[Bandfic] Anónimo (2/11) B

May 30, 2014 15:35


PARTE A.

PARTE B.
En los días siguientes se enamoraría como un demente, para siempre. El protocolo por más de una semana, fue aprender a cazar, a comer, a morder y a ocultarse de los ojos y del día. No supo hasta que antes de conocerlos, Lu Han se lo dijo, que el resto de los vampiros ya sabían de él, pero por seguridad, su Padre había decidido no presentarlos hasta estar seguro de que todo iría bien. Para su sorpresa, se encontró entonces con personas que ya conocía, personas famosas, dos ricos de la ciudad, el Gobernador y un comerciante, Kim Min Seok y Wu Yi Fan y sólo entonces Se Hun reconoció en el rostro del Gobernador lo que su Padre había dicho antes de convertirlo, "Min Seok entenderá" y a pesar de que su Padre le había asegurado que lo haría, que no habría problema, que Min Seok había aceptado su transformación, lo había aceptado al Círculo, en sus ojos Se Hun no veía eso, veía su juicio y su duda, veía descontento. Lu Han había roto las reglas y Min Seok estaba aceptando su error, pero no a la consecuencia de su error... a la consecuencia la odiaba.

No importaba mientras fuera a los brazos de Lu Han a los que aterrizara de un salto a través de la ventana abierta de par en par en la madrugada, antes de que la resolana del sol apenas por salir le empezara a quemar la piel y ahí en su refugio, en el enorme cuarto, la recámara principal llena de oscuridad, lujos e historias hermosas de la larguísima vida de quien le había quitado y dado vida, encontrara su hogar. Ninguna de las opiniones del Círculo eran importantes, nadie en el mundo era importante, salvo Lu Han... salvo el más hermoso, el infinito.

En él conoció una paz que como joven, como hijo de familia, no había entendido, la paz del que no muere y para el que mañana no significa nada más que otro ciclo de luz, otra caza maravillosa, otro suspiro que pinta de vaho el espejo y otra copa de vino derramada sobre la alfombra y los muslos de la cena.

En medio de las paredes delgadas pero recias del casi palacio que es el burdel, Se Hun conoció, aprendió y entiendió el significado de la inmortalidad, la comodidad del ser joven para siempre, del ser bello para siempre, de permanecer como una flor abierta en su exacto punto cúspide… para siempre y entre las manos que arrancaron y congelaron esa flor, esa flor blanca y llena de desesperada vida, de desesperada rabia por morir y por amar, arrebatadamente, encontró en comunión con su impaciencia la calma de los labios suaves que murmuraron en su oído las canciones que su alma buscaba y que jamás había escuchado, las palabras que le hablaron a los huecos en su cuerpo y que sosegaron sus ganas de destruirles a todos, esos labios que juntitos como si besaran, como si suspiraran hechizos de amor con cada palabra, con cada susurro y beso, le hablaron a rincones de sí mismo que antes de conocer sus ojos alegres, su durísima piel casi blanca y su voz llena de oro, no sabía que existían.

Lu Han fue más hermoso en otro tiempo, fue fulguroso, dicen, la mordida de Min Seok, al igual que a Yi Fan, lo detuvo mientras empezaba su ocaso, pero lo mantuvo frágil, en ese limbo entre su más absoluta belleza y su muerte lenta, como la imagen de belleza efímera que será para siempre más bella de lo que nunca pudo haber sido. La inhumanidad lo atrapó en su momento más humano, en el momento en el que su hermosura flaqueó y él se abrazó a ella, al miedo de perderla, con abrumador arrojo. Se Hun puede verlo entre sus costillas y las ligeras arrugas de su rostro que se acentúan cuando no ha comido demasiado y cuando sonríe. Se Hun puede verlo en sus uñas gastadas y en el ligero gris de sus ojos.

Lu Han es la flor que tiró el primer pétalo, pero sigue siendo terroríficamente hermosa.

Cuando lo recuesta, cuando se deja posar sobre él, tras una caza especialmente frustrante, especialmente difícil, cuando tiene la boca llena de sangre y de vida que le alimenta la ira de la que fue renacido, pesado y lleno de odio, lo siente desmoronarse como si fuera una viva y frágil criatura lista para ser devorada, lo siente temblar y llorar de amor, con ese amor que él conoce, siente y que los consume con cada embestida, con cara roce de sus narices, con cada siseo de placer, con cada sonrisa de realización. Se Hun conoce en Lu Han, entre sus brazos y sus piernas, bajo las arrugas en sus muñecas, en los huecos entre sus dedos, bajo su piel y detrás de sus pupilas, un amor del que sólo habían hablado las leyendas, un amor más allá de la comprensión, de la lógica y de la vida misma.

Pronto, por desgracia, cometió errores graves y el primero fue fallar cazar a Do Kyung Soo.

Como un vampiro neonato, le concedieron permiso de cazar tanto como tuviera que cazar para aprender, tanto como quisiera beber, para saciar su sed de novato y bajo esta premisa, Se Hun mató y cazó todo lo que le fue apetecible. Quien había visto a gente desaparecer con él y aparecer muerta, degollada en los días siguientes a las afueras, le temía por las calles, cuando paseaba entre el pueblo todo vestido de negro, de pies a cabeza cubierto hasta el cuello de terciopelo francés y con sombrero, codo a codo con el mozo del burdel, las mujeres corrían de ellos y los hombres los miraban con miedo. Aunque habían hecho denuncias que le exigían a las fuerzas del ejército y al gobernador resolver el caso, apresarlo, era inmune. Se Hun, el forastero que mucha gente consideraba, porque esa versión prevalecía, era otro amante del dueño del burdel, al igual que Lu Han, se volvió un terror, la cara de un asesino y con los bolsillos llenos de dinero, porque cuando su Padre lo hizo su Hijo lo hizo también el heredero de su fortuna, había pocos que en realidad tuvieran condiciones de negarse a él.

Por no ser demasiado impudente, a veces tenía sexo con una niña o dos, les pagaba y se iba de allí hambriento pero con la certeza de que esa iría con su madre y su madre con las amigas y las amigas con sus maridos y sus maridos con sus compañeros y los compañeros con otros compañeros y pronto toda la ciudad sabría que Oh Se Hun, el asesino, no había matado a una niña o dos, al contrario, les había pagado más de lo que tendrían en sus vidas enteras en las manos. Todos sabían que estaba comprando su silencio, pero si a alguien le indignó, no se dijo nada.

Una tarde especial, Se Hun distraía al resto de las cocineras mostrándoles lo que el amo, el dueño del burdel, le había dado como un regalo de bienvenida. Les mostró una a una, una camisa italiana de seda teñida en Vietnam, unas mancuernillas de plata, un reloj de bolsillo con carátula de madreperla y un zafiro incrustado en oro para llevar al cuello como sello de su amor, a cambio de alguno que otro favor extraño, un poquito de dolor, un poquito de creatividad. Todas, algunas semi desnudas, sucias, otras limpias, llenas de sudor o de vapores de comida, lo miraban con ojos curiosos y alegres, todas habían aprendido a vivir ese romance a través del par de muchachos amables y sonrientes que las asistían y organizaban durante los días.

Esa historia era idea suya, les mostraba a las putas que el amo era bueno y que existía, pero que era de temer, que no debían aspirar a ser sus amantes, que el amo escogía y que Se Hun había sido escogido cuando fue como cliente e invitado por Lu Han, de su parte. La historia del amo rico que llenaba a sus niños de regalos y lujos era seductora, pero el precio que ellos pagaban era alto. Los veían a veces desaliñados y con manchas de sangre en la ropa, a veces pálidos y débiles como papel, no podían mostrar sus cuerpos a nadie, absolutamente nadie y le pertenecían hasta la muerte. La mejor parte, que la habían construído él y su Padre en la cama entre risas, era la siguiente: Sus vidas eran de él y él podía quitárselas cuando gustara.

Mucha gente sospechó del gobernador y Se Hun, cada vez que oía a alguien preguntarse si el dueño del burdel no sería Min Seok Sangjanim, se reía de aparentemente nada, pensando que por él sangjanim no daría ni una pepita de oro.

El misterio del dueño del burdel, del pervertido sexual, el posible asesino de cuyos crímenes el pueblo culpaba a Se Hun, el amo, era siempre bien recibido en oído cualquiera y con cuentos de cómo el amo lo había bañado en regalos por ser bueno y complacerlo, estaba distrayendo a toda mujer en la planta baja mientras Lu Han conducía a las bodegas a una en especial que le había pedido retirarse, que le había dicho que iba a irse a vivir con el amante que le había pagado todas sus deudas y le pedía a Lu Han que hablara con el dueño para que le permitiera irse sin perseguirla. Lu Han avisó a Se Hun que distrajera al resto y así hizo. Nadie, sin embargo, vigiló que no entraran intrusos por la puerta trasera de la cocina y el repartidor, que iba periódicamente a hacer entregas y que al no ver a nadie en su camino, entró a dejar las compras que habían encargado, dos horas antes de lo usual, se encontró con Lu Han hincando los colmillos a la arteria femural de un cuerpo que le tomó sólo un par de segundos registrar como inerte y cuando su Padre se giró a mirar al intruso, sin precaución de limpiarse la boca llena de sangre, este lanzó un grito y echó a correr fuera del burdel.

Ese era Do Kyung Soo, el ayudante del carnicero, con piernas cortas pero rápidas, tan rápidas que cuando Lu Han pudo esconder el cuerpo y ponerse en orden para pedirle a Se Hun que fuera tras él y Se Hun terminó de vestirse para salir a la luz del sol, ya había llegado a las afueras de la ciudadela. Nadie sabe a dónde iba exactamente, pero saben que el pánico lo llevó a cruzar camino con Zi Tao, el minero, que vio a Se Hun saltar por los tejados detrás de él y alertó con un aullido al niño bestia, Yi Fan dice haberlo escuchado.

Tan pronto el humano estuvo lejos en su acalorada y aterrorizada carrera, se lanzó sobre él y acertó a caer justo encima, lo lanzó al suelo y satisfecho por la caza, se permitió disfrutarla, lo dejó alejarse un poco, lo persiguió, le bloqueó los caminos, lo atormentó por demasiado tiempo, jugó con él y su pierna rota y su nariz sangrante y Kyung Soo le juró que no diría nada, con la cara llena de lágrimas pero nada de eso importaría, porque cuando iba a lanzarse sobre él, no le sorprendería saber que estuvo esperando a ese momento, Jong In, la bestia, lo empujó hasta lanzarlo a varios metros de su presa. Hasta entonces Se Hun no había visto nunca a un lobo y temió estar sólo para eso, temió no tener a su Padre, ni a nadie con él cuando se enfrentaba a algo, alguien que no conocía.

Se mostraron los dientes y en seguida sintió algo diferente entre ellos. Jong In gruñó y él siseó y debajo de ellos, Kyung Soo se rindió de cara al suelo, temblando, tan encogido sobre sí mismo que parecía un niño pequeño y entre razguños, golpes, mordidas y tirones, Se Hun conoció algo que no sabía combatir: un alma. Los movimientos del lobo eran diferentes, se movía en un mundo diferente al suyo, donde él ponía un zarpazo, el lobo dejaba aire. No era rápido y preciso como Lu Han, ni un estratega como Yi Fan, ni fuerte como Min Seok y sin embargo, Se Hun no podía hacer nada contra él, se sentía como un gato burlado por un hilo y cuando tuvo suficiente, se olvidó de Jong In y se lanzó sobre su presa original. Zi Tao entonces y por ningún motivo, arremetió contra él como una tonelada de piedra caliza y lo lanzó con tal fuerza contra el camino empedrado que no pudo caer grácilmente ni ponerse en pie de inmediato.

Les gritó, cuando uno de ellos obligó a Kyung Soo a estar de pie, que lo cazaría, que los cazaría a los tres, que Kyung Soo no viviría y que si no iba a matarlo él, lo haría alguien más, uno más fuerte, que les romperían los cuellos a los tres y que estaban enemistándose con él en vano, que sería más fuerte, lleno de impotencia y de decepción de sí mismo, les gritó que pagarían. El niño bestia sólo le sonrió y le preguntó.

"¿Sí y cómo vas a cazarlo cuando sea él quien te de caza?"

Entonces Se Hun, lo recuerda claramente, supo que había hecho algo mal, muy mal, cuando vio los colmillos del lobo hundirse en la piel del entonces humano desmayado de dolor. Les había conseguido enemigos, no sólo se había enemistado con los lobos sino que además, había sido culpable de la conversión de un humano que sabía de ellos, que sabía el secreto de su Padre, el secreto del que, cuando le dijo que siguiera a Kyung Soo, lo había hecho centinela. Cuando el cuerpo en sus brazos morenos empezó a agitarse, con la cabeza llena de culpa, Se Hun se echó atrás y volvió corriendo, sin cuidar que lo vieran, sin cuidarse del sol y se encerró en la habitación en la que lo habían convertido a él, con la piel quemada y el cuerpo débil a gritar hasta que un par de horas más tarde, su Padre entró con manos amorosas a tranquilizarlo y a asegurarle que todo estaría bien, a bloquear sus golpes, sus berrinches, a llenarlo de calma y de besos hasta que dejara de temblar. Le dio un baño para quitarle la piel quemada y el olor a lobo y le hizo el amor hasta que estuvo sereno.

Lu Han lo perdonó, pero no Min Seok.

Su segundo error fue olvidar a su Padre durante todo el tiempo que estuvo obsesionado con dejar de ser su burla. La rabia del error que lo había dejado como un imbécil, le invadió la mente y durante los siguientes meses, más que alimentarse y mantenerse con vida, mantener al Círculo en forma, el perfil bajo, se dedicó a fortalezerse, porque la próxima vez que viera a los lobos, quería despedazarlos, despedazar a Kyung Soo a los ojos de Jong In, cortarles las lenguas, romperles las mandíbulas para que ninguno pudiera decir una palabra contra Lu Han. Se concentró en buscarlos en los días cercanos a las lunas llenas, para que estuvieran fuertes pero no totalmente y dedicó su tiempo a pelear contra ellos, a aprender sus mañas y a soportar sus golpes, sus zarpazos tan peligrosos como los propios.

Lo enloqueció y las que eran horas y horas de caricias y besos, de palabras dulces y susurros llenos de amor, se conviertieron en algunos minutos al día, entre atender el burdel, conseguirse sangre y salir a buscar pleito, a matar a cualquiera si no lo encontraba y volver al alba, tras exponerse casi demasiado al sol, el día se le acababa a una velociodad que ni siquiera era capaz de apreciar. Preocupado por ser suficiente, por ser más valioso, útil, lo abandonó a su soledad durante noches cortas para Se Hun pero eternas para Lu Han que se quedaba en su habitación, mirando por la ventana a esperar a que su hijo volviera entero, listo por si estaba débil, convencido de que llegaría y podría tenerlo sano y a salvo en sus brazos de nuevo, de que esta vez lo convencería de dejar de tentar su suerte. En cuarto creciente, Lu Han rugía de angustia, pero no iba por él, porque no tenía fuerzas para enfrentarse a un lobo, no desgastado y muerto de hambre y Se Hun estaba matando más que nunca para mantenerse en ritmo, las muertes estaban alarmando al pueblo.

Ese fue su tercer grave error, Min Seok no perdonó el segundo o el tercero.

No sólo había muchísimos animales muertos en los bosques, sino que la gente encontraba a su escaso y flaco ganado degollado y destripado en los techos de sus casas, las mujeres solas desaparecían, los mineros no volvían al socavón y eventualmente, eso hizo a la gente evitar salir de noche a toda costa, el resto de los vampiros no tenían a quién cazar, ni siquiera había ya animales en la ciudad, todos estaban resguardados y procurarse la cena podía ser desenmascararse, poner en peligro a todos, salir del anonimato.

Durante todo el tiempo en que estuvo persiguiendo a los lobos, les aprendió y se volvió tan fuerte como ellos en su penúltima fase, antes de la eufória, de la luna llena. Orgulloso de sí mismo y de haberse convertido en el guardia que su Padre había estado necesitando, de ser útil para el Círculo, haber logrado algo que quizás Min Seok aplaudiría, no vió lo que hacía, sólo sentía cada noche al volver, la vehemencia con la que Lu Han le daba la bienvenida, como un amante incondicional, temeroso de perderlo, dispuesto a perdonarle cualquier cosa, a bañarlo de amor y llorarle reproches si prometía no hacerlo nunca más y nunca cumplió como tampoco Se Hun lo hizo, porque cada noche él volvía con una historia de algo extraordinario que había logrado y el demacrado Padre no podía no aplaudirle, no podía no felicitar a su hermoso, su valiente, su hijo, su amor, no podía no tenderlo boca abajo en la cama y besarle todos los músculos de la espalda, ni podía no llenarlo de susurros, de caricias y arrullos.

Entre más arriesgado parecía lo que había hecho, entre más lastimado y agotado llegara, de más besos lo llenaba su Padre y Se Hun quería eso, su preocupación, su amor, por eso seguía buscando a los lobos, a los vampiros enemigos, a los cazadores humanos, porque quería ser quien ocupara la mente de Lu Han todo el tiempo, toda la noche, aunque significara no estar allí.

No sabe si aún es lo que quiere.

Lu Han se está cansando de sus errores y en su mirada dudosa ve trazas de Min Seok que detesta, pero detrás de eso allá donde sólo él puede ver, lo encuentra más preocupado de perderlo y en su sonrisa a medias, mientras se viste con el atuendo negro almidonado que usarán para la Fiesta de la Luz, lo siente. A pesar de que a veces, a mediodía, rodeado de mujeres desnudas que le piden que les cierre los corsés y que las ofrezca a hombres muy ricos, le asalta la posibilidad de que su Padre esté tan cansado de él que un día deje de amarlo, sabe que hay entre ellos algo más allá del cansacio y de la comodidad. Él sabe que entre ellos hay algo que no tiene explicación, un lazo más allá de las acciones, un lazo en las mandíbulas, en las entrañas y que no importa lo que pase, Lu Han estará allí para él como él lo estará si Lu Han lo necesita. Sabe que no debe temer pero a veces, cuando él lo abraza y lo sostiene contra su pecho, cuando lo llena de besos, Se Hun vuelve a sentir vacíos los huecos en su cuerpo que antes le hubieran llenado sus palabras.

No sabe exactamente qué es lo que se está pudriendo, no sabe si la peste es él, si él se ha ensañado tanto con los lobos que algo ha cambiado y no sabe si es en realidad Lu Han que en su ausencia no ha visto esfuerzo sino abandono.

Se Hun le jura con la boca llena de anhelo que se está haciendo fuerte para cuidarlo, para que nadie lo toque, que nadie lo lastime, que nadie lo amenace, se está dedicando a ser invencible para protegerlo y para servirle mejor que nadie antes, para ser el mejor guardian de su amor y de sus besos y de su alma. Se lo dice, que lo ama, que su vida mortal nunca hubiera sido lo que esta es, que todo es hermoso cuando él está, que en sus manos se siente seguro, que en su cuerpo está su hogar.

Su Padre, lleno de brillo y lleno de oro, de fantasías de otras tierras y otros tiempos, le acaricia el alma, lo abraza con todo el cuerpo y se envuelve con él en perlas y seda como un capullo al que crecen púas listas para envenenar hasta la muerte a quien se atreva a acercarse porque Se Hun podría destruir al mundo entero y Lu Han seguría amándolo, esperándolo toda la noche y besándolo hasta el atardecer, porque es el muchacho al que no pudo matar, tan hermoso y tan imponente, es el hijo que las mandíbulas y las entrañas le pidieron.

Todavía no comete su peor error.
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