los últimos románticos (especial fútbol, pt.2)

Jan 23, 2011 18:54

Viene de: Parte i

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Xabi terminó de quitarse la sudadera, no contaba con saltar al terreno de juego, pero estaba visto que últimamente las cosas no salían como él quería.

-¿Estás? -le preguntó Carlos, él asintió- ¡Árbitro! -Iker le dio la señal de que Xabi ya podía entrar- Venga, demuestrale que, pese a la edad, no estás tan mal.

-De verdad, Pep y tú podéis conseguir que hasta los Teletubies se suiciden.

Carlos le dio unas palmadas en la espalda y le empujó dentro del campo, él corrió hasta situarse por delante de la defensa. El balón estaba en posición de su equipo, Álvaro intentaba zafarse de un contrario.

-¡Arbeloa! -le llamó.

Él levantó la vista y le vio, el pase fue largo y certero. Xabi comenzó a moverse con la pelota, visionando a Cesc sólo unos metros más adelante, le pasó la pelota y él entendió perfectamente el movimiento devolviéndole casi de inmediato en una pared con la que consiguieron librarse de otro jugador. Cerca del área estaban David y Fernando fuertemente cubiertos por varios contrarios, Silva levantó la mano. Xabi le dio un pase de más de quince metros, que marcó una trayectoria perfecta y que su joven estudiante bajó con el pecho colocándosela al pie. Delante de él tenía a Lucas que acababa de marcarse una gran carrera para interceptarle, pero David no se dejó amedentrar por su tamaño por la agresividad de sus movimientos, esperó y esperó hasta que vio el hueco perfecto. El balón salió de sus pies rodando por el cesped rápidamente hasta los pies de Juan que estaba completamente sólo.

-¡Tira! -gritaron todos.

Mata dudó un par de segudos y aquello podía haberle costado la pelota pero consiguió moverse con ella y acomodarla a su pierna buena, después lanzó con fuerza. La pelota se coló por la escuadra.

-¡Gol! -gritó Villa lanzándose sobre su primo- Este es mi pichón.

-Hostia, tío. Gol -le dijo Sergio a Raúl que estaba sólo a unos metros-. ¡Gol!

-Del pichón -añadió Gerard acercándose hasta ellos-. Gol del puto Juanín.

-Venga, cojones -les animó Reina-. Que podemos.

Ellos asintieron, quizás podían hacerlo. Concentrándose un poco más, teniendo cuidado en defensa y parando a Lucas podrían darle la victoria a su equipo, y de paso amargarle el día al capitán de los rivales.

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Sergio evitaba a toda costa descansar su peso en el cuerpo de Pep pero él no hacía más que aferrarse a su cintura atrayendole hacia él. Sergio, ligeramente más alto que Pep, casi rozaba con su mejilla el rostro del mecánico.

-Puedo solo -musitó, tratando de separarse.

-Sé que puedes- dijo, deteniéndose-, pero quiero ayudarte.

Sergio le miró a los ojos un instante, incluso pese a lo avergonzado que se sentía creía haber visto algo en la mirada de Pep, como si por fin hubiese en ella algo más.

-¡Sergio, cielo! -ambos separaron y miraron hacia atrás- Casi no os pillo, y eso que vas cojo -dijo besándole en la mejilla- ¿Cómo estás? ¿Te duele mucho?

-No, que va. Es una tontería.

-Se está haciendo el valiente -le interrumpió Pep-, porque estás tú aquí.

-¡Oh, que mono! -dijo acariciándole la mejilla- He cogido tus cosas y tengo dinero para un taxi.

-Tere, en serio, no te molestes. Que no es nada.

-Eso te lo dirán en el hospital, ¿verdad? -ella miró hacia Pep que asintió con una suave sonrisa-. Puedo hacerme cargo, no puedes dejar sólo al equipo -le animó, dandóle una palmadita en el hombro.

-Tranquila, están en buenas manos. Puedo acercaros en coche y volverme. Sí está bien, claro- Sergió torció la cabeza sin contestarle.

-¿De verdad no te importa?

Pep sonrió de nuevo tomando la bolsa de deporte que Teresa tenía en la mano, ella se ofreció entonces para ayudar a Busi a llegar al coche.

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El hospital no estaba demasiado lejos y al ser primera hora de un domingo no había mucho tráfico. Sergio ocupaba la parte trasera del coche, con la pierna estirada, de vez en cuando le echaba un ojo al tobillo, cada vez más hinchado y amoratado. Aunque la mayor parte del tiempo lo pasaba observando a Pep y Teresa. Ella hablaba con su energía habitual y se reía cada dos o tres frases, Pep parecía haberle cogido el gusto y reía con ella, ambos parecían haberle olvidado. En cierta manera él lo agradecía.

Teresa había sido una brisa, un regalo caído del cielo, apareciendo cuando Sergio más la necesitaba, era divertida y dulce y aunque a veces hablaba demasiado enseguida se daba cuenta y se echaba a reír. Hacía que Sergio se sintiese cómodo con ella y eso era mucho más de lo que ninguna otra chica había conseguido, con su desparpajo y naturalidad logrababa opacar la timidez de Sergio, obligándole a hablar y a ser parte activa de la pareja.

-Busi, cielo ¿estás bien? -Teresa se incorporó asomando la cabeza entre los asientos delanteros- llevo un par de minutos llamandote. ¿No te habrádas dado un golpe en la cabeza? No sé lo ha dado, ¿verdad?

-Tranquila- le dijo Pep- sólo ha sido una patada a destiempo. Además con lo cabezón que es…

Sergió levantó la vista y vio a Pep observándole, a través del espejo retrovisor, con una media sonrisa y esa inquietante mirada que llevaba todo ese tiempo perturbándole.

Pep les dejó en la puerta de urgencias e insistió en volver tras aparcar el coche. Sergio no estaba muy convencido de aquello, pero si tenía que pasar a hacerse pruebas no quería que Teresa se quedase sóla esperándole, así que no dijo nada. Además ellos parecían haberse caído especialmente bien y, por mucho que hubiese insistido, su opinión no iba a ser tenida en cuenta en aquella ocasión. Teresa entró corriendo por la puerta y salió a los pocos segundos empujando una silla de ruedas.

-No estoy invalido -se quejó.

-Lo sé, pero no pretenderás ir a todos los sitios a saltitos, ¿verdad? -al ver su sonrisa Sergio no supo que decirle, así que acabó por sentarse-. Mi padre se rompió la pierna una vez, y como es un poco pato, un vecino nos dejó una silla de ruedas que tenía de su madre, o de su abuela, no recuerdo. La cosa es que me encantaba llevarle a todas partes, cogía carrera y le empujaba hasta casi chocar con una pared. La de veces que me gritó por hacerlo. Pero tranquilo, contigo tendré más cuidado.

-Gracias -respondió, no muy convencido.

Teresa le llevó hasta el mostrador de admisiones, y allí ella misma se encargó de contar lo que había sucedido y darle los datos a la enfermera. Sergio la observó deselvolviéndose con soltura, con su melena rubia recogida en un moño alto y su cuello largo y fino. Sus mejillas ligeramente sonrojadas y su nariz respingona. La primera vez que la había visto, en la fiesta de cumpleaños de su hermana, no le había pasado desapercibida pero realmente no pensó en ella como en una futura novia. Por aquel entonces, unos meses antes, estaba demasiado ocupado pensando la manera de llamar -sutilmente- la atención de Pep, de mostrarse ante él o que al menos Pep le viese como algo más que como el compañero de pillerías de su empleado. Entonces sus amigos habían empezado a sentar la cabeza, y aunque la hubieran cagado después, aquello había sido la señal definitiva. Tenía que hacer algo.

Y Teresa había vuelto a cruzarse en su camino, dulce, natural y espontánea. Haciéndole creer que otra cosa era posible.

-Pues ya está -ella volvió a ponerse detrás de la silla- Nos avisaran cuando puedas pasar, me ha dicho que tienes suerte. No hay mucha gente hoy.

-Bien.

Teresa le llevó hasta la sala de espera, dejándole no muy lejos de la puerta junto al pasillo. Ella se sentó en la silla más cercana, alargó las manos y tomó una de las suyas entre ellas.

-¿Quieres que te traiga algo?

-No, estoy bien.

-¿Seguro?

-Tere…

-Vale, vale -ella se mordió el labio- Me he llevado un buen susto.

-No ha sido para tanto.

-Puede pero… -apartó la mirada clavándola en el suelo- no sé, tenía miedo. No quiero que te pase nada.

Sergio apretó sus manos y se inclinó hacia ella, depositándo un beso en sus labios.

-Eres un amor -le dijo ella- Un poco patoso, pero un amor.

-Gracias.

-¿Sabes? Pep me cae muy bien. Tenías razón cuando dijiste que era alguien muy intersante. Al principio me daba un poco de respeto porque parece bastante serio y formal, pero ese rato que hemos venido en el coche, ha sido muy divertido

-¿Sí?

-En que mundo estabas que no te has enterado.

-No lo sé.

-Seguro que el tobillo te estaba mantando y no te he hecho ni caso. Soy la peor novia del mundo.

-No seas boba. No lo eres.

-¿No? -el negó con la cabeza- ¿Soy la mejor?

-Creo que sí.

-¡Ay, dios! -exclamó- Que empalagoso te estoy haciendo.

-No te creas, yo creo que viene de serie. Pero no le he sacado las máximas prestaciones.

-¿Estás hablando de tu coche? -detrás de ellos apareció Pep con la chaqueta doblada sobre un brazo-. Porque a ese Peugot no se le puede exprimir más.

-Los clásicos nunca mueren.

-Morir no morirá, pero fallar te viene fallando desde que te lo compraste.

-Si os vais a poner a hablar de coches me voy a por una coca-cola -les dijo Teresa levántandose.

-¿Te han dicho algo? -preguntó Pep sentandose frente a él.

-Tengo que esperar a que me llamen. -Sergio se pasó las manos por el cuello. -De verdad, no tienes porque quedarte. El partido no debe haber terminado y…

-No digas tonterías. No voy a dejarte aquí, así -dijo señalando su tobillo.

-Teresa está conmigo.

-Lo sé… - Pep le miró durante unos segundos, pensando o midiendo sus palabras-. Si quieres que me vaya, no pasa nada.

-No quiero que te vayas -dijo azorado-. Pero…

-Te he traído una botella de agua, y a ti una fanta -le dijo Tere a Pep, tendiéndole la lata-. Tienes pinta de que te gusta la fanta.

-Gracias -dijo él-. Has acertado.

-Soy una chica con muy buen ojo. Si me he fijado en Busi, tengo que tenerlo, ¿verdad?

-Por supuesto.

Teresa siguió hablando, pero Sergio fue incapaz de seguir la conversación. Les veía interactuar, de la misma manera que lo había hecho en el coche, pero incapaz de unirse, se sentía separado de ellos, o quizás lo estaba haciendo a próposito. Observando sus gestos, sus movimientos.

-Sergio Busquets Burgos, consulta número dos.

-¿Quieres que te acompañe? -le preguntó Teresa.

-No, tranquila -él intentó levantarse de la silla pero Pep fue más rápido y se lo impidió poniendo una mano en su hombro.

-Es mejor que vayas en la silla, no vayas a hacerte más daño.

-Vale -musitó, dejándose empujar por Pep. Lo hacía con más fuerza y determinación de lo que Teresa lo había hecho antes.

-¿Sergio? -le preguntó el doctor, él asintió- ¿Va a quedarse?

-No, esperaré fuera.

Antes de que cerrara la puerta Sergio tuvo tiempo de ver a Pep sin moverse, sonriendole levemente.

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Teresa sacó su teléfono móvil y comenzó a teclear incesantemente bajo la atenta mirada de Pep. Parecía una buena chica, a primera vista podía parecer algo superficial pero aquellas pocas palabras que habían intercambiado durante el trayecto al hospital le habían hecho darse cuenta de que su primer juicio iba bastante desencaminado. Teresa era justo lo que Sergio necesitaba, él lo sabía. Aunque al principio cuando había escuchado a Gerard y David cuchicheando sobre el asunto en el taller no le había parecido importante. Si bien era la primera novia que le conocía, también sabía como eran las relaciones a esa edad, y como la falta de madurez les afectaba.

Sergio era muchas cosas, era afable y atento, fiel y honrado, excesivamente tímido a veces pero con bastante sentido del humor, quizás era algo soñador, pero a sus ojos era un chico con mucho porvenir si lograba centrarse, si daba el paso y se convertía en un hombre. O eso es lo que él siempre había querido pensar. Que Sergio era sólo un crío con las hormonas ligeramente alteradas y que en sus ensoñaciones posaba los ojos en él. Porque Pep podía hacerse el tonto, pero no lo era, y hacía ya demasiado tiempo que las miradas de Sergio no le pasaban desapercibidas, tampoco el color en sus mejillas o la tensión de sus hombros cuando él le tocaba. Y se sentía halagado porque ya no era un jovenzuelo y porque pese a su formalidad y seriedad, sentirse querido y deseado le hacía sentirse vivo.

-Vamos a ver, papá. Si digo que no puedo. No puedo. -Teresa se había levantado y hablaba por teléfono moviéndose de un lado a otro. -Sé que le dije a la abuela que iría, pero Sergio… Mi novio, papá. ¡Claro que tengo novio! No me lo estoy inventado… En serio, papá, que desconfíes así de mí… Dejas mucho que desear como padre. ¡Tampoco es para tanto! Jo, papá, por una vez… soy mayorcita y… pues vale. Me da igual no necesito el ordenador. ¿Es qué no puedes entenderlo? Estoy en el hospital porque mi novio se ha roto un tobillo, bueno roto no sé, pero algo feo… -Teresa le miró mostrándole su frustración. -¡Claro que tiene padres! Pero no están aquí. Bueno no, no está solo… solo. Hay una amigo aquí y… pero papá… -se dejó caer en la silla derrotada-. Vale, dentro de una hora y media o así. ¡Jolín! Pues vale, media hora -dijo antes de colgar.

-¿Problemas? -preguntó Pep.

-Mi padre que es idiota, dice que no me puedo quedar a esperar a Sergio porque tengo que ir a comer con mis abuelos. ¡Si vamos todas las semanas! Pero es un cabezón y no hay manera de que entre en razón.

-Vaya… no te preocupes. Yo esperaré por Sergio.

-Ya si lo sé. Pero yo quería quedarme ¿sabes? Es mi novio y… -arrugó la nariz, mordiendose el labio sin querer- Le quiero, y sé lo que piensas que soy una cría y que eso lo pensaré de todos los chicos con los que he estado. Pero no es verdad. Porque ninguno era como Busi. Él es especial.

-Lo sé.

-¿Le dirás que ha sido por culpa de mi padre?

-Claro.

-Y que me perdone por ser lo peor, que me gustaría mucho haberme quedado -él asintió-. Dile también -continuó mientras se ponía el abrigo- que esta tarde le llamaré y que me pasaré a verle. Si quiere, claro. No me gusta irme sin saber qué le ha pasado.

-Seguro que querrá. Y no te preocupes, seguro que no será nada.

-Gracias, de verdad -dijo acercándose para besarle en la mejilla- Eres un buen amigo. Busi tiene mucha suerte.

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Carlos se despidió de la familia Hernández, que había declinado la invitación de Reina para acompañarles al bar a picar algo, se ajustó la bufanda alrededor del cuello y metió las manos en los bolsillos.

-¡Hey! -Iker se acercó a él-. Vaya chasco, macho. Creía que los amigos de Busi serían mejores.

-Bueno, han hecho lo que han podido.

-Si no digo que, pero es que eran malos de cojones. Menos el pequeñín ese, que parece un chaval de instituto.

-Juan -masculló.

-Ese, que menos mal ¿eh? Porque al menos han maquillado algo el resultado. Pero bueno, hay bastante dinero para los niños y eso era para lo que hemos venido, ¿no?

-Eso es.

-Bueno pues voy a ver si me meto en la oficina, cuadro las cuentas y para finales de semana tienen sus equipaciones nuevas -Iker le tendió una mano que Carlos estrechó con fuerza-. Muchas gracias por participar, si alguna vez quieres entrenar un equipo, pasate por aquí.

-En realidad no me gusta el fútbol.

-Cualquiera lo diría.

Iker se alejó con paso rápido hacia las oficinas dejándole sólo otra vez, pero apenas pasaron unos segundos hasta que Xabi salió, con el pelo mojado, el abrigo abotonado hasta el cuello y la bolsa de deporte colgada en el hombro.

-No puedo con mi vida -reconoció cuando se puso a su altura-. No estoy para estos trotes.

-Venga, no exageres. Lo has hecho mejor de lo que cualquiera hubiera pensado. Para tu edad, quiero decir.

-Deja de levantarme el ánimo, ¿eh?

-¿Les queda mucho?

-Teniendo en cuenta de lo que tardan en adecentarse, y que hace como quince minutos perdí de vista a David y su novio, creo que sí.

-Estupendo -gruñó.

-No es para tanto, seguro que tu novio sale enseguida para que le des un besito -se mofó.

-¿Qué pasa, que jugar con críos te ha convertido en uno?

-Vaya humor. Lo que me recuerda -Xabi le echó una ojeada al portafolios que Carlos sujetaba entre el brazo y el costado derecho-, tenemos una conversación pendiente.

-Xabi, no creo que sea el mejor momento.

-Es un momento tan bueno como cualquier otro. Has estado evitandome estos últimos días, estas más evasivo que de costumbre y seguro que tiene que haber un motivo. Bueno o no. Así que cuéntamelo.

Carlos suspiró pesadamente, tenía que decirselo. No podía alargarlo más, no era él quien tenía que decidir qué hacer o no hacer con los papeles, pero no estaba seguro de cómo iba a reaccionar Xabi. No quería meterse en problemas con su mejor amigo, pero sobre todo no quería urgar en la herida, aún abierta.

-Deja de rumiar lo que vas a decirme. No puede ser tan malo -intentó calmar a su amigo poniendo una mano sobre su brazo. Carlos la miró un segundo-. Vamos, ¿qué ha pasado? Me estás preocupando.

-Stevie vino a verme.

Xabi apartó la mano como si quemara, gruñó algo ininteligible y se separó un par de pasos de él. Tardó varios segundos en tomar aire y encararle de nuevo.

-¿Qué quería?

-Vino a darme esto -dijo, tendiéndole el portafolios-. No quería volver a molestarte y pensó que lo mejor sería hablar conmigo.

-No me digas que te ha camelado con alguno de sus cuentos.

-Claro que no. No. Por supuesto.

-Carlos…

-No he cambiado mi opinión sobre lo que hizo. Sigo pensando que es un bastardo cabrón y que no merece que pierdas un segundo de tu vida pensando en él.

-Pero…

-No hay peros -mintió-. Son solo papeles que tenéis que arreglar y ya está.

-¿Arreglar?

Xabi abrió la carpeta y extrajo los documentos que había en su interior. Era el contrato de la casa que habían comprado juntos, ese hogar que habían formado y en el que pensaban envejecer pero que ahora se había convertido en un doloroso recuerdo para él. Revisó los parrafos deteniendose casi al final, dónde el nombre de Steven figuraba como comprador.

-Me dijo que podías hacer un poder. Yo los llevaré y firmaré por ti si quieres.

-Ha vendido el pub -afirmó.

-No importa lo que haya hecho ahora -le dijo Carlos-. Es un gesto para llamar tu atención, no caigas en ello.

-Ha vendido el pub -repitió.

-Xabi, por favor. No lo hagas.

-¿Hacer? -preguntó confuso-. Carlos, soy consciente de lo que esto significa, de lo que Steven estaría dispuesto a hacer para que volviese. Lo conozco mucho mejor que tú.

-¿Y?

-Voy a venderle la casa si es lo que quiere. Quiero cerrar página, nada más.

-Xabi…

-¿Sabes? Creo que voy a dejar esto -dijo señalando sus cosas- en casa y voy directamente para el bar. Pepe me ha dicho como llegar.

-Xabi, espera. Tenemos que hablar.

-Carlos, estoy bien. De verdad.

Ni siquiera le dio tiempo a replicarle, Xabi se alejó de él lo más rápido que pudo apretando contra su pecho el portafolios. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué no podía dejar que siguiera adelante? ¿No habían sufrido lo suficiente? Mientras subía en la moto, Xabi se dio cuenta de que estaba empezando a odiarle.

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Media hora después de que Teresa se hubiese ido, Pep se levantó y caminó hasta las maquinas expendedoras, su estomago empezaba a protestar y no sabía muy bien cuanto tiempo más iban a tener a Busi dentro. Con un Kit-Kat en la mano regresó sentandose en el misma silla de plastico azul y desgastado. La sala estaba ahora más concurrida. Poco a poco habían ido llegando pacientes, la mayoría con gripes o infecciones respiratorias, algún padre con un niño magullado pero nada excesivamente preocupante.

Mientras comenzaba a comerse la chocolatina se abrió la puerta de la consulta por la que Sergio había entrado.

-El pie en alto, recuerda. Llévale mañana a tu médico de cabecera el informe.

-Claro, vale… -Sergio se metio los papeles debajo del hombro y se impulsó con las muletas.

-Trae, vas a caerte -Pep, que se había levantado rapidamente, tomó los papeles en la mano- ¿Cómo de malo?

-Esguince de grado dos, con un pequeño desgarro en el tendón -le explicó-. Voy a arracarle la cabeza a Lucas. Tres semanas con las putas muletas -gruñó, avanzando por la sala de espera.

-No creo que su intención... -Sergio se volteó de repente mirandole fijamente-. Vale, puede que sí.

-Es un hijo de puta, no… ni siquiera eso, es el hijo de una mierda pinchada en un palo. -Pep soltó una pequeña carcajada-. Y no te rías porque… ¿Dónde está Tere?

-Ha tenido que irse.

-¿Irse?

-Su padre la llamó, tenía que ir a comer con sus abuelos. Me ha pedido que te pida disculpas y que te diga que te llamará luego.

-¡Oh! Vale -dijo apartando de repente la vista de Pep.

-Vamos, la pobre estaba muy disgustada. Quería esperarte, además estaba muy preocupada.

-Lo sé, me lo imagino.

-Antes me llamó Geri, le dije que les llamarías cuando te dejara en casa.

-¿Han ganado?

-Eh…

-Vale, dejalo -comezaron a moverse poco a poco, al ritmo al que Sergio se adaptaba a las muletas.

-¿No quieres que te lleve con la silla?

-No, tengo que acostumbrarme.

-Como quieras. Ahora cuando salgamos espérame en la puerta, acercaré el coche.

-Gracias.

Tardaron unos minutos en llegar a la calle, y cuando lo hicieron Pep se encargó de ponerle su chaqueta sobre los hombros de Sergio puesto que él había dejado su anorak en el interior del coche. Busi se apoyó contra la pared viendo como Pep se alejaba rapidamente hacia el parking exterior del hospital. Colocando las muletas a un lado, recargó el peso de su tobillo malherido en el extremo de una de ellas, tiró de ambos extremos de la chaqueta de Pep y se envolvió en ella. El aroma de Pep le llegó de golpe, como una brisa fría al salir a la calle. ¡Qué difícil era todo aquello! Seguir adelante y hacer a un lado las ilusiones y los sentimientos que habían despertado en él años atrás cuando había visto al jefe de su mejor amigo por primera vez. Pero Sergio ya no era aquel crío que era incapaz de llamarle por su nombre porque un nudo atoraba las palabras en su garganta, no era aquel incapaz de mirarle a los ojos. Sí, seguía tensandose con su presencia, demasiado cerca, demasido embrigadora, pero podía hablar con él, como el adulto que ya era, podía sonreírle y disfrutar con su presencia sin que el corazón se le desbocara.

Cuando lo había decido, cuando supo que tenía que dejar sus sentimientos atrás ya sabía que el camino no iba a ser fácil, por muy correcto que fuera todo, por mucho que aquello fuese a ayudar a su futuro el dolor no iba a desaparecer de la noche a la mañana. Aunque Teresa estaba facilitando mucho las cosas, no podía negarlo, le hacía la vida más fácil, cuando estaba con ella no pensaba en otra cosa que su chica. Y el resto del tiempo podía apañarselas para sacarse a Pep de la cabeza.

-Vamos, te vas a quedar helado -apareció frente a él, saliendo del coche con rapidez y abriendo la puerta de atrás- Ponte aquí, irás más comodo.

Sergio obedeció y no dijo nada, justo antes de entrar, cuando Pep deslizó de sus hombros la chaqueta un escalofrío recorrió su espalda, ya sentado en el coche mientras veía a Pep conducir no podía estar seguro si aquello que le había traspasado la piel había sido sólo el frío invernal de Madrid o había algo más.

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-Vale, entonces dos cocacolas, una light, un Nestea... y cañas para los demás.

-Muchas gracias, Yoli -le dijo Pepe guiñándole un ojo a su mujer mientras ésta apuntaba todo en una libreta-. ¿Nos traes unas aceitunas?

-Estírate, Pepe, macho -le picó Villa-. Invítanos a unas bravas.

-A unos calamares no te decía yo que no -apuntó Piqué-. Venga, que nos los merecemos aunque sólo sea por el esfuerzo.

-Sí, será el que has hecho tú, guapito de cara, que nos han metido siete goles -le reprochó David. Él se encogió de hombros.

-No puedo hacerlo todo yo, guaje. -Albiol no pudo evitar un gruñido de frustración. -¿Y a ti qué te pica? -le espetó, girándose hacia él.

-Nada, que si hubieras hecho algo...

-¿Perdona?

-Si Ramos y tú os pasáis el día subiendo nos dejáis a Álvaro y a mí con el culo al aire en la defensa, tío.

-Ya os tiráis el día en pelotas de todas maneras -replicó Piqué-. Además, alguien tenía que hacerlo, ¿no? Que estos dos no le meten un gol ni al arcoiris -dijo, señalando a Fernando y a Villa.

-No estoy en el mejor momento de mi carrera -contestó Torres tranquilamente, escupiendo el hueso de una oliva.

-Haya paz, haya paz -atajó Xabi, repartiendo las cervezas que la mujer de Reina acababa de traer-. Lo que importa es que hemos ayudado a los chavales y nos hemos divertido, ¿no?

-Aunque no vayamos a poder movernos en un mes -admitió Raúl.

-Y que hemos descubierto un diamante en bruto -dijo su primo señalando con la cabeza a Juan-. Qué escondido te lo tenías, ¿eh, Pichón?

Él miró a Carlos, que le sonreía discretamente sentado a su lado, y se sonrojó tras su vaso de Nestea.

-Ha sido suerte.

-Pero bueno, el caño que le has hecho al tipo ese del pelo pincho... Le has vuelto loco -le dijo Álvaro-. Si luego Villa no la hubiera mandado a Parla habría sido la hostia.

-Qué fácil es dar clases de fútbol cuando no eres el último hombre, Trufas. Si tanto sabes...

-Vale, vale -zanjó Silva antes de que las cosas se pusieran feas.

-Fer, tío, ayúdame.

-La labor del delantero es muy solitaria -contestó con sarcasmo.

-Sois unos cabrones -bufó David, hundiéndose en la silla de plástico.

-Vamos a brindar -propuso Sergio, al que no había manera de arrebatarle el buen humor que le producía una buena sesión de ejercicio-. Porque en el próximo partido metamos el doble y nos metan la mitad -dijo, levantando su copa de cerveza.

-Ni aún así ganaríamos -se lamentó Raúl, levantando la suya junto con los demás.

-Esas matemáticas, Chori -le dijo su novio entre risas.

-Cállate, estaba redondeando.

Recibieron la comida con los brazos abiertos, y durante un momento sólo se oyeron el sonido de los tenedores chocando con los platos y los gruñidos de satisfacción. Parecía que no habían comido nada desde los años ochenta. Villa le mandaba miradas muy significativas a Piqué, que él parecía ser el único que no registraba.

-Auch -se quejó al recibir una patada por debajo de la mesa de parte de su amigo-. Oh. Ya. Uhm -dijo, comprendiendo lo que trataba de hacer-. Cesc, ¿quieres una croqueta?

-No, gracias.

-Las estoy guardando para ti, porque estos dos se las están comiendo todas -dijo, señalando a Albiol y a Arbeloa.

-No me gustan mucho las croquetas.

-Uy, trae para acá -saltó Raúl, estirando la mano hacia la fuente, que Gerard apartó de un manotazo.

-¿Y un poco de tortilla?

-No tengo tres años, ¿sabes? Puedo comer solo -replicó.

Silva le miró, tratando de hacerle entender que siendo borde no iba a conseguir nada con Piqué.

-Vale, sí, pásame la tortilla -masculló. Geri lo hizo con una gran sonrisa, como si acabara de aceptar su ofrenda de paz.

-¿No te recuerda esto a las técnicas de apareamiento de los primates? -susurró Xabi en el oído de Carlos-. Menos mal que ya no tenemos veinte años.

-Ya -respondió él, no muy convencido. A su lado, Juan hacía líneas con los dedos en el vaho condensado en su vaso.

-¿Habéis hablado con Sergio? -preguntó Silva, partiendo una patata por la mitad con el tenedor.

-Con Pep -contestó Piqué-. Ha sido un golpe feo, pero no ha sido más que un esguince. Además -se rió-, él le está cuidando muy bien.

-La novia es una chavala maja, ¿no? -dijo Torres, buscando la complicidad de sus amigos.

-Si ese es el rollo que te va... -replicó Gerard.

-¿Y qué tiene de malo?

-No sé, que es un poco... -no supo seguir y arrugó la nariz.

-Pues a mí me parece que está muy bien, y se nota que Busi le importa, y eso es más de lo que se puede decir de mucha gente -repuso Cesc con tono dolido.

-Muy bien, Geri. Cubriéndote de gloria -dijo Villa por lo bajo.

-¿Dices que yo no me preocupo por ti?

-No he dicho nada. Si te das por aludido...

-Me preocupo por tu alimentación, ¿no?

-Dejadme sacar el móvil -dijo Ramos, buscando en sus bolsillos-, que a mi abuela le encantan las telenovelas.

-No me toques los cojones, ¿eh? -saltó Piqué-. Métete en tu vida.

-No soy yo el que...

-No zoy yo er que...

-Mira -dijo, levantándose-. Para empezar, yo no ceceo, pero como te vuelvas a reír de mi acento te voy a saltar los dientes esos que tienes que no te caben en la boca.

-¿Sí? Pues a lo mejor yo te desarreglo la nariz, capullo.

-¡Me la operaron porque la tenía rota! -chilló-. ¿Quién coño te ha contado eso?

-Les pararía -dijo Arbeloa dando un trago a su cocacola-, pero es demasiado divertido.

-Tú cállate, Trufas, que aún te llevas una de regalo.

-Me cago en tu vida, que a mis colegas sólo les doy yo -amenazó Sergio, soltando los brazos sobre la mesa en su dirección. Fernando llegó a tiempo de colgarse de su espalda y frenarle antes de que le diera.

-Si es que te tiene que salvar el culo tu novia -se burló, haciendo gestos obscenos.

Torres apretó la mandíbula con rabia, cogió una croqueta y se la lanzó con todas sus fuerzas, estrellándola contra su frente.

-¡No! ¡Las croquetas no! -gritó Raúl, tirándose a por ellas.

Gerard se limpió la bechamel de la cara con la manga del jersey y gesto de querer matar a alguien, y Villa no pudo soportarlo más y prorrumpió en risas. Se reía como un demente, haciendo que todo el cuerpo se convulsionara, y no tardó en contagiar a Silva y a Cesc, y poco a poco a todos los demás. Hasta Marchena se descubrió riendo. Fernando no apartaba la mirada de Piqué, preparado por si decidía devolvérsela y le abría la cabeza de un puñetazo, pero tampoco él pudo evitar sonreír.

-Perdona, ¿eh? -dijo Torres tentativamente, sin atreverse a bajar la guardia, porque podía perfectamente ser sólo una maniobra de distracción para pillarle desprevenido y partirle el cuello en un movimiento totalmente ninja.

-No pasa nada, me lo he merecido -reconoció-. Es que me jode perder, ¿sabes?

-Eso él lo lleva mejor, porque es del Atleti -apuntó Álvaro, rompiendo un poco la tensión-. Para él es un fin de semana como otro cualquiera.

-Nos habréis dejado algo, ¿no?

Todos volvieron la cabeza hacia la puerta, Sergio avanzaba lentamente con sus muletas y siguiendo su paso iba Pep.

-¿No dijiste que no era nada? -le preguntó Villa a Piqué.

-Eso me dijo él -se defendió señalando a su jefe.

-No es para tanto -les dijo Sergio, agradeciendo con un gesto la silla que enseguida le tendió Xabi-, un esguince, sólo que me ha tocado el ligamento.

-¿Alguien tiene la dirección de ese gilipollas? -preguntó Gerard poniéndose de pie.

-Espera, que voy contigo -Ramos se metió un trozo de tortilla en la boca, se limpió las manos al mantel y se incorporó.

-Quietos los dos -les ordenó Pepe-. Aquí nadie va a ir a ningún sitio.

-Pero si le ha reventado el puto tobillo -protestó Piqué.

-Y ha estado todo el puto partido tocandome los cojones -añadió Villa, que parecía dispuesto unirse a sus amigos en la caza de Lucas.

-No es que sacarte de tus casillas sea muy difícil -replicó Silva.

-Tú calla, que te ha estado mirando raro todo el partido.

-¡Qué exagerado eres! -exclamó de vuelta.

-Está bien chicos, no pasa nada. Son cosas del partido. Por cierto, ¿cómo habéis quedado?

Todos se miraron sin saber que decir, agachando la cabeza algunos, otros escondiéndose detrás de sus bebidas.

-¡El pichón metió dos goles! -comentó Villa.

-¡Golazos! -dijeron a coro Ramos y Albiol.

-Ya veo…

-Lo sentimos Busi, de verdad -comenzó Álvaro-. Queríamos hacerlo por ti.

-Pero somos unos mataos -terminó Torres.

-Algunos más que otros -susurró Piqué.

-Vale, vale -medió Xabi-, no volvamos a las andadas.

-¿Ha pasado algo? -preguntó Pep que se había sentado junto a Busi.

-Diferencias de opiones -comenzó Carlos-, que por poco termina en una croquetina

-Voy a echarle una mano a Yoli -dijo Reina poniéndose en pie al ver que había empezado a entrar gente en el bar- ¿Queréis algo de beber? -preguntó a los recién llegados.

-Coca cola.

-Fanta para mí.

Tras la marcha del que había sido su portero los chicos se pusieron a contarle a Busquets como se había desarrollado el partido, las incidencias, las faltas, pero sobre todo el golazo de Juan. Después le hablaron de los críos de su equipo coreando su nombre pese a que él ya no estaba en el campo, y como al final había tenido que coger a Pedro y Bojan para impedirles que se vengaran. Sergió sonreía, feliz de que a pesar de todo sus amigos hubieran pasado un buen rato y que, como le había comentado Carlos, el dinero recaudado parecía ser suficiente para pagar las equipaciones que el club necesitaba.

-¿Puedo hablar contigo? -Pep se había levantado y se había situado detrás de Villa.

-Claro, dime.

-En privado.

Villa le miró sorprendido pero asintió, levántandose. Piqué le hizo un gesto con la cabeza, él se encongió de hombros.

-Vuelvo ahora -le dijo a Silva besándole en la cabeza.

-¿Qué quería Pep? -Gerard ocupó el sitió que su amigo había dejado.

-No lo sé, hablar. Creo.

-Ya… -miró a Sergio que no parecía haberse dado cuenta de nada, después volvió la cabeza para ver como Cesc se reía con alguno de los comentarios de Álvaro y Raúl- Oye, una cosa… sé que tú y el guaje habéis estado, hablando… ya sabes de Cesc y de mí.

-Puede.

-¿Crees que tengo alguna oportunidad?

-No lo sé.

-Vamos, no me jodas. Algo tienes que saber.

-Aunque lo supiera, no iba a decirte nada. Cesc es mi amigo.

-Pero si estás tratando de que arreglemos las cosas.

-No, estoy tratando de que Cesc esté bien, de que se quede en Madrid.

-¿Quedarse? -preguntó confuso.

-Quiere volver a Londres.

-¿Qué? ¿Por qué? -cuestionó levantado ligeramente la voz, haciendo que algunos como Xabi o Fernando les prestasen más atención de la cuenta.

-¿Tú qué crees?

Gerard no dijo nada más, se quedó sentado unos segundos más mirando hacia ningún lugar determinado, después se levantó.

-¿Alguien tiene un cigarro?

-¡Yo! - exclamó Torres.

-A fumar a la puñetera calle -les gruñó Reina desde la barra.

-Vamos, te acompaño -terció Fernando cogiendo la chaqueta que colgaba de su respaldo.

Cuando salían a la calle se cruzaron con Villa que volvía frotandóse las manos contra los brazos, tan ensimismado que ni siquiera reaccionó ante la pulla que Piqué le hizo acerca del frío y los asturianos.

-Estoy helado -murmuró acercándo la silla a David cuando se sentó.

-¿Qué quería Pep? -Villa le miró dubitativo, sin saber si contarle.

-Creo que quería venderme el taller.

fic: los últimos románticos

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