[exo] deep breath (2/4)

Feb 06, 2015 03:11

Así como Luhan nunca ha tenido nada más grave que una gripe, tampoco ha tenido nadie como Sehun.


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Sehun no regresa en toda la noche.

Ni siquiera lo vuelve a ver en los próximos días en ningún lado y no se ha animado a preguntar por él en recepción. Tampoco está seguro de qué le dirá si lo llama. A la tercera madrugada, Lu Han cae en la cuenta de lo mucho que le hace falta sentir esa esencia rara a cítrico y tabaco, y el pensamiento no lo golpea tan fuerte como el deseo ferviente de volver a embriagarse con ella.

Durante la tarde del cuarto día, recibe un mensaje y es de Yixing. «Qué tal todo? Dile Feliz Cumpleaños a tu madre de mi parte!» Su mejor amigo logra arrancarle una sonrisa sardónica que se derrumba al segundo de construirse. Hesita por minutos antes de responderle. No se decide entre decirle cómo resultó “hablar”, en que se siente como si hubiese naufragado tras chocar contra un iceberg y que no divisa alguna tabla de la que aferrarse, o avisarle que se ha adelantado un mes al cumpleaños.

Opta por la última. Evita también pensar en sus padres y trata de abocarse a su trabajo. Tiene decoraciones que supervisar, grillas que realizar y eventos que confirmar.

Los verdaderos hombres aguantan todo el partido, ¿verdad? Incluso con un corazón roto.

*

Al sexto día, Lu Han se siente desbordado. Ya no sabe cómo eludir a Joonmyun y sus preguntas cargadas de preocupación ni cómo eludirse a sí mismo. Está completamente solo y es lo mejor y lo peor que le está sucediendo.

-¿Sabes algo de Sehun? Al parecer le ha pedido a otro chico que lo reemplace y se ha tomado una licencia imprevista -comenta Joonmyun con el semblante serio y espera a que le contesten.

Lu Han preferiría no hacerlo. Está demasiado agobiado como para comer sopa de wonton e intentar ser participativo en una conversación.

-No sé nada. Quizás quiere mantener solo su trabajo en el pub, quizás se volvió a Seúl o se fue a otra ciudad, quizás esté enfermo -masculla mientras revuelve los noodles e intenta hundir el pollo.

-No, no creo. Sehunnie no es así -le contradice Joonmyun con seguridad y él tiene que mirarlo para asegurarse de que están hablando del mismo chico que se vino a Hong Kong con solo unos cuantos wones en su bolsillo en la fútil búsqueda de diversión, abandonando todos sus cursos en Yonsei.

Al parecer, sí.

-Si me entero de algo, te aviso -promete aunque duda tener que cumplirla.

-¿Se han peleado? -pregunta repentinamente Joonmyun, aunque quizás no es tan repentino y sí más preocupado, pero Lu Han lo siente así. Todo es demasiado repentino y se le viene encima como una ola enorme-. Creía que los dos se llevaban muy bien.

-No. No nos peleamos. -Con un poco de congoja pero un poco más de saña piensa que no siempre es necesaria una discusión para que una buena relación se quiebre. A veces suceden cosas peores; como buenas intenciones y errores del pasado-. Debo volver al trabajo.

Deja el dinero suficiente en la mesa para pagar por su almuerzo y saluda a su amigo rápidamente, evitando fijarse en su mirada inquieta que se pasea entre él y el cuenco que abandonó sobre la mesa con sopa wonton, revuelta pero intacta.

*

Lo bueno de trabajar en un gran hotel es que aunque se apresure y adelante trabajo, siempre hay más por hacer, horas extras que tomar. Lo malo de vivir en uno es que nunca está completamente solo; a lo sumo, en una soledad compartida. El huésped de enfrente lo saluda y Lu Han devuelve el gesto con amabilidad, pero se escabulle rápidamente dentro de su habitación. Las luces están apagadas, el ambiente calmo y huele excesivamente a limpio y al desodorante de madera y sándalo que olvidó avisarle a la mucama que no utilice, que en realidad no le gusta mucho. Le recuerda a Beijing y las clases especiales sobre finanzas que debía tomar tras las prácticas. La suite es lujosa, pero siempre se siente vacía e impersonal. Se pregunta como todos los meses si no debería colgar su camiseta oficial del Manchester United que le regaló Minseok por su vigésimo primer cumpleaños, a un lado de la cama tal y como la tenía en su antiguo departamento. O comprarse un par de portarretratos, pero ¿qué fotos pondría? Más que la de él y Yixing en un café temático del Distrito 798… ¿De su graduación? ¿De su familia? ¿O de todas las personas que ha ido perdiendo en el camino?

¿Por qué se ha apartado de tanta gente? Si nunca ha tenido problemas haciendo amigos, ¿por qué se siente tan solo? ¿Qué ha hecho mal? ¿Seguir las reglas? ¿Romperlas? ¿O acaso hay algún tipo de indicación en él, algo que advierta a la gente que no se acerque tanto, que es un puto enfermo?

Se afloja el nudo de la corbata e intenta tomar aire. Una, dos, tres veces. Entonces se quita la ropa y a trompicones se mete en la ducha. Abre el agua caliente y a los apurones se lava. Con mucho jabón y una esponja exfoliante, se restriega fuertemente hasta que su piel está rojiza e hinchada. Cuello, hombros, brazos y torso. Cuando llega a su cadera y contempla su entrepierna, se aparta. Suelta el jabón y la esponja, y se niega a tocarse el pene. Solo deja correr el agua y que ésta continúe su trabajo.

Se da asco.

Se da infinitamente asco. De solo pensarlo se le revuelve el estómago y debe salir de la ducha y sentarse a un lado del inodoro para vomitar. No lo hace. No puede deshacerse de nada. Solo le dan simples arcadas que lo agotan y aumentan su disgusto. Tiene la acidez de la bilis ardiéndole en el esófago y la de las lágrimas juntándosele bajo los párpados.

Bebe unos tragos de agua directamente de la canilla para intentar tranquilizarse. Se apoya contra el vidrio y cuando su mirada se topa con la de su reflejo, le escupe. Le desagrada profundamente en este momento esos ojos redondos, la nariz pequeña y los labios rosados. La saliva que se escurre lentamente deforma su reflejo y, allí está, ese debería ser un rostro acorde a su persona.

Nota también que ya no quedan rastros del «sincero» en su hombro, apenas una mancha negra que es quizás lo más franco que puede decir de él ahora mismo.

Se coloca unos calzoncillos sin cuidado al tiempo que abre el minibar. No tiene más que unos cuantos víveres y, escondido entre la caja de leche y las latas de refrescos, un six-pack de cervezas. No es mucho, pero quizás le ayude a sobrellevar el momento hasta que sea un día nuevo. Se bebe la primera en dos grandes tragos e inmediatamente destapa la siguiente con fuerza. No ha bebido cerveza con tanto ahínco y rapidez desde su último año de secundaria, o el primero de universidad, que iba de fiesta en fiesta solo porque lo invitaban. Pero no tiene nada más fuerte a mano y si Yifan podía embriagarse tras la cuarta cerveza, ¿por qué él no?

Recuerda que Yifan le había dicho una vez que tenía aguante para la bebida. Cuando había intentado negarse, Yifan había agregado que también era modesto. De hecho Yifan tenía la habilidad de hacerlo sentir tremendamente adulado o insultado cada vez que lo halagaba. En su cabeza siempre resonará el «inocente e ingenuo» que varias veces le había dicho, después de bromas y mamadas.

No puede evitar mirar el cuarto vacío a su alrededor y a sí mismo y chasquear la lengua. ¿Ingenuo? Posiblemente. Seguramente. ¿Inocente? Se echa a reír secamente, como si fuera el chiste más gracioso que ha oído pero al que no le puede hallar la gracia.

Vuelca unas gotas de cerveza encima del tapizado al reírse y cuando se acerca para secarlo encuentra el Sharpie entre los almohadones. Lo contempla por unos segundos antes de agarrarlo con fuerza. Está cerrado, pero no completamente hasta que resuena el ‘pop’ de la tapa. Sehun suele hacer eso; dejar las cosas sin finalizar. Supone que ha sido él quien lo ha dejado tirado allí. Lo ha dejado en lugares insólitos para Lu Han desde que lo compró. Y eso fue hace ¿año y medio?

¿Estuvo saliendo tanto tiempo con el chico?

La idea se la había robado a Jongdae, según rememora, en uno de esas pequeñas fiestas con mucha cerveza y playstation que hacían cuando Sehun y Jongin vivían en colchones prestados en el departamento de Jongdae. Sehun le había preguntado, entre juegos de «¿por qué te pegas?» y ojeadas secretas a la conversación de Lu Han y Jongin, qué tipo de cursiladas hacía con su novia. En algún momento también decidió que era más divertido escribir su cuerpo en sitios sorpresivos que alguna pared cualquiera.

«Creo que te mereces saber lo que pienso de ti, hyung», le había contestado cuando él le preguntó el porqué.

Cierra correctamente el marcador permanente y resopla.

-¿Y ahora qué escribirías, Sehun?

Nada bueno, se convence. Ya no hay mentiras que plasmar en su propia piel. Solo queda la verdad, la liberadora verdad, ¿no? Bufa nuevamente y lo reconsidera. Lo hace con seriedad pero no por mucho tiempo. Aprieta con fuerza el Sharpie y hace saltar el ‘pop’. Tampoco estaría mal. ¡Que lo sepa todo el mundo! Si tiene algún tipo de indicación que hace que la gente se aleje, ¿por qué no hacerla completamente visible? Que lo escupan y lo aparten, que se lo merece, ¿no? Es un puto enfermo; un puto homosexual.

Es un puto…

Se lleva el marcador permanente a su pecho, mínimamente debajo de la clavícula, y empieza a escribir. De forma ruda, sin cuidado y con fuerza, y en inglés, para que la mayor parte del mundo comprenda. La punta fina no lo hiere mucho a pesar de la presión que ejerce y la tinta se impregna con facilidad en su piel. Finaliza la palabra sobre su abdomen, a la altura de su páncreas, con el odio enclavándose en su cuerpo con cada trazo.

Destapa una nueva botella y bebe mientras ojea su obra. No es bonita. Es honesta, brutalmente honesta. Y hace un brindis imaginario y sin gracia a nadie en especial por «sidoso».

*

Lo despierta un cosquilleo que se expande lentamente a lo largo de su pecho, pero es un olor a cítrico que aún no logra discernir lo que realmente lo espabila. Al abrir los ojos se encuentra con el rostro estoico de Sehun que, al notar el cambio de respiración, se quiebra en molestia. Sus cejas rectas se unen y su mandíbula se tensa de modo que las venas de su cuello empiezan a sobresalir como nunca ha visto.

Lu Han no sabe qué esperar; demonios, ni siquiera sabe qué está pasando allí. Lo último que recuerda es haber acabado una botella de cerveza y estar demasiado agotado como para buscar la última del pack y ahora no solo Sehun ha reaparecido, sino que además está en su habitación y quizás demasiado cerca de él. Y quizás también está demasiado molesto, porque sus ojos parecen dagas y su índice parece un punzón cuando golpea inclemente su pecho.

-Ni por un puto segundo, hyung -le exige. Su inglés parece más claro y menos ceceado que de costumbre cuando está enfadado-. ¿Entendido?

Lu Han solo puede mirarlo con los ojos bien abiertos porque, mierda, no, claro que no entiende. Mucho menos entiende cuando Sehun se inclina y lo besa con ferocidad, como si la soledad y la angustia fueran una sola bestia que debe combatirse con saliva y pequeñas mordidas. O como si quisiera espabilarlo, sacarlo del letargo, y sacudir su hombro o darle una cachetada no fuera lo suficientemente violento.

-¿Sí? -pregunta Sehun con voz grave.

Espera una afirmación, puede verlo en sus ojos; solo que Lu Han no tiene la menor idea de sobre qué. No necesita preguntar, su rostro es un maldito libro abierto después de todo, porque Sehun señala su torso con la cabeza y en vez de esperar a que Lu Han se eche un vistazo, lo arrastra hasta el espejo del baño.

Tiene un manchón negro. Allí donde recuerda haber escrito con saña, tiene varios trazos negros que se entrometen, se tuercen alrededor y aprisionan las letras hasta ocultarlas. Y al lado, cerca de la tetilla izquierda, escrito en una caligrafía pequeña y que definitivamente no es la suya puede leer un «bueno».

Lu Han no sabe cómo reaccionar. Si enojarse porque, maldición, Sehun se ha desaparecido toda una maldita semana y pretende imponerse al segundo de volver, o hacer la vista gorda y seguir una rutina de mentiras, de las que apenas y se está empezando a liberar; o si dejarse llevar por la ola de temblores y emociones que, supone, algún día puede llevarlo a tierra firme.

-¿Hyung?

Sehun intenta acercársele pero Lu Han da un paso hacia atrás, corto pero significativo.

-¿Para qué has venido, Sehun? -Su voz suena un poco estrangulada y bastante incrédula.

El suspiro suave de Sehun aún suena irreal.

-Joonmyun-hyung está preocupado. Te ha visto raro últimamente y dice que no te estás cuidando. -Lu Han  bufa y murmura algo que ni él mismo está seguro de qué es, pero se parece a un ‘cuándo no’. La mirada de Sehun se vuelve más dura-. Tampoco se equivoca. Estás llegando más de una hora tarde al trabajo, hyung -informa y parece encontrar entretenida la forma en que Lu Han abre un poco de más los ojos y busca desesperadamente por un reloj o ropa, lo que encuentre primero.

-¿Entonces has venido a constatar que no esté muerto? El SIDA no es tan rápido, Sehun -escupe sin pensar, la furia ganando finalmente la batalla. A pesar de que sabe que más tarde se sentirá como la peor mierda, no puede echarse atrás. No cuando el mocoso lo mira como si él fuera el niño descuidado allí.

-Sí -afirma Sehun, impertinente y con el ceño fruncido-. Y no será rápido, pero al parecer tú le metes prisas.

Lu Han lo mira extrañado, una pregunta y una blasfemia debatiéndose en su boca por ser la primera en salir. No obstante, Sehun se le adelanta y lo agarra sorpresivamente de los hombros. Sus manos se han vuelto monstruosamente más grandes en el último año o Lu Han se ha empequeñecido; porque pesan y maniobran con facilidad a Lu Han hacia el centro de un abrazo. Lo envuelve suavemente con sus brazos y con calor, mucho calor, y él nota que su cuerpo está temblando irrefrenablemente, en parte por un poco de frío. Sehun acaricia su pectoral de forma suave y casi imperceptible y le susurra un «créelo» en el oído que casi no oye.

-No vuelvas a dormir sin una frazada, hyung, todavía es invierno y puedes atrapar otra gripe -dice antes de salir de la habitación y dejarlo confundido, en un sitio impreciso entre el baño y la habitación principal, la furia y la alegría.

*

Sinceramente no espera que Sehun se aparezca otra vez y tan pronto. Lleva puesto su traje de botones y el cabello peinado hacia atrás. Se ve elegante, soñado, como tantas otras veces que él se ha negado a admitir en voz alta. También se ve tan irreal como ayer. Se apoya contra una de las columnas de mármol del salón de eventos unos cuantos minutos antes de terminar su horario y lo espera, aunque más parece apurarlo con la mirada. Él le hace un pequeño gesto acompañado de una sonrisita, pero no se apresura. No sabe si es un tipo de venganza infantil o recelo puro de su parte. Sin embargo, Sehun lo espera y luego lo acompaña en silencio por los enormes pasillos hasta su habitación.

Es raro, no suelen estar en completo silencio por tanto tiempo. Aunque ha sucedido antes, a las tres de la mañana, cuando sus respiraciones son pesadas y Sehun rodea perezosamente su cintura mientras dibuja con la punta de su dedo patrones incoherentes en su piel, antes de tomar el Sharpie. Ahora lo verdaderamente raro es el tipo de silencio que es. Intenso, incómodo. Para Lu Han se siente casi como estar engripado otra vez.

Las facciones de Sehun se mantienen impasibles hasta que se mete con él en la habitación y se resquebrajan en premura al tiempo que lo arrastra nuevamente hacia el baño.

-¿Qué piensas hacer? -pregunta Lu Han con voz pesada. Sin embargo, se alarma e intenta apartarse cuando Sehun lo obliga a levantar los brazos y le quita sin cuidado el sweater de cachemir.

-Quitarte eso -responde sin especificar exactamente qué. Sus dedos se mueven con velocidad y experiencia mientras desabrocha los botones de su Lacoste.
Con tranquilidad, busca el alcohol y mucho algodón antes de encorvarse frente a su pecho y empezar a frotar.

-No me refería a eso. Sabes a qué. A… -¿Lo sabe? ¿Acaso Sehun entiende lo que tener el virus de SIDA significa? Lu Han respinga suavemente. El algodón está frío y quizás ni él tiene una gran idea-. Tendrías que ir al hospital, hacerte unos exámenes. El SIDA se contag…

-¿Y tú, hyung? -le interrumpe con rudeza, pero no brusquedad-. ¿Qué piensas hacer?

Sehun lleva casi un minuto frotando, con calma, sin detenerse ni cuando el algodón se ha teñido casi completamente de negro, ni cuando Lu Han deja escapar un confundido «¿Yo?».

-Si yo me hago los exámenes, ¿tú qué harás? -No es una pregunta sencilla. Quizás hay un poco de desafío en su voz, pero también hay algo de verdadera preocupación. Lu Han mentiría si dijera que no lo intimida un poco y está cansado de mentir. No contesta. Sehun suspira e intenta abrazarlo, pero él nuevamente se aleja-. Me imaginé.

*

Las luces de Puerto Victoria se reflejan suavemente en su café, opacadas aún por el sol del atardecer, y la necesidad de escaparse del hotel todavía no se ha apagado, por lo que se pregunta si acaso no quiere en realidad irse de Hong Kong. Como si eso cambiaría algo. Supone que es estúpido, que esté donde esté, sería lo mismo. ¿Por qué, cuándo, dónde, quién? Preguntas tan generales y tan particulares al mismo tiempo.

Contempla unos segundos el horizonte y se cuestiona si no debería, de hecho, salir de Hong Kong. Visitar Seúl, volver a Beijing, reencontrarse con el pasado.
Busca su celular y hace caso omiso a la llamada perdida de Joonmyun y de otro número, uno con característica extraña, de China continental seguramente. Envía nuevamente un mensaje en grupo. Ya ni siquiera intenta convencerse de que elige los destinatarios al azar.

«¿Cuánto mal puede causar la ignorancia?»

De nuevo, es Chanyeol quien responde primero.

«Otra vez las preguntas trampa?» envía con un emoticon de cansancio. Una sonrisa atenta con aparecerse en el rostro de Lu Han. Chanyeol tiene ese efecto en cualquiera y por ello comprende por qué Sehun se queja a veces y se burla seguido de su compañero de departamento, pero jamás amenaza con mudarse. A los segundos recibe otro mensaje que agrega: «Nada. “Lo que no se sabe, no mata” era, no?».

Y quizás sí es una pregunta trampa, porque aunque es lo que quisiera oír, no lo siente correcto.

La sensación se intensifica cuando su celular suena notificando la llamada entrante de Yixing. Le cuenta que estará filmando una mini-serie en Hong Kong de nuevo en las próximas semanas y se extiende en los detalles, que será sobre un bailarín que se entromete en el mundo del crimen organizado al ritmo del jazz. Detalles que Lu Han jamás pide, pero que le alegra oír, principalmente por la emoción contenida en el tono de su mejor amigo.

-¿Y? ¿Cómo andas? -le pregunta Yixing finalmente y de manera un poco súbita, tras más de diez minutos de charla.

-No sé realmente.

-¿Has podido hablar con tu novio?

-Sí. -Ya ni siquiera se molesta en corregirlo. Es Yixing, después de todo. El mismo que le dio en la universidad un panfleto sobre un festival de cine para promover los derechos LGBT y le dijo «No seas idiota» ante su cara de horror. Fue la primera vez que lo oyó enfadado.

-¿Y? -cuestiona impaciente.

Y Lu Han no está seguro. Últimamente no está seguro de mucho. Piensa en Sehun, en lo que debe ser correcto, en el éxito de Yixing. No es como el suyo, no se basa en llevar Cartier y hablar de presupuestos en el almuerzo. Es algo más difícil de conquistar, mucho más íntimo y, por lo tanto, más terrorífico.

-Y ahora creo que hablaré con los demás.

-¿Demás?

-No solo Sehun, los otros -intenta aclarar.

-Oh -dice Yixing simplemente-. Suerte.

Cuando su celular suena una última vez y lee “Kim Jong…” en el identificador, piensa por un momento que Jongin finalmente le ha contestado. No obstante, es su primo.

«¿Qué has hecho, pillín?» responde Jongdae.

*

Joonmyun le comenta en el almuerzo que Sehun ha pedido un par de horas libres durante la mañana para ir al hospital, como si Lu Han no lo supiera. Fue el primero en enterarse y por un simple mensaje de KakaoTalk. No tuvo el tiempo suficiente para molestarse antes de que el desasosiego se apresurara en atraparlo en un torbellino que ha estado causando desastres en su mente. Quería estar allí; quería estar con Sehun y acompañarlo, no tratar de convenir precios con proveedores.

-¿Sehunnie estará enfermo? ¿Tienes idea de qué puede ser? -le pregunta Joonmyun por encima de su copa de Cabernet Sauvignon. Es la única que se permite beber durante el día, mientras Lu Han ya ha vaciado la segunda de la impaciencia. La preocupación en las facciones de Joonmyun es sincera y él no quiere ser lo contrario.

-Fue a hacerse una revisión -dice únicamente.

A la noche, Lu Han rebusca en la mesa de luz sus propios resultados. Aprende de memoria cada palabra que no entiende y se estremece cuando lo relee, una y otra vez. Su cuenta de linfocitos T CD4 es baja y trata de imaginarse un papel que diga todo lo opuesto. Uno que sea la representación de la salud.

También se topa con la Biblia. La misma que lleva años allí dentro y que jamás se ha animado a sacar. Acaricia su encuadernado y la contempla fijamente mientras la gira en sus manos. No tiene derecho, en absoluto. Si hay un Dios, éste ya debe haberse rendido con él, pero no sabe qué demonios hacer. Así que decide que él no se dará por vencido con Dios y reza. Reza Padrenuestros, Ave Marías y Credos; oraciones que ya no recuerda bien.

Reza y ruega por lo bajo para que Sehun esté sano. Sabe que en algún momento sus hombros pesarán como si cargaran toneladas de ladrillos, que alguien lo acusará y que la culpa le carcomerá completamente las entrañas. Pero espera, ruega, que no sea ahora.

Que Sehun esté bien, por favor.

*

«Recibí los resultados», dice el mensaje y el mundo de Lu Han tiembla. También lo hace su cuerpo y su estómago salta. El saber pero realmente no saber conlleva una sensación horrible de la que ya está harto. Contesta un «y???» solo por contestar, por hacer algo más para calmar al torbellino que amenaza con volver a hacer desastres mientras intenta pedir un taxi. No puede vivir con tantas incertidumbres.

Intercepta a Sehun en la puerta de su edificio. Tuvo que esperarlo unos cuantos minutos, rechazando previamente la invitación a entrar y la compañía de Chanyeol. Desea privacidad y qué irónico que la encuentre en la calle. Sus piernas tiemblan irrefrenablemente y mira ansioso a ambos lados hasta que finalmente divisa el cuerpo esbelto de Sehun, caminando de manera pausada. Parece ausente, dando pasos de forma automática.

-¡Sehunnie! -lo llama con un diminutivo que debería ser cariñoso, pero en realidad es nervioso. Lu Han está hecho de puros nervios y que la expresión de Sehun no sea clara, no ayuda-. ¿Qué…?

Sehun no se ve feliz, tampoco triste. Su rostro es tan impasible que frustra a Lu Han y quiere apresurarlo. Se acerca un par de pasos, ansioso, y entonces la mandíbula de Sehun se tensa. Y eso qué significa.

-Hyung… -empieza pero se interrumpe. Desvía su mirada unos segundos hacia el papel que tiene en la mano y al que Lu Han le tiene pavor-. Yo… Esto dice que soy seropositvo -anuncia con suavidad y estruja con fuerza el papel. Lo estruja muchísimo, hasta que toda la superficie está arrugada, y se lo guarda en el bolsillo. Quiere decirle que no lo haga, que lo rompa y lo tire, que está lleno de mentiras. Pero termina en el bolsillo, porque es difícil deshacerse de lo que a uno le hace mal.

Y porque Lu Han no puede abrir la boca.

Su mundo está temblando nuevamente, con gran ímpetu, y empieza a caerse a pedazos.

No. No puede ser cierto. No quiere que sea cierto. Sehun es joven y solo quiere divertirse, no puede… Pero sí, Sehun tiene… eso. Y es todo su culpa. Todo es exclusivamente su maldita culpa. Que alguien le explique: ¿qué demonios no hizo bien para que todo le salga tan mal? Si se hubiese contenido, si hubiese mantenido su promesa, si no hubiesen follado. Si él se hubiese comportado como el maldito puto hombre que se supone que es.

Y a la mierda con que el pantalón sea Dolce&Gabbana, sus piernas le fallan y él necesita sentarse.

-Lo siento -dice en un susurro lastimero y sin poder apartar sus ojos de la calle, aturdido-. Lo siento. Tienes el virus, te he dado el virus, y en unos años serás… serás como yo.

Oye un suspiro, como si fuera de resignación y siente como otro cuerpo se sienta a su lado en el suelo. La mano de Sehun cae en su antebrazo y se desliza lentamente hacia abajo como gotas de lluvia, fría e imprevista.

-Está bien, hyung. Todo estará bien. Estaremos bien -le promete Sehun. Alcanza finalmente sus dedos y los entrelaza con los suyos.

II. Contener la respiración

Están a minutos de abordar el avión a Beijing cuando Lu Han tiembla y le comenta que no sabe si podrá hacerlo. Y no es cobardía, porque Sehun lo ha estado mirando fijamente a los ojos por las últimas semanas y ha reconocido la decisión escrita en ellos. Aun cuando le contaba con tristeza que Fei, la mujer con la que salió unas cuantas veces en su primer par de meses en Hong Kong, no tomó bien en absoluto la noticia. Además, su tono es el que utiliza para bromear cuando, en realidad, habla de algo completamente serio.

Entonces lo mira nuevamente a los ojos, porque son su parte favorita del cuerpo de Lu Han. Lo son todavía más que sus piernas, fuertes y poderosas, desde que descubrió que son completamente honestos, aún más que el propio Lu Han. Sus pensamientos y emociones se traslucen en sus orbes almendradas y a Sehun le apena que estén opacas.

Reconoce miedo, el mismo que lleva meses estancado en la mirada de Lu Han, debilidad y algo más. Y ese algo está completamente mal porque están en el inicio del verano y Lu Han tiene puesto un abrigo de lana fina pero está temblando.

Sin embargo, cuando oyen la voz monótona anunciar el embarque, es Lu Han quien, tentativo, da el primer paso.

*

Localizar a Jongin no fue complicado. Fueron mejores amigos por demasiados años como para no conocerse. Quizás ese fue el problema: que se conocían demasiado. Hasta el punto que habían empezado a adoptar las cualidades y los gustos del otro.

O hasta el punto que Sehun sabía que Jongin no le quería hablar, mas nunca lo rechazaría.

Lo encontró en un bar cerca de la Universidad de Hong Kong, del cual había oído a Jongdae quejarse varias veces, con una camiseta del Chelsea y una botella de cerveza que se vaciaba a una velocidad exagerada.

-Creo que tengo un problema -le dijo a modo de saludo segundos después de haberse sentado en el taburete contiguo-. Serio.

-Creo que somos dos -rió Jongin sin mucho humor-. La cerveza se calienta muy rápido.

-Pensé que no te gustaba la cerveza. Más del tipo del vodka frutado.

-Me gusta. Si tiene un shot de vodka, mejor. Es interesante la sensación que te deja después, en el fondo del paladar y de la mente. A felicidad y compañía -enumeró con acidez. Jongin lo conocía mejor que nadie y sabía cómo hacerle sentir mejor. Lo lógico sería que también supiera dónde golpearle. Sehun odiaba la lógica -. Yo también quiero sentirme así.

Dejó pasar unos cuantos segundos antes de preguntar; no pudo hacer lo mismo con la amargura en su estómago.

-¿Me ayudarías? -Jongin no le contestó propiamente. Solo se hundió de hombros y lo observó por encima del culo de la botella.

Se conocían demasiado. O hasta el punto que se enfurecían si lo que daban por sentado no era cierto.

*

Descubre que conocer Beijing le agrada. Es otro tipo de aventura, más seria que emocionante, pero también disfrutable. La ciudad no solo contiene comidas raras y sabrosas, edificios históricos y culturales, bullicio y polución; también alberga centenares de anécdotas. Los ojos de Lu Han adquieren un brillo diferente con cada nueva historia que le revela en el viaje en taxi desde el aeropuerto hasta el hotel y entre comidas en puestos callejeros a los que Lu Han iba de pequeño, según le cuenta con un dumpling en la mano, al término de las prácticas de fútbol.

Al sol de Beijing, Sehun puede notar las grietas en su novio. No son tan encantadoras como las pequeñas arrugas que se marcan al borde de sus ojos cuando sonríe. Pero las aprecia y las delinea entre besos, mientras ríe porque Lu Han le cuenta de la odisea que vivió junto a Yixing, solo para ir a un concierto tributo a Jeff Buckley del que únicamente presenciaron el final de «Hallelujah» y «So real». Otras apenas y puede vislumbrarlas, y eso lo mosquea, lo mosquea terriblemente. Porque Lu Han pierde lustre y parece otro chico citadino con sus lentes de sol y un pañuelo Hermes alrededor de su cuello, adentrándose en el distrito de Haidian y perdiéndose en él. En pocos años la ciudad ha cambiado muchísimo, pero Lu Han aún recuerda cómo movilizarse por las calles.

Le cuenta que si giran hacia la izquierda, todavía debe existir el pequeño departamento donde vivió todo su tercer año de universidad, un monoambiente de renta carísima al que le intentaban sacar el máximo provecho. Sehun no se considera idiota y por los rastros de nostalgia, alegría y tristeza que puede leer, supone que por la izquierda, también le han roto el corazón.

Si giran hacia la derecha, sin embargo, se toparán, unas cuantas manzanas más allá, con su casa paterna y… y su escuela. Su escuela es bonita, le asegura. Pero no irán a la derecha, hoy no.

Siguen caminando. Beijing no es más húmedo que Hong Kong pero sí se siente más pesado y Sehun solo asiente para hacerle entender a Lu Han que lo está escuchando; seguirán caminando recto por unas cuantas cuadras más. Si Lu Han no mal recuerda, la última dirección que tiene agendada de Yifan no queda lejos. Yifan solo era su compañero de habitación en la universidad, le asegura, y era la falsa publicidad en su máximo exponente, porque ambicionaba con ser algún tipo político o trabajar en la ONU, en Derechos Humanos, pero no podía ganar ni una sola vez la discusión sobre dónde comerían cada viernes.

Lo está escuchando. Por eso mismo sabe que Yifan fue más que un simple compañero de habitación.

Lu Han es mucho más de lo que esperaba cuando lo conoció. Descubre que no le desagrada en absoluto. Pero tampoco le agrada que utilice la palabra «desliz» con una sonrisita apenada.

*

Una vez le confesó a Lu Han bajo las luces estrambóticas del pub que envidiaba la sonrisa de Jongin. «¿Por qué?», le preguntó Lu Han con esos ojos enormes que lo volvían tan expresivo. La sonrisa de Jongin es desarmadora cuando la construye. Pero su risa es realmente encantadora cuando se le escapa, con ganas y un poco de vergüenza.

-Tu sonrisa no es fea. Es linda, de hecho. Deberías sacarla a lucir más a menudo; la gente caería con más facilidad rendida a tus pies -había respondido con sinceridad y luego había sonreído ladinamente para ocultar su zalamería mientras señalaba su copa, casi vacía, como excusa.

Sehun agradeció no tener tanta idea de inglés y menos de mandarín en ese tiempo, así fue más fácil censurar sus palabras y dejarlas como un simple pensamiento. «Lo haría siempre para ti, Lu Han-ssi» o algo por el estilo se habían quedado solo en su cerebro.

Jongin ya no sonríe últimamente.

Ninguno lo hace mucho, de hecho.

*

El edificio no es tan moderno como para hallarse en una zona vertiginosa de la ciudad, mas exhibe una soberbia que a Sehun le hace pensar que Yifan sí logró ser algún tipo de político. Lu Han se frota las manos, nervioso, y se muerde el labio mientras se acomoda su cabello en el vidrio. Más para retrasar el momento que para verse presentable. Él lo entiende, realmente lo hace, pero su estómago se tuerce un poco en molestia y ¿cómo será Yifan? Quiere estirar su mano y tocar el timbre, sin embargo se queda quieto y espera.

Finalmente, Lu Han deja de restregarse las manos en su pantalón y aprieta el timbre.

Quien les abre la puerta es una persona alta y de apariencia brava. Zitao, según logra entender porque el mandarín es apresurado. Y repentinamente es un poco quebrado, cuando Zitao los deja pasar a la sala y los deja unos minutos a solas para preparar té oolong.

Lu Han aprovecha esos momentos para explicarle en susurros que Zitao es la pareja de Yifan desde hace un par de años, que se conocieron cuando Yifan fue a ver las instalaciones de la facultad de diseño de Zitao y que parecen hechos a medida, el uno para el otro. O que eso le había contado su amigo una vez por teléfono.

El aroma floral del té los rodea y la voz de Zitao resuena ligeramente rasposa mientras pide disculpas, Yifan hoy no se encuentra allí. Y es como un balde de agua fría, especialmente por la manera en que los hombros de Lu Han decaen mientras pregunta cómo podrían contactarlo, que es un tema realmente importante. Y Sehun quiere hacer algo, si solo supiera qué, pero Zitao se le adelanta y comienza a hablar nuevamente en un mandarín tan veloz y dialéctico que él se pierde al intentar comprenderlo.

No obstante, las emociones no tienen barrera idiomática y el chico frente a ellos es fácil de leer, incluso más que Lu Han. Puede reconocer la angustia en su voz y las bolsas debajo de los ojos mucho más oscuras que unas naturales. Lu Han siente pena por el chico y lo abraza, lo abraza fuertemente, quizás para ocultar un poco la manera en que lucha consigo mismo y las palabras que no le son fáciles de decir en voz alta.

Mierda, incluso después de meses, no podía decírselo a él ni en voz baja sin tartamudear suavemente.

El pecho de Sehun también se contrae tenuemente y está tentado de ofrecerles las tazas de té, para tranquilizarlos. Entonces Lu Han susurra algo suavemente que no alcanza a oír, como un suave canto que no augura buenas noticias.

-Zitao, esto no es algo lindo de oír -advierte y espera a que el otro le dé una señal de haberlo comprendido. Sehun puede sentir la congoja en el aire y estira la mano para brindarle algún tipo de mudo apoyo-. Yo… no sé desde cuando, pero estoy enfermo. Tengo SIDA -aclara tras unos segundos de suprema incomodidad-. Nunca tuvimos nada serio… «compañeros de habitación con beneficios», si quieres decirle de alguna forma… pero es posible que Yifan, también… -Lu Han se interrumpe. Parecía haber practicado previamente en su cabeza lo que iba a decir, pero contiene su respiración junto a sus palabras en cuanto oyen un gemido ahogado.

Otro gemido quebrado más y Sehun nota que en realidad Zitao está sollozando. Intenta hablar pero las lágrimas estrangulan su voz y pronto no hace más que llorar y ahogar grititos ocultos tras sus manos repletas de accesorios de plata. Sus ojos están rojos y desenfocados cuando finalmente susurra contra el abrazo de Lu Han que Yifan desapareció hace meses y que el dolor es intolerable.

Que no pueden hacerle esto, por favor, ahora mismo no pueden hacerlo.

Zitao se rompe y se desmorona en pedazos frente a ellos.

No es lo que su aspecto aparenta, ni siquiera intenta imitarlo. Pareciera que es como un felino, grácil y feroz, que se aparta y se lame solo las heridas; sin embargo es agradable y bastante abierto. Se abraza a Lu Han como si su vida dependiera de ello y los despide entre hipidos casi tiernos e invitaciones para que se queden.

-Yifan siempre tuvo debilidad por las personas débiles. Valga la redundancia -le comenta Lu Han en el camino de regreso hacia el hotel. Las luces de la ciudad brillan en la blancura de su piel, en sus ojos y en su cabello castaño e intensifica esa aura inocente y etérea que carga a todos lados.

Sehun no contesta. Hay algo de cierto y algo de despreciativo en sus palabras, que lo retiene. No ha podido conocer a Yifan, mas lo entiende. Zitao es débil pero lo suficientemente fuerte para no ocultarlo. Además es excepcionalmente cautivante y por un segundo considera que si las circunstancias fueran diferentes, que si no estuviera hasta lo huesos por Lu Han, hubiese caído ante los ojos felinos y los labios que, supone, forman una bonita sonrisa.

Besa rápidamente a su novio en pleno pasillo del hotel, con ternura y desafío, y luego no sabe si reírse o fruncir el ceño ante la mirada escandalizada que recibe. Se mete en la habitación deseando que Lu Han fuera un poco más como Zitao; quizás no le pondría tan difícil entrar en su vida y tomar un puesto permanente allí.

*

-Supongamos por un minuto que soy Lu Han y que estamos nuevamente en una de esas fiestas que hacía mi primo, que estamos hablando sobre, no sé, el futuro y nuestras vidas y todo ese bla-blá, ¿me besarías?

Se trasladaron desde la barra hacia una de las mesas del fondo cuando el bar comenzó a llenarse con más universitarios ruidosos. Ahora los acompañaban una jarra de cerveza de barril a cada uno más una medida de tequila. Jongin lo llamó «submarino amarillo» y dijo que, como Los Beatles, están mejor juntos. Sehun se preguntó desde cuándo Jongin escuchaba Los Beatles.

-Claro -aseguró con ímpetu. Quizás demasiado, que Jongin dejó de cantar por lo bajo una versión a destiempo y ligeramente arrastrada de «All you need is love».

-Entonces, ¿qué problema tienes? ¿Mal aliento? -cuestionó con el ceño fruncido-. Espera. ¿Es él? ¿Nuestro querido ángel Han no es un ángel? ¿Perdió la aureola? ¿Hay problemas en el paraíso?

-¡No seas tan puta mierda, Jongin! -rugió irritado y no le importó llamar la atención de las personas en la mesa cercana con su coreano ceceante y furioso-. Nuestra relación está bien, pero él… ¡Mierda! Vengo a verte porque te extraño, porque eres mi mejor amigo, maldición. Porque supuestamente estaríamos siempre para el otro, no para que…

-No, Sehunnie, tú no seas un puto pendejo -replicó y su mueca desdeñosa, vestigio de alguna sonrisa irónica, se había desvanecido en enfado y fastidio-. Has venido porque la diversión se ha ido por un caño y no sabes qué hacer. ¿Qué Lu Han tiene un problema? Pues no te quedes parado y haz algo. Lo que sea -dijo lentamente, remarcando cada palabra-. ¿Acaso no lo querías tanto? Averigua cómo ayudarlo. Quédate toda la noche en la puta biblioteca si es necesario.

Sus oídos zumbaban y sus respiraciones estaban ligeramente alteradas. Jongin podía ser la peor persona a quien consultar; sus consejos siempre se hallaban en el borde entre las órdenes y los puñetazos. Duros, directos y fríos como metal. No recordaba quién de los dos era más directo y quién fue el que aprendió del otro, pero hacia unos años que Jongin ostentaba la corona. A veces se sentía mal, pero jamás quitaba sus palabras.

-Hey, Sehun -lo llamó minutos más tarde, con la jarra vacía y harto del silencio tenso entre ellos-. Supongamos que soy Jongin y que estamos nuevamente en una de esas fiestas tontas que hacía Jongdae, ¿me besarías? -Su pregunta lo tomó un poco desprevenido, aunque no tanto como su voz, nostálgica y pesarosa y, posiblemente, suavemente esperanzada. Su respuesta se tardaba más de un par de segundos y ese par de segundos fue todo lo que Jongin necesitó-. Deja, ya lo sé. Has contestado eso hace tiempo.

*

Están sentados en el segundo piso de un café cercano a las oficinas de Baidu y para cuando la aguja del reloj golpea las doce y la camarera les trae el menú del almuerzo, ya llevan más de dos horas allí dentro. Afuera cae una llovizna suave, intermitente, que ha convertido el cielo en una masa gris que se confunde con el concreto. Lu Han le ha pedido tomar un café y mientras Sehun ha hecho durar su bubble tea, Lu Han se ha bebido tres casi en vilo. Cuatro, porque rechaza almorzar en favor de un americano, bien caliente, en lo posible.

Están haciendo tiempo y él puede notar que no es solo porque la llovizna es fría.  Lu Han tiembla como si se le hubiese colado en los huesos. El estómago de Sehun se retuerce en preocupación. Algo no está bien, hace rato que no lo está, y solo parece empeorar.

-Hyung, no deberías beber tanto café. Te está… -¿Alterando? ¿Acaso le puede echar la plena culpa al café?

-¿Sabes? Mi papá es uno de esos que se llevan muy mal con la tecnología -comenta Lu Han, como si no lo hubiese estado escuchando, mientras mira por la ventana-. Podría simplemente decirle que ahora soy uno de esos investigadores de Baidu y me miraría como si se estuviera planteando seriamente el desheredarme -intenta reírse pero empieza a toser y se vuelca un poco de café encima-. Oh, por favor -se queja en un mascullo en mandarín y anuncia-. Voy al baño.

Su estómago vuelve a retorcerse y siente que se lo tironean para todos los lados cuando se fija en el modo de caminar de su novio. Un poco desvaído, con los hombros caídos y convulsionando suavemente en cuanto vuelve a toser. Ya ni siquiera se parece al Lu Han que cada mañana buscaba disimuladamente con la mirada en el lobby del Hotel Mandarin Oriental, solo para recibir un suave saludo.

Alarmado, deja dinero en la mesa y pregunta por el hospital más cercano.

*

Siempre fue consciente de que estirar los momentos era contraproducente. La gente se cansa y la diversión se quiebra o la amargura se extiende. Y la amargura estaba bien arraigada allí, en la mesa que ambos compartían frente a frente. Pero no podía simplemente levantarse e irse, no cuando finalmente estaba sentado con Jongin y aceptando las palabras escupidas con rabia que tal vez se merecía.

Aunque ya no hablaba tanto, solo le echaba miradas por  debajo de las pestañas y lo golpeaba suavemente con el pie por debajo de la mesa. Para echarlo o para instarle a decir algo, no estaba seguro.

-Invítame -dijo Sehun, solo para romper el silencio y Jongin se echó a reír secamente, como ladridos de perro.

-Solo si me ganas -replicó desafiante y ligeramente arrogante mientras alzaba su jarra. Parecía nuevamente el chico de apenas diecinueve años, con la emoción de poder beber legalmente, que se le colgaba de los hombros y lo empujaba torpemente por las avenidas en busca de diversión.

-Jongin… -empezó a modo de advertencia. Tal vez no era su incumbencia hacerlo, ya no, pero no podía evitarlo. No cuando estaba presenciando a su mejor amigo beberse casi su peso en cerveza.

-No -le interrumpió-. Tú no. Solo bebe conmigo un rato, como antes. Y luego si quieres, me metes en un taxi y te olvidas de mí. ¿O te estaré retrasando demasiado?

Lo peor de todo, quizás, era que entre su sarcasmo y su sinceridad ponzoñosa había un poco de preocupación. O quizás no era lo peor, porque estaba empezando a rozar nuevamente la vieja amistad que habían compartido.

Y, mierda, si Lu Han se había tomado su buena cantidad de semanas para sincerarse, él podía tomarse unas horas con Jongin.

*

En el hospital piden el historial médico de Lu Han. Si Sehun lo ha visto vacilar para hablar con él, con Zitao o con la idea de sus padres, nada se parece a este momento. Entiende el porqué minutos después de que Lu Han admite entre jadeos que tiene SIDA. Hay un poco de revuelo alrededor y un par de personas en la sala de espera se levantan y se alejan hacia la otra punta del pasillo. Una mujer busca inmediatamente una mascarilla para su hijo y un hombre bufa algo por lo bajo que Sehun no comprende pero que le molesta terriblemente.

Frunce el ceño y quiere poder gritarles algo a las personas allí. ¿Acaso tienen idea? Mierda, ¡no se contagia por aire! ¡No es tan fácil enfermarse! E irónicamente tampoco es tan difícil, pero ¿ellos qué saben? ¡Nada! No lo miren así, que Lu Han se apena. ¡Que no lo miren así, que se apena y se aparta! ¿Saben lo que le está costando que Lu Han se abra? ¿Acaso tienen una puta idea?

No, claro que no lo saben. Nadie sabe mucho. Ni él mismo sabía más que cómo se contagia. Necesitó de un día entero para luchar con su inglés, para así comprender perfectamente lo que las páginas de Internet dicen.

Pero no se le ocurre culpar al sistema o a la sociedad en sí, prefiere atiborrarse de rabia hacia la gente que tiene allí y ahora. Porque tampoco es su culpa por preocuparse por una persona que no deja de temblar y toser, y llevarla a la guardia.

Un doctor con una mascarilla y guantes guía a Lu Han hacia una parte más recluida del hospital y la próxima vez que lo ve, está recostado en una cama, vistiendo una bata hospitalaria y un fuerte halo de angustia.

*

Cuando habían llegado a Hong Kong y se habían establecido por una semana en la salita de estar de Jongdae, nunca habían pensado que se quedarían tanto, ni que se enamorarían de y en Hong Kong.

-¡Bienvenidos a Hong Kong! -les había gritado Jongdae desde la punta del Victoria Peak mientras estiraba los brazos y les mostraba la vista de la ciudad incandescente en la noche-. ¡Donde la vida es una aventura! -Y ellos habían reído porque se quedaban; mierda, sí que se quedaban.

Tampoco habían siquiera pensado que no todas las aventuras son emocionantes y divertidas.

*

Contempla a Lu Han con aprehensión. Una vez le dijo que el blanco le queda bien.

Lo recuerda casi a la perfección; ambos estaban escondidos en la pequeña oficina de Joonmyun, con el cabello revuelto y respirando pesadamente. Lu Han estaba de rodillas, con su pequeño mentón y las comisuras de sus labios manchadas y con su camisa Ralph Lauren salpicada, húmeda y arrugada cuando lo dijo.
«Cállate, mocoso», bufó Lu Han y le dio un golpecito en su cadera, que valió la pena por el sonrojo en sus mejillas.

Sehun no se refería a esto.

*

Jongin se balanceaba suavemente sobre sus pies y parecía que cualquier soplo de viento lo derribaría. Sehun no quería ser ese viento. Sin embargo, también estaba un poco más risueño y se apoyaba en su hombro mientras esperaban por un taxi. Seguía cantando «All you need is love», un poco más desafinado y a destiempo, y fallaba miserablemente al intentar pronunciar correctamente «love», lo que le producía otro pequeño ataque de risas. Y quizás él lo malinterpretó.

-Hey, Jongin -le llamó la atención. Al mismo tiempo se rascaba el pecho por encima de la ropa con algo de manía, por si acaso el nudo que llevaba dentro de él pudiera desanudarse así-. Tal vez tienes razón. Seguramente tienes razón. Soy un amigo de mierda, pero… ¿sabes? No te descargues con Lu Han. Él no tiene mucho que ver con nosotros. Háblale, ¿sí? Eres su amigo y te extraña.

Sehun no solía pedir favores, menos rogar; Jongin lo sabía bien. Pero no fue suficiente y él pudo notarlo cuando Jongin volvió a reírse secamente, como ladridos de perros rompiendo en la oscuridad.

-Escribiste un posesivo en él, ¿recuerdas? -exclamó entre risas llenas de amargura-. Tomaste tu maldito marcador y escribiste un «De Sehun» en su cadera, donde sabías que me fijaría, ¿recuerdas? Porque yo sí. Y recuerdo perfectamente que Lu Han no estaba muy emocionado por quitárselo -siseó y sus labios gruesos se fruncieron, como si tuviera algo para decir pero no estuviera seguro. Su estado de ebriedad ayudó-. Mira, gracias, pero… ¡Eh, taxi! Pero no, gracias -bufó. Entonces lo miró intensamente con ojos oscuros y desenfocados que perturbaron a Sehun. ¿Adónde había quedado su amigo vergonzoso y hasta apacible? ¿Acaso Sehun había sido desde el principio el viento que lo azotó y lo hizo derrumbarse y ahogarse en rencor? Tenía una disculpa preparada en la punta de la lengua cuando Jongin lo abrazó fuertemente por unos cuantos segundos-. Lo que sea con Lu Han, no la cagues.

Luego se metió en el taxi y se llevó consigo su olor a cerveza y rencor, pero dejó instauradas suaves cosquillas y nostalgia en sus hombros, junto a la responsabilidad que cada vez se volvía más pesada.

Quizás el verdadero problema siempre había sido que mientras Jongin sabía perfectamente qué quería hacer de su vida, no se decidía por con quién compartirla. Sehun era justamente lo contrario.

*

Golpea la puerta de la habitación solo para que hacerse notar. Lu Han alza la mirada y sonríe tenuemente, o al menos eso cree vislumbrar en sus ojos semi-opacos. Tiene la boca oculta por la mascarilla del nebulizador que parece poco a poco ir ganándole terreno en el rostro, en el cuerpo. Lu Han le hace entender por medio de señas que debe mantener la mascarilla unos minutos más y Sehun asiente simplemente. Luego se sienta a su lado con cuidado y le ofrece la mano. Aprovecha los minutos acariciando con parsimonia los dedos pequeños de Lu Han mientras se pregunta si acaso los remedios no pueden ser igual o más invasivos que la misma enfermedad.

-Inicio de neumonía, dijo el doctor -informa Lu Han en cuanto se quita la mascarilla-. Y que me cuide -ríe con un pequeño bufido escondido, como cada vez que hace cuando quiere aligerar sus palabras.

Él no se ríe. No ve lo gracioso por ningún lado.

-¿Nada más?

-Bueno, te has perdido el sermón del siglo. Aunque no lo entenderías, ni yo lo hice y es mi idioma nativo.
Sehun reconoce nuevamente el nudo en su pecho y cómo su estómago se retuerce. Está tentado de alzar la voz, gritarle a ver si Lu Han entra en razón y se da cuenta de que están hablando del algo serio. No. Que se dé cuenta que Sehun va en serio. Que no necesita suavizantes porque no correrá a ningún lado. Se prometió a sí mismo, a Jongin y a Lu Han que no la cagaría y piensa cumplirlo.

Pero para eso necesita que Lu Han lo ayude.

-Lu Han -dice simplemente pero considera que será lo suficientemente significativo. No lo ha llamado por su nombre en casi dos años ya. Y es un poco doloroso pensar que es su hyung por tanto tiempo y apenas haber tenido unas cuantas charlas realmente personales en estos últimos meses.

Cuando piensa en ello, no puede evitar soltarle la mano.

Eso parece hacer mella en Lu Han, porque lo mira con ojos grandes, sorprendidos, y más que nada temerosos.

-Me regañó -murmura-. Algo de que estoy jugando con mi salud. Que debería tratarme correctamente. Que soy de alto riesgo, por lo que… -se interrumpe y se queda callado por unos cuantos segundos. Su expresión se delinea entre estupor y el desasosiego. Tiembla un poco y Sehun está seguro de que no es por frío, así que por impulso toma nuevamente su mano y entonces Lu Han respira profundamente-. Me han recetado un cóctel. AZT y no sé qué otro antirretroviral e inhibidor. ¿Puedes creerlo? «Un cóctel», le dicen. Y no quiero depender toda mi vida de un cóctel. Menos de este tipo de cócteles… -Su voz se está volviendo trémula hasta que finalmente se detiene. Está alterado, completamente alterado, e intenta controlar su respiración pero acaba tosiendo.

Sehun lo abraza con fuerza e intenta calmarlo con caricias suaves en su espalda mientras susurra «hyung, respira» numerosas veces en su oído. El nudo en el pecho de Sehun amenaza con aprisionar su corazón hasta molerlo, pero no puede hacer más que apretar a Lu Han contra su cuerpo.

-Está bien, hyung, está bien. Todos somos dependientes de algo -le asegura una vez se ha tranquilizado.

-¿Sí? -cuestiona en un susurro ahogado, porque tiene su cabeza apoyada en el hombro de su novio-. ¿Y tú de qué dependes? -Sehun no contesta. Si lo hiciera, Lu Han seguramente correría. Así que únicamente se sonríe con suavidad para no hablar y lo besa en la sien-. Bien, no hables. Ya lo averiguaré -amenaza y ahora Sehun sí se ríe porque Lu Han le parece una de las personas menos amenazantes que ha conocido-. Por cierto, habla con el médico. A ver cuál es tu tratamiento. Solo tienes el virus aún, no dejes que se convierta en SIDA… por favor -le pide con esos ojos grandes y Sehun traga fuerte.

-Lo haré.

Su estómago se revuelve y se retuerce y él podría encontrar perfectamente la ironía de la situación, que sea Lu Han quien le pida que se trate cuando él ha llegado hasta este punto, pero no la encuentra. Solo halla rastros de remordimiento y ansias.

Se quedan unos cuantos minutos en silencio, abrazados y haciendo caso omiso a las miraditas alarmadas y juzgadoras de las personas que pasan por la puerta de la habitación. Se quedan en silencio hasta que no hay nada más fuerte que sus pensamientos y sus respiraciones, gradualmente normalizadas.

-Tengo miedo, Sehunnie -le confiesa en un susurro, casi imperceptible, entre pequeños jadeos y temblores. Mira algo fijamente y Sehun descubre que es su propio brazo, en el lugar donde se clava la aguja intravenosa del suero-. Tengo miedo todo el tiempo. Nunca sé qué hacer y yo… solo tengo miedo -sigue susurrando. Sus pupilas almendradas tiemblan y no le transmiten nada más que puro pavor.

Refugia a Lu Han entre sus brazos y lo hamaca suavemente, depositando pequeños besos aquí y allá porque es la mejor respuesta que le puede dar a un corazón expuesto.

*

Y quizás no todo es tan malo ni tan bueno.

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