Título: Deep Breath
Pareja: Sehun x Luhan
Género: AU.
Rating:PG-13
Número de palabras:28.000+
Advertencias: Enfermedad, ¿algo de angst?
Resumen:Así como Luhan nunca ha tenido nada más grave que una gripe, tampoco ha tenido nadie como Sehun.
Notas: Escrito para Seoul Nights 4.0, para Leto♥ Se puede leer
aquí. El prompt daba para más, pero la historia en algún momento se me fue de las manos y ni siquiera pude tocar varios puntos más o con mayor profundidad. Qué es el tiempo. Quise reescribirlo pero...
I. Inspirar
Joonmyun le hablaba entre luces tenues y copas de vidrio fino con tragos elaborados. No recuerda mucho más de la situación; ni la música, ni la noche que se entreveía por los ventanales ni cuán ebrio estaban. Solo la conversación y el tono entretenido de su acompañante.
Supone que la memoria trata a los recuerdos de borracho como a los de la infancia, de una forma nublosa y selectiva, poniendo énfasis en cosas casi aleatorias, a las que por alguna razón le ha prestado atención. Ni siquiera puede recordar esa razón.
-Hay gente que cree que la literatura griega es la más antigua del mundo, cuando en realidad es… no me acuerdo bien, ¿la sumeria? -Joonmyun se interrumpió con un mohín en los labios que a Lu Han le produjo risa-. ¿Sabes por qué? Porque nadie la estudia en la escuela. Los textos griegos son más accesibles, al parecer. Pero no solo eso, hay profesores que dicen que los griegos establecieron algo importantísimo para la literatura en sí. ¿Sabes qué?
-No -contestó Lu Han, con un leve hundimiento de hombros.
-Los temas universales -dijo Joonmyun, colocando énfasis en cada palabra. Luego se acercó ligeramente para explicarse por encima de su copa-. Cualquier obra literaria puede encasillarse en alguno de esos temas. Ya sea tragedia, comedia, épica… Siempre hay un ‘héroe’ que realiza algún tipo de viaje, externo o interno, y acaba diferente a cómo empezó. Porque en ese viaje tuvo que lidiar con algo relacionado a estos temas. Todas las obras literarias son variaciones de los mismos temas.
-¿Entonces me estás diciendo que Sun Tzu y Shakespeare hablaban de lo mismo? -preguntó. Joonmyun hizo una mueca de hesitación, pero luego asintió, un poco contento de que Lu Han le había estado prestando atención-. ¿Por qué nadie me lo dijo antes? Me habría ahorrado unos cuantos reprobados en la secundaria.
Joonmyun se rió suavemente.
-No estoy seguro, no leí ‘El arte de la guerra’ -confesó como si fuera una falta grave de su parte-, pero supongo que sí, hay un tema en el que se relacionan. ¿Te dije cuáles son los temas? -preguntó de repente.
Lu Han negó con la cabeza y su acompañante suspiró entre los últimos sorbos de su trago. Era miércoles y el cansancio podía leerse en las facciones gentiles de Joonmyun a poca distancia. En las suyas también, o al menos en el reflejo que veía en la copa. Sin embargo, no había agotamiento que no pudiera apaciguarse con tragos largos, dulces que ocultaban el ardor en su garganta y el retorcijón en su estómago. Se había prometido dejar de tomar, pero el blue curaçao manchaba suavemente sus labios y Lu Han nunca fue bueno con las promesas.
-Amor, muerte, y honor. O vida; algunos dicen que es vida y no honor, pero para los griegos el honor era su vida, así que podría ser un poco lo mismo. -Volvió a suspirar y se frotó el cuello, entre cansado e incómodo por no hablar con exactitud. Lu Han lo conocía ya hacía más de un año por ese entonces y siempre obtuvo la sensación de que Joonmyun era el caballero perfecto y que ni siquiera se esforzaba. En cierta forma, lo envidiaba-. Así que en uno se relacionan, al menos con el famoso «ser o no ser». ¿Sabes cuál?
-¿Me vas a calificar? -cuestionó rápidamente con un tono de miedo fingido que hizo reír a Joonmyun-. ¿Acaso aburres a los clientes con estas cosas?
-No, a veces les repito los resultados del Manchester United -respondió con velocidad, un chiste ya usado pero que valía la pena cuando Lu Han le golpeaba como niño ofendido.
Ya habían acabado sus bebidas y pronto se despedirían porque a la mañana siguiente tenían que volver a trabajar y sus charlas eran solo para distenderse. Tenía algunas copas de más y tropezó ligeramente al intentar pararse cuando escuchó la última pregunta de Joonmyun.
-Si tuvieras que escribir tu historia, ¿en qué tema te basarías?
No puede recordar qué contestó.
*
Son casi las dos de la mañana cuando escucha la puerta cerrarse y está seguro de que es Sehun. No es la primera vez que se mete en su habitación, después de todo. Siempre que le pregunta cómo lo hace, el joven evade darle respuestas con una expresión de perplejidad inocente o con una sonrisa ladina, pero Lu Han está convencido de que engatusó con guiños fallidos y palabras endulzadas a alguna de las recepcionistas o que directamente se robó la tarjeta cuando nadie le prestaba atención.
Desventajas de vivir donde trabaja y de acostarse con uno de los empleados.
Sehun apesta a tabaco y juventud desaprovechada. O no, quizás es solo tabaco y un poco de cerveza con muchas risas y pocas preocupaciones. La puerta se cierra con un ruido fuerte y Lu Han lo escucha maldecir en coreano por lo bajo. Siente que cada palabra, que ni siquiera comprende completamente, es como un insulto, desprecio cargado en cada consonante, hacia él. Entonces mira el «fuerte» escrito en su brazo en inglés, con letras temblorosas de alguien que no acostumbra a utilizar el alfabeto latino, y cierra los ojos.
No puede; no quiere enfrentársele, hablarle o siquiera mirarle. Quiere que se vaya, que se lleve su olor a diversión falaz y que lo deje solo. Que ya sea mañana, un día nuevo, un día cualquiera en el que Lu Han se coloca su traje Armani y toma el mando en la organización de los grandes eventos del Hotel Mandarin Oriental mientras ruega por un descanso.
Mantiene los ojos cerrados intentando no ser demasiado evidente, pero está un poco agitado y la tos lo traiciona. Es un esfuerzo inútil de cualquier manera, porque aún si fuese creíble o no, Sehun no es del tipo de persona que deja que el otro duerma placidamente si tiene algo, cualquier cosa, que decirle. Se lo advirtieron entre bromas hace casi dos años y por entonces Lu Han seguía pecando de ingenuo.
Sehun se sienta en el borde de la cama y sacude su hombro, con un poco de cuidado pero insistente.
-Hyung. Vamos, hyung -dice en un murmullo. Lu Han se estremece y se envuelve aún más entre las frazadas, pero finalmente decide admitir que está despierto y emite un ruidito para indicar que sí, lo oye-. ¿Cómo estás? -pregunta Sehun y, como si fuera una respuesta premeditada, él tiene un ataque de tos que lo deja con la garganta adolorida-. Ya veo. ¿Qué te dijo el médico?
Se hunde todavía más bajo las frazadas aunque ya no siente tanto frío, sino que una ola de calor inunda su cuerpo y lo ahoga. Se siente un poco mareado, suda, y está algo molesto. Y es que encuentra su estado un poco demasiado irónico porque, después de todo, tiene los párpados cerrados y no se ha movido de la cama desde el atardecer.
Contesta con un hilo de voz.
-Es una simple gripe.
-¿Nada más? -cuestiona Sehun y en su tono hay algo que Lu Han no se esfuerza en adivinar qué es. Preocupación, curiosidad, indignación o apatía-. ¿No te revisaron? ¿No te hicieron ningún examen?
Lu Han ahoga un jadeo. Agradece que su respiración no sea regular y pase inadvertido. O al menos eso cree, porque sigue evitando abrir lo ojos. Si lo hace, sabe que mirará su mesa de luz con una intensidad sospechosa y Sehun no es idiota. Al contrario, el joven es suspicaz. O él es un libro abierto; no sería la primera vez que se lo hacen saber.
-No es necesario.
-¿Nada? -insiste.
-Aún no están los resultados -admite y no es mentira; en serio, no es mentira. Sus pensamientos recaen inevitablemente en su mesa de luz, pero intenta al menos guiarlos hacia la madera de fina caoba o hacia la Biblia que lleva años dentro del cajón y que Lu Han nunca se animó a sacar-. Es una simple gripe, Sehun -reitera con énfasis-. Unos analgésicos y ya.
Sehun se acuesta a su lado. Rodea sin cuidado su cintura por encima de la frazada y su aliento golpea su nuca y hace que Lu Han se estremezca. Presiente una nueva ronda de escalofríos y que Sehun quiera envolver sus piernas con las propias, no ayuda. Porque no solo lo envuelven, lo atrapan y Lu Han se siente pequeño, mal, a merced de un destino que no debería ser el suyo. Siente un ligero olor cítrico, oculto entre el olor a tabaco, del que no está tan seguro.
-No deberías estar cerca de mí -señala.
-¿A que sí?
-Debes alejarte.
Oye un ruidito inconfundible, una negación rotunda y juguetona que es acompañada por dedos presurosos que intentan meterse debajo de la frazada.
-Es contagioso. Te contagiarás y… -le advierte. O intenta hacerlo.
-No importa -responde Sehun y se hunde de hombros-. Soy de buenas defensas.
Lu Han creía que él era igual.
-Pero lo harás -dice y quizás está un poco exaltado y suena demasiado brusco, en absoluto como sí mismo. Es una afirmación, completamente definitiva. Vuelve a hundirse más dentro de la frazada, ciñéndosela más al cuerpo y echando los dedos ajenos-. Vete a casa, Sehun. Hoy no tengo ganas de follar.
Debe haber algo en su tono o en la situación, porque Sehun no hace un acto de mocoso malcriado e insiste. Tal vez es rabia. En cambio, Sehun lo mira con el ceño fruncido antes de pararse y, finalmente, irse.
*
Su trabajo es una excusa perfecta para evitar a Sehun. No obstante, es también lo que lo encadena a su celular, veinticuatro horas prendido, la mayoría del tiempo en su mano. Recibe y realiza demasiadas llamadas al día y notificaciones de KakaoTalk. Quisiera reconocerse como un profesional en ignorarlas, pero no puede, porque sabe exactamente cuántas veces ha vibrado y ha visto qué dice uno que otro mensaje cuando le saltan las notificaciones.
Tampoco lo exenta de verlo. El Hotel Mandarin Oriental podrá ser enorme y sus grandes espacios estar abarrotados de gente de diferentes nacionalidades, pero Sehun bien podría ser el botones casi perfecto. Alto, guapo y servicial cuando debe serlo. Apenas y puede fingir amabilidad tintada de sarcasmo, pero lo compensa con su buena presencia, que se pasea por todos los sectores del hotel, cargando equipaje y llevando recados.
Se topan en el segundo piso y ambos se miran de reojo antes de seguir trabajando. La mirada de Sehun es intensa y, en cierta forma, lo sobrecoge. Minutos después recibe una llamada que, tras vacilar por unos segundos, decide tomar.
-Hyung, ¿quieres que nos juntemos?
-No puedo. Yixing está en la ciudad.
Nuevamente, no es mentira; en serio no lo es.
-Podemos tomar algo los tres. Por lo que te he oído hablar, Yixing es un tipo bastante genial.
Lu Han suspira y se agarra el puente de la nariz por un momento.
-Otro día -promete y sabe que es una promesa vana. La llamada muere.
Sí ha tenido éxito, en cambio, ignorando un par de llamadas con característica numérica de Beijing y una que otra del hospital. No ha sido difícil; solo se ha quedado estático, mirando la pantalla hasta que se apagaba.
*
Cuando se mete en la ducha, siente el estrés de la semana en su espalda. Es pesado, mucho más pesado que otras veces y el agua caliente no lo relaja. De hecho, sus músculos contracturados son lo único que en sus momentos libres le recuerdan que esa sensación de irrealidad que siente es justamente eso: una sensación. El mundo no se le viene encima, nadie lo está poniendo a prueba y todo es una broma.
Sí. Todo es una broma; seguramente.
Mira el «fuerte» escrito en su brazo, la tinta difuminada y borrándose lentamente con cada gota de agua, y se echa a reír. Ríe por lo bajo, un sonido seco y sardónico que no se parece en absoluto a su risa habitual. La tinta del sharpie era supuestamente indeleble pero no ha demorado en empezar a borrarse. Está casi seguro de que Sehun se lo había escrito con un cierto grado de burla, especialmente porque tras hacerlo le recordó que no pudo levantar una maceta. Ríe porque aprendió a que debía hacer solo eso. Pero Sehun también fue en parte serio y él hoy ha vuelto a evitar llamadas con características numéricas de Beijing y un par de de Yixing.
Ríe por lo bajo porque todo es seguramente un broma. Una que está saliendo mal.
Sale de la ducha con un manchón en el brazo. No tiene tiempo para pensar, se excusa, es sábado y en unas horas se casa la hija del gerente de algún banco y él debe estar ahí para supervisar que no haya errores.
*
Hong Kong es más cálida que Beijing, pero más húmeda y el viento fresco de febrero a veces se entremete a través de los rascacielos, recorre las calles y lo golpea de lleno en el rostro. Uno de los pasantes del área de administración le ha señalado su nariz, roja y lastimada por el frío y el abuso del pañuelo, como si no lo supiera ya, como si no hubiese visto su reflejo en toda la semana, en cada espejo y superficie reflectante. No solo arremete contra su cara, también traspasa su conjunto deportivo, se le adhiere a la piel y lo hace temblar y toser impetuosamente.
Hace una pequeña mueca antes de seguir estirando. Últimamente no hace más que eso; temblar, toser y tratar de aparentar que no se siente tan fatigado.
-¿Estás seguro de que quieres jugar? -pregunta Joonmyun, su rostro contraído en clara preocupación.
Lu Han asiente.
-No estoy tan mal como para que me aparten -responde con una sonrisa, pero Joonmyun no cambia su expresión-. Aún no empezó el partido ¿y ya me quieres sacar? ¿Tanto miedo les doy? -bromea.
-Es solo un partido amistoso entre nosotros, Lu Han, no la Premier League -señala Joonmyun con una pequeña sonrisa-. Y hoy estás en mi equipo -le recuerda-, así que si considero que no te encuentras bien, te vas a las gradas -le advierte y señala los bancos colocados a un costado de la cancha a modo de tribuna. Sehun está sentado en uno de ellos y no es completamente raro.
El partido de fútbol es un evento que realizan a modo de retiro corporativo organizado por los mismos empleados cada cierto tiempo, cuando la temporada es baja y pueden reunirse más de treinta personas. Lo cierto es que en un hotel cinco estrellas nunca hay tiempo realmente y la mitad de los presentes están en sus semanas de vacaciones y la otra mitad ha logrado tomarse un par de horas de descanso, pero son eventos que se han vuelto habituales al menos una vez por año. Ya se realizaban cuando Lu Han empezó a trabajar y fue una costumbre a la que se adhirió alegremente. Después de todo, le encanta el fútbol y rodearse de amigos y, aunque nunca le ha costado llevarse bien con la gente, este tipo de evento logra que los demás dejen de lado por un momento la jerarquía laboral.
Es lo que más le recuerda a sus primeros años en la universidad, cuando el tiempo no se medía en yuanes y el olor a pasto era más común que el de Paco Rabanne.
El arquero de su equipo trabaja en lavandería, el defensor en recursos humanos, el centrocampista es camarero en el bar del décimo quinto piso. Así que no es raro que Sehun esté ahí, aunque sea como simple espectador. De hecho, lo raro es que no esté parado a su lado, siguiendo con diversión poco disimulada su intercambio con Joonmyun. Incluso se pondría de su lado, Lu Han apuesta, ya que lograr hacer cabrear a Joonmyun ha sido su misión desde que pisó Hong Kong, según le contó una noche mientras ambos caminaban por el Puerto de Victoria, en una cita espontánea tras la insistencia de Sehun por un poco de bubble tea.
-Pero sin mí los acribillarán. Serán como Brasil contra Alemania.
Joonmyun niega.
-Te veo mal y te vas -reitera y sonríe gentilmente cuando Lu Han asiente y masculla que está bien.
Apenas suena el silbato, intenta demostrarlo. No está mal. Se adueña de la pelota tal y cómo su padre le enseñó de pequeño, con pequeños juegos de pie y mucha tenacidad. Corre con ella lo más veloz que puede y siente cómo su corazón palpita más y más rápido mientras evita un par de jugadores del equipo contrario. Oye que Joonmyun le grita que haga un pase, que alguien está libre, pero sigue corriendo porque puede hacerlo. Puede meter un gol. Lu Han no está mal. La gloria está en meter el gol y ésta empieza a crepitar en su cuerpo a medida que se acerca al arco. Los hombres solo deben ostentar triunfo y rodillas peladas. Puede recordarlo como si se lo hubieran dicho nuevamente ayer, entre entrenamientos y viajes hacia el colegio. Los verdaderos hombres no demuestran sus problemas y piden ayuda, no se quedan obnubilados cuando un defensor se acerca ni pasan la pelota.
Los verdaderos hombres están bien.
Y Lu Han es un hombre.
Se está entrometiendo en el área de penal, agitado y obligándose a respirar por la boca, cuando siente que su pecho se contrae y empieza a toser furiosamente. Pierde el control del balón y por un momento de sí mismo. Sus ojos están acuosos y su garganta produce unos sonidos ahogados y ridículos que parecen no detenerse aun cuando se agacha y tapa la boca con una mano, ya que debe apoyar la otra en suelo para encontrar estabilidad.
-¡Lu Han! ¡¿Estás bien?! -grita Joonmyun desde el otro lado del campo y Lu Han está seguro de que llegará a su lado en menos de un minuto. Como toda respuesta, solo asiente porque su garganta aún está resentida. Es inútil, porque hace años que es amigo de Joonmyun y sabe que éste ya habrá concluido lo contrario-. No, no lo estás. Venga, déjame que te ayude -dice y le estira la mano para ayudarlo a levantarse. Ve a Sehun a lo lejos, parado sobre las gradas, con las cejas en alto y la boca ligeramente abierta.
-¡Que sí! -contesta. Se pone de pie apenas y aceptando la mano de Joonmyun, impulsándose con la otra mano-. Puedo jugar todavía otro rato.
-Ve a descansar.
-Un rato más -pide y le ruega con los ojos-. Solo un rato más.
De alguna forma, Joonmyun acaba aceptando. Lu Han no quiere pensar en que es un adulto y que no debería pedir consentimiento ni utilizar tácticas tiernas que no ha usado en años. O que sí está buscando aprobación y que está arruinándose lentamente en el proceso. Hay saque de arco y eso es todo en lo que quiere pensar.
En fútbol. En que todavía puede jugar. En que no está mal. En que los verdaderos hombres aguantan todo el partido. En que hace lo correcto, ha aprendido a seguir las reglas. En que él debería estar bien, ¿no? ¿No?
¿Entonces por qué pierde control sobre la pelota cuando lo interceptan dos defensores? Si años atrás los hubiese pasado con facilidad. ¿Por qué le cuesta tanto llegar al arco? ¿Por qué le duele la cabeza y por qué le sacan la pelota? ¿Por qué no puede recuperarla? Corre y lo intenta; y sigue corriendo y vuelve a intentarlo, pero no puede. ¿Por qué no encuentra manera de hacerlo? ¿Cómo se ha equivocado? Gruñe de frustración y su cabeza parece querer explotar. ¿Por qué le afecta ahora? ¿Por qué le es tan difícil? Si se suponía que todo estaría bien. ¿Por qué se ha volteado el partido? Apenas comenzaron. Aún queda mucho tiempo. ¿Por qué tiene esa sensación de que van a perder? De su garganta se escapa otro gruñido, más gutural. ¿Por qué no puede voltear nuevamente el partido a su favor? ¡¿Por qué no puede recuperar la maldita pelota?!
-¡Lu Han! -grita alguien.
¿Por qué le sacan tarjeta amarilla?
-¡Yo no hice nada! -le contesta al conserje, quien oficia de árbitro. Pero a sus dolores se le ha añadido uno repentino en el empeine y enfrente de él está el pasante, Hang Lee si no recuerda mal, agarrándose el tobillo mientras su rostro se contrae en dolor.
Y quizás sí hizo algo.
Cae en la cuenta de ello y se siente como un balde de agua fría, directo a su cara. Se espabila y mira alrededor. Hay expresiones de molestia, otras de preocupación, la mayoría con una gran porción de desconcierto. Joonmyun se acerca consternado mientras Hang Lee sigue en el suelo, gimiendo del dolor, y como si fuera a propósito, Lu Han tiene otro ataque de tos. Ya no sabe cuántos ha tenido en el día. Éste es más fuerte que los anteriores, no obstante, y pareciera que le está quebrando el pecho con cada expiración convulsa. Sus músculos están fatigados, su corazón acelerado y está bastante seguro de que tiene los pulmones magullados.
-¿Lu Han? -tantea su amigo y pone una mano en su hombro-. Quizás sea mejor que te lleve a casa -sugiere. Y no es rudo, pero tampoco le da opción-. O al hospital.
Quiere negarse. Quiere repetirle que está bien, mas es complicado cuando su garganta arde como si la estuvieran raspando por dentro.
-Hyung, yo lo llevo -anuncia Sehun y Lu Han supone que en la conmoción se ha acercado. Lo agarra del brazo y empieza a tirar de él.
-Cuídalo, por favor -le pide Joonmyun. No necesita voltearse para saber que Sehun ha asentido en silencio.
Lu Han se deja arrastrar un par de pasos antes de volver a hablar, con voz tímida y estrangulada.
-Yo… lo siento. -Es un susurro. Mira a Hang Lee cuando lo dice porque es quien se merece una disculpa inmediatamente, pero no solo se dirige a él. Se dirige a todos y a sí mismo.
Tal vez, es más que nada a sí mismo.
-Hyung, ¿cómo estás? -pregunta Sehun mientras se detienen en las gradas a buscar sus pertenencias. Es una pregunta estúpida, ambos lo saben; gestada en la costumbre o en el deseo de romper silencios incómodos. Es más estúpida porque Lu Han no necesita responderla verbalmente.
No está bien.
Creía estarlo, pero le sacaron tarjeta amarilla.
*
En el hospital lo atienden minutos después de llegar. Todo parece demasiado blanco y esterilizado y Lu Han está casi seguro de que lee reproche en las facciones de doctores y enfermeros. Afortunadamente Jia, la doctora que lo atendió la última vez, está de guardia. Revisa su historial médico por encima y sabe leer su expresión con facilidad; entonces le pide a Sehun que vaya a la sala de espera mientras lo examina.
Jia tiene los resultados definitivos que Lu Han no quiere escuchar y nombres de exámenes que no quiere hacerse. También tiene consejos y sugerencias que él no pidió.
Sin embargo, no se queja; simplemente la escucha. No puede decir nada aún.
*
Nunca dejan de ser graciosas las expresiones de algunos ilustres clientes del bar del Hotel Mandarin Oriental cuando se fijan en la apariencia de quien los complace con un jazz suave. Yixing nunca ha sido una persona que pusiera especial énfasis en su vestimenta, nada más que ropa cómoda, sweaters holgados y pantalones que no se le cayeran al caminar. A veces, en invierno, podía aceptar usar alguna que otra bufanda pero Lu Han jamás ha podido siquiera imaginarlo con una corbata.
-¿Cómo es que cada vez que estás en la ciudad, tengo que venir a encontrarte acá, en el piano? -pregunta y se regocija al ver la manera en Yixing da un saltito, saliendo finalmente de su trance pero sin dejar de acariciar las teclas.
-¿Cómo es que cada vez que vengo a Hong Kong, tengo que venir a buscarte al hotel? -contraataca Yixing, aunque hay más broma que rudeza en su voz-. Si Mahoma no va a la montaña…
-¿La montaña va al piano? -le interrumpe y le señala una mesa desocupada.
-Es un buen piano.
«Es Bösendorfer», se siente tentado a añadir. Una costumbre construida en el trato diario con clientes a los que sí les importan ese tipo de datos. Yixing es todo lo contrario. Solo le interesan las sensaciones y las emociones, cómo se desarrollan y cómo pueden malearse con un movimiento o un sonido. De hecho, es el claro ejemplo de persona que estaba indecisa sobre sus gustos y que no planificaba su futuro; que ha elegido abarcar todo lentamente, al ritmo que dicta sus pasiones, y ha terminado apretando mucho.
Es uno de los directores cinematográficos y compositores más requeridos de China, que divide su tiempo entre el estudio, festivales de cine independiente y escenarios de vídeos musicales; pero que solo acepta proyectos que realmente le interesen, aun si al principio de su carrera sobrevivía ocupando los sofás de sus amigos. Es ese tipo de desenvoltura, de libertad, lo que aprecia tanto de Yixing y, en cierta forma, desea. Nunca lo ha denominado envidia, pero a veces, entre finales de llamadas y apuntes de su agenda para el lunch de una gran firma canadiense, lo desea tanto.
-No me juzgues -dice Yixing, tras ordenarle al camarero una simple limonada. Lu Han alza una ceja, ligeramente divertido. Las visitas de Yixing, a veces sorpresivas, siempre le mejoran el humor-; no vine por «Cola de dragón» o el nombre ridículo que tenga lo que te pediste. -Lu Han se ríe abiertamente-. Oh, ¿has hablado con Yifan? -pregunta repentinamente.
La expresión de Yixing decae un poco cuando él niega con la cabeza.
-No he tenido tiempo.
-Oh, bueno -acepta sin más y sonríe hasta que se le marca un hoyuelo en su mejilla cuando el camarero deja enfrente suyo un vaso alto con hielo y rodajas de lima que Lu Han jamás ordenaría en invierno-. Me llamó un par de semanas atrás y me pidió nuevamente tu número. Al parecer, había perdido su celular.
-Oh -menciona simplemente. No sabe qué responder. Hace tiempo, más de un seis meses quizás, que no habla con Yifan. Tampoco que hablaran tan seguido; una vez acabada la universidad, siguieron en contacto pero con llamadas espaciadas en los días, cada uno más ocupado en sus nuevos y suntuosos trabajos.
Entonces la mirada de Yixing cambia. Y Lu Han se recuerda que Yixing es un pésimo mejor amigo. Porque puede pasarse horas hablando sobre la belleza y lo maravilloso que es el cine expresionista alemán, o la calidad cinematográfica y musical de obras de Kubrick y Coppola, relatándole completamente las películas, pero no se acuerda de saludarlo para las fiestas. Él no es suspicaz, en lo absoluto, pero tiene una pizca de perspicacia que siempre lo hace dar en el blanco.
-¿Tú cómo estás?
-Bien.
-¿Bien? ¿Con bufanda en un sitio calefaccionado y voz de sapo?
-Es una gripe, no más -contesta y se muerde la mejilla interior. Ya no sabe cuántas veces ha tenido este tipo de conversación. Está harto de dar siempre las mismas respuestas pre-fabricadas, pero depende de ellas.
-Dime que has ido al hospital -pide Yixing, aunque no espera a que le dé una respuesta-. ¿Qué te ha dicho el médico?
Suspira. Su piel se pone suavemente de gallina y cosquillea como si estuviera teniendo un déjà vu. Pero no es uno, porque Lu Han recuerda a Sehun haciéndole la misma pregunta pero en inglés y en la sala de espera.
-Nada grave. -Y es la misma respuesta que dio días atrás, con el mismo hilo de voz incluso. Afortunadamente, Yixing no posee una expresión de incredulidad similar a la de Sehun con sus cejas alzadas, sino que su semblante es más afable.
-¿Nada grave?
Lu Han asiente y se muerde la lengua. No dice un «sí» como le había dirigido a Sehun; ya no se siente capaz de hacerlo. Menos aún cuando su hombro derecho empieza a picarle y parece arder en el preciso lugar donde las letras se han asido a su piel.
Es una palabra, no más de siete caracteres, que Sehun le escribió tras regresar del hospital. La siente como una patada en los testículos.
-Sabes que tienes un problema, ¿no? -dice Yixing y Lu Han lo mira exaltado. Sus ojos están bien abiertos, el pavor destellando ligeramente en sus pupilas. Niega con la cabeza, quizás demasiado rápido-. Lo tienes -afirma su amigo, cejas fruncidas en preocupación, mientras toma limonada con tranquilidad. A veces es tan tranquilo y parsimonioso que la gente pasa por alto la seriedad de sus palabras. Lu Han no. Las experiencias le enseñaron que Yixing en realidad sacude y abofetea cuando habla, pero nunca con malicia-. Y no te gusta hablar de tus problemas, lo entiendo, pero tienes que soltarlo.
-No es nada -asegura Lu Han y toma un sorbo de su trago para mantenerse ocupado. Yixing suspira porque en realidad lo está rechazando. Como ha hecho con cualquier tema que sea demasiado personal casi desde el primer momento en que se conocieron, en el auditorio de la universidad y con la ansiedad del futuro por delante.
-Nada es algo -puntualiza y por unos largos segundos muerde distraídamente la lima-. Está bien si no quieres contarme nada ahora. O nunca. Pero debes hacerlo; ya sea conmigo, con un psicólogo, con tu novio o hasta un bar tender.
-¿Qué dices? -salta Lu Han y debe dejar nuevamente la copa sobre la mesa porque su mano, o todo su cuerpo quizás, está empezando a temblar-. No tengo novio.
-¿No me dijiste la última vez que salías con alguien? -cuestiona, ligeramente desorientado.
-Sí, pero…
-¿Han follado más de tres veces y se ha quedado a dormir? ¿Han salido a cenar o tomar algo por allí? Felicidades, eso para mí es un novio -sonríe suavemente e incluso le palmea el hombro a un Lu Han tieso y con ojos bien abiertos en temor-. Venga, no te pongas así. Sabes que no me importa.
No reacciona con más que un asentimiento. Es cierto; Yixing puede ser un pésimo mejor amigo, pero por sobretodo es una grandiosa persona y quizás debería agradecérselo más seguido. Porque ha estado allí en todo momento, abriéndole los ojos como cuando lo de Yifan o abrazándole fuertemente y dejándole acampar en su habitación hacia el final de su tercer año en la universidad.
Yixing es especial, pero Lu Han no quiere poner a prueba hasta qué punto es tan distinto del resto de la sociedad.
-Pero en serio, debes soltarlo. No es bueno que evites tus problemas. Que no quieras ver a la boa en la habitación, no evita que te agobien y finalmente te ahoguen.
Lu Han hace una broma mala con elefantes y serpientes constrictoras para dispersar su propia tensión.
No se ahogará. Sería casi imposible. O quizás sí lo hará, aunque sería paradójico y estúpido cuando «sincero» se vuelve una llama en su hombro que lo está quemando por dentro.
*
Le dice a Hang Lee que se siente mucho mejor, el jueves por la mañana cuando sale a comprar unos víveres y se lo encuentra en el lobby principal. Le pide nuevamente disculpas por el golpe durante el partido y le promete que se lo recompensará, que la próxima vez quizás y hasta le deje anotar un gol.
Espera a salir a la calle para toser y luego camina con lentitud hacia la farmacia.
*
Lu Han se quiebra y no puede hablar con nadie porque no puede ser verdad; que no, no puede ser cierto. Pero los exámenes que se siguen acumulando en su mesa de luz dicen que sí y él quiere gritar. Lo hace. Está solo después de todo, no hay nadie que haga preguntas incomodas ni lo juzgue. Deja que su frustración fluya fuera de su cuerpo en patadas hacia la mueblería y gritos que atenúa un poco contra sus almohadas de plumas. Grita hasta que no puede más, hasta que siente que la voz se le quebrará y hasta que ya no le encuentra sentido al mundo.
Entonces cuando amanece y debe cambiarse para trabajar, intenta recomponerse frente al espejo. Necesita un corte cabello, un poco de bálsamo labial y mucho tapa ojeras.
Descubre que tiene una pequeñísima arruga cerca de los ojos y, peor aún, que gritar lo ha ayudado a aliviarse pero solo por unas horas. Sus hombros siguen pesando tanto o más que antes.
*
-¿Cómo lo llevas? -pregunta Joonmyun a la hora del almuerzo, mientras coloca un plato de ensalada césar sobre el escritorio. Siempre que puede se da una vuelta con un paquete de comida para llevar o lo arrastra hasta alguno de los restaurantes si les es posible, porque aunque Lu Han se ha cansado de oírle decir que café y panecillos no es comida, no se toma el tiempo para hacerle caso y variar su dieta.
-Bien. He logrado adelantarme y tener varios presupuestos previstos para lo que sea que se le ocurra al señor Grieder -contesta con leve tono de sarcasmo mientras revisa por encima sus notificaciones de KakaoTalk. Tiene un simple saludo de un aburrido Jongdae y un par de emoticones de Sehun. Se dice que les contestará luego-. Sabes, adoro Tommy Hilfiger como cualquiera, pero nunca pensé que su CEO podría ser tan… demandante -comenta.
Joonmyun se ríe suavemente, pero no hace acotaciones.
-Me alegra saberlo. Pero no me refería a eso, sino a cómo andas. ¿Cómo llevas la gripe? -pregunta y sus cejas nuevamente se unen en preocupación. De vez en cuando, Lu Han no puede evitar pensar que Joonmyun es demasiado gentil y se preocupa demasiado. Sin lugar a dudas es terriblemente apto para su trabajo. Y cuando le toma cariño a alguien, lo cuida como a un hermano pequeño o a un hijo. A veces lo encuentra pesado, pero otras veces solo se quiere cobijar en su brillo paternal.
Nunca lo hace.
-Bien -responde y hace lo posible por no sonar excesivamente escueto o por ignorar el leve ardor en su hombro. Está siendo sincero después de todo, se dice, porque ya no se despierta sin voz y puede respirar casi como una persona normal.
Joonmyun asiente nuevamente y abre la boca para seguir preguntando, pero Lu Han se apresura a interrumpirle.
-¿Tú no tienes problemas? -Se estremece y se maldice a sí mismo. No es pánico, pero Lu Han está lejos de estar tranquilo. Su amigo parpadea unos segundos, confuso, antes de soltar un «claro que sí»-. ¿Como cuáles? -cuestiona porque jamás lo ha demostrado.
-Por ejemplo… -empieza y se frota ligeramente la nuca en un movimiento nervioso que suele hacer cuando debe pensar cuidadosamente qué va a decir o cómo debe decirlo-. Con el idioma. Estudié y ya estoy acostumbrado al mandarín cantonés y al inglés, pero a veces no sé cómo expresarme o me cuesta comprender lo que me están diciendo. Con la cliente de la suite deluxe, que siempre tiene «demandas» algo extrañas pero que en su opinión nos dará más glamour -le cuenta con una sonrisa cansada y entonces Lu Han nota que, de hecho, Joonmyun tiene unas pequeñas bolsas debajo de los ojos-. A veces extraño Seúl. No solo a mi familia, sino todo Corea. Hong Kong es asombroso y ya es como mi casa, pero a veces… extraño, ¿sabes? Leer hangul y comer kimchi. Ciertas bromas, y olores. Es… nostalgia pura, creo. ¿Acaso no te pasa lo mismo?
Lu Han asiente porque supone que es lo que debe hacer. Sí, hay días que añora pasar las horas sentado en la cama, entre apuntes y libros de la universidad, mientras discute por cuál programa de televisión mirar con alguien como Yifan, o ser arrastrado hacia el distrito 798 por Yixing, mientras le habla de bandas alternativas y exposiciones de arte, o simplemente viajar en tren de regreso al departamento. Pero algo le dice que no es al mismo nivel que Joonmyun. Todavía no siente haberse ido completamente de Beijing, o haberse establecido completamente en Hong Kong. Y es ahora que se da cuenta que no sabe realmente dónde está.
-Supongo que por eso me hice tan amigo de Sehunnie cuando lo conocí -prosigue Joonmyun con aire pensativo tras comer los bocados finales de su ensalada-. Porque es una porción de Corea. De mi Seúl nativo, incluso, si al parecer ingresó a Yonsei, la universidad de la que me gradué -comenta-. Los demás también se volvieron mi pedacito de Corea, claro; Chanyeol, Jongdae, Jongin…
Sin poder refrenarse, Lu Han hace una pequeña mueca al oír el último nombre. Hace tiempo que no ve a Jongin y, si no recuerda mal, el chico se había topado con el trabajo que catapultaría su carrera y lo excusaba de reunirse cada vez que Lu Han estaba invitado.
-¿Acaso ese es tu problema? -cuestiona Joonmyun y lo saca de sus pensamientos. Parpadea y abre ligeramente la boca en sorpresa, porque jamás le ha dicho que tenía alguno. Pero de nuevo se recuerda que, al parecer, para los otros es casi un libro abierto-. ¿El dépaysement?
No lo niega; tal vez no es exactamente ajeno a ello. Tampoco es exactamente lo que lo aqueja. Porque supone que el concepto no incluye sentirse desarraigado de sí mismo. Porque por momentos le parece imposible ser el mismo Lu Han. Hay algo que cambió, hay tantas cosas que cambiaron, y hay tantas que no volverán a ser que no, no es dèpaysement, es algo mucho peor.
Es algo que le revuelve el estómago y luego le golpea y quizás no debería comer ensalada ni beber más café. No puede con ello como no puede entender la física cuántica ni el porqué si el tiempo no es lineal, él no puede regresar atrás parar borrar el «positivo» de su existencia o, mejor aún, evitar todos sus deslices, solucionar el problema de raíz. Como tampoco puede entender cómo sigue contestándole los mensajes a Sehun.
-¿Lu Han?
-¿Por qué nunca hablas de ellos? ¿Tus problemas?
Nota que Joonmyun se sorprende y que tiene decenas de preguntas danzándole en su mente. Sin embargo, trata de contenerse al ver su mirada y se limita a responderle.
-Supongo que porque no son tan importantes y son ¿solo míos? Quiero decir, me afectan solo a mí y a nadie más. -Está un poco confundido y se frota con vehemencia la parte trasera de su cuello. A Lu Han no le cuesta captar lo que quiere decir, pero sí aprehenderlo. Su problema es suyo, pero tampoco es solo suyo y aunque jamás hubiese querido hacerlo, Lu Han se está comportando como el villano de esas películas que adoraba ver con Yifan.
Lu Han está cayendo, de forma vertiginosa y haciéndose unos cuantos magullones en el proceso, y se está llevando a unos cuantos con él seguramente.
-Si tuviera un problema con el mandarín y eso llevaría a que perdamos un huésped importante, te lo diría. Porque podría afectarte, como a todo el hotel, o porque podrías ayudarme a solucionarlo. ¿Me explico? -Y en realidad no, solo enreda un poco más la mente de Lu Han y le obliga a abrir más los ojos mientras cae-. Por eso algunos problemas conviene hablarlos… Lu Han, ¿qué pasa?
Joonmyun tiene razón. Joonmyun difícilmente se equivoca porque su persona roza obscenamente la perfección y, por ello mismo, Joonmyun no podría comprenderlo. Porque jamás se mete en serios problemas. Porque se esmera para no quedarse atrapado en ellos y arrastrar a las personas con él. Porque no comete errores.
No sabe lo que es no tener solución, solo pérdidas.
-No es nada. Preguntaba solo por preguntar.
*
Las luces de Hong Kong compiten con la noche e iluminan suavemente su habitación. Es tarde, pero Lu Han no puede dormir y siempre ha acostumbrado a tener la ventana abierta. Normalmente es indiferente al ruido citadino, pero hoy lo agradece si compite con el estruendo que hay en su cabeza.
«¿Cómo olvidas algo que no querías saber?»
Envía el mismo mensaje de texto a varias personas de su lista de contactos y trata de convencerse de que los ha elegido al azar. Es tarde, sí, pero es fin de semana y algunas respuestas no tardan en llegar.
«Con una lobotomía», dice Jongdae y agrega un emoticon. Puede imaginarlo, el comentario sarcástico y la sonrisa gatuna que siempre porta.
«Alcohol!!!», contesta Chanyeol, «espera. Es una adivinanza? Hay tres oportunidades?»
Lu Han se sonríe débilmente, de manera forzada, como si supusiera que es lo que debe hacer, y le contesta que no. Luego recibe otro emoticon, como si Chanyeol se pudiese deprimir tan fácilmente.
Y ya no recibe más respuestas, ni de Yifan ni de Jongin.
No era que las esperara, se dice, era solo una broma. Intenta convencerse de ello, mas siente que hace tiempo que no hace verdaderas bromas. Yifan le decía que era demasiado inocente e ingenuo al momento de bromear y, mientras juega distraídamente con su cobertor, se cuestiona qué fue de la persona que era. Si acaso quedará una gota de inocencia en su cuerpo.
Quince minutos más tarde, le llega otro mensaje con el número de Chanyeol.
«Estoy yendo para allá. S»
«Ok.»
*
Cuando conoció a Sehun, éste tenía el cabello teñido de todos colores y se comportaba con una mezcla excepcional de timidez y parquedad. Parecía más un muchachito común que perdió algún tipo de apuesta que concernió a su cabello contra el chico de piel bronceada que se apoyaba encima suyo o el chico alto de sonrisa enorme que más tarde lo llamó para que siga trabajando, que el mocoso insolente del que Joonmyun le había hablado con tanto aprecio. Por aquel entonces, Sehun apenas sabía más inglés que mandarín pero se las había apañado para conseguir un trabajillo en uno de los pubs locales, ayudando al DJ y pasando música durante noche y alcanzando bebidas a las mesas. Había ido a Hong Kong en un viaje con su mejor amigo, en busca de aventuras, pero habían decidido quedarse un tiempo más y para eso necesitaban hacer algo de dinero. O eso le había contado Jongin, que se colgaba de los hombros de Sehun y hacia la mitad de la noche había logrado, con la ayuda de Joonmyun, que su amigo soltara más que risas ahogadas tras la mano.
Se encontraron un par de veces más en el pub, pero fue a partir de cuando Sehun empezó a trabajar en el hotel y se paseaba en su traje blanco de botones que Lu Han lo conoció más. Y Joonmyun tenía razón, como siempre la tiene; la personalidad de Sehun era insolente y encantadora. Solo fue cuestión de tiempo para que Lu Han cayera nuevamente en su propia espiral y comenzara a excusarse a sí mismo cada vez que lo besaba, entre rincones escondidos y apurones, y que su mano se aventuraba más allá de la cintura del pantalón.
Y ahora Sehun se para con su metro ochenta y cuatro de incomprensión al otro lado de la habitación, con los ojos abiertos en estupor, en cuanto Lu Han le pide que por favor no se acerque.
-Hyung… -inicia pero Lu Han lo interrumpe porque sabe lo que dirá y es lo mismo que le han estado preguntando toda la semana.
-Sabes que te aprecio, ¿verdad, Sehunnie? Y mi mamá me enseñó que a los seres queridos no se les hace daño y yo… No es que quiera hacerlo, eres mi amigo y jamás querría… -Se detiene. Agacha la cabeza, se revuelve el cabello y se muerde el labio. No está seguro de si está al borde de la desesperación o si ya lo ha pasado. Su mente continúa siendo un lío y solo reconoce que no debería haber comenzado por ahí, no es lo más adecuado. No obstante, tampoco sabe por dónde hacerlo y por un segundo se pregunta nuevamente si debería hacerlo.
-Hyung, estás raro -determina Sehun y toma dos pasos vacilantes antes de dirigirse al cojín libre a su izquierda como un proyectil. Directo e impetuoso-. Venga -dice simplemente.
Le presta absoluta atención, aun cuando se recuesta contra el respaldar del sofá y deja caer su cabeza hacia el costado. Tiene el cabello un poco revuelto y su mandíbula afilada parece más prominente e incitante contra la polera negra de cuello alto que utiliza, un contraste exquisito entre su piel nívea y el algodón que cubre más de lo que Lu Han desearía.
Lu Han se muerde con mayor fuerza su labio y ahoga un grito de pura frustración. No debería pensar así; pensamientos como esos lo metieron en esta situación.
Ha luchado por años por no ser una decepción y aquí está. Irreversible.
Casi y puede oír las críticas. Y el aborrecimiento.
¿Qué clase de hombre es?
Sus ojos pican y se siente a punto de explotar. Pero, ¿qué clase de hombre llora? Uno muy penoso.
También siente cómo Sehun se mueve y quizás debería pedirle que se vaya a casa. Conversar será lo correcto, pero no le suena a buena idea.
Su mano cosquillea ligeramente cuando Sehun intenta tomársela, mas Lu Han se aparta inmediatamente. Lo mira alarmado y algo más se quiebra en él; Sehun siempre ha sido difícil de leer, sin embargo le parece entrever algo de dolor en su expresión. Entonces no es raro que su pecho se comprima aún más porque si hay algo que no puede soportar es causar daño. Lo atormenta hasta límites insospechados, que en realidad jamás se ha atrevido a averiguar. Jongin le había dicho que era el defecto de las personas demasiado buenas, Minseok solía reírse de su necesidad compulsiva de pedir disculpas por cosas tan simples como hablar demasiado rápido.
Ahora puede ver un poco más del cuadro, más allá de su parte, y no es bonito. Es como esas películas oscuras que Yixing le hacía ver con él para analizar, que en cuanto más se adentraban en el análisis, más horribles le parecían. Ha necesitado notar cómo tiemblan las pupilas de Sehun para ser más consciente. Él también está causando daño.
Deja escapar una maldición en un suspiro. Qué endemoniada encrucijada.
Bien podría ahorrarse el mal momento para ambos; la herida en Sehun y el sufrimiento para él. Porque sería un padecimiento, abrirse milímetro a milímetro a una persona cuando sabe que no hay resolución buena posible.
Pero si no le dice, tampoco hay una buena resolución. Y Lu Han se hundirá aún más en su pozo porque el dolor de ser responsable lo perseguiría eternamente y no le daría tregua.
Por otro lado, Sehun no es un chico cualquiera. Podría ser posible que lo comprenda, ¿verdad?
Se refriega las manos que le sudan en el pantalón y frunce el ceño, pensando seriamente cómo decirle. Si al menos hubiera un manual de cómo hablar cosas incómodas… podría largar una carcajada seca si le quedara algún gramo de humor en el cuerpo. Porque de existir uno, solo en una situación como ésta lo leería.
«Sincero», está escrito en su hombro. Lo hizo la misma persona que está delante suyo. Lo mínimo que puede hacer es hacerle caso. Se atreve a mirarlo de lleno a los ojos y decide finalmente hacer algo.
-Sehun, estoy enfermo -confiesa con un hilo de voz-. Y no es una simple gripe, como te había dicho. Ya no. Y quiero que lo sepas, porque eres importante para mí. Porque te mereces saberlo. Tienes que saberlo -habla rápido, en un inglés acentuado con mandarín, nervioso.
Sehun lo escrudiña con sus ojos y su valentía empieza a desvanecerse. Lu Han aparta la mirada. Quizás así sea más fácil susurrar un «yo… tengo SIDA».
No lo es.
-Lu Han… SIDA como ¿SIDA? -En otro momento quizás se hubiese mofado de su elocuencia, pero ahora no podría. Ahora tiene miedo, demasiado miedo fluyéndole por las venas como para hacer algo más que esperar por su siguiente reacción. La tensión se ha asido a su cuerpo y no le da más tregua que un hilito de esperanza.
Sehun asiente casi de manera imperceptible y lentamente se recuesta completamente contra el sillón, dejando escapar un suspiro largo. Parece desinflarse, sus anchos hombros desplomándose en realización. Sus labios parecen estar muy lejos, años luz tal vez de obsequiarle una sonrisa como lo ha hecho tantas veces; menos aún una de esas tan raras en él, tenue y dulce.
-¿Y estás seguro?
Debería ser absurdo que decir un simple «sí» le duela de esta manera.
-Hace poco me he hecho los exámenes y dieron positivos… -responde en un murmullo y alza la voz para agregar-. Creo que también tendrías que hacerlo…
-Sí -le interrumpe. Lo está mirando fijamente, de una manera que Lu Han no puede leer. No es indiferente ni impasible, tampoco reconoce si lo está juzgando o si está furioso. Nada más rompe su expresión para decir, un rato después-. Creo que necesito aire.
Se levanta sin cuidado y tan solo hace un gesto antes de salir de la habitación.
*
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