Viene de:
Parte I ---
David, que le esperaba sentado en los últimos peldaños de la gran escalera de piedra que precedía la entrada principal de la facultad, llevaba puesto su horroroso chaleco de plumas negro encima de una chaqueta vaquera totalmente desgastada, y a juzgar por la rojez en sus orejas y la energética forma con la que se frotaba las manos, llevaba al menos diez minutos esperándole. Silva se despidió de sus compañeros de clase y bajó los escalones de dos en dos.
-¿Busca diagnóstico gratis? -preguntó aún a su espalda-. Porque desde ya puedo decirle que lo suyo no tiene cura.
-Lo sé -dijo mientras se ponía en pie- sufro de irresistibilidad, una enfermedad muy dura, no crea -añadió. Al ver la sonrisa que afloraba en su rostro. Dio un par de pasos para ponerse frente a él-. El principal problema es la atracción que ejerzo sobre el resto de la humanidad, todo el mundo quiere tocarme.
-¿Todo el mundo? -preguntó, dejando que le pasara una mano por la cintura.
-Así es, pero no se preocupe, ahora mismo tengo un gran doctor trabajando en el asunto.
-Me parece que su médico va a dejar el tratamiento a medias.
Silva se movió ágilmente deshaciéndose de su agarre.
-¿A qué debo tu visita? -preguntó entonces, desde una distancia prudencial.
-Es miércoles -Silva asintió-. Miércoles.
-Ya, ¿y?
-Lo has olvidado.
David reflexionó unos segundos, llevándose las manos al pelo, y acariciándose por inercia el pelo de sus patillas.
-¡Tú madre! -exclamó-. Quiero decir, la cena…
-Eso es.
-¡Oh, joder! Se me había olvidado por completo -mientras hablaba no podía dejar de tocarse el pelo-. con las rotaciones, el trabajo para la clase de Carlos y el examen que tengo a fin de mes… -continuó tratando de justificarse- Se me ha ido el santo al cielo, lo siento.
-No pasa nada. Por eso he venido a recogerte.
-David…
-No pongas esa cara -le ordenó.
-¿Qué cara?
-Esa de “voy a decir algo que no te va a gustar, pero como soy adorable me perdonarás”
-¿Tengo una cara así?
-¡Basta! ¡Quítala! -protestó metiendo las manos en los bolsillos del chaleco.
-¿Mejor? -Silva intentó cambiar la expresión de su rostro, suavizarla y tratar así de calmar a David, pero él seguía con el ceño fruncido.
-No, pero venga, habla -le instó.
-No puedo ir.
-Lo sabía -masculló.
-Escucha, de verdad que me apetece, pero esta semana hemos quedado todas las noches y no he podido ponerme al día, necesito hacerlo o no llegaré a tiempo para el examen.
-Vale -dijo bajando el escalón que les separaba-. No pasa nada.
-David…
-Otra noche -musitó al pasar a su lado y besarle la mejilla- ¿Te importa si no te acerco a casa? -Silva negó con la cabeza-. Bien, con suerte mi madre aún no habrá empezado con el postre. Te llamo mañana.
Silva se quedó parado rumiando las palabras de Villa; sabía la razón por la cual las había dicho. No era tonto, y David mucho menos. Sabía qué baza tenía que jugar y sobre todo cuándo. Él tenía la opción de apelar a su parte racional, la que ya sabía cómo se las gastaba su novio y no caer en su juego, no darle la razón por una vez. Pero había otra parte, más emocional y visceral, esa que apenas había dejado salir hasta que había conocido a Villa, que le decía que diera un paso, y otro más y saliese detrás de él, que por muy estúpido que fuese ese juego a veces tenía que hacerlo y dejarse llevar.
-Yo tendré una cara de esas, pero tú tienes un morro…
-¿Yo? -preguntó dándose la vuelta.
-Sí, y no me mires como si no supieses exactamente lo que acabas de hacer.
-No he hecho nada.
-Seguro. Acabas de cargar en mi conciencia el trabajo de tu madre para preparar la cena y…
-No sé porqué eres tan retorcido- espetó, molesto-. Sólo he dicho la verdad, lo que iba a hacer. Nada más. Habías dejado claro que no querías venir, ¿qué más da lo que hubiera dicho o no?
-No es que no quiera, es que no puedo.
-Ya -Villa se pasó la mano por la nuca, dilucidando si seguir adelante o no-. Cuando te lo propuse no te hizo ninguna gracia, aceptaste a regañadientes.
-David…
-No, está bien. No quieres, no pasa nada. Se lo diré a mi madre y punto.
Silva resopló molesto, haciendo que el flequillo que le caía lateralmente sobre los ojos se moviera bruscamente.
-Está bien, no quiero ir -admitió-. Pero es que, ¿no crees que es un poco pronto para conocer a tus padres?
-Ya les conoces -apuntó.
-Sabes a lo que me refiero -replicó molesto.
-Es una cena, mis padres, tú y yo y Juanín si se separa de Carlos el tiempo suficiente como para estar sentado a la mesa. No es nada formal.
-Lo sé, pero….
-Pero, ¿qué?
-¿Y si no les gusto?
Villa estalló en carcajadas casi al instante, llamando la atención de cualquiera que estuviese en diez metros a la redonda.
-Vale, vale ya. No te rías -protestó golpeándole en el brazo-. Para, joder… para- dijo contagiándose de su risa.
-Mi madre te adora. Desde antes saber nada de lo nuestro. Desde que pusiste un pie en la tienda -confesó-. Es más, prácticamente me obligó a ir detrás de ti.
-¿Sí? -Villa asintió-. Pero, tu padre…
-Mi padre tiene suficientes motivos para meterse conmigo, tranquilo, creo que debes ser lo único positivo que ha visto en mi vida.
-¡Qué idiota eres! No digas esas cosas, tu padre te quiere. Así que no puede ser para tanto.
-Sólo tienes que venir a casa y comprobarlo.
Villa volvió a echarse las manos a los bolsillos del chaleco y esperó pacientemente la respuesta de David.
-Vale, pero necesito la noche de mañana y la de pasado para estudiar.
-Hecho. Vamos, que tengo que comprar pasteles para el postre -ambos echaron a andar el uno junto al otro.
-Espera, ¿creía que el postre lo iba a hacer tu madre?
-Ups…
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Xabi dejó las camisas sobre la cama. Acababa de traerlas del tinte y aún estaban en sus bolsas de plástico, así que fue seleccionando una por una para guardarlas en su lugar correspondiente. Las azules junto con las blancas, que utilizaba para ir a trabajar. Las oscuras al fondo, reservadas para ocasiones especiales. Y más al fondo aún, en una funda de nylon negra, estaba aquella camisa que había comprado un fin de semana, mientras acudía a un simposio sobre nuevas técnicas de enseñanza aplicadas a la medicina. Fue un capricho, algo comprado para una ocasión especial -no todos los meses se casaba un amigo, y mucho menos uno como Jaime. Mientras hacía otras compras tuvo un impulso y se desvió de su camino rumbo a New Bond Street, directo a la tienda de Thomas Pink. Recordaba perfectamente al dependiente, bastante joven, pero con una seguridad impropia de su edad. Recordaba cómo le había cogido del codo, apartándole del expositor al que le estaba echando un ojo y le había puesto sobre el mostrador principal aquella camisa de algodón. “Ciento setenta hilos por pulgada”, le había dicho, “Toque, toque”. Había cogido su mano y la había puesto sobre la pechera. Xabi la había deslizado lentamente, sintiendo el tacto sedoso y fino en la yema de sus dedos. Después había levantado la cabeza: “Me la llevo”.
No había sido capaz de mirar el precio, sólo la había cargado a su cuenta y se la había llevado. Ni siquiera la había sacado de la caja hasta el domingo cuando había llegado a casa, arrastrando la maleta con una mano y llevando en la otra la bolsa de la tienda.
-¿Qué llevas ahí? -Steven había subido detrás de él, con una cerveza en la mano.
-Nada. Algo para la boda de Carra.
-Oh -Gerrard se había tumbado en la cama, dejándole espacio a los pies de la misma para poner su equipaje y la misteriosa caja que acaba de sacar de la bolsa-. Tengo la ligera sensación de que no es un regalo, y también de que no ha sido barato.
-No, no lo ha sido.
-Creí que no íbamos a hacer grandes gastos hasta que reparásemos el tejado.
-Lo sé, lo sé. Ha sido un impulso. Lo siento.
-No, está bien. Te lo recordaré cuando tenga que renovar el abono la próxima temporada -Steven sonrió mientras daba otro trago al botellín.
Xabi desató el lazo que adornaba la caja y la abrió, separó el papel cebolla que cubría la camisa y la sacó con sumo cuidado. Todo bajo la atenta mirada de Stevie, que seguía sonriendo ante la expresión de felicidad que el rostro de su novio reflejaba. Xabi la desdobló con cuidado, extendiéndola sobre la cama.
-Si no fuera sólo una camisa, empezaría a ponerme celoso.
-Es… no sé… tócala -le dijo.
-Xabi, es ropa. Ya sabes que yo te prefiero sin ella.
-Idiota. Voy a darme una ducha antes de probármela.
-¿No lo has hecho?
-No -respondió mientras se dirigía al baño.
-Espero que sea de tu talla, porque usarla para hacer trapos para limpiar creo que se saldría ligeramente de nuestros límites.
-Eres tan gracioso -dijo, ya desde la ducha.
Steven se levantó con tranquilidad, dejando la botella sobre la mesilla de noche. Dio la vuelta a la cama y se plantó frente a la camisa, extendiendo la mano y la cogiéndola entre los dedos. Realmente el tacto se sentía bien, suave y cálido, y el color era bonito. Miró hacia la puerta del baño, aún tenía unos minutos hasta que Xabi saliese de la ducha.
-Estaba pensando que mañana podíamos pasar a ver a tu ma… -Xabi entró en la habitación secándose el pelo.
-Yo… -farfulló Stevie intentando sin éxito desabotonarse la camisa
-No, quieto -le dijo acercándose a él dejando caer al suelo la toalla.
-Lo siento, es que…
-Cállate -le pidió, llevando la mano a la camisa, acariciando su pecho por encima de la tela para bajarla a continuación a medida que iba abrochando los botones.
-¿Qué haces?
-Ven -le ordenó agarrandole de la muñeca y llevándole frente al espejo del baño, alzó la mano y eliminó los restos de vaho con ella-. Deja que te vea.
-¿Esto es un tipo de fetichismo?
-¿Quieres dejar de decir tonterías?
-Porque si esto te pone yo no…
-Steven, cierra la puta boca.
Gerrard había boqueado un par de veces sin articular palabra. Cuando las palabrotas acudían al vocabulario de Xabi pocas cosas se podían hacer. Así que se dejó hacer, observando cómo le miraba a través del espejo. Tragó saliva al darse cuenta de la mirada que le estaba dirigiendo, y giró el rostro dispuesto a tomar las riendas de la situación que estaba a punto de desencadenarse. Pero Xabi había sido más rápido y le había agarrado de la nuca, girándole bruscamente el cuello para besarle con ansiedad, clavándole las uñas en la piel, y los dientes en los labios.
-Vaya -exclamó cuando Xabi le permitió separarse-. Creo que voy a dejar que compres camisas más a menudo.
-Callate -gruñó empujándole rumbo a la cama-. Ten cuidado -le instó al ver cómo trataba de deshacerse de la camisa-. es delicada, y quiero que la lleves en la boda.
-¿Yo? Creí que era para ti.
-Y yo.
Xabi sonrió una vez más antes de empujarle contra el colchón.
Aquella noche Xabi no dejó que Stevie llevase puesta la camisa mientras hacían el amor, pero sí lo había hecho cuando se habían colado en los baños del del restaurante de la boda de Carra y lo habían hecho contra la pared. Y más tarde en el coche, antes de volver a casa. Después había terminado en una funda de nylon negra, lista para otra oportunidad de ser usada, aunque esa ocasión no había llegado todavía y ahora colgaba en el interior del ropero de su piso en Madrid.
Xabi cerró la puerta del armario y salió rumbo al salón, se sentó frente a la ventana y tomó el teléfono. Le costó tres intentos dar con el número correcto.
-¿Sí?
-Hola.
-¿Xabi? - a Gerrard le costó un par de segundos acostumbrarse a escuchar de nuevo su voz, a controlar su respiración-. ¿Xabi, eres tú?
-Sí.
-Oh, oh… Hola… mmm… ¿Qué tal? Quiero decir… ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?
-Carlos me ha dado los papeles -dijo tratando de atajar cualquier tipo de conversación que pudiera llevarle a un camino del que no sabía si podría salir.
-Ah, claro. Ya. Lo había olvidado -mintió.
-Si está bien por ti, voy a firmarlos y mandártelos.
-Oh, ya… bueno. Claro - la voz de Stevie tembló ligeramente-. Por supuesto, cuando quieras.
-De acuerdo, entonces intentaré que los tengas allí a finales de semana.
-Bien… perfecto -al otro lado del teléfono, Gerrard se dejó caer sobre el sofá-. Y, ¿vas a venir?
-¿Ir?
-Tenemos que hacerlo ante notario. Para que no haya ningún problema. Cuando la compramos tuvimos que ir a ver a mi primo Vinnie, el notario, ¿recuerdas?
-¿Es necesario que vaya?
-No, creo… Bueno podrías enviar a Carlos, otorgarle un poder o algo así. La verdad es que no estoy muy seguro, podría preguntar a…
Xabi se hundió en la butaca, clavando las uñas en el reposabrazos. Respiró profundamente antes de volver a hablar.
-No, está bien. Cuanto antes hagamos esto, antes podremos seguir adelante.
-Claro.
-Bien, te llamaré cuando sepa la fecha en la que puedo viajar.
-De acuerdo. Cuando quieras.
-Bien.
Steven dudó unos segundo, pendiente de la respiración de Xabi, del sonido que le llegaba del otro lado de la línea.
-Xabi…
-Tengo que colgar, tengo cosas que hacer.
-Ya. Gracias.
-Adiós.
Colgó antes de obtener respuesta alguna, con los dedos aún crispados sobre la tapicería y la mandíbula fuertemente apretada. Volver a Liverpool no iba a ser fácil, pero era algo que debía hacer, un paso más para dejar todo aquello atrás. La casa, su vida. A Steven.
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Recogieron el encargo que la madre de David había hecho en la pastelería del barrio y subieron caminando la empinada cuesta que llevaba hasta el portal de su casa. Silva iba bastante más callado que de costumbre, ya que aunque David le hubiera asegurado que aquella cena no tenía nada de oficial, no podía evitar sentir un cosquilleo en el estomago, así como tampoco podía dejar de darle vueltas al pensamiento de que de una u otra forma iba a meter la pata.
Era la primera vez que hacía algo así; con Aythami no había hecho falta puesto que sus padres se conocían desde mucho antes de que ellos nacieran, y después de él no había vuelto a tener una relación. Al menos no una que implicara ir a cenar a casa de los padres de su novio. Así que mientras subía en el ascensor junto a David no puedo evitar que todas dudas que le martilleaban en la cabeza le salieran a borbotones por la boca.
-¿Debería haber traído vino? ¡Oh! Seguro que tenía que haberlo hecho. Y un regalo para tu madre, ¿verdad? Y…
Villa le aprisionó contra el espejo que cubría la mitad de la pared trasera del ascensor, abordando de manera certera, con los labios y la lengua, su boca; Silva permaneció tenso un segundo, con los ojos abiertos y los hombros rígidos hasta que la mano de David ascendió hacia su nuca y allí presionó la yema de los dedos contra su piel obligandole a ahondar en el beso.
-¿Mejor? -preguntó cuando el ascensor se detuvo, Silva asintió-. Bien, pues vamos.
David cogió la mano que Villa le tendía y agradeció el ligero apretón que este le dio con una franca sonrisa, durante unos segundos permanecieron quietos en mitad del descansillo hasta que Villa rompió el contacto entre sus manos y rebuscó en el bolsillo de su chaleco las llaves. No tuvo tiempo a usarlas en la puerta porque esta se abrió de golpe.
-¡Hola! -exclamó Juan mientras acababa de ponerse el abrigo.
-¡Hey, pichón! -le saludó su primo haciéndose a un lado para dejarle pasar-. ¿Dónde vas?
-A una exposición, con Carlos.
-¿Te piras? -preguntó Villa apretando los labios para evitar decirle algo más.
-Sí, lo siento. Y mira que me da rabia, me pierdo el arroz con leche. ¡Tita! -gritó asomando la cabeza hacia el interior de la casa-. Ya han llegado. Me voy que es super tarde. Pasadlo bien - Juan le dio una palmada en la espalda a Silva que actuó más como ligero empujón que como cordial saludo, haciendole entra tras Villa, después cerró la puerta dejandoles ya en el interior de la casa.
-¡Mama! - gruñó Villa- ¿Para que coño me haces ir a por pasteles si has hecho arroz con leche?
-¡No le hables así a tu madre, cojones! -le chilló su padre de vuelta desde el salón.
-¡Mel! -añadió Dori saliendo de la cocina, limpiándose las manos al delantal de cuadros rojos y blancos que llevaba puestos-. Hola cariño -Silva se vio entonces atrapado por los fuertes brazos de la madre de Villa-. ¿Qué tal? Bien, seguro que bien -dijo después de darle un par de besos en las mejillas-. Aunque estás un poco delgado, y parece que tienes ojeras, si es que seguro que no comes bien y tampoco duermes, claro una carrera tan dura como la tuya…
-Mamá...
-Vale, vale. Ya le dejo tranquilo. -Dori sonrió mirando hacia su hijo. -Dame los pasteles, y dejad los abrigos en el armario de la entrada. Y a ver si conseguís despegar a tu padre de la tele.
Mel ocupaba un lugar privilegiado en el salón, frente al televisor en su sillón reclinable, su peso le hacía hundirse en la piel negra, mientras sus piernas estaban en alto debido a una plataforma que las mantenía así, tenía una mano sobre el reposabrazos y la otra encima de su barriga, que hacía las veces de mesa para el mando de la televisión.
-Hola -dijo Silva al traspasar el umbral de la puerta. Villa pasó por su lado avanzando hasta el sofá, sin prestarle demasiada atención a él o a su padre, y se sentó en el que debía ser su sitio de siempre.
-Eh…hola, chaval -respondió Mel irguiéndose ligeramente-. Ni siquiera vas a presentarme a tu novio.
-Pero si ya…- comenzó Villa, su padre le miró con gesto serio-. Vale- cedió poniéndose en pie- David este es mi padre, Jose Manuel. Papá este es David, mi novio.
-Encantado -Silva tendió una mano hacia Mel quien la miró un, para David, eterno segundo hasta alzar la suya y estrecharla con fuerza.
-Siéntate hombre -le animó señalando al sofá-. Aún falta para que esté la cena, y es la hora de Pasapalabra. ¿Te gusta Pasapalabra?
-Eh… -dijo mientras rodeaba la mesa de café y se sentaba en el sofá dónde le había indicado Mel.
-David no ve la tele -comentó Villa acomodándose junto a él.
-¿No? Bueno, claro si es que no tienes que tener tiempo. Con todo eso que tienes que estudiar.
-No es mucho, pero algo de tiempo de ocio siempre tengo.
-Ya, sí se ve que tú no eres un vago como los otros amigos del guaje.
-David es mi novio -masculló Villa- Y no empieces a meterte con Geri y Busi, que es demasiado pronto. Además, David prefiere gastar su tiempo en otras cosas. -Su padre apartó la vista de la televisión para mirarle con expresión interrogante, Silva optó por darle un ligero codazo en el costado. -¿Qué? Me refería que le gusta más leer y esas cosas.
-Ya… -Mel siguió observándoles hasta que algo en la pantalla de televisión llamó su atención-. ¡Alberca! -gritó señalando a la pantalla.
-Por mucho que grites no van a oírte, papá -él le miró de medio lado pero no dijo nada.
-¿No deberíamos ir a ayudar a tu madre? -le susurró Silva.
-Valoro mi vida lo suficiente como para no hacerlo. Mi madre tiene un reino: su cocina, y no intentes profanarlo o toda su mala leche caerá sobre ti.
-No exageres.
-No, hijo, no -comentó Mel sin apartar la vista del televisor-. Mi mujer es una dictadora en cuanto a la cocina se refiere, es la mejor cocinera del mundo por el cuidado y cariño que pone en sus platos, pero pierde los nervios con facilidad. Así que por experiencia propia te digo que es mejor dejarla… ¡Campanario!
El padre de Villa volvió a guardar silencio entonces y Silva se permitió observar la silenciosa interacción de padre e hijo. Sobre la mesa de café había un cuenco con galletitas saladas que David había agarrado casi tras sentarse, se llevaba un puñado a la boca y masticaba lentamente observando la pantalla de televisión y de vez en cuando inclinaba el bol hacia su padre para que extendiese la mano y cogiera unas pocas galletas entre sus dedos, había hecho el mismo movimiento hacia Silva pero este había declinado la oferta.
-Mosquetón -murmuró Villa con la boca llena de galletas.
Su padre asintió cuando el concursante respondió sólo unas décimas de segundo después que David. Silva se acomodó un poco más en el sofá, apoyando la espalda y permitiendose relajarse al menos el tiempo que fuese a dudar aquella escena, que parecía tan normal y cotidiana como cuando él, con apenas siete u ocho años, llegaba a su casa de Arguineguín tras la jornada escolar y subía las escaleras de la casa y se colaba en la habitación de su padre para asomarse al balcón y verle llegar sólo unos minutos después. Algo más relajado se permitió echar una ojeada al salón, no era nada que no hubiese visto en cualquiera de las casas de sus tíos o primos, el mueble central que albergaba la televisión, un armario dónde había una cristalería y parte de una vajilla de porcelana. Y varias estanterías llenas de docenas de fotos, en algunas estaba toda la familia, David y sus hermanas, Elsa y Aída. En otras estaban todos juntos, o sus padres en solitario y casi todas parecían estar hechas en algún pueblo asturiano.
-Casi todas son de Tuilla -le explicó Villa cuando le pilló observándolas con atención-. Casi toda la familia de mi padre vive allí, mis hermanas están ahora en Gijón pero van todos los fines de semana a la casa que tenemos allí.
-Seguro que es un sitio precioso.
-Puedes apostar por ello. -Villa se inclinó sobre él, dispuesto a besarle pero David se retiró y clavó la vista en la televisión. -¿Qué haces? -susurró en su oído.
-Tu padre… -masculló.
-Si le da igual…
-Pero a mí no.
Villa siguió en la misma posición un par de segundos más pero al no obtener la respuesta que deseaba de David se volvió a arrellanar en el sofá.
Con la P, Fundamento en que se asegura o afirma algo, o la que sirve de medio para alcanzarla.
-¡Podio! -exclamó Mel.
-¡Pedestal!
Mel giró la cabeza para ver llevarse a Silva la mano a la boca.
-Lo siento yo…
Pedestal. Correcto
-Bien hecho. Deberías participar, seguro que te llevarías un buen dinero.
Silva asintió aún con las mejillas sonrojadas.
-Por si te quedaba algún tipo de duda, acabas de ganártelo. No hay nada que le guste más que este programa.
-Umm… ¿Sí? -Villa asintió, después puso la mano sobre su rodilla y la deslizó sobre su pierna, que estaba tensa-. David…
-¡Venga! Vamos, que se enfría la cena. -Dori entró como un vendaval en el salón. -Levanta, papá, vamos -le dijo a Mel golpeándole en las piernas con las manos.
-No han acabado el rosco -se quejó.
-Que más da si nunca se llevan el bote. Además, tenemos invitados, y seguro que David tendrá cosas que hacer como para estar contemplándote.
-Vale, vale…- gruñó poniéndose en pie- ¿Dónde está Juanin? -preguntó mientras avanzaba detrás de su mujer.
-Tenía algo del colegio.
-Mamá, va a la universidad -la corrigió Villa aún desde el salón.
-Ay, neñu, no me acostumbro yo a eso. Si hace nada estaba limpiándole los mocos en casa la mi hermana.
-Oye -musitó Silva detrás de él-. ¿Saben tus padres lo de Carlos?
-No, calla. Les daría algo, bueno a mi madre. Para ella el pichón es un guajuco, no hay manera que vea que el chaval ya tiene sus necesidades. Aunque no sé yo si alguien de la edad de Carlos…
-Mira que eres… -se quejó David empujándole ligeramente.
Entraron en el pequeño comedor que la casa tenía junto a la cocina, y que la madre de Villa había preparado con esmero.
-Siéntate aquí cariño -le indicó Dori a Silva colocándole en un lateral de la mesa frente a Villa-. Es el sitio de Juanín, pero como ese crío últimamente no para en casa.
-Déjale tranquilo, tiene dieciocho años -comentó Mel.
-Me da igual, su madre lo mandó aquí bajo mi responsabilidad tendré que saber lo que hace y con quien, ¿no? -Silva asintió más por la mirada que Dori le dirigía que por convicción- Deberías poner más atención en lo que hace tu primo, ver con quien anda. A ver si va estar metido en alguna cosa rara.
-Mamá, tranquila. Te aseguro que sus compañías son excelentes, ¿verdad?
-Sí, sí… claro -dijo Silva agachando la mirada antes de que la madre de Villa pudiese interrogarle.
-A ver si te gusta, porque le pregunté a David y me dijo que no te gusta mucho la carne, así que de segundo te he hecho merluza en salsa verde.
-Oh, no tenía que haberse molestado.
-Cariño, por favor. No me trates de usted, somos casi de la familia, ¿no?
-Mamá… -le interrumpió Villa-. Por qué no traes la sopa, seguro que le va a encantar.
-Claro, claro.
Lo siento, vocalizo Villa desde el lateral contrario en la mesa. Silva se encongió de hombros y sonrió.
-¿Te gusta el vino? -le preguntó Mel-. Me han traido un Albariño de Coruña bastante bueno.
-No, no gracias. Agua está bien.
-Hay cerveza, y seguro que éste y su primo tienen algún refresco en la nevera.
-En serio, agua es perfecto.
-Como quieras -dijo sirviendose un vaso de vino blanco-. ¿Tú?
-Voy a por una cerveza -Villa se levantó y sostuvo la puerta por la que su madre estaba saliendo.
-Sopa de verdura -anunció Dori depositando la fuente en el centro de la mesa-, David me dijo que era tu favorita.
-Gracias, de verdad.
-Bueno, no me las des seguro. A ver si no te va a gustar.
-Mamá, es imposible que a alguien no le guste tu comida.
-Ay, que camelador que eres -pero Dori dio la vuelta a la mesa y besó la frente de su hijo antes de sentarse-. Sirvete, cielo. Que eres el invitado.
David tomó el cucharón sopero y vertió el contenido en su plato, cuando iba a pasárselo a Mel observó como los ojos de Dori seguían puestos en él, así que terminó por sucumbir y servirse una segunda ración.
La comida fue exquisita, Villa por mucho que lo hubiera intentado, no habría podido hacer justicia a las dotas culinarias de su madre. La sopa estaba deliciosa, y la salsa que acompañaba a la merluza tenía una textura y un sabor como jamás había probado. Cuando Silva pensaba que no podría volver a comer en una semana, Dori salió de la cocina con una fuente de barro llena de arroz con leche, quemado por encima y con una pinta que por mucho que a David no le cupiese un solo grano en el estomago sabía que iba a terminar dando buena cuenta de un plato.
-He hecho bastante para que luego te lleves a casa.
-Dori, en serio… no tiene porque hacerlo.
-Si lo hago encantada. A saber que coméis tú y tu compañero de piso.
-Nos arreglamos bastante bien -comentó-. No cocino del todo mal, además la madre de Álvaro siempre nos manda tuppers para varias semanas.
-¿Álvaro? Creía que tu compañero se llamaba Raúl.
-Álvarito es el novio de Raúl, mamá -le explicó Villa inclinándose sobre la fuente para servirse un poco más.
-¿Tambien vive con vosotros?
-No… bueno, últimamente está pasando más tiempo en casa -comentó.
-Espero que tantas idas y venidas no te distraigan de tus estudios -comenzó Mel.
-La verdad es que me estoy arreglando bastante bien.
-¿Y siempre quisiste ser médico? -le preguntó Dori.
-Sí, creo que sí. No sé, no recuerdo haber pensado en otra cosa. Cuando me preguntaba y sólo tenía seis o siete años creo que ya lo decía. No he barajado ninguna otra posibilidad.
-Bien, eso está bien. Tener las cosas claras consigue que los objetivos se cumplan -sentenció Mel-. A ver si hay suerte y se te pega algo de él -le dijo a su hijo.
-Mel… -le regañó su mujer.
-¿Qué? ¿Cuándo ha tenido esti algo claro? Vamos a ver, que aquí nos conocemos todos, y estoy seguro que David sabe ya como es mi hijo. Es un trabajador nato, pero las cosas claras, no las ha tenido nunca.
-Vale ya, Mel -le pidió su mujer.
-¿Sabes que quiere ser mecánico? -le preguntó a Silva.
-Soy mecánico, papá. Tengo un título.
-Esa tontería no es un título ni nada, estudios son las ingenierías, las licenciaturas. La Medicina que está haciendo el tu chaval. No eso que vale para nada.
Villa soltó la cuchara y la dejó caer sobre la mesa, apretó los puños con fuerza pero no dijo nada más. Silva le observaba preocupado, quería extender la mano y tomar la suya, entrelazarla y hacerle saber que estaba ahí para él.
-Vamos a ver que piensas tú…
-No me toques los cojones papá -le interrumpió Villa-, deja a David fuera de esto.
-Estate tranquilo, hombre. Estoy pidiendo una opinión, hablando con el tu mozo. Nada más.
-Mamá… -masculló Villa buscando su ayuda.
-Mel, vamos a dejar el tema, por favor.
-No hombre, que no es para tanto. ¿No es lo que dices tú? No es para tanto que no quiera quedarse con la tienda, que le da un futuro asegurado. No es para tanto que por mucho titulo que tenga no haya trabajado un solo día de mecánico en su vida, y eso que está bastante más cerca de los treinta que de los veinte. Y ahora, se le mete entre ceja y ceja comprar un taller, y no sé con que perres. Porque con les míes, no van a ser.
-¿Te he pedido algo acaso? -estalló Villa-. Porque no lo he hecho.
-No, claro que no. El trabajo que tu padre te da no es lo bastante bueno para ti, la tienda tampoco, y ahora el dinero menos, ¿no?
-Mel, David ¡Basta! ¡Los dos!
-Ya termino, ya… y a ti David ¿Qué te parece todo esto? Tú que siempre has tenido tan claro lo que ibas a hacer con tu vida, que llevas encarrilada tu carrera y tendrás un futuro prometedor por delante. ¿Qué te parece las idas y venidas de mi hijo? Porque, sinceramente, bien agradecería que se le pegara algo de ti. Que fuese por una vez en la vez en su vida de hacer las cosas bien.
-Estoy hasta los cojones, papá. No sé por qué no puedes entender que lo estoy haciendo lo mejor que puedo.
-¡Porque eso no me basta! -estalló Mel poniéndose en pie-. Porque has desperciados todas y cada una de las oportunidades que se te han dado para hacer algo, para ser alguien. ¿Crees que quiero que te metas detrás del mostrador toda tu vida? Pero ¿qué vas a hacer sino? Ya es demasiado tarde para todo lo demás.
-Mel, por dios… deja de decir tonterías. No estás… no sé como… David, cielo -le dijo a su hijo-. no le hagas caso, ha tenido una riña con uno de los proveedores y ya sabes como es. No piensa esas cosas.
Villa agachó la cabeza intentando tranquilizarse, apretó con fuerza la mandíbula y respiró hondo un par de veces para no levantar la voz antes de darle replica a su padre.
-Disculpe, pero creo que se equivoca -comenzó Silva-. David tiene mucho porvenir por delante. Puede hacer cualquier cosa que se le antoje porque… porque tiene las ganas, la fuerza y la voluntad que es necesaria. Y usted, usted como su padre debería apoyarle incondicionalmente. Las veces que sean necesarias. ¿Cuántas veces tuvo que levantarle mientras aprendía a caminar? ¿No es eso lo que hacen los padres? ¿Ayudar a sus hijos? No le ponga más trabas, de verdad. Él lo está haciendo lo mejor que puede, y creo que tiene mucho por demostrarle aun.
Mel escuchó casi sin parpadear las palabras de Silva. Se llevo la mano a la barbilla, acariciandola un par de veces antes de sentarse.
-Mira hijo, entiendo lo que dices, y sé por qué lo estás haciendo. Es tu novio, tienes que mostrarle tu apoyo. Pero soy su padre y lo conozco mucho mejor que tú, y ahora es montar un taller, pero dentro de uno o dos años, cuando eso vaya mal ¿qué será? Porque me parece a mí que para entonces ya no le quedarán opciones.
-Lo siento Mel, pero lo que he dicho es lo que siento. Creo en David, y también creo que usted debería hacerlo.
-Vas a llevarte muchos palos con el mi fiu entonces.
-¡Mel! Ya está, basta. Vete al salón, o a la terraza, pero sal de aquí ahora mismo. No voy a permitir que sigas machacando a David, y mucho menos que pongas en tela de juicio la opinión de su novio.
Se levantó a regañadientes arrastrando la silla con fuerza y dejandoles solos, durante algunos minutos donde se hizo más que palpable el tenso silencio.
-Voy a recoger esto, y meterte el arroz en un par de tuppers. -Silva asintió.
En cuanto su madre salió del comedor, Villa dio un puñetazo tan fuerte a la mesa que los cubiertos rebotaron contra ella.
-Es que no me lo puedo creer, no ha podido callarse ni esta vez. Sé que soy una escoria de hijo, y que le he decepcionado. Pero joder -gruñó haciendo una bola con la servilleta que había sobre la mesa.
-No le hagas caso. Sabes que no tiene razón.
-No lo entiendes, lo sé… pero…
-David… -Silva se levantó rodeó la mesa y, acercando la silla dónde Dori había estado sentada durante la cena, se colocó junto a Villa-. Tú sabes lo que vales, lo que quieres hacer con tu vida, ¿verdad? -Él asintió. -Pues olvida lo demás, centra tus energías en ello y verás como saldrá bien.
-Eso que dijiste antes…
-¿Qué?
-Lo de que creías en mí, era por…
-Porque lo hago. Fue lo que me pediste, que creyera en ti. Y eso estoy haciendo.
Villa levantó por fin la cabeza y dejó que Silva le abrazase, escondiendo la cabeza en su cuello.
-Te quiero -murmuró con los labios contra su piel.
Silva le abrazó con más fuerza aún, respirando ligeramente más nervioso.
-¿Quieres…? Eh… ¿Quieres venir esta noche a casa?
-Creía que tenías que estudiar.
-Lo haré cuando te quedes dormido.
-Vale.
En cualquier otro momento, Villa hubiese pensando un poco más en Silva, en que debía descansar y que necesitaba tiempo para preparar sus examenes, pero en aquel momento, necesitaba ser egoísta y dejarse cuidar.
-Aquí tienes. A ver si a tu amigo le gusta - dijo Dori tras dejar la bolsa encima de la mesa- Hijo, ¿estás bien? Ay, cariño… ya sabes como es, todo lo que tiene de grande lo tiene de bruto. Pero tu padre te adora. No olvides eso.
-Ya… Mamá, hoy no voy a dormir aquí.
-Ah, bien. Vale.
-Pero no te preocupes, dile que llegaré para abrir la tienda mañana.
-No, ¿Sabes qué? Que vaya él, que para eso es su tienda.
-Mamá, en serio… no quiero…
-He dicho que abrirá tu padre, y abrirá tu padre. Así puedes llevar a David a la facultad que han dicho que mañana iba a hacer mucho frío.
-Gracias -dijo, poniéndose en pie.
-Anda, ve a por los abrigos -le ordenó a su hijo. Cuando se quedó a solas con David le tomó de la mano-. Gracias.
-¿Por qué?
-Por esta noche, por pararle los pies a Mel. Conozco a mi hijo y puede ponerse a las malas con su padre en cualquier momento, pero nunca conseguirá pararle y eso ha ido minando su confianza. Y tú… -Dori le abrazó con fuerza-. Cariño, tú vas a darle todo eso que necesita, lo sé.
-Yo…
-Shh…. Tranquilo, son cosas de madres. Vosotros disfrutad y quereros, que es lo que tenéis que hacer. Que aún tenéis mucho que vivir.
-Toma -le dijo Villa al volver con su abrigo en la mano-. He cogido algo de ropa del armario- añadió señalando la bolsa de deporte que acababa de echarse al hombro.
-Vamos, que me lo has desmontado, ¿no?
-No lo he dejado tan mal.
-¡Qué desastre que eres! -aún así Dori abrazó a su hijo y le dio un sonoro beso en la mejilla-. Te quiero, ¿me oyes? Te quiero más de lo que cualquier madre quiere a sus hijos, ¿me has entendido?
-Mamá…
-Vale, ya paro. No quiero que tu novio piense que eres un niño mimado.
-Ah, ¿pero no lo es? -bromeó Silva.
-Vamos, que si os vuelvo a dejar juntos me la armáis. -Villa agarró la mano de David y le arrastró hasta la puerta de entrada.
-Encantado Dori, la cena estuvo deliciosa. Y estoy segura que a Raúl y Álvaro les encantará el arroz con leche.
-Venga abrigaros, y conduce con cuidado. Llámame cuando lleguéis.
-Mamá, vamos aquí al lado, como mucho son quince minutos.
-Soy tu madre, vivo preocupada. Así que llámame.
-Vale -dijo besándola una última vez en la mejilla.
-Hasta la próxima, Dori.
-Cuídate, cariño, y cuídame a David.
Dori cerró la puerta con delicadeza y ellos caminaron hasta el ascensor, entraron en silencio. Villa se apoyó contra la pared, y David lo hizo contra su hombro, guió su mano hasta la del asturiano y entrelazó sus dedos.
-Yo también te quiero -musitó Silva.
Villa alzó la mirada para ver como David seguía en la misma posición, se inclinó ligeramente y le besó el pelo justo antes de que las puertas del ascensor se abrieran.
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Todos los años la facultad de Bellas Artes organizaba varias exposiciones gratuitas para presentar al público las obras de sus alumnos, una manera de publicitar y promocionar a los nuevos y flamantes artistas que saldrían de sus aulas unos años después. Y también, todos los años, los alumnos se las arreglaban para preparar otro tipo de exposición, privada y en la que cobrabran una pequeña entrada. Además tenían una barra con alcohol que vendían a un módico precio. Era la mejor manera de reunir dinero para sus viajes por Europa en busca de los mejores museos y pinacotecas del viejo continente.
Las exposiciones organizadas por los alumnos estaban abiertas durante todo el día, por las mañanas y hasta cierta hora de la tarde eran visitadas por los familiares de los alumnos, algún que otro entendido y jubilados sin mejor cosa que hacer que donar a las bellas artes uno o dos euros, que era el precio que generalmente cobraban por entrar. El resto del dinero, la suma que les permitía viajar, lo sacaban por las noches cuando sus compañeros de facultad, amigos y cualquier otro estudiante que tuviera a bien pasarse por los bajos de un antiguo edificio de oficinas en una de las calles que salían a Princesa.
Xabi llegó unos cinco minutos antes de la hora acordada, había tomado el metro debido a la abundante lluvia que caía esa noche sobre la ciudad, apretó la bufanda contra su cuello y se refugió de la lluvia en un portal cercano. Desde allí podía observar los pocos jóvenes que habían decidido pasarse por la exposición aquella noche debido al mal tiempo, algunos liaban cigarrillos junto a la entrada mientras hablaban de la feria de arte que estaba a punto de comenzar en el recinto ferial, otros entraban a toda prisa casi sin pararse a pagar a las chicas que estaban en la puerta.
El teléfono de Xabi vibró en el bolsillo interior de su chaqueta.
1 nuevo mensaje de:
Carlos
Hola, Xabi!!! Soy Juan, vamos tarde.Es q m lió mi tita.Entra si qieres.Tienen tu nombre en la lista.Bsitos
Xabi ahogó una carcajada bajo su mano, y se apuntó mentalmente lanzarle un par de indirectas a Carlos sobre el uso que su novio daba al móvil del profesor de historia. Guardó el teléfono en el abrigo y se preparó para presentarse en la entrada principal en un par de zancadas.
-Hola -les dijo a las chicas que estaban apiñadas junto a una mesa plegable bajo el tejadillo que cubría la puerta.
-Hola -respondieron ellas.
-Se supone que estoy en una especia de lista -dijo sacudiéndose con la mano el agua que había caído sobre su pelo.
-Mmm… vale. ¿Nombre?
-Xabier Alonso.
Una de ellas, la que parecía que no había dormido en semanas, revisó los nombres que tenía anotados en una hoja de papel reciclado.
-Lo siento, el único Alonso que tenemos es un tal Javier -respondió levantando lentamente la cabeza.
-¡Idiota! -le dijo la otra dándole un codazo-. Es lo mismo. Lo siento, es que acaba de fumarse un peta y está un poco…
-Ya, ya. Entonces, ¿puedo pasar?
-Sí, sí claro. Tiene el guardarropa a la derecha. Y la barra está al fondo, después de pasar la cortina.
-Gracias -dijo recogiendo la entrada que le tendía.
Las chicas continuaron mirándole hasta que entró en el local. Un pasillo oscuro y estrecho hacía las veces de hall, y a Xabi le dio la sensación que estaba a punto de entrar en una de esas macrodiscotecas atestadas de gente que apenas había visitado cuando era un estudiante. Pagó dos euros por dejar el abrigo a una chica con el pelo lleno de rastas y cascabeles que apenas le sonrió y que le entregó un número para recuperar la prenda a la salida. Xabi se dirigió hacia la cortina de terciopelo azul que separaba la entrada de la zona principal; justo antes de descorrerla la voz de Billie Holiday entonando Let’s Call a Heart le llegó a los oídos.
“Bueno, parece que no va a ser tan malo”, pensó.
No había demasiada luz en el interior y la poco que había se centraba en focos que iluminaban las obras que había por todo el lugar, un espacio diáfano con solo un par de vigas de metal en el centro, que parecía delimitar algún tipo de espacio para las esculturas. De las paredes colgaban piezas de todo tipo, cuadros realistas, impresionistas pero sobre todo mucho arte moderno de que él no era demasiado entusiasta. Continuó echando un vistazo al local. Repartidas estratégicamente por toda la sala había esculturas de metal, barro y madera, y algunas que habían sido creadas con objetos cotidianos reciclados -maletas, libros, una silla de plástico rojo- para formar un conjunto sugerente y llamativo.
Al fondo, como le había indicado la chica de la entrada, había una gran barra de bar y apoyada en ella algunos jóvenes charlaban mientras daban buena cuenta de sus copas. Por otro lado había algún que otro estudiante deambulando por la sala visionando las obras expuestas. Xabi dudó un segundo, no estaba acostumbrado a este tipo de muestras de arte, él solía asistir a eventos donde los camareros se paseaban entre la gente con bandejas con copas de champagne y canapés que sabían a rayos y que nunca sabía donde tirar.
-Una Guinness, por favor.
-No tenemos.
-¿Heineken? - el camarero asintió y enseguida le puso un botellín frente a él-. Gracias, ¿qué te debo?
-Cuatro euros.
Estaba claro que iban a lograr su cometido con esos precios. Xabi dejó un billete de cinco euros sobre la barra y tomó la cerveza, dispuesto a recorrer la exposición.
La mayoría de los cuadros no estaban mal, se notaba la falta de experiencia y madurez en la mayoría pero había visto obras bastante peores de autores mucho más famosos. Junto a una de las vigas de metal, iluminada desde atrás por un foco de estudio fotográfico había una escultura de metal, pintada en algunas zonas pero de un tono cobrizo en general. En el centro había una mano extendido con la palma hacia arriba. No le faltaba ni el más mínimo detalle, las líneas de la mano, los surcos de las huellas dactilares y hasta lo que parecía un corte en uno de los dedos. Xabi se inclinó para observar con más atención, la mano estaba suspendida en el centro, de alguna manera el autor se las había apañado para camuflar el soporte. Alrededor de ella, una maraña de láminas de cobre retorcido, algunas de ellas pintadas de negro, formaban una especie de nido. Realmente, y sin haber terminado de ver el resto de la exposición, Xabi podía asegurar que aquella era la mejor obra del lugar.
A un lado de la escultura, en un pie de metacrilato, una pequeña nota indicaba el nombre de la obra y del autor.
Toma mi mano, Esteban Granero
-¿Le gusta?
Xabi se dio la vuelta abruptamente, sorprendido porque alguien le hubiera dirigido la palabra en aquél preciso instante.
-Ciertamente, tiene algo. Es una gran obra.
-Gracias.
Xabi miró detenidamente al joven que estaba frente a él. Ligeramente más bajo, con los ojos oscuros y pequeños que escondía detrás de un flequillo excesivamente largo, llevaba barba de varios días y en definitiva llevaba un aspecto bastante descuidado. Tenía un botellín de cerveza en una mano, y cubría ambas manos con las mangas de una desgastada sudadera verde. Xabi le sonrió.
-Debes de ser Esteban, ¿no?
-Sí.
-Una vez más, gran trabajo. Es espectacular, muy cuidada. No parece faltarle detalle. Pero sobre todo parece tener mucho que decir.
-¿Eso cree? -Xabi asintió antes de llevarse la botella a la boca y dar un trago-. Vaya, gracias- repitió pasándose la mano que tenía libre por la nuca-. Entonces, ¿es usted crítico?
-Oh, no. Me temo que no. Soy un simple aficionado. -Esteban agachó la mirada-. Vaya, siento haberte decepcionado.
-No, no… que va. Sólo… Es la primera persona que se detiene más de dos segundo en ella -sonrió tímidamente-. Así que, crítico o no, me doy por satisfecho.
-No lo tomes así, lo cierto es que no parece que la gente esté muy interesada en el arte por aquí -dijo señalando la barra que estaba cada vez más llena.
-La verdad es que sí -añadió- Muchas gracias de nuevo -y le tendió una mano.
-Un placer, cuando seas famoso podré decir que te conocí antes que nadie- bromeó, estrechándole la mano con fuerza.
Esteban no dijo nada más, volvió a sonreir y se fue de allí tranquilamente. Xabi observó su forma de caminar, como si el cuerpo le pesase, con los hombros echados hacia delante y pasos largos y lentos. En gerenal, aquel chico parecía un completo desastre, pero Xabi estaba seguro que le sobraba talento para compensar el resto de sus carencias.
-¡Estás aquí! -exclamó Carlos llegando hasta él-. Lo siento, Juan ha salido tarde de casa y la línea seis se ha parado para variar.
-No pasa nada.
-Veo que vas bien servido- dijo señalándole la cerveza.
-Quería mezclarme con la juventud, camuflarme.
-¡Ah! ¿La crisis de los cuarenta?
-Me lo dice el que acaba de echarse un novio de dieciocho años.
-Vete a la mierda -masculló arrebatándole la botella y dándole un trago.
-Espero que estés dispuesto a invitarme porque los compañeros de tu novio saben cómo sacar dinero para sus viajes -protestó, recuperando su cerveza-. Hablando de lo cual, ¿dónde le has dejado? Ten cuidado no haya decidido mandar mensajes a todos sus amigos.
-¡Cállate la puta boca! -gruñó- No tenía saldo- aquello no hizo que Xabi riera más fuerte- Gilipollas. Ha ido a buscar a su amigo, quiere presentármelo. Dice que tiene mucho talento. Aunque, qué quieres que te diga, a simple vista no me parece que haya por aquí una sola obra que merezca la pena.
-No te creas.
-¡Hola! -les saludó Juan enérgicamente-. Lo siento mucho, Xabi, de verdad. Toda la culpa es mía.
-Está bien, no pasa nada.
-Jo, gracias. Pues no sé dónde se ha metido Esteban.
-¿Esteban?- preguntó Xabi-. ¿Metro ochenta, pelo más largo de lo que debería y con andares de persona cansada? -Juan asintió-. Acaba de irse por allí -dijo señalando el camino que Granero había tomado unos minutos antes.
-¿Cómo es que le conoces? -preguntó Mata interesado.
-Oh, vino cuando estaba viendo su escultura. Muy buena, por cierto.
-¿Verdad que sí? Es el mejor de toda la facultad, tiene muchisimo talento, sólo que es un poco inseguro. Y a veces le cuesta mantenerse centrado en una obra. Pero vamos, es el mejor. De calle.
-¡Vaya! Si los dos lo decís, voy a tener que conocer al tal Esteban -comentó Carlos-. ¿Por qué no sigues buscando?
-Vale -accedió Juan antes de acercarse y darle un beso en la mejilla que hizo que su rostro se tiñera de un rojo furioso.
-Ni una palabra -le amenazó Marchena en cuanto Juan estuvo lo bastante lejos para no oírlos.
-No es igual de divertido si no puedo martirizarte.
-No estoy aquí para servirte de entretenimiento.
-Vaya, pues creía que si venía y hacía de chaperone al menos podría aprovecharme para hacertelo pasar mal.
-Oh, Xabi, querido amigo -dijo pasándole el brazo por encima de los hombros-. No te he traído para eso.
-¿Para qué sino?
-Para contentar a Juan -Xabi alzó una ceja-. Me pidió que te invitara.
-¿Para qué?
-Para hacer algo que al parece ya has hecho tú solo -Xabi siguió mirándole sin comprender-. Presentarte a Esteban- Carlos sonrió ampliamente mostrándole todos los dientes.
-¿Qué? ¡¿Por qué?! -chilló.
-Juan cree que haríais una pareja estupenda.
-Está loco.
-No sé, antes creía lo mismo pero ahora pensándolo mejor, no creo que vaya tan desencaminado.
-Pues te ha contagiado, me parece a mí. Pero si ni le has visto. Con sus pintas, ese pelo que está rogando por una visita al peluquero, esa ropa, que si no es de le beneficiencia porco le falta. Bueno, vale, puede que esté exagerando -aclaró al ver la expresión de asombro de su amigo-. En serio Carlos, ese crío es cualquier cosa menos mi tipo.
-No sé, puede. Aunque para no serlo y haberle visto de pasada, te has quedado con bastantes detalles -apuntilló Carlos.
-Soy muy observador -se defendió frunciendo los labios.
-Pues no te preocupes, seguirás teniendo tiempo para observarle.
-¿De qué estás hablando?
-Shhh… calla. Vienen por ahí.
-Le encontré -les informó Juan cuando llegó junto con su amigo-. Carlos, Esteban. Esteban este es Carlos, mi novio -dijo presentándoles.
-Encantado -Carlos estrechó la mano de Granero y sonrió mirando hacia su amigo-. Bueno a Xabi, ya le conoces ¿verdad?
-Más o menos -musitó.
-Xabi -dijo éste tendiéndole la mano-. Un placer conocerte, otra vez -bromeó.
-Sí, claro. Encantado.
-No sé vosotros- comenzó Mata-, pero yo me muero de hambre. He estado olisqueando toda la tarde el arroz con leche de mi tita y no me ha dejado probar ni una mísera cucharada -protestó acercándose a Carlos y agarrándole del brazo.
-Pero si acabáis de llegar -les indicó Xabi-, no habéis visto nada.
-¡Da igual! Traeré a Carlos otros día -Marchena se encogió de hombros-. Entonces vamos a cenar por ahí, ¿no? -continuó-. ¿Vienes, verdad, Esteban?
-Yo, bueno… -murmuró- No sé, si…
-Vente. Seguro que Xabi y tú tenéis mucho que hablar de tu escultura -añadió Carlos, fascinado por la furibunda mirada que su amigo le estaba dedicando-. ¿Verdad? -le preguntó mirándole directamente.
-Claro, por supuesto -respondió ligeramente tenso Xabi.
-¡Genial! -exclamó Juan-. Pues entonces, vayamos.
-Tengo que ir a recoger mi abrigo -les dijo Xabi.
-Yo también -añadió Esteban.
-Pues vamos entonces.
Xabi caminó primero para que Esteban le siguiera ligeramente detrás. En cuanto cruzaron la cortina de terciopelo, Juan pegó un saltito junto a Carlos.
-¿Ves? ¡Te lo dije! Hacen una pareja estupenda.
-No sé yo…
-Que sí, que sí… ya verás. Esteban es un poco cortao al principio. Pero cuento se suelte, está hecho.
-Si tú lo dices.
Juan asintió nuevamente, se puso de puntillas y depósito un beso en sus labios. Carlos seguía sin tenerlas todas consigo pero su amigo necesitaba ayuda y la iba a recibir de una u otra forma.
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Raúl estaba a punto de meterse en la cama, solo por primera vez en mucho tiempo, cuando sonó el teléfono. Sabía quién era antes de mirar la pantalla sólo por el tono de llamada que le había asignado, la canción de la intro de Dragones y Mazmorras, la serie de los ochenta, cantada por Parchís. Era una larga historia por qué había asociado esa canción a su novio, y nunca dejaba de hacerle sonreír.
-Hola.
-Hola -repitió Álvaro al otro lado, sin parecer él-. ¿Qué tal?
-Bueno, bien. Hace un rato creía que había perdido las gafas, pero resulta que las llevaba puestas. Y he estado viendo capítulos viejos de...
-Oye -le cortó-. Antes que nada, quería comentarte una cosa.
-Uhm, vale -dijo, sentándose al borde de la cama.
-He estado pensando que... -carraspeó-. Bueno, ahora voy a empezar los exámenes y eso. Y he pensado que a lo mejor era buena idea... Que sepas que no es por nada que hayas hecho ni nada. ¿Raúl?
-Sí.
-Ah, que no sabía si seguías ahí -musitó, antes de coger aire-. Que he pensado que creo que voy a volver a casa hasta que acaben los exámenes -soltó de golpe-. Y luego ya veremos.
-¿Qué?
-Sólo para estudiar, y tal.
-Pero... Puedes estudiar aquí. Quiero decir, yo me voy por la mañana y no llego hasta las cinco, y David se pasa el día en la biblioteca...
-Ya, ya.
-Y en casa de tus padres siempre hay gente.
-Raúl, no te lo tomes como algo... No sé.
-¿Es por lo de esta mañana? ¿El número del armario y la cama de Ikea? Ha sido una gilipollez, ni siquiera sé si... O sea, no iba en serio.
-Sí iba en serio.
-Coño, pero no rollo... "vamos a vivir juntos ahora". Era más como para el futuro, ¿sabes? No tenemos por qué cambiar nada.
-Pero es que ya estábamos viviendo juntos, aunque no fuera oficial.
-Vale, pues buscaremos la manera de arreglarlo, pero no me dejes por eso.
-¿Qué! -exclamó, casi gritando-. No, no, no. No... No estaba cortando contigo. Yo... Creo que no me has oído esta mañana cuando te he dicho que te quiero. Te quiero, y no quiero dejarte, así que no me dejes tú a mí tampoco -pidió, casi lastimosamente.
-No estoy entendiendo nada. ¿Entonces qué coño dices?
-Sólo creo que estará bien volver a casa una temporada, aunque sea sólo para poder tener algo... normal. Contigo.
-¿Ahora no es normal?
-Nos llaman 'matrimonio' -le recordó Arbeloa-. Y eso no está bien.
-¿Por qué?
-Porque llevamos juntos como dos meses. Y ya sé que parece más tiempo, y no en plan mal, sino que... estamos bien juntos, y eso, pero.
-Joder, Álvaro.
-A lo mejor pasamos demasiado tiempo juntos últimamente. A lo mejor tendríamos que vernos fuera de tu casa.
-Bueno, pues saldremos más por ahí, ya ves qué problema. Yo soy muy de pijama y Play, pero podemos ir al McDonalds o algo cuando te apetezca.
-Es que a veces me gustaría quedar contigo en algún sitio y pasarme el rato pensando en lo mucho que me apetece que llegue el momento de llevarte a casa para poder... ya sabes.
-¿Y no es más fácil estar directamente en casa?
-Pero entonces no es lo mismo. No es igual de emocionante.
Albiol se quedó callado, sin saber exactamente qué decir.
-Así que te aburres -resolvió.
-Raúl, macho, lo único que quiero es que esto no se convierta en algo rutinario.
-Llevamos diez años haciendo lo mismo y antes no te parecía aburrido. Y ahora como follamos ya tiene que ser algo distinto y tenemos que ir a sitios y pasar tiempo separados para querer estar juntos. Pues me parece una gilipollez, porque yo sigo queriendo estar contigo aunque lleves aquí quince días seguidos, porque no me canso.
-¡Yo tampoco!
-¿Entonces por qué coño quieres volverte a casa de tus padres? -le reprochó, elevando el tono gradualmente-. ¿Porque no sabes si acabarás cansándote con el tiempo?
-Porque esta es la primera relación de verdad que tengo, y espero que sea la única, y quiero que sea normal -le gritó de vuelta-. Quiero ir contigo al cine y meterte mano en un parque sólo porque no puedo aguantar las ganas y llamarte por la noche y que me digas que me echas de menos y que no puedes esperar al fin de semana para verme. Porque eso es lo que pasa en las pelis, y nunca he tenido nada así porque nunca nadie me ha importado como tú.
-Álvaro… -musito, pasándose una mano por la cara.
-Y ya sé que la vida real no es como las películas, no hace falta que me lo digas. Sólo quiero… no sé, dejar de darte por hecho. Quiero tener que esforzarme para hacer funcionar esto.
-Mira, haz lo que quieras -zanjó.
-¿Pero entiendes lo que quiero decir?
-Lo que yo veo es que estás creando problemas sólo para poder arreglarlos, porque se supone que es lo que hace la gente. Y me parece una gilipollez.
-No es eso.
-Lo que sea. El caso es que te quedas con tus padres, ¿no? Pues ya está, cuando quieras verme me llamas.
-No me cuelgues el teléfono -le dijo, con tono de advertencia.
-No me apetece seguir hablando.
-Pues despídete de mí, por lo menos.
-Adiós, Álvaro.
-Te voy a llamar mañ… -pero él ya había colgado. O, para ser exactos, había lanzado el teléfono al suelo, haciendo que la batería saltara por los aires. Ni dos segundos tardó David en llamar a la puerta tímidamente.
-¿Puedo?
-¿Qué quieres? -preguntó de malos modos, recogiendo trozos de teléfono del suelo. No era la primera vez que corría esa suerte, así que no estaba muy preocupado por su viejo trasto. Le preocupaba más que, por primera vez, no fuera por culpa de una conversación con su madre, sino con su novio. Si es que seguía siéndolo, que ni siquiera lo sabía.
-¿Estás bien? -preguntó Silva, asomando la cabeza por la puerta.
-Sí.
-¿Seguro?
-Has oído lo que ha pasado perfectamente, así que deja las preguntas.
David entró en la habitación y cerró la puerta tras él. Se sentó en la cama y esperó a que Raúl hablara, porque sabía que antes o después tendría que hacerlo.
-Hemos tenido nuestra primera bronca. La primera de la historia. Nunca nos hemos peleado de esta manera desde que nos conocemos, ni siquiera por tonterías. -Volvió a colocar la batería en el teléfono y lo encendió, sentándose en la cama junto a David-. La vez que más tiempo hemos estado enfadados fue… en cuarto de la ESO -recordó-, cuando le rallé el juego de Spiderman de la Play. No me habló desde segunda hora hasta que llegó a casa a las seis de la tarde.
-Pero ahora eres tú el que está enfadado. Eso tiene que ser una primera vez -trató de bromear.
-Es que se vuelve a casa. No sé qué he hecho mal, porque yo creí que iba todo genial, y ahora… -negó con la cabeza-. No quiero estar enfadado. No sé cómo estar enfadado con él.
-Estoy seguro de que cree que es lo mejor para vosotros.
-Pero no necesitamos estar mejor. Yo no lo necesito, y si él lo necesita es porque la he cagado en algo.
-¿Quieres arroz con leche? -preguntó David de repente.
-¿Qué?
-Dori me ha dado un montón para ti.
-No me gusta el arroz con leche.
-Está muy bueno -insistió.
-Está dulce y frío y pastoso, y todas las cosas que el arroz no debería ser -zanjó.
-Sal y lo pruebas.
-Que no quiero, joder. Me voy a ir a la cama.
-No te has ido a dormir antes de la una en la vida. Vas a quedarte aquí comiéndote la cabeza y te vas a volver loco.
-¿Y qué?
-Pues que no te dejo.
-Joder, qué pesao eres.
David casi tuvo que arrastrarle fuera de la habitación, y cuando salieron al salón ya tenía Villa tres cuencos, tres cucharas y un enorme tupper sobre la mesa. Ya había pasado suficiente tiempo allí como para saber que, a Raúl, todo le pasaba mejor si había comida de por medio.
-¡Ey, chaval! -Él contestó con un bufido y se tiró sobre el sofá. -Ya verás, el arroz con leche de mi madre cura todos los males.
-Me da igual.
-A ver, Chori, ¿qué te ha hecho Alvarito?
-Nada -contestó, poniendo morritos-. Ya no me quiere.
-Pues entonces es un hijoputa que no te merece -espetó.
-Tú no le conoces como yo, así que cállate, porque no tienes ni idea.
Silva les miraba alternativamente con el bol en la mano, comiendo arroz con leche a dos carrillos, sin estar muy seguro de si debía intervenir.
-Pero no dices que… -David le puso una mano en la pierna, invitándole a dejar el tema antes de que la liara más.
-Raúl, sabes que te quiere, no digas tonterías -apuntó, haciendo uso del librillo de tópicos más manidos-. Todas las relaciones tienen altibajos, esto es sólo un bache…
-Toma arroz, que ya verás…
-La madre que te parió, con el puto arroz con leche de los cojones -gruñó, cogiendo directamente el tupper y metiéndose una cucharada descomunal en la boca-. Yastá, ¿contenfo? -aulló, escupiendo granos de arroz.
-Joder -masculló, encogiéndose un poco-. ¿Oye, eso no ha sido un móvil? -preguntó, comprobando que no hubiera sido el suyo, que estaba sobre la mesita del salón.
-No te quedes conmigo, Guaje.
-En serio.
Raúl miró a Silva, que se encogió de hombros.
-Mío no es.
Se levantó de mala gana y fue arrastrando los pies hasta su habitación. Su teléfono relucía intermitentemente sobre la cama.
1 Nuevo mensaje de:
Álvaro
Durante un momento dudó si abrirlo. No estaba del mejor humor para enfrentarse a una nueva bronca, no quería oír -o leer- nada de lo que tuviera que decirle. Pero la curiosidad le pudo.
<3
No pudo evitar sonreír estúpidamente. Aún con el móvil en la mano se acercó brincando hacia la puerta del salón.
-Está todo bien, no os preocupéis -anunció alegremente-. Aún me quiere.
Silva asintió con condescendencia. Villa sonrió cogiendo de nuevo el bol de arroz.
-¿Un poco más?