Recuerdo que era principios de marzo. Habíamos pasado el día metidos en casa, desesperados por deshacernos de esa gripe que nos había prohibido ir a conciertos y al Tanzquartier. Éramos marmotas cuya única preocupación era tener cerca pañuelos de papel y películas de terror. Era de noche, las 9 quizás. Estábamos en la cocina. Yo llevaba tus
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