Título: El apartamento de la calle Marshall
Autora: Anónimo
Reto: # - 11
Reto proporcionado por:
ha_ru_ka_naNúmero de palabras: ~62,000 en 11 capítulos
Rating: NC-17
Beta:
loredi Parte 1 Parte 2
Capítulo 3
Harry no iba a darse por vencido así de fácil. Todavía menos porque, de pronto, todo ese asunto había dejado de ser solamente una búsqueda de motivos para obligar a Malfoy a dejarlo en paz. Ahora, Harry ardía de ganas de resolver el misterio por muchas más razones que sólo saberlo. Sentía, entre otras cosas, un tipo de obligación moral dado que vivía y disfrutaba del apartamento del mago desaparecido (y presuntamente muerto). Además, Harry estaba casi seguro de que él era el único que había visto al fantasma de Draco Malfoy hasta ese momento.
Fue entonces que se le ocurrió la idea de “invitar” a alguien más a conversar con su querido “compañero de vivienda” aun a costa de no soportar al susodicho convidado. Porque Harry era perfectamente consciente de que Malfoy no se fiaba él y que, por supuesto, pelearía hasta el último segundo para demostrar que Harry estaba equivocado. Así que Harry llegó a la conclusión de que, tal vez, si le llevaba a Malfoy una persona en quien pudiera confiar, su memoria se aclararía, recordaría las misteriosas circunstancias que parecían rodear su muerte, asunto arreglado y todos felices y contentos. ¿O no?
El timbre de su puerta sonó y Harry se apresuró a abrir. Tenía años sin ver al mago que estaba en el dintel y la verdad era que le sorprendía bastante que hubiese aceptado su invitación en primer lugar. Aunque también cabía la posibilidad de que hubiese ido sólo para burlarse de lo que le había sucedido con Terry y que, Harry sabía bien, era del completo dominio público. Si algo había aprendido en Hogwarts, era que de un Slytherin siempre había que esperar lo peor.
-Zabini -lo saludó Harry mientras se movía a un lado para que pasara. Éste sólo inclinó un poco la cabeza a modo de respuesta antes de entrar.
Zabini seguía tan atractivo como siempre y ahora, el cabrón, estaba mucho más alto de lo que Harry lo recordaba. De igual forma, sus maneras suaves y refinadas (que a Harry le evocaban la elegancia de una serpiente desplazándose) no habían cambiado para nada. El mago recorrió el apartamento con la mirada antes de hablar.
-Tengo que confesarte, Potter -dijo con esa voz pausada que Harry pocas veces había escuchado en sus tiempos escolares-, que estoy de acuerdo con lo que me dices en tu carta: es una jodida coincidencia que precisamente tú hayas terminado viviendo en este lugar -se burló-. Claro, al menos de que no haya sido… coincidencia.
Harry se enfureció. Rayos, no tenía ni dos minutos con Zabini, ¿y ya lo estaba haciendo perder los estribos? ¿Es que todos los Slytherin tenían ese efecto en él?
-¿Insinúas que alquilé este apartamento a propósito porque sabía que había sido de Malfoy? -le espetó.
Zabini se encogió de hombros y sonrió con malicia.
-Dímelo tú. ¿Algún tipo de parafilia? Siempre supe que estabas un poco… obsesionado con Draco, pero no me imaginé que fueras así de pervertido -dijo Zabini en tono divertido-. Aunque después de lo que hiciste con tu noviecito, me parece que el calificativo “pervertido” hasta te queda corto -finalizó con una horrible y enorme sonrisa.
Harry cerró los ojos y contó hasta diez. Tal vez eso no había sido una buena idea en absoluto.
-Mira, francamente me importa un comino lo que pienses -dijo Harry y Zabini murmuró algo que sonó a “Tan fino como siempre”, pero Harry lo ignoró y decidió ir directo al grano-: El fantasma de Malfoy se aparece aquí. Ya lo he visto tres veces.
Harry obtuvo la pequeña satisfacción de dejar boquiabierto a Zabini. Aunque fuera por un leve momento.
-No es posible -murmuró éste-. Eso querría decir que Draco está…
No completo la frase.
-Muerto, sí -le ayudó Harry despiadadamente. Zabini no dijo nada y Harry juraba que parecía a punto de desmayarse-. Siento darte la noticia -agregó, aunque en el fondo no era tan cierto-, supongo que tú, como todos sus demás amigos y familiares, tenían la esperanza de que estuviese con vida.
Zabini miró alrededor de nuevo con gesto nervioso, como si esperase que Malfoy se le apareciese en cualquier momento. Y de hecho, esa era precisamente la intención de Harry. Zabini se dejó caer en uno de los sillones de la sala. Parecía a punto de desfallecer.
-No puedo creerlo -susurró, y Harry decidió darle unos minutos para recuperarse.
-Eh, ¿quieres una cerveza? -le preguntó. Zabini negó con la cabeza y miró a Harry como si éste se hubiese vuelto loco-. No, claro que no bebes cerveza. Y menos del tipo muggle, ¿en qué demonios estaba yo pensando? -dijo Harry con ironía y se sentó frente a él-. Te invitaría una copa de vino, pero me parece que Malfoy no estaría muy feliz conmigo si le robo uno de sus putos vinos franceses.
Zabini lo miró con sorpresa.
-¿Astoria te dijo lo de la cava escondida? ¡Pero ella no lo sabía! Era un secreto que Draco sólo me reveló a mí, me parece.
Harry suspiró.
-No, no fue Astoria. Yo ni siquiera he hablado con ella. Fue el mismo Malfoy el que me lo contó y no para invitarme a disponer de ellos cuando me placiera, te lo puedo asegurar. En realidad, para lo único que me habla, es para gritarme que me vaya de aquí.
Zabini torció la boca en una mueca de burla.
-Casi consigues que te crea, Potter -le masculló-. Pero si te imaginas que por haber descubierto que hay una puerta secreta en la cocina que sólo conocíamos Draco y yo, me tragaré tu cuentito de que ves su fantasma… es que no me conoces de nada.
Harry lo miró con los ojos entrecerrados.
-No, tú lo has dicho, no te conozco de nada. Pero ese no es el punto, Zabini. Lo que debería de importarte aquí, creo yo, es que tu amigo está desaparecido y que yo tengo en mis manos la oportunidad de saber qué ocurrió con él. Sólo necesito conseguir que su fantasma recuerde cómo murió y en dónde está su cuerpo.
Zabini lo miró fijamente y por un momento Harry vio en sus ojos oscuros reflejada la duda ante lo que le estaba diciendo. Sin embargo, esa incertidumbre no duró mucho.
-Estás loco, Potter. Tanta maldición que te arrojaron en la guerra te dejó totalmente trastornado. -La más pura maldad brilló en sus ojos antes de agregar-: O tal vez fueron todas esas veces que te dieron inclementemente por el culo.
Harry apretó los labios con rabia y se levantó de golpe, ocasionando que Zabini se moviera un poco hacia atrás como si temiera que Harry fuera a atacarlo. Pero esa no era la intención de Harry; estaba tan acostumbrado ya a ese tipo de comentarios que, a veces, como en esa ocasión, simplemente se le resbalaban como aceite. Lo único que quería era comprobarle a Zabini que en verdad Malfoy estaba apareciéndosele.
-Espera un momento -dijo Harry mientras se encaminaba con rapidez hacia la cocina-. Te demostraré que Malfoy, o su fantasma, o lo que sea, está aquí.
Llegó hasta el refrigerador y sacó una cerveza helada. La abrió y caminó con ella de regreso a la sala.
Se sentó de nuevo frente a Zabini.
-Espera y verás -le dijo mientras hacía el amago de poner la botella sobre la elegante mesita de caoba-. Ahora, Zabini, mira con atención -comenzó a decir en voz muy alta, mirando a su alrededor-, tengo esta cerveza en la mano, la cual está TAN fría que escurre agua por todos lados. Y voy a colocarla en la carísima y bonita mesa de Malfoy SIN NINGÚN PUTO POSAVASOS. ¡Espera a ver cómo se arruina la made…!
-¡NO TE ATREVAS! -rugió Malfoy de repente, apareciendo justo detrás de Harry y provocando que se sobresaltara a pesar de que lo estaba esperando-. ¡Eres un cavernícola sin modales, Potter!
-¡Malfoy! -exclamó Harry, alegrándose por primera vez de que el estúpido se le apareciera. Dejó la cerveza en el suelo y se giró a ver a Zabini, quien lo miraba a él con un gesto de incredulidad-. ¿Lo ves, Zabini? ¿No te lo dije? ¡Aquí está!
Zabini echó un vistazo hacia donde Harry estaba manoteando, pero su rostro no se alteró en lo más mínimo. No parecía sorprendido de ver a Malfoy.
Malfoy, en cambio, jadeó por la impresión.
-¡Blaise! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Has venido a ayudarme a deshacerme de este parásito?
Zabini no respondió. Miraba a Harry como si ahora sí estuviese plenamente convencido de que estaba demente.
-Me voy de aquí, Potter -dijo mientras se ponía de pie-. Te recomiendo encarecidamente que consigas una cita en San Mungo. Estás bastante mal.
-Pero, ¿qué…? -preguntaron Harry y Malfoy al mismo tiempo, para enseguida intercambiar una mirada de desconcierto.
-¡Blaise! -gritó Malfoy-. ¡No te vayas ahora! ¡Necesito tu ayuda! ¡Potter, el muy cabrón, me robó mi varita!
-¡Que yo no te he robado nada! ¡Por dios, Malfoy, eres un necio! -exclamó Harry y Zabini caminó hacia atrás, cada vez más asustado.
-Realmente crees que estás viendo a Draco, ¿verdad, Potter? -le preguntó Zabini con cautela-. Sabía que estabas obsesionando con mi amigo, pero esto ya es demasiado.
-¿Tú no lo ves? -chilló Harry con voz aguda, comenzando a comprender qué era lo que estaba pasando ahí. Se giró hacia Malfoy, quien parecía tan confuso como él-. Creo que no puede verte ni oírte, Malfoy. Oh, dios, pero, ¿por qué?
-¡BLAISE! -berreó Malfoy mientras se acercaba a Zabini, quien no demostró en absoluto reacción alguna ante la presencia del rubio. En verdad era como si no lo estuviese viendo-. ¡Merlín, Potter, creo que tienes razón! ¡Mi mejor amigo no puede verme! -Se giró hacia Harry, completamente furioso-. ¡TÚ! ¡Tú me has hecho algún encantamiento para que sea invisible a los demás!
Harry soltó una carcajada histérica.
-¡CLARO! ¡Invisible, mudo e inmaterial, ¿verdad?! ¡CÓMO SI YO PUDIERA HACER ESO!
-¿Y YO QUÉ SÉ? ¡Seguramente existe alguna maldición que lo consigue, y la sangre sucia horrible que tienes por amiga te la ha enseñado!
-¡Por supuesto, porque Hermione y yo nos pasamos nuestro tiempo libre buscando maldiciones oscuras para joderte la vida! ¿Ahora quién es el que se cree que el mundo gira a su alrededor?
En ese punto, Zabini lucía ya completamente aterrorizado. Se había quedado en un rincón de la sala y miraba a Harry con la boca y los ojos bien abiertos. De pronto, pareció reaccionar y tomó algo de un mueble que estaba junto a él. Harry y Malfoy se giraron a ver qué era lo que Zabini había agarrado; y Zabini, viéndose descubierto por Harry, levantó los brazos en una expresión que pedía paz y le mostró lo que llevaba en las manos: era la cajita de los posavasos grabados con el escudo de Slytherin.
-¡Es-esto yo se lo regalé a Draco! -tartamudeó Zabini, comenzando a caminar hacia atrás en dirección a la puerta y sin despegarle los ojos a Harry, mirándolo como si éste fuese una bestia enfurecida lista para atacar en cualquier momento-. Probablemente Astoria no sabía que yo se los había obsequiado y por eso los dejó aquí. Me los llevo porque… tú no tienes ningún derecho -finalizó, y Harry pudo escuchar el desprecio en sus palabras aun por encima del temor.
Harry suspiró derrotado.
-Sí, yo sé que tú se los diste. Malfoy me lo dijo.
-Pe-pero, ¡son míos! ¿Por qué te los llevas? ¿Blaise? -continuaba insistiendo Malfoy en tono lastimero, pero era evidente que Zabini seguía sin escucharlo ni verlo.
-Claro -dijo Zabini condescendientemente-. Draco te lo dijo. Siempre he pensado que los maricas como tú son mucho más que sólo enfermos sexuales. Deberían encerrarlos a todos. Con tu permiso, Potter. Espero jamás, jamás, volver a saber nada de ti. -Y con eso, Zabini salió a toda prisa del apartamento, cerrando la puerta tan duro que resonó como si hubiese golpeado un gong.
El eco de ese ruido pareció retumbar por muchos segundos en el incómodo silencio que siguió a la partida de Zabini. Harry y Malfoy intercambiaron una mirada del más puro entendimiento. Era como si ambos se dijeran “Pero qué jodidos estamos y parece que nadie puede ayudarnos” aunque fuera por motivos distintos.
Entonces, Malfoy, sin decir una sola palabra más, desapareció.
Esa noche, Harry tuvo que embriagarse de nuevo para poder dormir. Aunque en esa ocasión no lo hizo pensando (o más bien, evitando pensar) en Terry y lo que el cabrón le había hecho, sino en Malfoy y lo que significaba que sólo Harry pudiera verlo. No podía soportar el presentimiento de que, tal vez, al final Zabini y Ron tenían razón y lo que sucedía era que Harry estaba volviéndose loco, y que ese fantasma que él creía ver era solamente una alucinación.
~
Al otro día se levantó tan deprimido y tan convencido de su propia demencia que, cuando Ron llegó más tarde acompañado de Hermione y Luna, Harry tuvo que tocarlas para asegurarse de que realmente fueran ellas y no una visión.
Hermione, como siempre, no se conformó con un apretón de manos. Envolvió fuertemente a Harry entre sus brazos y lo sostuvo así durante tanto tiempo que Harry se sintió incómodo y tuvo que removerse para que su amiga lo soltara.
-Harry -dijo Hermione, mirándolo fijamente a la cara como queriendo encontrar en ese simple escrutinio todas las noticias en la vida actual de su amigo-. ¿Cómo has estado? ¿Ya mejor?
Harry se obligó a sonreír y asintió levemente. Entonces se giró hacia Luna para saludarla, y la descubrió admirando el apartamento con gran interés.
-Bonito lugar, Harry -le dijo su amiga-. Se nota que fue amueblado con cariño y dedicación. Lástima de esa mala energía. ¿Cómo puedes vivir con eso aquí?
Harry abrió mucho la boca, y estaba a punto de preguntarle a qué se refería cuando Ron le ganó la palabra.
-Espero que no te importe que nos haya acompañado -le susurró a Harry, obviamente refiriéndose a Luna-. Nos la encontramos hoy en el Callejón Diagon y ante su insistencia de saber de ti, a Hermione se le ocurrió invitarla a tu apartamento aprovechando que es noche de Glee.
Hermione enrojeció y le regaló a Ron una furiosa mirada, pero Harry le restó importancia.
-No hay problema, ella es tan bienvenida aquí como ustedes. Pónganse cómodos, están en su casa.
-Querrás decir, MI casa, Potter.
Malfoy se había aparecido de repente en medio de la sala (¿por qué siempre en la sala?, se preguntó Harry vagamente) y miraba a los amigos de Harry con verdadera furia. Harry le prestó atención durante un breve segundo antes de recordarse a él mismo que Malfoy era sólo una alucinación, que nadie más podía verlo u oírlo, y que a partir de ese momento se dedicaría a ignorarlo por completo a ver si el fastidioso se decidía ya a no volver de una puta vez.
Le dio la espalda sin responderle y luchó con todas sus fuerzas para concentrarse sólo en sus amigos y no en el rubio imbécil que continuaba en la sala mirándolos a todos como si fuesen un atado de trolls apestosos invadiendo sus dominios. Harry acomodó a sus amigos en la sala, encendió la televisión y se fue a la cocina a buscar bebidas, todo eso mientras observaba de reojo a Malfoy y la manera en que éste estaba estupefacto al ver que Harry le estaba aplicando la ley del hielo. Harry no pudo evitar sonreír con malévola satisfacción: hacer enojar a Malfoy (aunque éste sólo fuese un producto de su mente), lo hacía absolutamente feliz.
Dándole la espalda a la sala, Harry abrió la puerta del refrigerador y casi suelta un grito al ver a Malfoy metido ahí con el cuerpo atravesado por las charolas y los alimentos.
-¿Por qué estás actuando como si yo no existiera? -le reclamó Malfoy con voz airada.
-Oh, no lo sé… ¿Acaso será porque en verdad no existes? -masculló Harry, enojado con él mismo por no haber cumplido con su intención de no volver a hablar con su alucinación. Rápidamente comenzó a sacar botellas de cerveza y algunos ingredientes para preparar limonada, atravesando a Malfoy en el proceso y reprimiendo los escalofríos que le causaba la cálida sensación cada vez que metía la mano en el cuerpo del rubio. Era como introducir las manos en una tina llena de agua en su temperatura justa para resultar agradable.
Se mordió los labios y cerró de golpe la puerta del refrigerador. ¿Cómo era posible que su imaginación también le estuviese haciendo esas jugadas? ¿Cómo podía alucinar con sensaciones? Eso ya era estar loco de remate.
Malfoy salió del refrigerador traspasando la puerta como si nada y poniéndose de pie delante de Harry. Sus ojos grises resplandecían de puro enojo.
-Potter -dijo en voz peligrosamente baja-, es la última vez que te pediré de buena manera que te largues. No conforme con imponerme tu horrible presencia, ¡¿ahora traes también a tu sarta de amigos Gryffindor?!
Harry rodó los ojos mientras buscaba un cuchillo en uno de los cajones y se disponía a partir limones.
-Luna estuvo en Ravenclaw -contestó irreflexivamente, olvidando de nuevo su decisión de no hablar con Malfoy.
-¡Como sea! -siseó éste-. Lo que quiero decir es que es suficiente. O te largas con ellos, o…
Harry dejó caer el cuchillo sobre la encimera, tan fuerte que interrumpió a Malfoy y provocó que sus amigos se giraran a ver qué sucedía. Harry les sonrió torpemente y volvió a tomar el instrumento mientras le cuchicheaba a Malfoy a toda velocidad.
-¿O qué, Malfoy? ¿Qué vas a hacerme? Que yo sepa, no puedes hacer magia, no puedes golpearme, no puedes hacer nada. Me pregunto si pensarás hablar y hablar hasta matarme del aburrimiento. Eso sí se te da muy bien -concluyó con amargura.
-Harry -lo llamó Luna de repente, colocándose justo a su lado y haciéndolo brincar-. ¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que le pida a Malfoy que deje de molestarte?
Harry y Malfoy se giraron al mismo tiempo hacia ella, ambos con la boca abierta.
-¿Puedes verlo? -preguntó Harry en un jadeo.
-No -dijo Luna con una sonrisa-. Pero puedo sentirlo. Su presencia invade este apartamento como si fuera una piscina llena de agua. Entrar aquí es como sumergirse en resentimiento y soledad. ¿No lo sientes tú?
Harry miró a Malfoy de reojo y lo encontró boqueando con mucha indignidad. Todo un mundo de alternativas se abrió ante Harry porque, si Luna podía “sentir” a Malfoy, ¿eso significaba que no estaba loco? ¿Que ese fantasma, después de todo, sí era real?
-Luna -dijo Harry, dejando olvidada la limonada a medio hacer-, si de verdad puedes comunicarte con él, dile, te suplico que le digas, que me deje en paz. Que reconozca que está muerto y deje de molestarme día y noche como lo ha estado haciendo. ¡Me está volviendo loco!
-¡Oye! -gritó Malfoy-. ¡No hables como si yo no estuviera aquí! ¡Además, ya te he dicho que no estoy muerto!
Luna arqueó las cejas y miró a Harry con fijeza.
-Malfoy no te quiere aquí, Harry. Siento su ira contra ti por haber alquilado este sitio cuando él todavía lo considera suyo. Tal vez deberías hacerle caso y dejarlo solo.
-¡ESO, EXACTAMENTE ESO! -gritó Malfoy con triunfo mientas Harry miraba incrédulamente a su amiga-. ¡Oye, esta Ravenclaw sí le hace honor a su casa! Creo que hasta me está empezando a agradar.
-Pe-pero -tartamudeó Harry-, ¡yo no quiero irme de aquí! ¡Que se vaya él, que ya está muerto y no tiene la necesidad de ocupar un apartamento!
-¿Muerto? -repitió Luna-. No, Harry, Malfoy no está muerto.
-¿Qué? -preguntaron Harry y Malfoy al unísono, y de nuevo, como en la vez anterior, se miraron con resentimiento.
-Que no está muerto -respondió Luna con una amplia sonrisa-. No me parece la energía de una persona que haya dejado de vivir. Tal vez no esté aquí físicamente, pero en alguna parte, su cuerpo está vivo aún.
-¿Aún? -preguntó Harry, todavía sin poder asimilar ni terminar de creerse lo que su amiga le estaba diciendo.
-Sí -dijo ella mientras tomaba el cuchillo que Harry había soltado y retomaba la tarea de partir limones-. Creo que entre más tiempo pase su espíritu alejado de su cuerpo, más probable será que pronto esté realmente muerto.
-¿Qué? -jadeó Malfoy-. ¡Oh, no, no quiero morir! ¡POTTER! -gritó justo junto al oído de Harry, haciendo que éste pegara un respingo-. ¡Pregúntale si sabe en dónde está mi cuerpo!
Luna abrió mucho los ojos y sonrió más. Harry casi estuvo seguro de que, de alguna forma, ella podía escuchar o entender lo que decía el otro histérico. La chica negó con la cabeza mientras respondía:
-No, me temo que no puedo ayudarlos con eso, Harry. No soy adivina, sólo soy una bruja común y corriente, ¿sabes?
-Oh, no por favor -gimió Malfoy-. Las únicas personas que me escuchan y tenían que ser estos dos imbéciles. El bobo Potter y Lúnatica la loca. Estoy realmente frito.
-¡Cállate, Malfoy! -le espetó Harry, realmente harto de él y de toda esa situación-. ¡Eres un malagradecido! ¿Qué esperas que hagamos por ti, si tú mismo no tuviste cuidado de vigilar dónde demonios dejabas tu cuerpo?
¿Qué había hecho Harry para merecer el castigo de ser el único que podía ver al “espíritu de Malfoy cuyo cuerpo continuaba vivo en alguna parte”, según le decía su amiga Luna? Ahora que lo pensaba, no sabía qué era peor: si haber creído que Malfoy estaba muerto y que su fantasma nunca lo dejaría en paz; o saber que estaba vivo pero que corría peligro y no tener idea de dónde encontrarlo para auxiliarlo.
-Eh, ¿Harry? -escuchó que Ron gritaba desde la sala-. ¿Todo bien en la cocina?
Luna y él intercambiaron una mirada.
-Sí, todo bien -respondió Harry antes de tomar el par de cervezas que había sacado para Ron y él-. Ahora vamos.
-¡Oye, OYE, POTTER! -chilló Malfoy-. ¿No piensas ayudarme? ¡No puedes dejarme así sabiendo que estoy en alguna parte en peligro de morir!
Harry se detuvo y suspiró con cansancio. Realmente le remordía la conciencia no ayudar a Malfoy, pero, ¿qué demonios podía hacer? Miró a Luna sin saber qué más decir y ella pareció comprender lo mal que lo estaba pasando.
-Mira, Malfoy -dijo Luna de repente, mirando por toda la cocina como si no pudiera determinar el punto preciso donde estaba parado el rubio-. No seas tan exigente. Harry desea ayudarte, pero es difícil saber cómo. Además, ¿sabes que Harry también está viviendo sus propias tragedias, no? Con eso de que Terry lo traicionó subiendo una grabación digital pornográfica de ellos dos a la red de comunicación muggle… y todo el escándalo que se desató.
-¡LUNA! -gritó Harry, enrojeciendo hasta la médula y queriéndose morir cuando Malfoy, detrás de él, comenzó a reírse a carcajadas.
-¿El novio de Potter? ¿Subió un video porno? ¿A LA INTERNET? -decía Malfoy entre risas-. ¡Oh, dios, por favor, yo tengo que ver eso! ¿Qué tal tu desempeño, Potter? -se burló, acercándose a él y riéndose en su cara-. Debió de ser patético, me imagino. Porque para orillar a un novio a que haga algo como eso, seguramente es porque no vales nada la pena.
Harry, en ese momento más que nunca, lamentó de verdad que Malfoy no tuviera un cuerpo qué poder golpear o hechizar.
-¡Cállate, Malfoy! ¡No sabes nada de nada!
-Claro que no, pero lo sabré en cuanto recobre mi materialidad y le ponga las manos encima a una computadora conectada a la red. Oh, no puedo esperar a ver eso. ¿Así que, de auror a estrella porno, Potter? ¡Con razón estás desempleado! ¿Quién querría contratarte a ti, un ebrio mugroso, para filmar otro video?
Harry tenía tantas ganas de callar esa boca que no entendía cómo podía contenerse de no liberar su magia y hacer estallar todo el apartamento.
-¡Pero al menos yo no tengo una esposa que, oh, desaparezco, y ni siquiera se preocupa por buscarme en serio! -le masculló a Malfoy, tan enojado que no le importó cómo le cambiaba el semblante al otro-. ¿Te has dado cuenta de que apenas tienes dos meses desaparecido, que tu cuerpo está por ahí quién sabe dónde, y que ya nadie se preocupa por encontrarte? ¡Yo no veo a tu mujercita organizando búsquedas, ni poniendo carteles de “Se ofrece recompensa”, ni nada de nada! ¡Ni a ella ni a tus supuestos amigos! ¿Qué dice eso de ti, eh, Malfoy?
-¡Harry, no! Así no -intervino Luna con voz suave, pero ya era demasiado tarde. Malfoy le regaló a Harry una mirada cargada con el más profundo resentimiento y reproche antes de desaparecer de la cocina.
Harry tragó y se pasó la mano por la cara. ¿De dónde demonios había salido todo eso? ¿Desde cuándo él era así de patán? Ahora los remordimientos no lo dejarían en paz.
Luna carraspeó y Harry, después de suspirar pesadamente, se giró a verla.
-Eso ha salido bastante mal, ¿verdad? -preguntó ella con una sonrisita de comprensión.
-Y que lo digas -susurró Harry-. Malfoy se fue. Adonde sea que se va cuando desaparece.
-Sí, lo sentí -dijo ella-. Dejó una estela de tristeza, como el paso de un cometa que preferiría poder quedarse en la Tierra. ¿Te diste cuenta?
Harry meneó la cabeza en un gesto negativo. Lo último que necesitaba era que Luna le confirmara el daño que acababa de hacerle él mismo a Malfoy. Como si el otro pobre bastardo no tuviera ya demasiados problemas.
-Creo que hay que darnos prisa en terminar esto -dijo Harry, deseoso de cambiar de tema-. O Glee se terminará y nunca te darás cuenta de lo terrible que es -finalizó con una sonrisa forzada.
Luna lo observó intensamente, como intentando decirle con la sola mirada que con ella no necesita fingir.
-No me interesa ver eso, Harry -le dijo al fin mientras terminaban de preparar la charola con bebidas y alimentos que llevarían a la sala-. Me gustó muchísimo más tu actuación en la grabación que hiciste con Terry.
Harry se sonrojó tanto que creyó que se prendería en llamas.
-Haré de cuenta que no he oído eso -masculló entre dientes-. Por mi propia salud mental, necesito olvidarme de que ese video existe. Y lo último que me hace falta es que la gente que me conoce me lo recuerde… ¡especialmente mis amigos, Luna! Si lo viste, te lo juro, prefiero no saberlo.
-Como quieras, pero es cierto cuando te digo que tu desempeño fue muy bueno -dijo ella con una amplia sonrisa-. No comprendo por qué tanto escándalo; me parece que hacer eso es algo muy natural, y más cuando lo hacen tan bien como tú. Espera a que Malfoy lo vea y te aseguro de que opinará lo mismo que yo.
-Dios, no, cambiemos de tema, Luna, por favor -le suplicó Harry, preguntándose si alguna vez dejaría de sentirse avergonzado de eso. Sospechaba que no.
Luna sonrió por toda respuesta mientras se dirigían a la sala y eran gratamente recibidos por un Ron muy sediento y una Hermione completamente asombrada (y no de buena manera) con el drama juvenil que se suscitaba en la pantalla de la TV.
Harry pasó el resto de la velada simulando que ponía atención a lo que sus amigos decían, pero su mente estaba completamente volcada en Malfoy. El presentimiento de que éste no se volvería a aparecer y que, debido a eso, Harry no podría prestarle su ayuda, no lo dejaba divertirse en absoluto. La esperanza de embriagarse hasta desmayarse en cuanto sus amigos se fueran, fue lo único que lo mantuvo cuerdo durante ese tiempo.