[SeKaiLu] Trímurti. (2/2)

Mar 01, 2014 12:56


Parte I

Trímurti
त्रिमूर्ति

Parte II
El camino de regreso a la puerta del edificio es silencioso salvo por los sollozos de Luhan que no paran y Sehun, Jongin sabe muy bien por qué, no se atreve a caminar a su lado o a abrazarlo. Si no lo ha hecho en la caída, tampoco debe sentir que merece hacerlo cuando están a salvo.

Los pasos de Sehun se aceleran en medio de la calle a oscuras y van directo hacia dos tipos altos caminando frente a ellos. Van hombro con hombro y la intención está pintada en el encuadra como un mal porno, como esa línea ridícula en la que la chica dice que no tiene dinero para pagarle a quien le está arreglando la nevera y por supuesto, va a pagar poniendo el culo. Sehun está hecho de ese material de película de esa previsibilidad, en cada uno de sus pasos tiene impresa la más típica de las reacciones y Jongin sabe que lo ha visto antes que Luhan, el golpe, el grito, el primer codazo a la cara de uno de los tíos, desde que se destensa los brazos como hacía cuando iban juntos a clases de kickboxing.

El golpe va directo a la cara del sujeto al que agarra del cuello de la playera. Los dos son más bajos que él pero más corpulentos, aunque quizás no tan fuertes. El que se lleva el golpe no sabe reaccionar y trastabilla, el otro pierde algunos segundos mirando a Sehun, probablemente pidiéndole una explicación, pero los pierde terriblemente porque Sehun encuentra en ese tiempo el espacio perfecto para patearle los huevos. El hombre que no tira basura en la calle, anda en bicicleta y siempre deja sentar a las embarazadas en el metro y pasar primero a las mujeres en las puertas siempre tiene ese tipo de violencia acumulada entre las pelotas.

Se enoja, el más bajo de los extraños e intenta contraatacar, y a un lado de Jongin, Luhan hace el amago de querer ir hacia él, pero le detiene del brazo y lo jala hacia sí para que se esté quieto. Sehun lo tiene bajo control y francamente, si alguien va a meterse en problemas, es mejor que sea sólo uno de ellos y no los tres.

El primero intenta golpearlo pero con habilidades en verdad propias, Sehun huye del golpe y Luhan suelta una risotada temblorosa de mocos: -¡Deja que te pegue, pendejo, de qué se trata?

Esto debe ser de lo más terrible que uno puede escuchar al ser atacado en la calle por un extraño: Te tiran del hombro y te saluda un puño blanco y huesudo directo al pómulo, trastabillas atrás y te das cuenta de que quien te ataca, que no dice ni intenta quitarte nada, está acompañado. Tu atacante golpea a tu acompañante y tú no puedes hacer más que intentar golpearlo, intentar defenderte, ayudar a tu amigo a irse de ahí, no eres alguien malo, no hiciste nada para merecerlo, pero él es más fuerte, más alto y más rápido que tú y te huye la defensa. No hay modo de que puedas salir ileso. Luego uno de sus amigos lo alienta a dejarse golpear y tú no sabes, no entiendes nada, sólo sabes que este hombre de más de un metro ochenta, que se ve menos recio de lo que realmente es, está jugando contigo.

Lo que hay ahí es pánico del más terrible. ¿Qué clase de asaltante es este muchacho guapo de cabello decolorado? No sabe nadie si este chico lo que quiere es matarte, si lo que pasa es que está drogado y necesita algo que de pico a su viaje. Bien podría ser un cabrón que por las puras ganas espera a que le tires un golpe para encontrar ofensa y quebrarte a patadas. ¿Sabrá tu madre que saliste y que ahora estás en una callecita oscura con la nariz sangrando a punto de mojar los pantalones?

Jongin sabe que Sehun es un buen crío pero que está desesperado y Luhan no es capaz de darle el límite. Todo tiene un límite pero dónde mierda está.

Tendríamos que ser superhéroes.

No, no tenemos más habilidades que ésta. Lo que hay que ser es soldados…
es como ser antibalas, no te puede pasar nada, puedes hacer lo que sea.

No puedes hacer lo que sea, nadie puede hacer lo que sea.

Ambos transeúntes se lanzan a golpes sobre él cuando el que se recupera del dolor en las ingles se levanta y le da un puñetazo en la cara que Sehun consciente. Desde la entrada del callejón, no se puede ver ni a Jongin, ni a Luhan. La luz de la calle cercana ilumina sólo a los extraños y a Sehun, que recibe golpea tras golpe hasta que, al ver que no intenta defenderse, los tipos lentamente se detienen.

-¿Estás bien?- Luhan y Jongin preguntan, sin darse cuenta hasta que han hablado, que están tomados de los brazos y las manos, intentando detenerse de hacer algo porque la paliza la han visto muchas veces en la tele y después de caer doce pisos quizás Sehun no tenga el labio abierto y la cara amoratada, quizás esté tan hermoso y tan de comercial como siempre… pero nadie les ha dicho cuánto dura el efecto, si son duros porque tienen una coraza o si son duros para siempre. No conocen la naturaleza del poder que Sehun tan desesperadamente intenta alcanzar.

Pero ellos temen, dejan de golpearlo y huyen como cualquiera huiría si los atacantes están quietos y parece que no van a seguirte, echan a correr a la luz de la calle más transitada, sin gritar, sin decir nada.

Sehun sale de donde lo habían acorralado entre los dos, se sacude la ropa y se toca la cara. Jongin no puede ver muy bien, pero se mueve sin dolor, sin pausas. Luhan se retuerce como un gusanillo en sus brazos y se suelta para correr junto al más joven y tocarle la cara, llenarla de besos, abrazarle el cuello y Jongin camina, camina despacio junto a ellos, los pasa, los deja.

Esa noche no duerme, la usa en escuchar música y comer.

Después de escuchar a Luhan llorar hasta las dos de la mañana y luego de oírlos despertar, o salir del cuarto, para darse una ducha juntos, Jongin se va a recluir al propio, a ver si puede dormir, sólo porque sí. Media hora de plática en el baño y la cocina más tarde, Sehun abre su puerta y cuando se da cuenta de que está despierto, le dice que van a salir fuera. Jongin sobreentiende que sólo ellos dos y no pregunta más, pero Sehun siente que tiene que aclararlo.

-Es que, ya sabes… pasamos un aniversario muy poco romántico.

-Creí que había sido el mejor de la historia.

-Y... -el color le sube a la cara como si fuera una caricatura.- no, la verdad es que estar de cabeza atrapado en un carro aplastado no es especialmente bonito.

Luhan desde afuera grita “¡Vámonos!”, pero Sehun no reacciona.

-¿Estás bien? -no sabe por qué le pregunta pero la duda de Sehun al responder es suficiente motivo para justificar el interés.

-...Sí. ¿Y tú?

Jongin asiente desde su cama. -No vayan a excederse, no sabemos…

-Sí… nada peligroso. Creo que volvemos antes de que se haga tarde, como andamos sin auto.

-Si necesitan que vaya por ustedes a alguna parte me llamas, ¿okay?

-Okay. Gracias, hyung.

Sehun cierra la puerta de su cuarto con una sonrisa y poco rato más tarde, la puerta del departamento. Jongin duerme poco, hasta pasado mediodía, quizá y despierta con cierto letargo que se logra sacudir del cuerpo con una taza de café. Mientras está sólo, ese es uno de sus experimentos. Se dedica toda la tarde a explicar a sus profesores sus ausencias en los últimos dos días, a comerse un pollo entero y a romper cada una de las agujas que encontró en el equipaje de Luhan, entre yema y yema.

A las ocho treinta y tres recibe un mensaje en LINE de Luhan que dice: “Alístate, Sehun y yo conseguimos algo que queremos probar contigo, nos vemos en Pulse”.

Pulse es un club gay en Itaewon donde van algunos extranjeros que no son viciosos con el tema y bastante gente mona. Hay otro club cercano que es similar pero con muchos menos jóvenes y muchos menos coreanos. El nombre de ese otro bar es Trance. Pulse, Jongin ha ido notando, es el lugar favorito de Sehun porque no es demasiado avanzado, ni demasiado aburrido, no hay cover, la música está bien, los tragos no tienen nombres tan obscenos (Cock sucking cowboy por 5,000 ₩) y se puede bailar. Hay uno que otro enano demasiado musculoso pero en general, los clientes son jóvenes, adultos coreanos bien. Sehun es un tipo muy curioso de cristiano.

Cuando los encuentra allí, después de que le han revisado que no lleve nada ilegal dentro, sabe que lo que quieren probar con él son químicos y que empezaron antes porque, quizás tardó demasiado o quizás Luhan se siente en posición de presumir su privilegio. Si lo que Jongin ve es cierto y no es sólo él mismo intentando autosabotearse, al parecer las drogas afectan sus cerebros.

Están sentados juntos, muy juntos, ambos con las espaldas en el respaldo del sillón en el que se han tumbado pero se besan a la vista de todos, que es algo que Luhan siempre dijo que odiaba hacer y que otros hicieran, y se acarician las piernas, los bultos en los pantalones, perdidos como si estuvieran solos. Jongin patea a Sehun en la rodilla, en el lugar exacto para que su pierna por reflejo conteste con una patada a la mesa frente a ellos y tire sus tragos.

Les rompe el beso la interrupción y él les ve las caras brillantes y sonrientes, tranquilas.

-¿Qué tomaron?

-Un… cóctel obsceno y lo tiré por tu culpa- Sehun sonríe, Luhan también, no es marihuana, no huele, son pastillas, algo rápido, camuflable. Sehun sonríe. Sehun está contento. Jongin no necesita más- ¿Recuerdas a el tipo del baño, el que siempre me intenta tocar el culo?

-¿Qué te dio, qué se tomaron?

-Creo que E… -dice su hyung, peinado hacia atrás en una camisa blanca que le hace ver, cuando menos, atractivo y hace espacio entre ellos, lo jala de las piernas hasta que está sentado con una nalga en el asiento, la otra en su muslo y le abraza la cintura-. Perdóname por lanzarte a la calle… no lo voy a hacer nunca más… no voy a intentar asustarte nunca más.

Jongin traga saliva y mira a Sehun. Sigue contento, se le ven raros los ojos, tiene las pupilas tan dilatadas que ahora teme sacarlos a la calle y que se queden ciegos. Gritan un poco para decirle que tome la pastilla que le dejaron. Es una píldora pequeña y en medio de la música que no lo deja escucharlos bien, ni pensar, se la echa a la boca y reza media oración, distraído por los besos en su cuello que resultan ser dos pares de labios y en algún punto de la noche, de alguna parte aparecen igual de rápido que desaparecen, unos terceros.

A trompicones el sexo en el auto se anuncia desde que Sehun empuja el cuerpo de Luhan sobre uno que hace sonar la alarma porque seguro que no hubo menor cuidado en la maniobra. Jongin va detrás de ellos y no tiene tiempo ni ganas de explicarse por qué hace lo que hace pero con los muslos cubriendo los de Sehun, se presiona en su espalda y las manos le Luhan le tiran la camisa, débiles pero necias, ignorando el abrazo en el que estaban ocupadas antes de sentir su pecho en los dorsos en favor de jalarlo hacia ellos.

¿Se da cuenta de que está presionando su inadvertidamente dura polla contra el culo de Sehun? Es Luhan, es imposible saber si sí o si no, pero no se detiene, sigue tirando de la camisa de Jongin aunque esté ocupado gimiendo en los labios de Sehun y separando las piernas para ambos y el más joven tiene ambas palmas planas sobre el capó del auto que chilla enojado porque están frotándose sobre él después de haberlo golpeado. ¿Dónde están sus modales, ni siquiera un trago?

El auto desconocido le grita en las orejas al más viejo que quite el culo y a sus bestias de encima de él y con una risa tonta Luhan los empuja, les dice que fuera de allí, que vayan al auto. Vamos a casa. No hay modo de llegar a casa cuando al abrir el auto de Jongin los tres entran al asiento trasero y Sehun, todavía un poco alucinando, todavía sudoroso de bailar sin cansarse, se monta sobre las rodillas de su pareja y se sienta en sus muslos. Bajarle los pantalones a Sehun es unas diez veces más difícil que a cualquiera de los otros dos pero en risas y pataleos, lo consiguen.

Se parece mucho a la sensación de los juegos mecánicos. Antes de subir uno tendría, a menos que esté bajo la influencia de drogas duras, que convencerse de que es capaz de sobrevivir el vértigo y la velocidad, la altura, la sensación de que uno se muere que en las venas es tan terrible como placentera, ese cosquilleo en el culo, es casi el mismo que uno siente, aunque sin el dinamismo, cuando se deja caer desde el mirador, con las piernas y manos estiradas, gritando en un asiento redondo que frena antes de llegar, que la de sentir manos que te tocan y te acarician lugares donde tus propias manos no te causan nada.

El dolor es eso para ellos, la adrenalina que todavía tienen pero que no les sirve de nada porque algo o alguien los ha hecho indestructibles y no les sirve para protegerse del peligro.

No pueden hacerse daño así que se muerden a placer porque así se ha vuelto el asunto de tocarse, de hacerse sentir cosas. Se ha convertido todo en una competencia por ver quién puede poner más saña al rasguño, al puñetazo, de ver quién es capaz de medirse menos, de dejar ir la fuerza del cuerpo uno con otro. Así, en comunión que al mismo tiempo parece una guerra, Luhan hinca las uñas y hace presión en la piel de Sehun pero no hay un dibujo rojo en su trazo y por tanto, ni medio gemido y Jongin siente la desesperación en el retorcerse de Sehun entre ellos que, enojado, frota sus caderas una contra otra, al frente contra la verguilla dura de Luhan y atrás con la de Jongin, mucho menos insignificante.

Aclaremos pues, que no es esta la primera vez para ninguno de ellos porque cuando eran críos les enseñaron que de follar niñas (y más tarde ambos hombres y mujeres), los hacía más machos y todos tuvieron al menos una novia con la que estuvieron, por guapos, sólo porque querían probar qué se sentía poner el pito dentro de ese alguien. No es tampoco su primera vez con hombres, para ninguno, ni entre ellos.

Jongin desde que sucede, espera que Sehun nunca se entere que se folló a Luhan después de una pelea en una fiesta donde Luhan lo encaró sobre todavía tener sentimientos por Sehun a pesar de que tenían cerca de seis meses juntos, felices y fieles. ¿Irónico, eh? Pero de ese punto en más no importa, porque Luhan le estira la camisa y la jalonea intentando abrirla mientras Sehun le besa el hombro y le toca las costillas como un piano.

Si son fieles o felices, Jongin lo cree todo porque debajo de él los ve unos críos enamorados y bonitos, los ve llenos de suspiros y de sonrisas que a veces son para él y a veces se quedan en sus labios.

Los monta a ambos, de algún modo, o Sehun lo monta a él, o tal vez ambas cosas pasan. Lo recuerda por el resto de su vida dándole la espalda y se recuerda besando sus músculos bonitos de galán de drama de las siete y recuerda los labios de Luhan sobre el hombro blanquísimo de Sehun, sus dientes chuecos, el sabor dulce de su boca, sus besos secos y animados aunque serenos. Recuerda haber estado dentro de ellos, de los dos y recuerda haber percibido la diferencia y el ritmo de sus corazones en el pecho.

Ni siquiera sintió, después de las primeras caricias tranquilas, la necesidad de lastimarlos y aunque temió cuando ambos, él y Luhan, estuvieron tan dentro de Sehun como pudieron, cuando le escuchó reír y decir “¿Ves? No duele nada”, se relajó hasta que a las tres y quince de la mañana, cuando el efecto había pasado y se habían dejado los huevos secos y las vestiduras del auto asquerosas, Sehun se hartó del descanso, se puso los pantalones y condujo hasta casa.

Son las seis cuarenta y nueve del primero de Marzo cuando Sehun sale de la habitación, tras haberse rendido de intentar dormir, después de haber vuelto del club y asegurarse de que Luhan sí lo consigue. Encuentra a Jongin comiendo cereal, como tres días atrás, leyendo la información nutrimental. El cereal tiene algo de sal porque sodio sí que tiene, pero no colesterol. Come porque le viene en gana, porque si hay un lado amable de que hayan perdido el dolor es que no han perdido otras reacciones del cuerpo. Recuerda bien que todavía es capaz de alucinar, de sentir placer, de sentir miedo, de degustar, de sentir el calor, el frío, las miradas duras.

-¿Qué?

-¿Cómo que qué?

Jongin despega la mirada de la caja y le hace una mueca con los labios. -¿Qué?

Sehun se relame los labios y ve la caja de cereal con aparente desinterés. No está leyendo nada, tiene los labios tensos y si no es demasiada pedantez de parte de Jongin, apostaría un brazo a que le duele la mandíbula y tiene un buen rato apretando las muelas. Sehun es un tipo curioso de sumiso.

-¿Por qué te acostaste ayer con nosotros?

Jongin deja caer ruidosamente la cuchara en el plato de cereal, para hacer énfasis en la idiotez de la pregunta.-¿Cómo que por qué? Porque quise… ¡Porque quisimos!

-¿Quisimos?- el sonido que hace la silla cuando la jala sin levantarla en la duela es horrible y no duele para nada, sólo es una agresión, el tipo de agresión que les ha tomado tres días perfeccionar. Se sienta frente a él, del lado contrario que la mañana del veintiséis y quita la caja bien fuera de su vista.

-Tú estabas ahí, tú pediste cosas, te las dimos. No me hagas sentir mal por hacer lo que ustedes querían, si algo no te pareció, es tu culpa porque no lo dijiste.

-Fue nuestro aniversario hace… literalmente tres días. Estábamos drogados.

-Tengo tu edad, Sehun, no soy tu madre.

¿Qué clase de infomercial es este? Jongin le ve la cara cansada, aunque su piel está perfectamente sana y reconoce al Sehun del día veintiocho, sentado en silencio a la orilla de la carretera pero no al que volvió a brincos al baño a cepillarse los dientes el día veintiséis. Se ha vuelto blanco y negro, torpe, se ha vuelto ese hombre con suéter de cuello V que tira todo lo que toca al sentarse en el sillón y que tiene mejorar su vida con una mesa para descansabrazos.

-Sehunnie, esto tiene que parar.

-Ya lo sé. ¿Por qué crees que te lo digo?

-No, no Luhan y yo, ni tú y yo. Los tres… si vamos a tener esto, -Corte de toma, Jongin extiende las palmas a la altura de sus hombros con los dedos juntos , las puntas vueltas hacia su eje y se muestra a sí mismo como si se escaneara, esperando que Sehun infiera de esa acción “indestructibilidad”- vamos a tener que encontrar un modo de tranquilizarnos. Tenemos tres días y ya me ves así.

-¿Así cómo?

-No mames. Así.

Le señala que debajo de los párpados tiene algo pesado, pero no lo dice. No se ve en la piel pero Jongin lo siente, allí abajo de toda su salud, su invencible carne, hay algo podrido y no lo quiere allí, porque aunque ahora sienta ganas de darle un zape, lo ama todavía, como en diciembre de dos mil doce. Tal vez más porque ahora lo folló estando bajo efectos del Éxtasis y si eso no te hace sentir amor por el prójimo, nada lo hará. Pero es triste, esa carilla flaca desanimada, ese letargo. El tiempo que Sehun se tarda en reaccionar a sus palabras no tiene nada que ver con dolores musculares o sueño acumulado.

-Ya no quiero que nos veamos.

-Vives aquí.- Es la primera respuesta rápida, ya habrá tiempo de hacerle caso al pinchazo de dolor en el alma. -Todas tus cosas están aquí, tu novio tiene que comprarse un auto nuevo y pagar los vuelos que no tomaron. No seas pendejo.

-No quiero que tú y Luhan se vuelvan a ver.- Se levanta de la mesa rápido, tan atropelladamente como se sentó y recoge el plato del que Jongin comía para llevarlo al lavatrastes. Lo lanza sin cuidado pero esta vez no rompe nada.

-Luhan es mi amigo también.

-¿Desde cuándo, desde la primera vez que me dijiste que no debía verlo o desde que fue más rápido que tú en pedirme que fuera su novio? -Desde la cocina, Sehun lo mira con cada hueso del cuerpo bien soldado al siguiente, duro, necio. Jongin quisiera tener poder contra eso, si puede aguantar que un camión lo atropelle, sería lógico.- ¿Crees que no lo sé, crees que no sé que tú crees que fue cosa de tiempo, que si hubieras llegado antes hubieras sido tú y no él?

-¿Por qué sacas esto ahora? Si hubiera llegado antes- Su voz… qué chiquita es de pronto. -Le hubieras dicho a Luhan, “no gracias, ya tengo a alguien”. Ni siquiera digas que no.

-Si hubiera llegado antes- Su voz… qué chiquita es de pronto. -Le hubieras dicho a Luhan, “no gracias, ya tengo a alguien”. Ni siquiera digas que no.

-No llegaste antes y no eres quién para hacerte espacio entre nosotros así que nada de “porque quisimos”, ¿okay?

-Ni siquiera me interesa hacerme “espacio entre ustedes”, no vas a prohibirme ver a Luhan, puedes dejar de verme a mí si se te hinchan las bolas pero, ¿quién te crees para decidir a quién puedo o no puedo ver?

-¡Le haces daño y él a ti, ya basta!

Es un chillido, no un grito y dispara a Sehun de espaldas al mueble de la cocina, como si se cubriera de un ataque, como si huyera del depredador. Jongin no sabe cómo moverse sino hasta que oye ruido en la habitación del menor. Han despertado a Luhan y sale de esta abriendo bien lento la puerta, tanto que la hace rechinar.

-¿Qué pasa?- murmura, su voz está dormidilla. Se presenta en la cocina en calzones, de esos que son para críos, incluso tiene colores infantiles y los ve a ambos antes de ir hasta su novio a paso lento.

-Ya no quiero que ustedes se vean.- Sehun le dice, aunque suena a que es para los dos, con la cara escondida tras las manos y Jongin le oye sollozar. Luhan detiene un paso un segundo pero luego se apresura a llegar hasta él.

-¿Es por lo de anoche? Sehun-ah, sabes que tomamos cosas… sustancias, era un experimento, nada ha cambiado. Somos nosotros, fue… un resbalón, prometo que no voy a pedírtelo de nuevo. Lo juro.

-¿Tú se lo pediste?

-Era una misión.- Luhan responde y le concede medio vistazo antes de volver su atención a Sehun.

-No más misiones.- Jongin se levanta de la mesa y se ocupa, con mucho cuidado, de guardar su silla sin hacer ruido- Se acabó, de ahora en adelante vivimos nuestras vidas normales y si seguimos siendo antibalas qué bueno… Hay que parar, por favor. Esto nos está haciendo mal, somos amigos, no puede ser.

-Tienes razón… Lo siento, por lo de anoche y por todas las estupideces que hice. No va a volvera pasar, ¿mh?

Le llama con un ademán, sin que Sehun lo vea porque está aún oculto en sus manos y porque le abraza el cuello protectoramente, aunque sea más chaparro, se pone de puntillas para besarle las uñas y acariciarle el hombro. Con reservas, él se acerca, haciendo tan poco ruido como puede.

Es así: Cuando eres un niño te enseñan que como eres un hombrecito, tienes que ser responsable, obediente, trabajador, rudo y aguantador para la tristeza, el dolor, la injusticia y cualquier cosa que te haga parece en lo más mínimo a una mujer. Llorar está fuera del reglamento, mostrar debilidad, echarte atrás, tener miedo, sentir ternura. Sehun es, de momento, un paliducho y largo cúmulo de exactamente eso y Jongin cree que, más que otra cosa, Sehun ya no sabía qué hacer.

¿Qué lo lleva a saltar de la azotea otra vez, por qué no se detiene a pesar de que ellos se lo suplican? Hay varias teorías. Jongin cree que no sabía que el “poder” se había terminado, que no había sentido dolor y que por eso, asumió que sobreviviría la caída, que en realidad no se pellizcó. Luhan piensa que cuando se pellizcó el brazo, antes de saltar, decidió por su propia alma, ignorar que había sentido dolor en la piel y hacerlo de todos modos. Kyungsoo, a quien pertenece el número que Jongin guardó como “Fdesfasf” la noche anterior al salto y que sólo habla con él un mes más tarde que la curiosidad puede más que la timidez y el duelo, cree que su amigo tal vez saltó porque la MDMA (o bien, éxtasis) cuando sale del sistema produce una depresión aguda, aunque breve, cuando los niveles de felicidad que alcanzas bajo sus efectos son muy grandes.

Luhan lo tiene más duro que nadie, por varios meses no sale de su departamento, pierde el empleo, vive con lo que le dieron por perdida total de su auto y de lo que Jongin puede compartir de su beca, que es poco. Le toma años recuperar el ritmo de su vida y le teme a las alturas muchísimo más intensamente que nunca.

Ahora, ahora que es primero de mayo de dos mil catorce a las siete con dos, Sehun los empuja a ambos lejos uno de otro y de sí mismo y sin tocar a Jongin, interpuesto entre él y Luhan, grita las mismas palabras que dos días antes.- ¡Si te atreves a tocarlo otra vez juro que te mato!

Y Jongin, un alma amable capaz de ignorar que es culpable de lo que se ha echado al hombro, responde lo que cualquiera respondería:

-¿Ah sí, cómo?

Luhan corre antes que él, que sigue demasiado embrutecido sin ningún motivo, detrás de Sehun que va una vez más directo a las escaleras al techo. La carrera es mucho menos venturosa que la primera, mucho menos valiente y se ve en cada uno de sus saltos de escalon de dos en dos que a velocidad de futbolista Luhan sube de uno en uno y le grita, lo llama Sehun-ah, lo llama mi amor, le jura que todo va a estar bien, que se calme. Sehun no responde y no se detiene. La puerta a la azotea no se ha recuperado de la anterior patada, está trabada con un madero que hay que patear para que se abra de par en par y deje entrar el aire frío.

Jongin pierde de vista los calcetines blancos de Sehun cuando pasa por la puerta.

En retrospectiva, él de verdad creyó que no pasaría nada malo y Luhan también pensó que Sehun se detendría y si no, que al caer rompería el pavimento de nuevo y podrían hablar una vez que hubiera tenido su “dosis”. Pero cuando ambos llegan a la azotea y lo ven subiendo el escalón de la cubeta que nadie ha quitado de allí, hay una cierta porción de verdad que ni el más negado hubiera podido no ver. Ese no es un experimento.

Luhan, sin pantalones y sin calcetines, temblando de pies a cabeza de frío y de miedo porque las piedras de la loza se le clavan en los pies y duelen como cuchillos porque está helando y Sehun está parado en el borde de la azotea, sin mirarlo, sin atender sus palabras, camina hacia él y le murmura bajito, cariñoso, su nombre. Le dice que por favor no haga eso, ya sabes que no va a pasar nada, se siente ojete caer, ¿para qué te tiras?

Ambos saben que si Luhan se hubiera ofrecido a saltar con él otra vez, quizás lo hubiera convencido de volver al piso, pero no lo hizo.

Sehun niega. -No va pasar nada, déjenme.

Jongin intenta. Sin moverse de donde está, porque no quiere acercarse a Luhan más de lo que debería, porque honestamente no quiere estar cerca de él, porque este no era Sehun antes de conocerlo, antes del bar en el que lo convenció de que estaban hechos el uno para el otro cuando realmente lo único que sentían era una enorme calentura y Sehun quería alguien que supiera darle los mimos y los pinchazos de aguja que quería. Jongin no quiere ver a Luhan, no le importa. Intenta hablar, decir cualquier cosa pero el nudo en la garganta es tal que no puede hacerlo. ¿Si lo hubiera hecho, si Sehun lo hubiera escuchado llorar, se habría bajado de allí?

Él cree que no, Jongin cree que en ese punto, cuando sacó las puntas de los pies del borde del concreto, ya había decidido tirarse. Luhan cree que había decidido morir.

No hay unas últimas palabras. Por dramatismo, Jongin y Luhan se han inventado que dijo que era el niño bendito, como había sido en sus quince minutos de fama al sobrevivir un enorme y fatal percance automovilístico. En su sistema los laboratorios no encuentran rastros de la droga ni nada extraño. La investigación es terrible un mes después que los padres de Sehun amenazan con demandarlos por violación porque semen sí que había. La coartada es que ambos eran sus parejas, Luhan tiene esta idea, y que era todo consensual, que Sehun estaba deprimido y un sinfín de excusas. Sus amigos dicen lo que tienen que decir: la verdad, que era su aniversario, que pasaron unos días juntos, que Sehun nunca había mostrado signos de abuso ni depresión, que había venido de la nada para todos.

Luhan echa una última carrera hacia él intentando detenerlo pero la barda es alta, sus pies desnudos son enclenques y el dolor en las plantas no le permite ir más rápido. Le grita…

¡Pellízcate, por favor, pellízcate! Y Sehun le obedece, como siempre lo hizo, pero inmediatamente después da un saltito al frente y desaparece del horizonte en el techo del piso doce del edificio en el que vivió, a las siete con seis, quizás con siete. El golpe en el suelo incluso se escucha y para ver, con ese morbo que en shock nadie puede sacudirse de los huesos, Luhan sube la cubeta, apoyando una rodilla en la barda antes de lanzarse de regreso a la grava del techo y empujarse, con la cabeza temblando y las manos endurecidas de pánico en el rincón entre la barda, el suelo y la cubeta.

Jongin no respira y esta vez, le duele entre las clavículas.

Unos minutos más tarde, Luhan se habrá rendido de intentar prender el cigarro que tenía en el bolsillo de la sudadera, con los dedos rojos de quemaduras y la cara llena de lágrimas. Jongin sólo romperá a llorar cuando le oiga decir su primera frase después de Sehun:

-Bueno, ya sabíamos que esto pasaría.

Trímurti.
(Del sánscr. trimūrti, de tri, tres, y mūrti, forma). f.
En el hinduismo, tríada compuesta por los dioses Brahma, el creador del universo,
Visnú su conservador y Shivá, el destructor.
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