Nombre del autor:
musicalbubbles Nombre del artista:
luxbella Género: Het
Número de palabras: 17398
Warnings y/o Spoilers: Alguno del final de la primera temporada
Argumento: Peter y Neal se ven envueltos en un caso de intento de robo. En principio parece algo sencillo aunque el ladrón es díficil de coger. La cosa se complica cuando Neal se da cuenta de que el criminal al que persiguen es alguien relacionado con su pasado.
Nunca le gustaron las despedidas, así que nunca le dijo adiós excepto ese día. El último.A pesar de su fachada desvergonzada, siempre fue una persona noble y, cuando se comprometía con algo, lo hacía para siempre. Así que intentaba no aferrarse a las cosas, no crear ningún tipo de vínculos, pero con ella fue imposible no hacerlo.
Cuando se enteró que entraban en la cuenta atrás, cogió el primer avión que tenía ese destino y estuvo ahí para decirle adiós esa vez, la definitiva porque no habría ninguna más. Con ella se iba una parte de él, ella había sido capaz de hacerle creer que podía cambiar y ser una persona distinta. Y, a pesar de defraudarla con sus constantes huidas, con las mentiras y secretos consentidos, estuvo a su lado, sujetándole la mano, cuando ella decidió que era hora de abandonarle a él para siempre.
Nunca hubo rencor entre ellos. Las cosas quedaron claras desde el primer día y nunca se pidieron más de lo que se podían dar. Y sin embargo, Neal nunca pudo entenderles del todo.
Se levantó con los primeros rayos del sol. June había querido colocar unas cortinas en el dormitorio y en el ventanal del salón pero se había negado a ello. Era incapaz de renunciar a la sensación de calidez que le producía el despertarse al mismo tiempo que Manhattan, mientras la primera luz del día le acariciaba la cara.
Nueva York era una ciudad hecha para él. Se mueven al mismo ritmo. Compases de las canciones del Rat Pack y claxons de coches que marcan los latidos de su corazón, a veces trepidante, a veces más relajado pero que nunca para. Incluso cuando duermen, siempre tienes la sensación de que siguen vibrando y están preparados para despertar y empezar a vivir un nuevo día.
Los dos son luces y destellos que embelesan pero también son oscuros callejones, llenos de secretos y de las historias más tristes que puedas imaginar. Neal y Manhattan forman una perfecta sinfonía que emociona, que te hace soñar y, aunque a veces pueda ser una pesadilla, prefieres no despertarte. La realidad siempre es peor de lo que ellos puedan mostrarte. Lo mejor de épocas pasadas, la ilusión de un niño que lo está descubriendo todo por primera vez, son un compendio de armónicos tiempos a destiempo.
Ninguno de los dos descansa nunca. Estar parados sin hacer nada es algo que no formaba parte de su ser; así que odiaba los días en los que no tenía nada que hacer porque Peter estaba en la oficina ocupado con papeleos o reuniones y los casos que pasaba por la agencia eran tan fáciles que cualquier chaval recién salido de la academia podría averiguar qué había pasado tan sólo con leerse el informe. Cosa que no siempre ocurría porque, incluso esos chavales, necesitaban prestar un poco más de atención mientras que estaban leyendo.
Había veces que quedaba con Moz para poder echarle una mano con cualquiera de los trabajos en los que estaba metido; otras veces, se acercaba a casa de Peter para hablar con Elizabeth. Siempre era fácil hablar con ella. No hacía falta alargarse intentando explicar cosas de las que ni siquiera estaba seguro, porque ella sabía leer entre líneas. Era una persona de conversación fácil, con la que las palabras salían solas y muchas veces los silencios decían más que horas hablando. Solía llevarle a escondidas paquetes de café italiano tostado. A ella le encantaba y siempre estaba bien que Peter comenzase el día de buen humor.
A veces simplemente se levantaba y desayunaba con June. Ella se servía una taza té con limón y siempre le preguntaba si quería una, pero él siempre lo rechazaba. El café expresso por la mañana se estaba convirtiendo en una rutina, que le iba a ser complicado abandonar. No es que no le gustase el té. Le dejaba una sensación cálida y era capaz de mantenerle más calmado que el café pero, a quién iba a engañar, le gustaba vivir acelerado y el té esconde secretos en sus posos.
No, no estaba interesado en que le leyeran el futuro y nunca había creído en profecías y adivinas, pero era como si esos restos siempre le estuvieran hablando de unos días que prefería olvidar. Demasiadas tazas a las cinco de la tarde. Demasiadas tardes cortas, con visitas fugaces, paseos al aire libre o sorpresas escondidas en museos y caras sonrientes que terminaban con ojos en llanto. Así que era mejor tener nuevos recuerdos y dejar enterrados al resto de ellos. No era tan complicado olvidar cuando no tenías nada para que te lo recuerde constantemente y prefería comenzar a asociar el té a June y sus mañanas, sus charlas sobre los años en los que ella y Byron vivían codeándose con las personas más peligrosas e influyentes de Manhattan, que a los momentos en los que tenía que soportar las clases, el acento británico, el tener que guardar siempre la compostura mientras estaba en el despacho de la directora esperando inútilmente a que llegase.
Se había retirado. Había dejado de hacer trabajos peligrosos, había vuelto a su nombre real y, por fin, había encontrado una ocupación que le satisfacía. Volver a Irlanda, estar en su casa de campo y dedicarse a la apicultura parecían actividades demasiado sedentarias para alguien como él pero lo cierto es que empezaba a estar demasiado cansado de todo.
Sin embargo, cuando le llegó la carta de Donnelly, no pudo negarse. Todavía tenía algunas deudas pendientes y ésta era una de las gordas. No era un trabajo fácil y menos para él, pero las condiciones para realizarlo eran las idóneas. Si lo hacía con cautela, sería algo sencillo que le permitiría estar en el pueblo justo a tiempo para las fiestas de la primavera. Nunca te pierdas un festival de la cerveza, sobre todo si Irma va a ser la anfitriona.
Miércoles, 1 de la madrugada. Alguien logró desactivar el sistema de detección de movimiento instalado en la galería Vanderbilt, de la 6th con la 32th. Se deslizó a través de sus pasillos, logrando pasar inadvertido por el cuarto del guardia de seguridad. Esquivó todas las cámaras, que terminaron grabando todo menos lo que deberían estar grabando. Apenas se apreciaba una sombra que se confundía con los rincones oscuros en los que estaban colgados las obras de la exposición. Se dirigió a la estancia principal donde se encontraba toda una extensa colección de “Los niños llorones” de Bruno Amadio. Era la única vez que estaban todas esas piezas juntas, sobre todo porque nadie se había atrevido a tener tantas a la vez en un espacio reducido.
Deslizó su mano por el marco, moviéndolo hacia delante sutilmente; mientras con la otra mano, sacó el cutter y empezó a pasarlo por los bordes, intentando desprender la tela sin dañar la pintura. Pero la última barrera de seguridad le estalló en sus propias narices. Los cuadros acababan de ser reforzados con unos sistemas de presión y, en cuanto levantó el marco y lo movió un poco más de lo debido, la alarma se activó.
Mientras los guardias acudían a la sala, él volvía a desandar el camino y salía por la propia puerta principal, fundiéndose con la oscuridad de la noche.
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Neal llegó tranquilamente al edificio del FBI, dejó los últimos libros de arte que había adquirido encima de la mesa y se disponía a tomarse un café mientras les echaba un vistazo. Entonces se giró, y se dio cuenta de que Peter ya había llegado y se encontraba en su despacho reunido con Diana, Jones y otras dos personas que no reconocía. Estaban sentados frente al resto del equipo. Ella iba vestida de forma impecable, con el pelo rubio recogido en un sencillo moño bajo. El hombre vestía un traje chaqueta tan clásico que incluso el traje azul de Peter parecía de temporada. Todo era demasiado extraño.
Era extraño porque Peter no solía llegar antes que él en un día normal, sin casos que merezcan una atención especial. Y más extraño era que estuviera organizando una reunión sin ni siquiera haberle avisado. Peter parecía alterado, era capaz de notar la tensión que sentía según el nivel de hinchazón de la vena de su cuello; así que decidió posponer el café para más tarde y acercarse para ver si podía ayudar con algo. Si no era así, al menos podría sentarse tranquilo con su curiosidad saciada.
- Pasa. - Peter movió dos dedos de su mano derecha para acompañar su invitación. -Señor Watson, señorita Adler, permítanme que les presente a Neal Caffrey, es uno de los consultores que tenemos en la sección de Guante Blanco del FBI. Estoy seguro de que podrá ayudar con el problema que nos ocupa.
- Señor Burke, muchas gracias por las presentaciones pero creo que la ayuda del señor Caffrey no será necesaria. Tenemos instalado un perfecto sistema de seguridad, compuesto por la última tecnología y confiamos en que la empresa de seguros podrá velar por la seguridad de nuestras obras perfectamente.
La señorita Adler hizo intención de querer levantarse. Había colocado su bolso y estaba recogiendo el abrigo que tenía colocado sobre la silla, cuando el señor Watson sujetó suavemente su mano.
- Querida, sé que el sistema que tenemos es el mejor posible pero no podemos obviar que alguien ha entrado en la galería y que necesitamos averiguar quién está detrás de esto. No podemos estar pendientes de este tema y de la inauguración de la exposición.
Neal levantó ligeramente las cejas. Era complicado seguir la conversación, cuando nadie te había puesto al día o te estaban diciendo algo aparte de banalidades. Pero afortunadamente Peter pareció interpretar su mirada.
- El señor Watson es el director de la galería Vanderbilt y la señorita Adler es la propietaria de la misma. El próximo lunes inauguran una exposición con varios cuadros de Bruno Amadio y alguien intentó robar uno de ellos anoche. Lograron entrar en la galería pero saltaron las alarmas y los guardias de seguridad llegaron a la sala en la que están expuestos antes de que pudieran llevarse nada. Tan sólo hay que lamentar que se descolgara uno de ellos.
Mientras Peter hablaba, Neal estuvo examinando los planos de la galería que estaban desplegados sobre la mesa de la oficina. Desvió la mirada un segundo, como intentando recordar algo que le sonaba familiar. Fue tan sólo un segundo. Imperceptible para el resto. Pero Peter notó como a Neal le faltaba la respiración.
- La señorita Adler no quiere presentar ningún tipo de denuncia y piensa que su agencia de seguridad puede hacerse cargo perfectamente de proteger la colección. Y prefiere que no intervengamos.
Neal se acarició el mentón mientras miraba discretamente a los dos galeristas que estaban sentados cómodamente en el despacho. La mirada de la señorita Adler era desafiante, gélida, con demasiados aires de superioridad. El señor Watson se mostraba más preocupado pero igual de impaciente por salir de la habitación cuanto antes. Seguramente lo único que le preocupaba es que las invitaciones hubieran salido en el papel adecuado y que el catering estuviera listo para el lunes. El resto de temas triviales era mejor dejarlo en manos de profesionales para no tener que preocuparse.
- No puedo estar más de acuerdo con la señorita Adler. - dijo Neal, sorprendiendo a todos. - Si no se han llevado nada, estoy seguro de que ellos pueden hacerse cargo del tema y ya saben que pueden recurrir a nosotros si necesitan cualquier tipo de apoyo. Si podemos ayudarles a reforzar su sistema de alguna manera, cuenten con nosotros. Un placer.
- Me alegro de que expreses tu opinión pero lamentablemente ha habido un intento de robo y hay que encontrar a la persona que está detrás de esto. Si lo han intentado una vez, seguro que vuelven a hacerlo y se les acaba el tiempo antes de que empiece la exposición. - el tono de Peter se iba volviendo grave por minutos - Así que señorita Adler, no vamos a cuestionar sus métodos de protección pero nos gustaría comenzar ya a investigar el tema para que puedan abrir la galería con total tranquilidad.
- Le agradecemos su amabilidad y contará con toda la cooperación posible por parte del personal. - dijo el señor Watson mientras se levantaba - Y ahora, si nos disculpa, tenemos que encargarnos de organizar una inauguración.
La señorita Adler se levantó con cara de circunstancias. El señor Watson había decidido tener la última palabra en el tema por lo que tendría que hablar con él una vez salieran de ese lugar. No le convencía nada tener que estar atendiendo al FBI ni tener a nadie ajeno a la galería rondando por los pasillos de la misma, pero si no iba a tener que hacerse cargo de ellos y molestaban lo menos posible, estaba dispuesta a soportarles. Salió por la puerta, que le estaba sosteniendo el señor Watson, sin ni siquiera mirar al resto del personal.
- Bueno, parece que tenemos tarea entre manos. Jones, necesito que averigües lo que puedas sobre esas fabulosas medidas de seguridad que tienen en la galería. Diana, consigue un listado del personal que trabaja allí y los antecedentes de todos ellos. Si consiguieron burlar las cámaras es porque conocen dónde están instaladas.
- Suena a trabajo interno. - dijo Diana. - Tendré la información lista para la hora de comer, jefe.
- Estupendo. Nos vemos entonces a primera hora de la tarde.
Jones y Diana salieron del despacho. Neal iba a hacer lo mismo cuando Peter le llamó.
- Espera cinco segundos.
Neal se giró lentamente, y puso la mirada más inocente que conocía.
- ¿Qué ha sido lo de antes?
- Perdona, pero vas a tener que darme alguna pista. No sé a qué te refieres.
- ¿Qué no sabes a qué me refiero? ¿Cómo se te ocurre decirle a alguien que no vamos a investigar un caso? De acuerdo que te hemos dado una placa pero recuerda que andas sobre una línea muy fina.
- Lo siento. Ellos parecían tenerlo todo bajo control y no querían nuestra ayuda.
- ¿Por qué narices no querías que aceptásemos el caso?
- Peter, ¿no has oído nada sobre la maldición de los Amadio?
- Ilústrame.
- Amadio se dedicó a pintar una serie de cuadros durante la II Guerra Mundial. Eran niños de orfanatos y siempre tienen lágrimas en los ojos. Dicen que uno de los cuadros permaneció en uno de los orfanatos y que, tras un incendio en el que murió el niño que él había retratado, lo único que permaneció intacto fue el cuadro. - Neal se sentó cómodamente en una de las sillas del despacho. - Peter, después de ese momento, se dice que el alma del pequeño quedó atrapada en el cuadro y en cada sitio en el que han estado colocados estos cuadros, se ha producido un incendio inexplicable del que sólo se han salvado las obras. Se les considera cuadros malditos así que, lo mejor que podemos hacer, es mantenerlos alejados de ellos.
Peter resopló mientras se sentaba en su silla.
- En serio, Neal, ¿tú te crees eso?
- Yo no me creo nada. Pero la historia es la que hay. Los cuadros de Amadio conocieron una gran época de éxito pero, tras varios de los incendios, nadie quería tener uno en casa. Ni siquiera te los aceptarían en el mercado negro. La gente es muy supersticiosa.
- ¿Y tú? - le preguntó Peter sonriendo.
- Peter, yo intento tentar a la suerte lo menos posible
- A ti te encanta tentar a la suerte desde que te levantas. Coge el abrigo. Vamos a pasarnos por esa galería.
- Puede ser una buena forma de pasar…
El teléfono de Peter comenzó a sonar. Neal miró la pantalla extrañado porque era el tono de Elizabeth y Peter se resistía a cogerlo.
- ¿Problemas en casa? Sabes que puedes contar conmigo…
- Muy gracioso…
Peter cogió el teléfono y se acercó a la ventana, intentando bajar la voz, aunque, por la conversación que estaba teniendo, le costaba mantener el tono así.
- El, no puedo escaparme ahora. Tenemos un caso entre manos y necesitamos información… Me encantaría, de verdad que sí, pero… El, tienes que entender… No, claro que no me estoy intentando escapar… El, sabes que no es cierto… Mira… Está bien, iré a cenar con vosotras… ¿Ahora?... Os veo abajo en tres minutos, sólo para saludar. Tenemos que irnos enseguida.
Peter colgó el teléfono de malas maneras y resopló.
- Vamos. Echemos un vistazo a esa galería y sus famosos cuadros.
- ¿Todo bien?
- Estupendo. No sé por qué preguntas nada. Sigue andando y, pase lo que pase, intenta estar callado hasta que lleguemos a la galería.
- Está bien. - Neal volvió a poner esa mirada inocente suya cuando Peter se paró y se dio la vuelta mirándole con incredulidad. - Voy a hacer todo lo que pueda por ello.
Bajaron en el ascensor en silencio. Cada uno mirando a una esquina del techo. Se tuvieron que parar en algunas plantas para que entraran algunos agentes y bajaran otros tantos, hasta que llegaron a la planta baja. Se dirigieron con paso firme al aparcamiento para buscar el coche de Peter, cuando en la puerta les paró Elizabeth.
- Hola, cariño. Sólo pasábamos a saludarte.
- Hola, El. - respondió Peter con un breve beso. - Beverly, un placer tenerte con nosotros estos días.
- Peter, si no vengo yo, es imposible ver a mi hija. Esto de que esté siempre trabajando es un inconveniente para las relaciones familiares; así que hay que hacer esfuerzos. - dijo Beverly, sin mucho empeño por disimular los aires de superioridad hasta que su mirada llegó hasta donde estaba Neal. - Por cierto, ¿dónde están tus modales? ¿No piensas presentarme a tu compañero?
Beverly Hardison era un reflejo de cómo podría ser Elizabeth dentro de veinte años. Aunque había una abismal diferencia entre ambas en lo que respectaba a carácter. Mientras que Elizabeth era abierta, franca y sabía escuchar para conocer a la gente, la señora Hardison entraba dentro del grupo de personas que se creen superiores y se dedican a juzgar a los demás por los raseros que ellos mismos imponen.
- Beverly…
Peter iba teniendo la cara más congestionada por momentos. Cinco minutos más y empezaría a buscar motivos para poder arrestar a su suegra.
- Un placer, señora Hardison. - dijo Neal rápidamente, al tiempo que cogía la mano de Beverly para besarla - Neal Caffrey, asesor del FBI.
- Es usted encantador. A ver si con la compañía, mi yerno empieza a adquirir nuevas costumbres más… refinadas…
- ¡Madre! - Elizabeth no pudo evitar saltar. - Bueno, cariño, no os queremos robar más tiempo. ¿Podrás sacar un hueco para la hora de la cena?
La mirada de Elizabeth se debatía entre la súplica y una orden. Neal no estaba muy seguro pero tener que pasar tiempo con alguien como la señora Hardison no debería ser misión fácil, incluso para alguien como Elizabeth. Tener que soportar a la familia no suele ser tarea sencilla pero, con una persona así, mucho menos.
- El, no lo sé. Acabamos de empezar un caso y no quiero que me estéis esperando para poder cenar.
- Querida, estoy segura de que tu marido finalmente logrará hacernos un hueco en su… apretada agenda. - Beverly se giró hacia Neal. - Señor Caffrey, ¿nos hará el favor de acompañarnos?
- Será un placer. Además, conozco el sitio perfecto para este tipo de reuniones familiares. - Neal miró hacia Peter. - ¿Te parece bien que veamos a estas encantadoras damas a las ocho de la tarde?
- Neal…
- Tomaré eso como un sí. - Neal esbozó su sonrisa más encantadora. - Pasaré por vuestra casa para salir todos de allí.
- Bueno, y ahora sí. Lo siento, cielo, pero tenemos que marcharnos. Beverly, nos vemos más tarde. Disfrutad del día. Neal, sube al coche.
Neal se subió al coche mientras Peter arrancaba, lanzando una mirada de adiós a duras penas. La señora Hardison tomó el brazo de Elizabeth y comenzaron a andar, probablemente camino de la Sexta Avenida. Neal no envidiaba la tarde que le esperaba a la pobre Elizabeth.
- Ha sido un placer conocer a tu suegra.
- Puedes ahorrarte el sarcasmo. Mi suegra es algo insufrible. Prefiero tener que atraparte otras dos veces antes que pasar un solo día con ella.
- Creo que estás exagerando. - Neal estaba disfrutando metiéndose con él.
- Neal, realmente, si dejara a Osama Bin Laden con ella durante una hora, seguro que se iba solo a Guantánamo con tal de no tener que escucharla de nuevo. Y ahora, vamos a ver qué tienen que contarnos en este sitio.
Bajaron del coche y entraron en la galería Vanderbilt.
- Por favor, puede avisar al señor Watson que estamos aquí. - dijo Peter a la recepcionista.
- Agente Burke, señor Caffrey - Watson apareció por el pasillo del fondo. - Si me acompañan podré darles un tour rápido por la ruta de nuestro ladrón y llegar a tiempo a mi cita de las tres.
Le siguieron por varios pasillos en los que había diferentes obras colgadas, todas ellas de la época de Amadio como ambientación para el visitante. El señor Watson les fue mostrando algunas de las cámaras instaladas y varios de los sensores, explicándoles de manera superficial su funcionamiento, nada que no supieran con un conocimiento mínimo de esos sistemas, hasta que llegaron a la sala central.
Todos los cuadros principales estaban colgados y dispuestos para destacar los rostros de los niños. La iluminación era perfecta, permitiendo admirar cada uno de los pequeños detalles de sus caritas y produciendo cierta sensación de inquietud al visitante, muy acorde con la leyenda que les rodeaba. En la esquina contraria de la sala se encontraban tres trabajadores de la galería, terminando de colocar adecuadamente una de las obras, siguiendo las indicaciones de un cuarto hombre. Él no parecía una persona de la galería, o al menos no llevaba la misma identificación que el resto.
- Como verán, tenemos cubiertos todos los ángulos posibles de entrada en la galería y, sobre todo, de acceso a la sala central. Sabemos que esta colección está despertando mucha expectación, sobre todo por la leyenda negra que gira en torno a ella. Y hemos puesto todos los medios a nuestro alcance para evitar que suceda cualquier cosa extraña.
- Permítame que le corrija, señor Watson, pero lo sucedido ayer prueba que sus medios no son suficientes. - dijo Peter.- Es cierto que el sistema de protección que tiene cubre casi todos los frentes y es complicado burlarlo, sobre todo si uno viene a ciegas. Pero alguien entró en la galería; así que tuvo que ser alguien de dentro.
- Mire señor Burke, quien quiera hacer esto tiene que pasar al menos cuatro controles de seguridad y burlar todos los sistemas de detección que existen dentro de la sala. Los que ha visto en las esquinas, son sólo algunos de ellos.
- Algo que no hace sino probar mi apunte. Sin información interna es demasiado complicado como para que alguien monte todo un robo individual. Necesita tener acceso a esta información. Sé que la señorita Adler piensa que todo está bajo control, pero no es así. Por lo que, con más razón, tenemos que mantener esta zona vigilada. No creo que quieran tener ninguna otra desagradable sorpresa antes de comience la exposición.
- Sería una verdadera pena. - comentó el hombre del otro lado de la sala.
Lentamente se había ido acercando hacia donde ellos se encontraban. Llevaba un traje impecable, parecido a los que Neal debería tener de fondo de armario; aunque, al contrario que Caffrey, no parecía demasiado fan de los chalecos. Era un hombre de unos sesenta años, con bastante experiencia a sus espaldas, según reflejaban las leves arrugas de su rostro. El pelo presentaba algunas canas, aunque no demasiadas. Y, por sus gestos, indicaba que era del tipo de personas que tenía costumbre de relacionarse con la señorita Adler, mucho más acostumbrado a moverse en reuniones sociales que a ensuciarse las manos con trabajos duros.
- Señores Burke y Caffrey, permítanme presentarles al señor Steele, nuestro asesor en esta exposición.
- Encantado, señor Steele. - dijo Peter, frunciendo levemente el ceño. - Perdone que le pregunte pero, exactamente ¿cuál es el papel de un asesor?
- El señor Steele ha sido de inestimable ayuda, agente Burke. - dijo el señor Watson - Como sabrá, los dueños de las obras de Amadio llevan años permaneciendo en el más absoluto anonimato, por lo que necesitábamos a alguien que fuera capaz de localizarles y persuadirles para que cedieran sus obras para la exposición. El señor Steele es esa persona.
Mientras el director de la galería hablaba con Peter, Steele se fue acercando a Neal. Se colocó a su lado y movió su mano con intención de estrechar la de Neal como forma de presentación, pero Neal apenas se movió.
- Siempre es bueno volver a verte, hijo.
- Ni se te ocurra llamarme así - dijo Neal susurrando y sin apenas mover los labios. Su gesto reflejaba perfectamente el desagrado que sentía al estar ahí, por lo que lo cambió en apenas un segundo. Tenía que seguir manteniendo las apariencias. - Tú y yo ya no tenemos nada que ver.
- No pensé que fueras tan rencoroso. Nunca había sido uno de tus defectos.
- Nunca me has conocido tan bien. Y, por otro lado, - dijo Neal esbozando una leve medio sonrisa - cuando se acumulan tantas decepciones, es normal que se termine sintiendo algo de animadversión por la otra persona.
Steele se quedó callado durante apenas unos segundos, moviendo su mirada como si intentara hacer repaso de todos los momentos que habían pasado juntos. No cabía duda de que Neal ya no era ese pequeño mocoso que comenzaba a llorar en cuanto le sacaban del museo. Ni siquiera el año que intentaron tener unas vacaciones como una familia normal en la playa se comportó como un niño de su edad. En cuanto tenía ocasión, cogía la pala y el cubo y comenzaba a recrear diferentes tipos de edificios con la arena. Siempre había tenido un don para eso. Pero, por más que se esforzase, Steele no lograba recordar exactamente en qué momento las cosas se habían torcido tanto. Es cierto que su relación no había sido la tradicional padre-hijo, aunque siempre había intentado estar ahí para él en la medida de lo posible.
- Oh, ¿todo esto es todavía por lo de la chica? - dijo Steele con cara de haber encontrado la respuesta.
- ¿En serio crees que es por lo de Alex? - contestó Neal, subiendo un poco el tono de voz sin darse cuenta por la sorpresa.
- No veo otra posible razón. No ha habido muchos más motivos de discusión entre nosotros.
Neal tuvo que pararse a respirar y contar hasta cien antes de poder responder. Si se hubiera dado la vuelta y se hubiera marchado con Peter para escuchar su interrogatorio al señor Watson habría sido demasiado extraño.
- Piénsalo durante otro segundo más y seguro que te surge alguna idea nueva.
Pero Steele le miraba como si no entendiera muy bien qué era lo que estaba pasando. Realmente, el que Neal tuviera esa actitud iba a complicar bastante el proyecto.
- ¿Cómo se te ocurre usar su nombre? ¡Su nombre! Porque nunca fue tuyo. ¡Y encima para robar un cuadro!
- Neal, haz el favor de bajar el tono de voz. - dijo, moviendo las manos y con evidente gesto de desagrado.
Si la suegra de Peter hubiera estado allí, seguro que habrían hecho buenas migas.
- No queremos molestar a tu nuevo amigo. Además, no voy a robarlo yo. Esto es una labor de equipo. Y te quiero dentro.
- Siento llevarte la contraria. - dijo Neal con una sonrisa, mientras se levantaba levemente la pernera del pantalón. - No pienso hacer nada por ti y menos llevando esta tobillera.
- Curioso accesorio. Una buena elección de color porque el gris perla combina perfectamente con casi todo…
- También combina perfectamente con los geolocalizadores del FBI. Me tienen controlado cada minuto del día. Así que, puedes intentar seguir adelante con tu plan sin mí, aunque no te va a ser tan fácil. Parece que esta vez jugamos en equipos contrarios.
- Nunca he podido resistirme a un buen desafío. - contestó Steele sonriendo y haciendo un leve gesto de despedida con la cabeza.
Peter iba girando la cabeza despacio para mirar lo que estaba pasando entre Neal y el asesor, mientras escuchaba de nuevo todo lo que Neal le había contado sobre la colección. Cualquier persona normal se habría mantenido alejada de ellos, ni siquiera eran obras de una gran calidad técnica pero las leyendas negras suelen atraer a varios tipos de compradores, desde los amantes de lo oculto hasta aquellos que pueden ver en la maldición un nuevo incentivo para sus vidas. Por lo que la exposición tenía todo lo necesario para convertirse en un éxito. El reclamo de las maldiciones es algo a lo que no pueden resistirse ni el público ni la prensa.
El asesor era una persona curiosa. Llamaba la atención por eso que su suegra definiría como “savoir faire”, y que a él sólo le encajaba con personalidades como las de Neal, capaces de ofrecerte la mejor noche de tu vida mientras se llevan tu cartera y todo lo que tengas de valor. El encanto de los que viven en la línea de la legalidad, jugando con tus deseos e intereses. A decir verdad, cuanto más los miraba mas se parecían. Ya no sólo en la forma de vestir o en la sonrisa, sino en la mirada azul perdida o incluso en los gestos de las manos. En cuanto salieran de allí, pondría a Diana a buscar toda la información posible sobre el señor Steele.
- ¿Has terminado ya? Tenemos que marcharnos. - Se volvió a girar hacia donde se encontraba el señor Watson. - Un placer, señores. Le mantendremos informado de los avances que hagamos y volveremos si necesitamos alguna cosa más.
- Un placer, agente Burke. - dijo Watson, volviendo hacia la parte de los despachos de la galería con ligera prisa.
Y, sin más dilación, salieron de la galería. En cuanto Peter arrancó el coche, comenzó con el interrogatorio.
- Supongo que la charla con Steele ha sido fructífera…
- Me ha estado comentando cómo ha logrado dar con los propietarios y los criterios de selección de las obras. Nada nuevo que no supiera, aunque esta gente… es escurridiza y saben cómo mantenerse en la sombra.
- ¿Alguna cosa que nos sirva para seguir con la investigación? - dijo Peter tosiendo. - Como, por ejemplo, no sé… si ha podido hacerlo él, si tiene alguna pista sobre quién podría estar detrás del cuadro. Por lo visto conoce a gente que le interesa este tipo de arte.
Neal calló durante un segundo y se mostró pensativo.
- Tiene acceso a la mayoría de las medidas de seguridad y tendría fácil conseguir el resto de ellas. Además, conoce el mercado, como has dicho, y le sería fácil mover el cuadro.
- Tendremos un ojo sobre él.
Peter dejó a Neal en su casa.
- Vendremos a recogerte en una hora. ¿Tienes ya hecha la reserva?
- Ah, no te preocupes por eso. Te va a encantar el sitio. - dijo con una amplia sonrisa. Parecía más distendido ahora. - Pero, puedo ir perfectamente hasta tu casa.
- Lo sé. Pero mi querida suegra lo consideraría una falta de educación y prefiero no despertar a la fiera. Luego tengo que volver a casa con ella. Nos vemos en un rato.
Neal entró en el piso y se dirigió directamente hasta su cuarto, sin decirle si quiera hola a June. Necesitaba respirar. Lo sabía. Lo supo en cuanto Peter empezó a describir el intento de robo. Un trabajo desde dentro, desconectando la alarma de la sala, burlando a los guardias sabiendo donde estaban las cámaras y utilizando material de distracción. El juego de cuerdas, del cual todavía había leves señales en las paredes, y el hecho de que la única salida posible fuera la principal (los canales de ventilación podrían haber sido otra posible vía de escape pero no había señal de que hubieran sido abiertos) hicieron el resto. ¿Cómo había podido?
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