Imagine a man (4/11)

Jun 06, 2011 01:54

Masterpost

***

From the things that snap and bite
Run with the wolf. Rainbow, 1976.



- No se lo digas a Harry.

Van camino a DCAO. Es su clase favorita y eso debería bastar para ponerlo de buen humor. Solo que la situación en el cuarto de los chicos ya lo tiene harto.

- Reconozco que son un poco engreídos… pero son Sirius, Lupin y el padre de Harry. No puede ser tan malo.

- No es “malo” malo. No es como si estuviera en Slytherin con un montón de futuros mortífagos.- Se siente la rabia en su voz, incluso cuando bromea al respecto.- Tampoco es que me hagan nada. Son hasta amables.

- ¿Entonces qué…?

- Es… una sensación. Estoy solo en esa habitación. Ellos la comparten, pero yo estoy solo. Es raro.

No es tan raro. Hermione lleva años durmiendo sola en la habitación de Parvati y Lavender. (De hecho, Lily podría ser su primera compañera de habitación verdadera. Lo que hace más pesada una carga que no era nada ligera para empezar.)

Ron, por otro lado, tiene siete hermanos, cuatro compañeros de habitación y no ha pasado solo más de un puñado de noches en toda su vida. Ciertamente nunca en una habitación llena de gente.

- A lo mejor es por la actitud que tienes con Sirius. Sería bueno que te…

- No es eso.

- ¿Ah, no? ¿Y qué es entonces?- pregunta Hermione con autosuficiencia.

- Es Lupin.

- ¿Lupin?

- No es a propósito. Tienen miedo que de que lo descubra. Por eso están siempre a la defensiva y el ambiente se vuelve tenso.

Hermione lo mira un segundo, impresionada. Ni siquiera se le había ocurrido.

- Eso tiene sentido.

- Lo cual te extraña porque…

Hermione se sonroja.

- No lo dije con esa intención. Yo…

- Solo me sorprendí de que lo hubieras pensado antes que yo,- dice Ron, imitando su tono.- Puedes decirlo.

Ella se sonroja más y abre la boca un par de veces sin decir nada. Pero es su cumpleaños y tampoco es cuestión de hacerla sentir mal, así que Ron la golpea con el hombro y sonríe.

- No te preocupes. Seguramente cuando llegue a tu edad también desconfiaré de la capacidad de los jóvenes.

- Por quinta vez, Ron, ¡solo te llevo 6 meses!- Le da con el libro en el brazo, pero sonríe, y Ron lo cuenta como una victoria.

Harry los espera en la puerta del salón y recibe a Hermione con un abrazo enorme. No se han visto en todo el día y ninguno de los tres termina de hacerse a la idea de todo esto (las clases separadas, las mesas separadas, las salas comunes inaccesibles, encontrarse en los pasillos entre clase y clase).

Ron se sienta con Harry y Hermione con Lily (como se ha hecho costumbre) y hacen planes para reunirse después de clase. Y es casi normal, hasta que Gideon cruza la puerta (Gideon cruza la puerta) y vuelven a estar en 1977. Ron está convencido de que ésa es una de las razones por las que le gusta tanto esta clase. Hogwarts es tan familiar que a veces necesita esos pequeños recordatorios de que no está en casa, de que está atrapado en un experimento de Dumbledore y todo su mundo depende de que funcione. Enfoca su atención en los métodos de detección de maldiciones en áreas cerradas y resiste el impulso de mirarse los zapatos para asegurarse de que no ha pisado ninguna mariposa.

*

Esa tarde sucede algo inconcebible.

Lily los lleva directamente al Gran Comedor cuando salen de clase y es obvio en el rostro de Harry que se siente decepcionado. ¿No dijo que quería celebrar con ellos el cumpleaños de Hermione?

- Bueno, chicos. Supongo que los veo luego.

Pero Lily lo coge de la mano para detenerlo (y madre o no madre, Harry no puede evitar ruborizarse un poco).

- Hoy hablé con la profesora McGonagall,- dice, sonriente como un gato con un secreto.- Al parecer no hay ninguna norma que nos impida sentarnos en la mesa de otra casa, siempre que el comedor se mantenga en orden.

A Hermione se le ilumina el rostro. Harry no puede creerlo. Ron suelta una risa y lo arrastra a una silla. En el segundo en que Harry se sienta, el Gran Comedor de Hogwarts queda en silencio.

- Ejm,- carraspea Lily, alzando un vaso,- por Hermione y su primer año en el mundo adulto.

El trío brinda con jugo de calabaza, celebrando mucho más que un cumpleaños.

Del otro lado de la mesa, Remus coge a Sirius del brazo para evitar una desgracia. James no se levanta, pero su mirada asesina solo rivaliza con las que llegan desde la mesa verde del otro lado del comedor.

*

Aparece de la nada, intimidante, arrinconándolo contra la pared. Tres pensamientos se mezclan en la cabeza de Harry en el primer segundo. Que no son tan parecidos como todos dicen (el parentesco es innegable, pero tampoco es como mirarse en un espejo), que le gustaría ver la cara de James si supiera que no lo sorprende en lo más mínimo verlo aparecer “de la nada”, y que su padre es un idiota.

- No hay ninguna regla contra sentarse en otra mesa,- dice, porque es la única explicación que se le ocurre. No ha tenido contacto directo con su padre o ninguno de sus amigos hasta ahora.

A pesar de la súbita aparición, James parece más confundido que Harry por el encuentro. Lo mira como evaluándolo y a Harry se le ocurre que a lo mejor el parecido sí que es sorprendente para alguien que no se ha pasado los últimos seis años oyendo hablar de él.

- ¿Qué quieres con Evans?- dice James de pronto. Y suena abierto, honesto. Lo cual ya es un cambio positivo frente al idiota con pose de superestrella que vio en el pensadero de Snape. La actitud lo distrae lo suficiente como para que le tome un segundo procesar la pregunta. Parpadea con esos ojos “idénticos a los de su madre”.

- ¿Con Lily Evans? Merlín, absolutamente nada.

James parece confundido.

- Es decir… es muy linda, claro, pero yo…- ¿qué se supone que debe responder?- Solo quiero ser su amigo.

James lo mira con desconfianza, pero le da un poco de espacio. Por algún motivo, Harry sigue hablando.

- Hay alguien más,- dice bajito.- En América. Me está esperando y yo… yo quiero volver con ella.

Es un momento extraño, contarle a su padre acerca de Ginny. No puede evitar la sensación de que está hablando con su padre acerca de su primera novia. Aunque su padre sea un adolescente que se cree el centro del mundo y amenaza gente en los pasillos porque podrían estar interesados en una chica que ni siquiera sale con él.

- De acuerdo,- dice James, como si le hiciera un favor.- Te creo. Pero ten cuidado, Lily no está sola.

- ¿Están saliendo?- pregunta Harry, más que nada por picar a James. Hermione ya le ha contado que Lily no sale con nadie.

James se ruboriza un poco.

- Todavía no,- dice. Y a Harry se le escapa la risa.

- ¿Y no te parece que eso debería preocuparte más que yo?

James entrecierra los ojos y dice con voz grave “solo ten cuidado”. Harry alza ambas manos, en gesto pacificador. Luego James da media vuelta y desaparece por el pasillo. Es la primera conversación que tiene con su padre y Harry no sabe si quiere reírse o golpear a alguien.

*

Cornamenta sabe que en el fondo la situación altera a Canuto más de lo que aparenta. Corre por la habitación olisqueándolo todo, ladra y jadea como un verdadero perro, se levanta en dos patas sobre el camastro, y Remus ríe, pálido como la luna, rascándole las orejas peludas. Siempre se ha preguntado si lo hace por eso, para sacarle una risa a Remus en medio de todo esto, o si es pura ansiedad.

Cada quien tiene su manera de lidiar con el “problemilla peludo” de Remus. James nunca lo ha dicho en voz alta, pero quien más lo enorgullece en ese sentido es Colagusano. Es obvio que nunca le ha perdido el miedo a Lunático, pero allí está todas las lunas llenas, vigilante en la esquina, esperando el momento de trepar entre los cuernos de Cornamenta y correr hacia el bosque. Sirius lo mira a veces con esa expresión suya, y James sabe lo que piensa (que es un cobarde, que no entiende a Lunático, que solo está allí por no hacerle frente a James). Pero James no ha crecido con la familia de Sirius y donde Canuto ve cobardía y falta de carácter, él solo ve valor y lealtad.

En una cosa concuerda, y es en que Colagusano no entiende a Lunático. No entiende qué es, ni por qué están aquí, y si por él fuera pasaría las noches de luna llena tapado hasta las orejas y diciéndose a sí mismo que su amigo está bien, que no le pasa nada, que no se le están partiendo los huesos en una casa abandonada, que las heridas que se abre él mismo no son asunto suyo, que no hay nada que pueda hacer al respecto. Pero en lugar de decirse mentiras se agazapa en la esquina, enfrenta la verdad con pequeños ojos abiertos. Y James no puede sentir más que orgullo.

La primera noche después del verano siempre es dura. Lunático ha despertado dos lunas solo, encerrado en el sótano del Chalet Lupin, y los demás han tenido dos meses para olvidar el horror de la transformación.

Remus suelta el primer grito y se dobla sobre la cama, con grandes ojos amarillos. Incluso Canuto tiene la sensatez de hacerse a un lado y darle el espacio que necesita.

Solo unos minutos, se repite Cornamenta, solo unos minutos más. Resiste el impulso de ayudar a su amigo. Resiste el impulso de salir corriendo. Colagusano se encoge más en su rincón.

A Remus no le gusta que lo vean. Es su estado más violento y más vulnerable, y tal vez por eso mismo, James siempre ha insistido en que estén presentes, diga lo que diga Remus. Es el tipo de amistad que tienen. Un poco intrusiva a veces, pero de absoluta confianza. Darían la vida uno por el otro y no van a horrorizarse por un par de minutos de agonía.

Cuando pasan esos minutos de gritosojoshuesosgruñidosdolorgarras, Remus ha quedado escondido tras los ojos amarillos de Lunático, que intenta reclamar por las lunas de abandono, pero está tan contento de verlos que no sabe ni cómo.

Salen al Bosque Prohibido y corren por sus rincones oscuros. Lunático parece poseído tras dos lunas de encierro y a Canuto y Cornamenta les cuesta seguirle el ritmo. Juega a enfrentarse a Canuto, empujándolo y rodando por el suelo como dos cachorros, cada uno tratando de inmovilizar primero al otro. Cornamenta observa desde la periferia, imponente y alerta. Colagusano gime despacio sobre su cabeza.

*

Sueña que Ginny corre junto a Luna hacia el aula de pociones, que está rodeada de estudiantes de todas las casas. Dentro del aula, una mujer vestida de negro apunta con una varita a Neville, que se levanta despacio del suelo, con una mirada desafiante que Harry nunca antes ha visto en sus ojos.

- ¡Crucio!- grita la mujer, con la voz más ridícula que Harry haya oído en su vida. Neville cae de rodillas, gritando y gruñendo. Entre los puños que aprieta con fuerza, puede ver la punta de una envoltura de caramelo.

Ginny avanza, horrorizada, pero alguien la hace a un lado y una túnica negra pasa como una sombra entre la gente.

- Alecto,- dice Snape.- Es suficiente.

La mujer se detiene y mira a Snape largo rato con gesto de rabia, pero en silencio.

- Se lo merecía,- dice finalmente, con esa voz que, ahora que Harry lo piensa, es demasiado ridícula para ser natural.

Snape mira a Neville, que ya empieza a levantarse. Parece genuinamente sorprendido.

- ¿Poción de Helivoz? ¿Longbottom? Imposible.- La mujer va a responder, pero Snape la detiene.- Longbottom tiene problemas con pociones de tercer año. Debe haber sido un accidente.

La mujer guarda la varita y sale del aula sin decir otra palabra. Neville le sostiene la mirada a Snape, desafiante. No, no exactamente desafiante. Hay algo en el brillo de sus ojos, más allá de los rezagos del dolor. Algo divertido. Snape entrecierra los ojos y sacude la cabeza con esa mueca suya que dice “todos los gryffindors son idiotas.” Luego deja el aula.

En un segundo, Ginny y Luna están a su lado. Seamus le alcanza sus cosas, con los ojos muy abiertos, entre el asombro y la admiración. La expresión puede verse reflejada en todos los rostros del aula.

- ¿Estás bien?- pregunta Ginny.

- Estoy bien,- responde Neville,- guardándose en el bolsillo la envoltura de caramelo.- Tú eres Ginny,- dice con una pequeña sonrisa.- Fuimos juntos al baile de Yule y no nos sentamos en toda la noche.- Luego mira a Luna.- Tú eres Luna. Y eres mucho más lista de lo que la gente cree.- Luna sonríe.- Y tú, dice mirando a Hannah Abbott, que lo observa con ojos muy abiertos desde una esquina,- eres la mejor maestra de pociones que haya tenido hasta ahora.

Luego su sonrisa crece, hasta convertirse en una risa que contagia a Seamus, y a Luna y Ginny, y a Hannah Abbott, y al resto de la clase. Seamus ríe hasta que le salen lágrimas, y Harry no puede evitar la sensación de que éstas son las primeras risas que oyen los pasillos de Hogwarts en mucho tiempo.

*

Ron no baja a desayunar, lo que es preocupante de por sí. Tampoco aparece en transfiguración, la única clase que comparten esa mañana. Cuando no lo encuentra en el Gran Comedor a la hora del almuerzo, Hermione entra en pánico. Está a punto de correr hacia la enfermería cuando Ron cruza las puertas de roble, despeinado y con cara de acabar de levantarse.

- ¿Has estado durmiendo toda la mañana?- pregunta Hermione, con ganas de ahorcarlo.

Ron bosteza y se deja caer en la silla de al lado.

- Poción para dormir,- dice.- Fred y George hacían lo mismo. Siempre me afecta mucho.

- ¿Qué?

- Sirius y James,- continúa Ron, sirviéndose puré.- En mi jugo de calabaza, creo.

- ¿Estás seguro?

- ¿Del jugo de calabaza? No, supongo que pudo ser otra cosa.

- ¡Ronald! ¿Estás seguro de que… de que fueron ellos?

Ron asiente y engulle el primer bocado de estofado. Sonríe y sigue, como si hablara del clima.

- A’che ‘bo ‘ena.- Hermione hace una mueca. Ron traga y repite,- anoche hubo luna llena.

- Oh.

- Y no es que no me guste dormir, pero no puedo perder toda la mañana cada vez que Lupin… ya sabes.

- No, claro que no,- responde Hermione, mientras evalúa soluciones. Debieron abordar este problema desde un principio y ahora se siente un poco culpable por no haberlo hecho.

Se pasa el almuerzo intentando buscar una solución, y por más vueltas que le da, todo vuelve siempre al mismo punto. Los Merodeadores necesitan saber con quién están compartiendo habitación.

*

- Profesor, ¿me permitiría decir unas palabras antes de empezar la clase?

Es la primera vez que Harry ve a Hermione levantar la mano en DCAO desde que empezó el curso. Ojalá no vaya a hablar de los elfos.

Pero no habla de los elfos. Sorprendentemente, dice algo peor.

- Verá, anoche tuvimos la primera luna llena del curso.

Puede sentir como Ron se pone tenso en el escritorio contiguo. Sirius, James y Peter voltean a mirarlos (Remus ha de seguir en la Casa de los Gritos).

- Mhmm,- asiente Prewett, que también se ha puesto tenso. Los profesores lo saben, recuerda Harry.

- En nuestra antigua escuela… tuvimos un profesor que sufría de licantropía.

De pronto, todos los ojos se clavan en ellos. Harry y Ron intercambian una mirada que deja claro que ambos concuerdan en que Hermione se volvió loca. Prewett parece más intrigado que nadie. Hermione continúa.

- Era un profesor excelente. Pero lo sacaron del puesto cuando su condición se hizo pública.- Voltea hacia Harry y Ron, buscando apoyo.- Y por eso, la primera luna llena del curso, tratamos de decir algunas palabras sobre la licantropía. Si nos lo permite, nos parece que ésta sería la clase más adecuada para hacerlo.

Prewett no responde, pero le hace un gesto para que pase al frente y ella les jala las mangas, obviamente esperando que la acompañen.

Los rostros de confusión de sus compañeros serían lo más divertido que Harry ha visto, si no supiera lo que le espera en cuanto se les pase el shock.

Hazlo por Lupin, piensa. Porque esto tiene que ver con Lupin. Es lo único que le queda claro.

- El profesor… Romulus,- dice Hermione,- es un excelente profesor y una muy buena persona. Siempre trató a todos con respeto, pero debido a su condición, mucha gente no le devolvió ese respeto. Los libros nos dicen que los hombres-lobo son monstruos, pero el profesor Romulus nos enseñó que los hombres-lobo solo son monstruos una noche al mes y personas el resto del tiempo. Personas iguales a cualquiera de nosotros.

Poco a poco, Harry va viendo como la confusión es reemplazada por otras emociones en las facciones de la clase. Rabia e indignación siendo las predominantes.

- Ron, ¿quieres agregar algo?

- Er…- lo piensa un rato.- No soy bueno para hablar en público,- dice, mientras sus orejas se ponen más y más rojas.- Pero estoy de acuerdo con lo que dijo Hermione. Y espero que… el profesor Romulus se esté recuperando bien esta mañana.

- ¿Harry?

- Pues…- empieza, pensando no agregar nada, cuando su mirada se cruza con la de Snape, que está pálido como una tiza y parece que no respira.- Pues el profesor Romulus era mi profesor favorito. Pienso que la escuela perdió mucho al dejarlo ir y que fue una gran decisión dejarlo enseñar.

- ¡¿Qué?!- El primer grito. Ya se estaba demorando.- ¡¿Cómo pueden decir algo así?! ¡Profesor, no puede permitir que…!

En los siguientes 10 segundos tantas personas hablan al mismo tiempo que es imposible saber qué están diciendo. Prewett tiene que llamar al orden 3 veces antes de que se calmen.

- Veo que todos tienen una opinión al respecto,- dice, haciéndoles señas para que vuelvan a sus asientos.- Pero como esta clase no es un mercado, sino un espacio de aprendizaje, en lugar de gritar van a presentarme sus opiniones por escrito. En no menos de 10 pulgadas y con referencias bibliográficas.

Un murmullo de protesta recorre el aula y las miradas vuelven a clavarse en el trío. Genial. Ahora sí están en problemas. En la escala de cosas que justifican que tus compañeros te lancen maldiciones en el pasillo, generar tarea extra se sitúa bastante más alto que defender monstruos sedientos de sangre.

- Lo que sea que estabas haciendo, espero que haya valido la pena,- le dice a Hermione cuando recibe el primer empujón, saliendo de clase.

Hermione se muerde el labio inferior.

*

Carry me back, baby, where I come from
Rock and roll. Led Zeppelin, 1971.



Hacia mediados de octubre las sesiones de entrenamiento (ése por el que vinieron, la razón por la que viajaron 20 años en el tiempo) tienen que reestructurarse para acomodar los horarios de dos equipos de quidditch.

Hermione no está contenta.

- ¿Otra vez?

- Créeme que ponerme el uniforme de Slytherin me hace mucha menos gracia a mí que a ti,- dice Harry con una mueca de asco.- Y hasta donde recuerdo, todo esto fue idea tuya.

- Sí, pero…

- Lo siento. En serio. Podemos encontrarnos después en la Sala de Menesteres.

- Gryffindor tiene el campo después,- murmura Hermione entre dientes. Todo el sábado perdido. Suspira.- Supongo que podemos reunirnos por turnos. He estado leyendo acerca de…

- Genial,- dice Harry, aliviado.- Tengo que correr a transfiguración. Pero después del entrenamiento, soy todo tuyo.

Hermione suspira y asiente. Hay cierta normalidad en todo esto. En las clases y los entrenamientos de quidditch, los ensayos que se acumulan y los EXTASIS que se aproximan, las investigaciones secretas para las que nunca hay tiempo y una guerra que los afecta a todos pero sucede fuera de las paredes del castillo. Es como si los mortífagos no hubieran penetrado nunca esas paredes. Como si Dumbledore no hubiera muerto ante sus ojos. La risa de Sirius retumba en el pasillo y Hermione se pregunta (no por primera vez) si habrá sido buena idea venir.

Toma asiento en el aula de aritmancia. Una paloma de papel revolotea sobre su pupitre y cae inerte al contacto con la superficie. “¿Vas esta tarde a la Biblioteca? Tengo problemas con unas runas. L.”

Es demasiado cómodo, demasiado familiar. Están perdiendo de vista el objetivo.

Su evaluación de riesgos tomó en cuenta el deseo de cambiar el futuro, pero nunca consideró el peligro de no querer dejar ir el pasado.

*

Hay gente que todavía lo conoce como “el amante de hombres-lobo”, pero debe reconocer que, más allá de eso, la idea de Hermione ha tenido buenos resultados. Cada día se siente menos como un invitado y más como parte del grupo. Hermione dice que tenga cuidado con sentirse demasiado en confianza, que solo están de paso, que no pueden cambiar nada… y al comienzo le molestaba su falta de confianza (como si se le fuera a escapar algo importante sin darse cuenta o algo), pero ahora lo toma mejor. Hermione está obviamente preocupada y Ron cree que tal vez ni siquiera tiene que ver con él. No se le ha escapado que mientras más tiempo pasa con Lily, más lo regaña por pasar tiempo con los chicos.

James sigue siendo desconcertante. Se parece tanto a Harry y actúa tan diferente, que sin darse cuenta Ron empezó a pensar en él como “el gemelo malvado”. Solo que James es una buena persona y cada día se llevan mejor, y Harry está en Slytherin y eso significaría que el gemelo malvado… Sacude la cabeza y vuelve a concentrarse en el ensayo.

La historia de la magia se contaba de forma muy distinta antes de la caída de Ya Sabes Quién. Lo bueno es que con la excusa de haber estudiado en América, a nadie le sorprende que haga preguntas obvias. Siempre está pidiéndole las notas a Remus, que cada día es más “Remus” (el chico tímido siempre dispuesto a romper las reglas para ayudar a un amigo) y menos “Lupin” (el profesor torturado que pelea con la Orden), y que ha empezado a hacer pequeños comentarios en los márgenes para que las notas se entiendan mejor. Siempre le gustó Lupin, pero debe reconocer que Remus es brillante.

La rata no le interesa y hace un esfuerzo consciente por no olvidarlo. No importa cómo se vea, qué edad tenga, lo que haga o deje de hacer. Ron sabe quién es Colagusano.

Con quien no funciona esa lógica es con Sirius. No termina de llevarse bien con él, aunque intente repetirse que “es Hocicos”. Es curioso, porque de todos, es el único que es exactamente lo que Ron esperaba de él. Desde el odio que le tiene a “todas las serpientes” hasta la manía de ligarse a “la chica nueva”.

- Nunca he salido con una americana. Me pregunto si será cierto que…

- No es americana,- corta Ron.

Sirius se encoge de hombros.

- Pero ha vivido allí. Y de todos modos, ya he salido con todas las demás.

- Eso no es cierto,- corta James, lanzándole una almohada, que Sirius desvía hacia Peter a medio vuelo.

- Evans no cuenta. No voy a meterme con la chica que le gusta a mi amigo. Pero hasta donde sabemos,- dice, con esa voz que suena a problemas,- nadie está interesado en Granger. ¿Verdad, Zanahoria?

Se les ha dado por llamarlo Zanahoria. No es el apodo más imaginativo que se les pudo haber ocurrido, pero es infinitamente más amable que cualquiera de los que sufrió a manos de Fred y George, así que no va a quejarse.

Esta vez el almohadazo le da a Sirius en toda la cara.

- No le hagas caso,- dice James.- En el fondo a Canuto ni siquiera le gustan las chicas.

Colagusano ríe la broma y Sirius se lanza contra James con un grito de guerra. Remus mantiene la vista fija en su ensayo (aunque pasa un buen rato sin escribir nada) y Ron piensa que tiene una capacidad de concentración admirable.

*

- ¡Cuidado, mestizo!- grita Rosier con una sonrisa que muestra todos sus dientes, exactamente un segundo después de que Harry ha esquivado la bludger.

Rosier (cómo no) es bateador titular del equipo de quidditch. Porque no bastaba con tener que dormir en la misma habitación.

Desde su puesto frente a los aros, Zabini le grita que tenga cuidado, pero sonríe. Son cosas del quidditch. Si alguien se va a romper un brazo por no saber esquivar una bludger, es mejor saberlo antes del partido. Harry siempre ha tenido claro que el quidditch es un deporte rudo. Ése no es el problema. El problema es que durante 6 años ha seguido un estilo de juego (¿el estilo de Gryffindor? ¿de Oliver Wood?), y aunque sabía que existían otros, apenas empieza a darse cuenta de lo que eso implica en la casa de Slytherin. Zabini no parece jugar tan sucio como Flint, pero es claro que “el fin justifica los medios” es un lema con larga tradición en el equipo.

Ve desde lo alto un grupo de túnicas rojas que avanza hacia el campo y el corazón se le encoge un poco. A pocos metros, Regulus sigue su mirada y le hace un gesto a Zabini, que da la práctica por terminada. Menos mal. Aunque ver jugar a Slytherin nunca le dio vergüenza ajena, la verdad es que empieza a darle un poco de vergüenza propia.

- ¿Puedo hablar contigo?

Lo ha estado pensando. Zabini parece un tipo inteligente y Harry tiene un buen punto. “No somos malos,” quiere decirle. “Si invirtiéramos más tiempo en mejorar nuestro juego y menos en aprender como lisiar al otro equipo, podríamos ganar la copa.” Es la verdad. Y aunque a los slytherins no les importa mucho la verdad, les importa mucho la copa.

- Dame un segundo,- dice Zabini sin mirarlo.- Muy bien, equipo. No ha sido un mal día. Tomen una ducha, descansen y nos vemos el lunes a las 5 en punto. Wilkes, no se madruga a otros llegando tarde.- El grupo ríe la broma.- Regulus, excelente juego.

El grupo ha empezado a dispersarse cuando el equipo de Gryffindor ingresa al campo. Harry los sigue con la mirada, devuelve el saludo de Ron y sueña despierto con jugar junto a su padre, hasta que la voz de Wilkes lo trae de vuelta.

- Buen juego, mestizo,- dice con una sonrisa y le da una palmada en la espalda a modo de despedida.

Harry empieza a sospechar que “mestizo” se ha convertido más en un apodo que en un insulto. Lo que no hace que lo deteste menos.

-Perdona,- dice Zabini, dándole por fin su atención.- Quería sacarlos pronto.- Señala al equipo de Gryffindor con un gesto.- Si alguien va a lisiar a mis jugadores, prefiero que suceda cuando el árbitro pueda descontar puntos,- agrega como en broma.

El comentario desconcierta a Harry un segundo.

- Um… ¿Por qué nos atacarían si no los provocamos?

Zabini confunde el orgullo herido con ignorancia.

- ¿Incontinencia de varita? No lo sé. He renunciado a entender qué tienen los gryffindors en la cabeza. Solo ten cuidado. No les gustamos y no piensan mucho antes de demostrarlo. ¿Querías decirme algo?

- Um… - Harry parpadea- Estaba pensando en nuestro juego.

- Dime.

- ¿No crees que pasamos demasiado tiempo aprendiendo a incapacitar al otro equipo?

Zabini lo mira sin comprender.

- Potter… no sé cómo hacen las cosas en América, pero aquí el quidditch no es un juego para gente que le tiene miedo a una bludger.

- ¡No es eso!

- ¿No?- dice Zabini con una sonrisa.

- ¡No! Es solo que… no somos malos,- dice por fin.- Pero podríamos ser mucho mejores si nos concentráramos en nuestro juego. Perdemos tiempo aprendiendo cosas que no necesitaríamos si jugáramos mejor.

- Mhm… ven conmigo, Potter.

Avanzan hacia la tribuna y se sientan cerca de la primera fila. Ron ha subido hasta los postes y James le da instrucciones al resto del equipo para empezar la práctica.

- ¿Ahora vamos a espiarlos?

Zabini alza una ceja.

- Qué mojigato, Potter… no me lo esperaba de alguien tan audaz con la escoba.- A Harry no le hace gracia. Zabini hace una mueca.- Cuando quiero espiar a otros equipos, no me siento con el uniforme de Slytherin en primera fila. Critica mis métodos, pero por favor, no insultes mi inteligencia.

Observan la práctica un rato.

- Como observarás,- dice Zabini,- el otro Potter es brillante y el maldito lo sabe. Ésa es su debilidad. Lo malo es que parece ser la única. Es imposible ganar con él en el campo y por lo tanto la estrategia obvia es sacarlo de allí… sí, Potter la estrategia obvia. El problema es su novio con el bate. Sirius Black, hermano de Regulus,- dice, señalando a Sirius.- No se lo menciones… es un tema delicado. Y no es importante. Lo importante es que tiene un bate y está obsesionado con Potter. Para sacar a Potter del campo, primero hay que sacar a Black.- Parece notar la expresión de Harry.- ¿No estás de acuerdo?

- Solo creo que podríamos ganar por nuestros propios méritos.

- Es lo que intento decir. Concuerdo contigo en que no somos malos. Pero no somos tan buenos. La buena noticia es que tenemos otras habilidades.

- ¿La habilidad de noquear al enemigo?- pregunta Harry con ironía.

- La habilidad de planear una estrategia. En el quidditch, Potter, como en la vida, la copa no se la lleva el que juega mejor sino el que gana el partido. Y para ganar un partido necesitas mucho más que talento con la escoba.- Entrecierra los ojos.- Te buscan.

Entre las gradas, Hermione avanza con la mochila cargada de libros.

- Maldita sea,- murmura Harry,- se me olvidó por completo.

Zabini se levanta.

- El lunes a las 5, Potter,- dice como despedida.- En punto. Valoro mucho la puntualidad y Regulus es un excelente buscador.

Saluda a Hermione con la cabeza cuando pasa a su lado.

- Me imaginaba que estarías aquí,- dice ella, dejando caer la pesada mochila.- Pensé que podríamos revisar la teoría mientras esperamos a Ron… que seguramente tampoco se acordará de ir a la Sala de Menesteres.

Harry tiene la decencia de agachar la cabeza.

*

- ¿Malfoy?

- Creo. Está más joven, pero la cara de idiota es inconfundible.

Era Malfoy, está seguro. Lo vio desde los postes de gol durante el entrenamiento, escondido detrás del campo con dos slytherins. No le gusta nada la idea de que ande paseando por los terrenos. Los Malfoy siempre traman algo y nunca es algo bueno.

- ¿Qué hacía aquí?- pregunta Harry, obviamente tan preocupado como él.

- Ni idea. Estaba hablando con Rosier y otro slytherin. Creo que era Lestrange.

- Debe estar reclutando mortífagos,- dice Hermione sin levantar la vista de sus notas.

Están en la Sala de Menesteres. Suelen reunirse allí a practicar, en el mismo ambiente que conjuraban para las reuniones del Ejército de Dumbledore. Es práctico y familiar, y los ayuda a recordar que esto es una misión, que solo están de paso.

Se quedan mirando a Hermione, que suspira y hace a un lado el pergamino.

- Rosier, Lestrange, Wilkes…- dice.- Supongo que no has olvidado con quién estás compartiendo habitación, Harry.

- Por supuesto que no,- responde Harry.

- ¿Entonces cuál es la sorpresa? Sabemos que Malfoy trabajaba para Voldemort… Merlín, Ron, solo es un nombre… Sabemos que era un mortífago en la primera guerra y que hubo reclutamientos en Hogwarts. No es difícil hacer la relación. Y si hubiera algo más… bueno… no podríamos intervenir de todos modos. Deberíamos concentrarnos en lo que sí podemos hacer,- dice, volviendo al pergamino.

Se le siente cansada, molesta. Ron supone que es comprensible. Hermione tiene eso de siempre intentar resolver los problemas. Saber exactamente cómo arreglarlo todo y no poder hacerlo tiene que estar volviéndola loca.

- ¿Son las notas de Dumbledore?- pregunta, para aligerar el ambiente.

Dumbledore no los entrena, pero siempre está dándoles consejos y recomendándoles libros. Y es innegable que Gideon ha ayudado mucho con el tema de los artefactos oscuros (aunque él crea que lo hace por un alumno curioso). Pero si es honesto, cuando le dijeron que necesitaban entrenar para enfrentarse a Ya Sabes Quién, Ron pensó que hablaban de ir con alguien que tuviera idea de lo que estaba haciendo. No se le ocurrió que iban a tener que entrenarse ellos mismos. Era obvio, ahora que lo piensa. Llevan haciéndolo desde primero.

Se para frente a Harry, escucha las instrucciones de Hermione y alza la varita.

*

Cuatro semanas pasan tan pronto como siempre. El cansancio y la picazón de las nuevas cicatrices, el alivio gradual de la luna menguante, la inquietud bajo la piel del último tramo, la luna creciendo noche tras noche, amenazante.

Remus arrastra sus huesos adoloridos de clase en clase y los Merodeadores se preparan para otra noche en el bosque.

Pero hagan lo que hagan, Ron no les recibe la maldita poción. Se ha pasado el día bebiendo de una cantimplora y no le ha quitado el ojo a su almuerzo ni un segundo. Y si eso no fuera señal suficiente de que sabe perfectamente lo que están tramando, luego de que Sirius consigue robarle la cantimplora un minuto, no vuelve a tocarla.

- No tengo nada contagioso,- ladra Sirius, que parece a punto de lanzarle un Desmaius (como si eso fuera a ayudar a alguien).

La mirada de Ron se desvía hacia Remus solo un segundo. Lo sabe. Es obvio que lo sabe. James opina que sabe algo, pero no pueden estar seguros de qué. Se le ve la pregunta en los ojos. Pero Remus sabe que no es la pregunta correcta. La pregunta es cómo maldita sea se dio cuenta tan rápido y qué está pensando hacer al respecto.

- Me tengo que ir,- dice Remus. Se hace tarde, Pomfrey ya debe estarlo esperando.- Los veo mañana.

Espera que el tono deje muy claro lo que quiere decir. No va a pasarle nada por pasar una luna solo.

- Cuídate,- dice Ron, y maldita sea, lo sabe.

Pomfrey lo está esperando en la puerta de la enfermería, con esa cara que dice “esto no es ningún juego, muchachito, estaba a punto de ir a buscarte”, pero se le pasa pronto. Tiene cierta debilidad por él y Remus siempre se ha preguntado por qué. Ha oído rumores en los pasillos acerca de tragedias familiares y los motivos que la llevaron a dedicar su vida a cuidar de otros, pero nadie entra en detalles. A veces se imagina que le recuerda a alguien. Un hermano pequeño tal vez, alguien a quien no pudo salvar, alguien a quien le hubiera gustado cuidar en noches de luna llena.

Avanzan hasta el Sauce Boxeador y cruzan el largo pasadizo. Remus intenta recordar la última luna que pasó encerrado en la Casa de los Gritos, sin ciervos, ni perros, ni ratas, sin carreras por el bosque ni forma de desfogar la violencia contenida. Cuándo fue la última vez que avanzó con aprehensión hacia la vieja casa.

Se sienta en el camastro a esperar a la luna. Le cuesta sacarse de la cabeza el “dilema de la zanahoria”. Es obvio que lo sabe y no parece que vaya a denunciarlo. Los chicos le han contado que tuvo un profesor hombre-lobo (un profesor hombre-lobo… la idea enciende una esperanza nueva en su pecho) y que parecía muy tranquilo con la idea. Pero si Ron se ha dado cuenta en apenas un par de meses, ¿cómo estar seguro de que nadie más lo sabe, de que nadie está a punto de darse cuenta?

Perdido en sus pensamientos, no los oye llegar hasta que abren la puerta de la pequeña habitación.

- ¿Sirius?

- ¿Por qué la sorpresa? No pensarías que te íbamos a dejar solo, ¿verdad?

- Pe… pero…

- Ya ves, así somos de brillantes. Todo por ti, Lunático,- dice, dejándose caer a su lado.

James suelta una risa y rueda los ojos.

- Habló el héroe,- se burla.- En realidad, la zanahoria nos dio la noche libre.

- ¿La noche libre?- pregunta Remus, confundido.

James asiente.

- Dijo que iba a dormir temprano y que no lo molestáramos si queríamos salir. Palabra por palabra,- dice, mirando fijamente a Remus.- Luego se metió en la cama y cerró las cortinas.

- Nunca cierra las cortinas,- dice Remus.

- Pues hoy sí,- dice Sirius a su lado.

La mirada de Remus va de Sirius a James y de James a Peter, y ha vuelto a caer en Sirius cuando el primer espasmo le retuerce el estómago.

Lunático no sabe quién es Ron Weasley, y Canuto, Cornamenta y Colagusano no parecen tener problema en olvidar que existe mientras exploran el Bosque Prohibido bajo la luna.

*

Está soñando. Es curioso, porque últimamente los sueños no suelen sentirse así (líquidos y fugaces y como “sueños”).

Hay un niño espiando a dos niñas en los columpios. La pequeña pelirroja vuela por el aire y cae como una pluma, sus ojos verdes sonrientes jugando a descubrir la magia. “Eres una bruja” dice el niño, pálido y descuidado, envuelto en un abrigo demasiado grande (y Harry se pregunta por un momento si está soñando con su propia infancia). El niño corre por los pasillos del Expreso de Hogwarts, entra en un compartimento y encuentra a la pelirroja; Harry también está allí, pero lleva ropa nueva y la piel rosada. También lleva ojos castaños. El niño ha crecido. La pelirroja de pronto es terriblemente familiar. ¿Ginny? piensa un segundo, y el sueño responde fundiéndose en una escena conocida. El niño es Snape. James lo cuelga boca abajo y Lily protesta. Harry recuerda a Zabini en el campo de quidditch (ten cuidado, no les gustamos y no piensan mucho antes de demostrarlo). Es de noche y Snape es un amigo que suplica perdón. El viento sopla en la colina y Snape es un enemigo que se arrepiente. El calor de julio se pega en la piel y Snape es un hombre que se desarma. Dumbledore se sienta tras el escritorio y Snape es finalmente el traidor que Harry recuerda. Solo que Dumbledore habla y sigue hablando (“a veces creo que hacemos la selección demasiado pronto,” dice, y Harry pierde el hilo de la conversación por un momento), y sus palabras tejen una red de intrigas que termina con su propia muerte a manos de la única persona en la que parece confiar (“soy afortunado, extremadamente afortunado de tenerte, Severus”). Una fuerza lo succiona hacia la realidad.

Se despierta de golpe, bañado en sudor. Las cortinas verdes están abiertas. En la cama de al lado, Snape es la única otra persona despierta en la habitación. En el silencio (solo roto por su respiración entrecortada), los ojos negros lo observan con preocupación y curiosidad.

- ¿Estás bien?

Parece una pregunta honesta. Una preocupación honesta. La confusión de Harry debe haberse hecho visible, porque Snape murmura “lo siento” y se gira hacia la pared.

Y es una imagen tan extraña, sobre todas las imágenes extrañas de la noche, una idea tan absurda, tan ridícula, tan imposible… tan real en el sueño, tan tangible… que a Harry solo le queda meterse al baño y vomitar las dudas junto con la cena.

Cuando vuelve a meterse en la cama, Snape finge dormir. Harry cierra las cortinas verdes y se hace preguntas sin respuesta hasta que amanece, la mirada apuntando siempre a la cama de al lado.

***

Parte 5

big bang, imagine a man

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