serio. Echaba de menos esas cosas.
-Ni siquiera mis amigos confían en mí. La gente que mejor me conoce no me pierde de vista por si me enrollo con su hermana o con su primo, porque saben que soy un hijo de puta.
-¿Se supone que tengo que compadecerte por eso?
-Tú no tendrías que haber estado en medio de todo eso. Y lo siento.
-Vale. Guay. Gracias -replicó con acidez.
-Eso era todo.
-Ha sido un placer hablar contigo -ironizó Cesc-. Para la próxima vez, déjame darte un consejo: no te líes con la hermana de nadie ni con el primo de nadie. No te líes con nadie si pretendes mandarle a la mierda a la primera de cambio.
-Soy un capullo -admitió Piqué, apretando la mandíbula.
-Sí que lo eres. Intenta no serlo, como hace el resto de la humanidad. Te ahorrarías muchas disculpas de mierda como estas -le espetó, antes de salir de la cocina sin ver siquiera por dónde andaba. Se cruzó con Raúl y Álvaro, rodeados por Ana y dos de sus amigas, que les miraban como si fueran de una raza extraterrestre; con Fernando, Jesús y Filipe, que hablaban de fútbol, y con Nigel, que le explicaba a Sergio la escena musical en Ámsterdam, mientras Busi y otra de las amigas de su hermana elegían una canción en el SingStar de Albiol.
Cesc se metió en el baño y cerró con pestillo.
Había sido una mala idea dejar que invitaran a Piqué. Creía que podría volver a verle sin sentir nada, pero no. Por una parte le odiaba, por lo que le había hecho pasar, lo que le había hecho sentir cuando estaban juntos, por la decepción de descubrir que nada de eso había sido real. Pero por otra parte… eso que bullía en el fondo de su estómago ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero no le gustaba.
-¿Cesc?
-¿Qué coño quieres ahora! -exclamó, irritado, cuando oyó la voz de Piqué al otro lado de la puerta.
-¿Puedes salir un momento?
-Creí que habías acabado de decirme todo lo que querías decirme.
-Ya, bueno, es que se me ha ocurrido otra cosa -replicó-. Y Fernando dice que necesita mear.
-¿De verdad?
-Sí, tío -respondió él con tono de emergencia-. De verdad.
Cesc resopló y abrió la puerta.
-¿Qué? -le dijo a Piqué.
Torres se coló en el baño en cuanto él salió, como una lagartija, y cerró la puerta.
-Me gustas -dijo Gerard al fin-. Mucho. Más de lo que me ha gustado nadie nunca. Y no sé… no sé qué hacer con eso, así que he intentado como… hacer que desapareciera. Y lo único que he conseguido es joderla. -Se pasó una mano por el pelo y se humedeció los labios con nerviosismo. -Y supongo que ya no servirá de nada decírtelo, pero necesitaba hacerlo.
Todo el mundo se había quedado en silencio, observando aquella escena en el pasillo, pendientes de cada palabra.
-Vale -contestó Cesc.
-¿Vale?
-Sí.
-Vale -repitió Piqué-. Pues dicho esto, me voy. Uhm… -Se giró hacia Raúl y sonrió. -Gracias por invitarme, tío.
Nadie supo qué hacer. Sólo se quedaron mirando cómo cogía su abrigo y salía por la puerta sin más.
La puerta del baño volvió a abrirse.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Torres, abrochándose la bragueta.
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Había sido toda una sorpresa encontrar un hueco para aparcar a apenas veinte metros más allá de su casa. Silva había salido primero mientras Villa trasteaba con algo en el asiento trasero, había luz en el salón y a él le pareció raro, porque Raúl y Álvaro por mucho que saliesen juntos no perdonaban una noche de viernes.
-Feliz cumpleaños.
Silva observó el paquete que David le tendía envuelto en papel de regalo rojo y blanco. Le temblaban las manos mientras lo abría, y cuando lo hizo estuvo a punto de echarse a llorar.
-Te has acordado -susurró.
Aquella tarde David había salido pronto de su trabajo en casa de Marchena y había pasado a buscarle por la tienda. Le había acompañado a un par de recados y habían acabado en la cama un par de horas después. Normalmente él no se quedaba mucho tiempo más, pero aquella tarde hacía demasiado frío y estaba demasiado bien con el cuerpo desnudo de Silva pegado al suyo.
-¿Te los has leído todos?
-¿Hmm? -respondió Silva medio dormido.
-Los libros -le explicó con la mirada fija en las estanterías llenas.
-Claro. Aunque algunos son de clase.
-Antes leía algo, pero ahora…
-Yo necesito sacar tiempo para hacerlo -comentó mientras apoyaba la barbilla en su pecho- aunque esté saturado, me ayuda a despejar.
-Pues si que eres rarito, para despejar yo me pongo fútbol en la tele -David se rió y Villa frunció el ceño-. Es una forma de distraerse.
-Lo sé. Entonces, ¿no te gusta leer?
-Psé… leo el Marca y el As todos los días. Pero libros, bufff… como mucho le leo los libros de TEO a mi sobrino.
-¡Oh! -exclamó incorporándose y mirándole a los ojos- Me encantaban los libros de TEO.
-¿En serio? Te pegan más los de Harry Potter. Eres un poco como la niña esa que lo sabía todo.
-Harry Potter está bien, pero TEO... Jo.
-¿Qué?
-Nada sólo acabo de recordar que mi madre de deshizo de todos en la mudanza. No pude quedarme con ninguno.
-Vaya.
-Había uno, Teo va al médico -le explicó visiblemente emocionado-. Era mi favorito, creo que empecé a pensar en dedicarme a ello por eso libro.
-Una pena que no hubiera Teo va al mecánico, puede que así hubiera tenido claro lo que hacer con mi vida desde pequeño.
Silva le golpeó suavemente en la pierna y se acercó a besarle. Aquella noche había sido la última que habían pasado juntos
-Es una tontería, pero…
-Gracias -le dijo lanzándose a sus brazos, escondiendo la cabeza en el hueco de su cuello tratando de ocultar así las lágrimas que le resbalaban por las mejillas-. Venga, vamos. Hace mucho frío.
-Se me ocurren unas cuantas formas de hacerte entrar en calor -le dijo sugerentemente alejándose un par de pasos de él.
-¿Unas cuantas?
-Muchas.
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Todos los invitados fueron yéndose poco a poco, dando las gracias y disculpándose por no poder quedarse hasta que llegara el homenajeado. El nivel de la fiesta había bajado considerablemente desde el espectáculo de Piqué, y aunque habían tratado de seguir pasándolo bien, por alguna razón se sentían extraños. Después de la vigésima llamada ignorada, Raúl dejó de intentar contactar con David.
Álvaro se despidió de Nigel en la puerta, prometiéndole que le daría a Silva su regalo, y volvió con Albiol al sofá, en el que hacía zapping distraídamente mientras bebía una cerveza y mordisqueaba una patata frita. Se tumbó junto a él y colocó las piernas sobre su regazo. Él posó sobre ellas el cuenco con el resto de las patatas.
-Ha estado muy bien -dijo, tratando de sonar sincero.
-Ha sido una mierda espectacular.
-No seas así. Ha estado bien. Ha venido mucha gente, hemos cantado canciones de Mecano y se han ido todos borrachos. Eso es un éxito según mis libros.
-Ha sido una fiesta sorpresa en la que el tío que tenía que sorprenderse no ha aparecido -le recordó-. ¿Cómo es eso un éxito?
-Lo que cuenta es la intención.
-Eso es lo que se le dice a los perdedores. Gracias.
-Hostia, Raúl. Tú has hecho todo lo que has podido, te lo has currado muchísimo. Que no haya venido no es culpa tuya.
-Pero sigo sintiéndome como el culo ahora mismo.
-Ya -dijo, estirando la mano para tomarle del brazo con la que sujetaba la cerveza y apretarlo un momento entre sus dedos.
Un par de capítulos de Futurama más tarde, cuando los dos estaban casi dormidos en el sofá por culpa de la cerveza tibia que seguían bebiendo a sorbos, David abrió la puerta. Y tras él entró Villa.
-Hola -saludó Silva asomando la cabeza por el salón. Se quedó ligeramente atónito cuando se percató de que el salón estaba lleno de globos parcialmente desinflados, bolsas de snacks abiertas por todas partes y alguna que otra botella vacía encima de la mesa del comedor.
-Sorpresa, hijo de puta -gruñó Raúl, antes de levantarse y encerrarse en su cuarto.
Él miró a Álvaro que tampoco tenía cara de muchos amigos.
-¡Oh! -musitó.
-Sí, oh. Cabrón. Hazme el favor de ir a hablar con él, porque voy a ser yo el que tenga que seguir aguantado sus lloriqueos.
Se dio media vuelta y se acercó a la puerta, llamando suavemente con los nudillos.
-Vete a la puta mierda.
-Lo siento -dijo, abriendo y pasando.
-¿Lo sientes? ¿Tienes idea del puto fiestón que te había montado?
-Yo…
-Porque ha sido la hostia. La policía ha estado a punto de venir. Bueno sólo ha sido la vecina sorda de abajo dando con la escoba en el techo, pero ha sido lo más.
-Lo imagino.
-Y te he llamado, como cuatrocientas veces, y tú ahí con el cabrón este. Que a saber que cojones te habrá dicho.
-Bueno, hemos hablado.
-Yo todo preocupado pensando si tus compañeros habían decidido hacerte una autopsia en vida. -Silva se carcajeó. -Eso encima, mamón, ríete.
-Lo siento. De verdad, si lo hubiese sabido...
-Pero era un fiesta sorpresa. ¿Cómo ibas a saberlo?
-Ya.
-Y ha venido todo el mundo. La fiesta ha sido tan heavy que por haber, ha habido hasta una pelea.
-¿Qué?
-Bueno, una discusión. Y Piqué se ha declarado.
-¿Piqué? ¿Habéis invitado a Gerard?
-Sí, bueno a Cesc no le parecía importarle.
-Espera, ¿Habéis invitado a Cesc y Gerard? ¿A mi fiesta?
-No es como si tuvieras muchos más amigos. Aunque ni te los mereces.
-Lo sé…. Lo sé.
-Yo que quería hacerte sentir especial, y tú follando con el paleto este.
-No hemos follado -le aclaró.
-Encima eso. Es que eres más tonto...
Raúl se dio la vuelta cruzándose de brazos. Silva se acercó a él titubeante, le cogió del brazo y le obligó a encararle.
-Ojala hubiera estado aquí, Raúl, de verdad. Me habría encantado. Pero no porque me organizaras una fiesta que hubiera sido épica, que estoy seguro que lo ha sido, sino porque lo has hecho por mí. Porque has estado aquí, para mí todo este tiempo y no he sido capaz de decirte lo agradecido que estoy y cuanto ha significado todo esto para mí.
-Sí, como si hubiera servido de mucho. Estás otra vez con el cabrón ese.
-No es tan cabrón. Sé que no puedes entenderlo, porque lo que tú tienes con Álvaro es distinto. Lo vuestro está basado en una relación muy sólida. Lo que yo tengo con David apenas está empezando.
-Vaya principio de mierda.
-Raúl, por favor. Necesito que lo entiendas. Porque eres mi mejor amigo y…
-¿Soy tu mejor amigo?
-Eh… ¿lo dudas? Nadie me había regalado nunca un pony hecho de macarrones y lentejas.
-¿Te gustó? -preguntó con tono infantil.
-Claro, lo tengo colgado en mi cuarto.
Raúl sonrió, puso sus manos sobre los hombros de David y le dijo,
-Vale. Aún sigo cabreado, pero yo sólo quiero que estés bien.
-Lo estoy.
-Si el gañan este te la vuelve a armar no me digas que no te avisé.
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Villa se quitó la chaqueta, dejándola sobre el sofá. Álvaro, que se había levantado para empezar a recoger los restos de la fiesta, le miraba con suspicacia.
-¿Te ayudo? -le preguntó David.
-Suficiente has hecho.
-¿Perdona?
-No, no hay perdón -replicó tirando la bolsa de patatas que te tenía en las manos-. Me jodiste la Nochevieja, le has jodido las vacaciones al Pony y, lo que es peor, le has jodido la sorpresa a Raúl.
-¿Qué cojones…?
-Mira, no sé cómo has conseguido que David te perdone lo que le has hecho, y me da lo mismo. Sólo quiero que sepas que ha pasado una temporada muy jodida por tu culpa, y eso no me hace gracia.
-Ya…
-No, cállate. ¿Porque sabes lo que pasa cuando David lo pasa mal? Que mi novio lo pasa mal, y eso sí que no lo aguanto. Así que más te vale estar seguro de lo que haces, porque como les vuelvas a joder te vas a acordar de mí. ¿Te está quedando claro?
-Blanco y en botella.
-Bien -Arbeloa recogió la bolsa del suelo-. Ponte con las botellas. Y cuidado, que nosotros reciclamos.
Mientras iban poco a poco adecentando el salón no podían dejar de oír las voces que provenían de la habitación del Raúl.
-¿Paleto?
-Uy, eso es lo más suave que te ha llamado.
-¡Qué bien! -ironizó- ¿Y esto? -preguntó refiriéndose al paquete que había sobre la mesa.
-LOL. -Villa frunció el ceño. -Es un regalo para Silva. De Nigel.
-Y ese quien ese.
-Si tú supieras.
-¿No vas a contármelo?
-No. Así vas a estar carcomiéndote un rato.
La puerta de la habitación se abrió, Silva salió pero Raúl sólo asomo la cabeza.
-¡Tú! -le dijo a Álvaro, este asintió y fue hasta allí.
-Ya recogemos nosotros -sugirió Villa en tono conciliador.
-¡Qué menos! -exclamó Albiol antes de cerrar la puerta.
-¿Todo bien? -le preguntó el asturiano cuando se acercó a él.
-Supongo. De todas formas, Raúl es incapaz de estar enfadado con nadie más de veinte minutos -en la mesas aún quedaban paquetes de patatas y ganchitos abiertos, fue vaciándolos en una fuente mientras metía los envoltorios en una bolsa de basura.
-Siento que te hayas perdido tu fiesta -dijo colocándose detrás de él y rodeando su cintura con ambas manos.
-No se lo digas, pero lo cierto es que yo no.
-¿No? -preguntó besándole el cuello.
-¿Sabes? -comentó girándose entre sus brazos para encararle- Todo el mundo me dice que no me fíe de ti. ¿Debería hacerles caso?
-No lo sé -dijo empujándole contra la mesa- Eres tú quien tiene que tomar la decisión.
-¿Esa es toda tu argumentación? -preguntó dejando que le tomase por las caderas y le sentase sobre la mesa.
-No puedo decirte lo que tienes que hacer -sus manos se colaron por debajo de la camiseta, acariciándole la espalda.
Silva le sonrió acercándose a sus labios, respirando sobre ellos, esperando a que fuese David quien le besase. Pero Villa giró el rostro para llevar su boca contra su oído y susurrarle.
-Sólo puedo demostrarte que puedes confiar en mí.