Y empecé a escribir y ya no podía parar. Escribía por la mañana, por la tarde, por las noches. A la hora de la cena, entre clase y clase. Había días que no comía, ni apenas bebía. Mis compañeras de piso estaban asustadas, me decían que tenía que salir a la calle, dar un paseo, que tenía que descansar. Pero no podía, había empezado a escribir y
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