cucurucho: Digimon
jarabe de: Yamato Ishida/Mimi Tachikawa
carta | sabor:
Helados | 009. Cereza a la crema.
Dama Descorazonada | 01. Habitación deshabitada.
prueba: Porque se da cuenta que se ha ido, sin dejar una nota, sin dejar rastro alguno. Simplemente se desvaneció dejando su aroma en la almohada… ¡Maldita sea! ¡Sin una maldita explicación!
chispas de: Drama, Romance.
pote | cuchara: T| Insinuación de lemmon muy leve.
sevilleta:
ff@net . Continuación de
amargo como helado de limón.
ticket: Digimon no me pertenece, es de Akiyoshi Hongo.
"Mi alma baila tangos con la soledad...
Y necesito de tabla tu amor, para asirme a ella en mi tempestad."
Pensando en ti ~Mägo de Oz.
Porque entre las redes alucinógenas que entretejían el sueño y todo el cansancio del concierto anterior había una sensación de vacío creciente en él. Después de escaparse de la fiesta posterior al concierto había notado a Mimi algo extraña, como reticente, distante y más frívola de lo que era.
Lo dejó pasar, pensando en que sería alguna de esas excusas que utilizan las mujeres. Incluso se había resignado a que no hubiera premio de consolación después de aquel concierto y aquella canción escrita especialmente para ella; pero no fue así, es más la había encontrado más suave, dispuesta y dulce.
Tenía aquel sabor extraño, neutro al principio quizá un poco agrio que se perdía dos segundos después entre su almíbar excesivamente dulce. Los labios y las mejillas estaban más rojos que nunca, hubo un momento que Matt pensó que sangrarían porque ella no paraba de besarlo como si se le fuera la vida en ello. Cada beso era el último y él no podía detenerse.
Toda ella estaba tras una pantalla roja que contrastaba con su nívea piel y con los rizos dorados de él, sus ojos tenían un borde rojizo y cuando quiso preguntar el motivo ella sonrió sin mirarle con un sonrojo intenso. “No olvides que te amo” pronunció; Matt sonrió satisfecho y la amó una vez más.
Al terminar acarició sus cabellos con delicadeza mientras tatareaba a media voz aquella canción:
─Hay veces que…
Apretó su pequeña espalda contra su pecho sin dejar de cantar mientras ella tenía su mirada perdida en el rincón de la habitación. Mimi cerró los ojos midiendo sus fuerzas, la desolación de la inminente despedida la azotó como un maremoto… ¿dónde encontrar el valor para apartarse de él, para alejarse y no interrumpir sus sueños con algo que él no quería si le escribía canciones como esa?
La conversación sonó en su mente, y el dolor del recuerdo la hizo estremecerse. Matt, sin soltarla, echó la cobija por encima de ambos creyendo que tenía frío. Mimi sintió que le escocían los ojos…
─ ¿Puedo cargarlo Yolei?
Extendió los brazos para recibir al pequeño bulto de mantas que le tendía su amiga, estaba profundamente dormido. La mirada de Mimi se ensanchó de alegría, imaginaba a sus pequeños hijos del mismo modo que Yolei fantaseaba con ellos en su adolescencia. Aunque en ese entonces adoraba enumerar las cosas que no quería que heredaran de Ken, sobretodo cuando estaba molesta.
─Es tan pequeño… ─susurró con voz melosa cuando Matt y ella salieron del cuarto del hospital─. ¿No crees?
─Hn.
El rubio se mostraba reacio a responder, tan sólo podía imaginar lo molesta que sería esa niña cuando creciera… ¡si era hija de Yolei! Aunque se había mostrado muy sorprendido cuando escuchó la calma con la que la susodicha hablaba, nada parecido a su típica manera de saludar a Mimi.
─No te gustan los niños ¿cierto? ─preguntó la castaña nada sorprendida de que así fuera, la mayoría de los hombres lo tenían similar; aunque pensándolo bien Matt había sido hermano mayor por lo que debía ser diferente.
─Quiero ser estrella de rock.
Mimi lo miró sin comprender unos segundos pero él no dijo nada más. Entonces cayó en cuenta si siempre vivía de giras seguramente no querría dejar abandonados a sus hijos; en ese instante la conmovió porque sabía que una vieja herida destilaba sangre aún no coagulada.
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Matt se despertó levemente, había adquirido la típica consciencia somnolienta pero se negaba a abrir los ojos. Éstos continuaban cerrados en una muda queja contra el fulgor del sol que iluminaba y calentaba su rostro; se estiró entre las sábanas mientras se desperezaba lentamente.
El suave aroma a mujer le golpeó de lleno cuando rodó sobre sí mismo y descansó la cara en la almohada; maldijo el hecho de que a Mimi se le hubiera ocurrido madrugar. Estuvo tirado allí cerca de unos veinte minutos esperando adquirir la vitalidad que no sentía; finalmente se levantó y salió del cuarto.
Olfateó en busca del típico aire cargado de sabores que le indicaba la espera un delicioso desayuno casero pero no encontró nada, ligeramente confundido siguió a la cocina.
No encontró evidencias que le dijeran que la castaña había tenido intenciones de prepararle algo. Se extrañó y sin más volvió a la habitación esta vez completamente despierto. Maldijo su falta de atención; se dirigió al baño pero lo que encontró allí sólo le hizo maldecir una vez más. Todo parecía deshabitado, era extraño ver sus propias cosas siendo las únicas ocupantes de aquel lugar ─pese a que ella no tenía muebles allí, era como si estos hubieran perdido todo─; su guitarra en el rincón lucía tan solitaria como una vela de llama extinguida.
El cuarto era como un lienzo al que le habían robado el color. Mimi se había ido, no había notas con un recado en el refrigerador, tampoco un desayuno en el microondas, ni siquiera la alarma estaba puesta en el despertador. Pareciera que fuese un espejismo que nunca hubiese estado allí. Todo estaba exactamente igual que como había sido siempre, pero por alguna razón sin su presencia que llenara el lugar, sin sus sonrisas y amplios desayunos, todo se volvía vació.
La única prueba era el aroma que había dejado en su almohada. Desesperado se puso una camiseta, chaqueta y unos pantalones; salió corriendo del departamento con las llaves del auto enterrándose en la palma de su mano sin saber muy bien donde ir.
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La pelirroja abrió la puerta con entusiasmo, cuando su amable portero le avisó que le esperaba una visita en la planta de abajo no pudo evitar llenarse de emoción; después de todo tenía algo muy importante que contar y su portero lo había reconocido como uno de sus amigos. Sonrió antes de abrir la puerta.
Su sonrisa flaqueó en cuanto se encontró con el semblante preocupado de Matt; sus puños estaban crispados y tenía el rostro de quien no ha parado de maldecir en todo el día. Abrió la boca para decir algo cuando él le cortó. Su voz tenía un tinte entre fúrico y desolado.
─ ¿Dónde está Mimi?