Esto de que el lj no me deje meter más palabras es un rollo. Eso o que hoy el ordenador tiene el día tonto. No descarto ninguna de las dos posibilidades.
Sabía que estaba retirado. El golpe de Hamburgo, en el que también había participado Alex, había sido el último, según le dijo. De ese trabajo había aprendido dos cosas: no te fíes ni de la familia cuando se trata de mujeres (el haber encontrado el pintalabios de Alex en las sábanas de él dejaba pocas cosas a la imaginación) y siempre deja buena propina a las camareras alemanas si no quieres que te cierren accidentalmente la vía de escape durante un robo.
Consiguieron salir por los pelos, justo momentos antes de que la policía entrara en el hotel; se repartieron los beneficios de la venta y él se retiró a Irlanda. Pero algo le había sacado de su retiro y no debía ser nada bueno.
- - Moz, necesito que me hagas un favor. Necesito los nombres de posibles compradores interesados en un Amadio. Luego te cuento.
Colgó el teléfono y entró en la ducha. Iba a ser una noche muy larga entre la suegra de Peter y sus propios demonios.
- Diana, necesito que me busques lo que puedas sobre un tal Remington Steele. Es un asesor externo con el que cuenta la galería. No me da buena espina. Nos vemos mañana en la oficina a primera hora. Gracias.
Aparcó el coche y acarició a Satch cuando entró en casa. Elizabeht y Beverly estaban terminando de prepararse. Para su suegra, todo lo que rodeaba al maquillaje era un ritual que debía seguirse cuidadosamente.
- ¿Un día duro, cielo? - preguntó Elizabeth, dándole un beso rápido.
- No más de lo habitual. Me doy una ducha rápida y pasamos a recoger a Neal.
- Date prisa, querido, no queremos que el señor Caffrey tenga que esperar. Aunque tampoco creo que te lleve demasiado tiempo hacer lo que tú consideras prepararte. - le respondió Beverly.
- ¡Mamá!
- No te preocupes, Beverly. - replicó Peter - En el FBI nos entrenan bien. Tanto para usar bien el tiempo, como para otras cosas.
La mirada de Elizabeth venia a decir algo parecido a "deja de darle juego a mi madre. Bastante he tenido con soportarla todo el día como para ahora aguantaros a los dos". Así que Peter tuvo que ceder y comenzó a subir las escaleras sin terminar su frase.
- Tardaré dos minutos. Os dejo que sigáis con la sesión de belleza.
Subió las escaleras rápidamente, mientras escuchaba la misma cantinela de siempre de los labios de tu suegra.
- En serio, Elizabeth, no se que pudiste ver en el. Después de todo este tiempo y sigue careciendo de modales y seguís en este pequeño apartamento.
- En serio, Elizabeth. Sigo sin entender qué pudiste ver en él. Es una persona carente de modales y, después de todo este tiempo, seguís viviendo en este pequeño piso y sigues teniendo que trabajar.
La mirada de Elizabeth fue de incredulidad. Después de tantos años y su madre seguía empeñada en que ir a trabajar era una cosa que Elizabeth hacía para entretenerse. Seguía confiando en que encontraría pronto otras tareas que pudieran distraerla como colaborar con asociaciones de caridad o cualquier tipo de fundación. Algo mucho más de acuerdo con el estatus de su familia.
- Mamá, fue mi decisión y no me arrepiento de ella. Así que no sé por qué sigues dándole vueltas al asunto.
- Es que Rick acaba de comprarse un loft precioso en Lexington y cada vez que pienso que tú podrías estar allí…
- Sí y también podría estar divorciada o haciendo rico a un terapeuta que me recetara Xanax, como les pasa a la mayoría de tus amigas. No quiero volver a oír una palabra sobre este asunto. Así que ni una palabra fuera de tono… ni conmigo… ni con Peter.
- De verdad, querida, el vivir en esta zona está acabando con tus modales. Pero en fin, si lo consideras oportuno, me mantendré callada… como siempre…
Peter bajó las escaleras ya arreglado. Acababa de colgar el teléfono a Diana. Steele estaba en el listado del personal de la galería por lo que ya tenía su informe encima de la mesa. Lo había estado revisando y hubo un par de detalles que llamaron su atención por lo que decidió llamar a Peter sin esperar a la reunión del día siguiente.
Según los informes del FBI, Remington Steele fue un reputado investigador privado en los años ochenta. Trabajaba en equipo con una tal Laura Holt pero, al cabo de los años, cuando la señorita Holt tuvo un hijo, disolvieron la agencia. No había mucho más ni antes ni después. Un par de casos que investigó pero pronto, desaparecía todo rastro de él. Sin embargo, las huellas de Steele coincidían también con las que se habían encontrado en varios escenarios de crímenes relacionados con robos de obras artísticas y suplantación de personalidad. Muy en la línea de Caffrey. Además, se suponía que ambos habían trabajado juntos en alguna ocasión pero no había suficientes pruebas para probarlo.
Encargó a Diana que llamara a Jones y estrecharan la vigilancia sobre Steele. Quería saber qué hacía, cómo habían contactado con él los del museo y con quién se relacionaba.
- ¿Todos preparados? - preguntó mientras bajaba por las escaleras terminando de abrocharse la chaqueta.
Elizabeth le colocó bien la corbata y montaron en el coche en dirección a la casa de June. Durante todo el trayecto, sólo se escuchó la música de la radio de fondo. Beverly apenas abrió los labios y, a pesar de que el silencio resultaba hasta tranquilizador, Peter lo encontraba demasiado inquietante. Iba con los sentidos alerta como si en dos segundos, su suegra pudiera sacar un pequeño puñal de su bolso y clavárselo. Quizás había sido agente de la CIA. Algún día pediría su expediente.
Neal también se había duchado y estaba en el armario intentando escoger una corbata que fuera del gusto de la señora Hardison, cuando escuchó un ruido. Fue un ligero crujido de la puerta del ventanal, pero lo suficientemente audible como para que se pusiera en guardia. Cogió un bate que tenía cerca de la cama (no tenía ni idea de qué hacía eso allí por lo que probablemente fuera de Moz. Por primera vez, se alegró de la paranoia de su amigo). Se escondió detrás del armario y echó un vistazo general por la habitación. Controlaba la respiración y aguantó los nervios con temple, hasta que el intruso estuvo lo suficientemente cerca de él, entonces se lanzó y se paró justo a tiempo.
- ¿Qué haces aquí?
- Venía a hablar contigo. No me pareció que hubiéramos terminado nuestra conversación esta tarde.
- ¿En serio?, - preguntó Neal extrañado, arqueando levemente la ceja izquierda - Yo creo que no queda mucho por decir.
- Tienes que echarme una mano con el Amadio.
- No voy a ayudarte en nada.
- Venga, hijo, por los viejos tiempos. Sólo un último trabajo.
- Eso mismo dijiste la última vez y aquí volvemos a estar. Además, se acabó el tema de los robos.
- Eras el mejor. Seguro que podrías hacer una copia en menos de veinticuatro horas, que podamos sustituir por el original.
- Y luego, ¿qué? ¿Más copias para venderlas a compradores incautos? Te lo he dicho. Estoy fuera del mercado.
- Todavía tengo contactos. Podríamos sacar lo suficiente para que tú y tu novia os podáis retirar tranquilamente. Y te puedas olvidar de todo esto del FBI. Todavía me sigo preguntando qué haces con ellos.
- Kate está muerta.
Un silencio se hizo en la habitación.
- Lo siento.
- Podría pensar que tienes algún tipo de sentimientos o que sabes por lo que estoy pasando si alguna vez hubieras sentido eso por alguien.
- Lo sentí por tu madre.
- ¿Cuándo? ¿Cuándo nos dejabas porque cualquier asunto era más importante que nosotros o cuando viniste a despedirte porque el cáncer le había ganado la batalla y apenas podía moverse?
- Los dos sabíamos lo que había. Nunca la mentí. Nunca hubo nada que no le dijera que no fuera sincero. Y eso fue suficiente para los dos, durante un tiempo. Luego no pudimos seguir de esa manera y alejarme era lo mejor que podía hacer por ella.
- ¡Te necesitaba! Ella te necesitaba y yo también necesitaba un padre. Pero en lugar de llevarme a jugar partidos de béisbol, tenía que ir a clases de arte para poder hacer las mejores copias. ¿Qué tipo de padre hace eso?
- Se te daba bien. Tenías talento para pintar y lo usaste en el mejor modo posible.
- Sí, un modo que terminó llevándome a la cárcel y haciendo que la persona que amaba terminase muerta. No sé por qué necesitas robar el Amadio pero, sea cual sea tu problema, no cuentes conmigo.
Los dos se estaban mirando frente a frente, cuando Peter abrió la puerta. Se podía palpar la tensión en el ambiente y él nunca había visto a Neal de esa forma. Daban ganas de meterle un par de tiros al supuesto asesor. Neal estaba empezando a recuperarse, a sobrellevar la muerte de Kate y a ser sincero con él, pero el tipo este no le gustaba ni un pelo. Si habían trabajado juntos, era posible que volviera a tentarle para hacer lo mismo de nuevo y no iba a dejar que eso pasara. Neal estaba de su parte pero no sabía cuánto tiempo podría mantenerle alejado que todo aquello que conocía y que se le daba bien. La subida de adrenalina que provoca el delito es algo que termina siendo mayor que una droga.
- ¿Interrumpo algo? Pensé que ibas a cenar con nosotros pero si no es así…
- No, no. El señor Steele sólo venía a traer unos informes de los cuadros.
- ¿A ti?
Neal me estás mintiendo.
- Esta mañana estuvimos hablando sobre Nueva York y se está alojando cerca de mi apartamento. Por eso me ha traído el dossier aquí.
Neal, eso no te lo crees ni tú.
- Despido al señor Steele y bajo al coche en dos minutos.
Más vale que sea bueno lo que vas a contarme.
- Está bien. Te espero abajo. Pero no tardes. He aparcado a la vuelta de la esquina.
Peter salió de casa de June, después de haberla saludado. Se dirigió hacia el coche, todavía con la mente en el cuarto de Neal. Los dos solos, por la noche, y con excusas vagas. Más le valía a Caffrey darle una buena explicación. Si volvía a las andadas, no había mucho que pudiera hacer por él y los anteriores casos resueltos sólo servirían para poder rebajarle la condena lo suficiente para que saliera cuando tuviera setenta años.
Estaba demasiado centrado en sus pensamientos como para poder reaccionar a tiempo. Salió detrás de una verja y le tapó la boca con un pañuelo. Un olor raro le recorrió toda la boca. Cloroformo. Peter intentó aguantar pero las piernas no le respondían y terminó cediendo. Sus ojos se cerraron y la oscuridad se formó durante un momento.
Para él tan sólo habían pasado apenas unos segundos, pero evidentemente había tenido que ser algo más porque estaba dentro de un almacén, atado a una silla y con un par de hombres a su alrededor, que medían más de metro noventa mirándole. Uno de ellos era calvo y el otro tenía el pelo cortado a cepillo, de color pelirrojo. Estaban hablando entre ellos, con un acento que parecía irlandés. Discutían sobre deportes mientras no le quitaban ojo de encima, esperando a que se despertase. Apenas abrió los ojos, tan sólo lo suficiente para hacer un rápido reconocimiento de la zona. Sólo estaban esos dos. No había sensación de que hubiera nadie más allí aunque era posible que estuvieran esperando a quien estuviera detrás de eso. Tenía que pensar rápido y actuar aún más deprisa. Sabía que estaba trabajando contra reloj y sin saber exactamente a qué se enfrentaba.
Notó como tenía el busca en el bolsillo y con las caderas y un par de movimientos, que no sabía que sus piernas pudieran realizar consiguió activarlo. Un sistema sencillo que hacía saltar una alarma en la central. Esperaba que, de algún modo, Diana terminara recibiendo el aviso. Si alguien podía encontrarle de forma rápida, ésa era ella. Bueno, es posible que Neal también pero no quería tentar a la suerte.
El calvo se acercó hacia él y comenzó a zarandearle. Peter notaba cómo la cabeza se le iba, pero no podía dejar que los efectos del cloroformo le vencieran. Estuvo otro par de minutos sin dejar que sus ojos cedieran a la tentación de abrirse. Sabía lo que se iba a encontrar y no le gustaba demasiado la idea; así que siguió cómo estaba hasta que los zarandeos le empezaron a provocar arcadas. Estaba todavía débil, tenía la mente medio nublada pero o actuaba ahora, o probablemente no tendría tiempo de hacer nada más. Rezó porque los refuerzos estuvieran en camino y porque el busca hubiera funcionado correctamente dándoles la localización.
Comenzó a abrir los ojos lentamente, sin dejar que el miedo se le notase, como si todavía estuviera medio borracho. Hizo como si intentase enfocar la mirada, parpadeando un par de veces y mirando la cara del hombre calvo. Éste le sujetó del pelo con su manaza, haciendo que quedaran frente a frente. Cuando le tuvo lo suficientemente cerca, Peter le golpeó las rodillas haciéndole caer. Se estrelló contra el suelo y el otro se acercó rápidamente para echarle una mano. Apenas tuvo tiempo para intentar deshacer los nudos de las cuerdas cuando notó cómo le golpeaban la cara con la culata del arma.
- No sé qué pretendes hacer, pero ésta no es tu noche de suerte.
- Tampoco va a ser la tuya.
- ¿Te crees muy gracioso, Steele?
Las cosas empezaban a tener algo de sentido. Se habían confundido y tenía que jugar con eso.
- Creo que te has equivocado de hombre y eso no le va a sentar bien a tu jefe.
El pelirrojo palideció levemente. Se acercó y le cacheó hasta que encontró la cartera. Se le mudó la cara al abrir la identificación del FBI.
- ¿Un federal? ¡Joder, Mickey! ¿No te podrías haber confundido con otro? ¿Tenía que ser un federal? Esto no le va a gustar nada
- Yo sólo hice lo que dijisteis. Era un tipo trajeado que salía de la dirección que me enviasteis. ¿Cómo iba a saber que iba a salir tanta gente de allí? - dijo Mickey, levantándose del suelo.
- Hay que encargarse de esto antes de que llegue.
Tomó la pistola y le encañonó.
- No te lo tomes como algo personal. Procuraremos que sea rápido.
Peter contuvo la respiración, hasta que escuchó cómo derrapaban un par de neumáticos en la puerta.
- Yo de ti no añadiría el agravante de homicidio de un agente.
El pelirrojo dudó dos segundos. Le volvió a golpear en la cabeza y su mente terminó de nublarse. Notaba como se le iba la cabeza y le costaba mantener los ojos abiertos. Salieron corriendo por la puerta trasera justo cuando Diana entraba por la de delante acompañada de Jones.
Cuando volvió a despertarse, la luz le hacía daño y el nivel de ruido le estaba martilleando la cabeza. Pero Elizabeth estaba allí. Suavemente, le pasó la mano alrededor de la cara y se detuvo ligeramente en donde notó que tenía puestos varios esparadrapos. No recordaba mucho de lo que había pasado, aunque suficiente para saber que no había llegado a la cena y que eso había molestado sobremanera a Beverly. Que se fastidiara. La vio al fondo del pasillo, poniendo esa mueca que mezclaba el disgusto, la decepción y la desidia por todo aquello que involucrase a su yerno.
- El.. yo…
- Shhhh, no digas nada. Te han dado varios puntos y, por cómo tienes el labio, te tiene que doler apenas hablar.- sus dedos suaves se iban deslizando por toda su cara, deteniéndose en su boca. - El doctor ha dicho que tienes que pasar aquí la noche. Quiere tenerte en observación para comprobar que no tienes nada aparte de las costillas y el labio roto. Han tenido que darte varios puntos. Pero, si todo va bien, mañana estarás en casa.
Su sonrisa fue capaz de calmarle el dolor más que los analgésicos que probablemente le habían puesto.
- Voy a llevar a mi madre a casa. Jones ha dicho que se queda contigo.
Elizabeth le miró con cara de preocupación. No podía soltarle la mano ni era capaz de dejar de acariciarle.
- ¿Qué es lo que ha pasado esta noche?
- Creo que todo ha sido un error.
- ¿Un error? - dijo Elizabeth, enarcando una de sus cejas.
- Uno de esos que pueden permitir resolver un caso. No te preocupes. Estoy bien. Tengo la cabeza dura. - dijo Peter, mientras se daba suaves golpecitos contra la sien izquierda. - Ve a casa e intenta sobrevivir a tu madre. Supongo que lo de no haber podido ir a cenar esta noche la tendrá en estado de shock.
- Uff… ha sido insufrible. Cuando hemos subido al piso de Neal para buscarte, llevaba quince minutos dándome la tabarra sobre la falta de puntualidad y que no llegaríamos a tiempo para la reserva. Nos hemos encontrado a Neal en la puerta y, cuando nos ha dicho que tú ya habías salido antes y no comenzaste a coger el teléfono, dejé de escuchar lo que decía.
Elizabeth le besó suavemente, intentando evitar las zonas donde se estaba empezando a formar costra en el labio.
- Descansa.
- Te quiero.
- Yo también te quiero.
Se marcharon del hospital y, a pesar de que Peter las siguió con la mirada hasta que atravesaron la puerta, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido esa noche. Beverly ni siquiera se dignó a girar la mirada o acercarse para ver cómo se encontraba pero tampoco le dio mayor importancia. Si los médicos le recomendaban reposo, tener a su suegra a más de quince metros era justo lo que necesitaba. Quizás tuviera que pedir una orden de alejamiento contra ella.
Se giró y le indicó a Jones que se acercara. Si tenía algo de suerte, probablemente. Diana todavía estuviera despierta y pudiera acercarse. La pista estaba caliente y no quería perder tiempo. Tenían sólo hasta el lunes, un corto periodo de tiempo para averiguar quién jugaba en cada bando y a qué. Sólo esperaba que Neal decidiera mantenerse en el suyo porque, después de lo visto esa noche, el otro equipo no tenía intención de jugar demasiado limpio o de andarse con delicadezas.
- Jones, llama a Diana para que se una a nosotros y tráete los planos de seguridad que has conseguido. Necesitamos reunir información ya.
Jones no necesitó que se lo repitiera dos veces. Media hora después, tenían montada una improvisada sala de reuniones en la habitación de Peter. Diana trajo todo lo que había en el expediente de Steele y Jones extendió los planos de la galería encima de la mesa plegable que Peter tenía al lado de la cama.
- Diana, resumen.
- Steele fue un detective privado que tuvo su auge en los años ochenta. Tenía su propia agencia y una socia llamada Laura Holt. Varios casos le pusieron en el top de la investigación privada, hasta que Holt decidió retirarse y la agencia cerró. Hasta ahí todo normal.
- Y ahora es cuando cuentas por qué Holt se retiró y qué es lo que no es normal.
- Holt fue la persona que inicialmente abrió la agencia. Durante meses fue la persona que estuvo dando la cara en todos los casos hasta que apareció nuestro señor Steele. Pero, a pesar de que la investigación privada era su vida, en cuanto se quedó embarazada, se mudó a Nueva Inglaterra para tener al niño. Se dedicó a dar clases de química en la escuela y estuvo criando al niño hasta que murió de cáncer.
- ¿Steele era el padre del niño?
- Podría ser. Se hizo cargo de él cuando la madre murió. Lo llevó a un internado en Inglaterra hasta que el niño cumplió los 16 y luego el rastro se difumina.
- Pero eso no es lo interesante ¿no?
- Antes de su magnífica puesta en escena como Remington Steele, nuestro detective privado no tenía ningún tipo de vida. Ni número de la seguridad social, ni estudios en instituto, ni siquiera una multa por aparcamiento. Nada. Como si no existiera… Sin embargo, las huellas del señor Steele coinciden con la de un delincuente buscado por la Interpol. El señor Henry Firth… fue sospechoso de estar detrás de varios delitos de estafa, robo de identidad y falsificación entre otros.
- ¿Alguna conexión con Neal?
- Puede que hayan participado en algunos delitos juntos pero nada probado y no hay nada en el expediente. Lo siento, jefe. Aunque es cierto que ninguno de los dos ha sentido nunca especial predilección por los artistas de primera mitad del siglo XX.
- En cualquier caso, no podemos descartarlos. Hay que tenerlos siempre a la vista. Jones, ¿qué tienes sobre el sistema de seguridad?
- Poco más aparte de lo que mencionó el director de la galería. Tienen guardias, sistema de cámara, sensores de movimiento y sistemas de presión que comprueban que no hay nada fuera de su sitio. Además, sólo el jefe de seguridad y el de la galería tienen los códigos de acceso y pueden acceder al edificio y los códigos se renuevan cada dos días.
- Pueden tener alguna brecha. Que coloquen a un equipo de vigilancia de refuerzo en la galería. Quiero tenerlo todo cubierto hasta que descubramos quién está detrás.
- Jefe, ¿alguna pista sobre qué ha pasado esta noche? - preguntó Diana.
- Echa un vistazo a ver qué clanes irlandeses son los que están ahora por Nueva York. Cometieron un error porque iban buscando a Steele, así que hay que ver las conexiones que tiene nuestro amigo. No dieron muchas pistas, porque los nombres de Mike e Ian dicen poco, de todas formas, tráete mañana fotos de los fichados a ver si por casualidad son viejos conocidos.
Pasaron buena parte de la noche revisando planos e intentando adelantarse a las posibles estrategias. Peter cedió al efecto de los tranquilizantes y se durmió. Jones se quedó vigilando por si había alguna sorpresa mientras que Diana se iba a casa, tras haber quedado con ellos en acercarse en el hospital a primera hora de la mañana.
El plan estaba en marcha. Le había costado tomar la decisión pero en ocasiones no había mucha posibilidad de elección. Después de escuchar lo que le había sucedido a Peter, no vio otra salida. Reaccionó de forma rápida y con tan sólo un par de llamadas, ya estaban todos en movimiento. Tenía delante de sí un lienzo en blanco, con una fotografía pegada a él. Al lado, las pinturas adecuadas y su juego de pinceles. Era lo único que había conservado con el paso del tiempo. Se lo regaló su madre en el último cumpleaños que habían celebrado juntos y, a pesar de que los pinceles habían sufrido varias renovaciones al igual que las pinturas (que se iban adaptando a las diferentes épocas y pigmentos), pero el cajetín era siempre el mismo. Era sencillo, de madera y con varios grabados en la cubierta. Grabados con varios significados que permanecían en secreto sólo para ellos dos. Ni siquiera él llego a descubrir esos códigos.
Moz estaba moviendo sus contactos. Había conseguido localizar a Alex y ella y Steele ya estaban examinando los planos para descubrir la mejor forma de entrar. Steele había logrado burlar la seguridad una vez pero, desde entonces, se había reforzado el sistema. Con la ayuda de Alex no sería complicado obtener los códigos y Moz podía configurarles las tarjetas para poder acceder a la galería sin despertar sospechas. Una vez con los códigos, tendrían 48 horas para poder llevar a cabo la sustitución. Alex podía manejar los sensores de movimiento. Tan sólo necesitaban un par de botes de spray y que ella estuviera centrada. El último obstáculo serían los sensores de presión. Moz estaba en ello. Neal rezaba porque pudiera encontrar una solución a este problema.
Estaban cronometrados. Hacía tiempo que Neal no sentía ese cosquilleo de realizar un trabajo contrarreloj, a espaldas de lo que sucedía fuera de las puertas de la casa de June y no podía negar que sentía cierta satisfacción. Amadio no era demasiado complicado. Trazos toscos y un aire lúgubre en toda la obra, transmitiendo el pesimismo y la desesperanza de la época. La única concesión era la parte de la mirada y las lágrimas, en las cuales había una delicadeza que contrastaba con el reto. La clave para una buena falsificación era lograr transmitir la misma sensación, no intentar superar al original y conseguir que la obra tuviera el mismo tamiz del paso del tiempo. A Peter le darían el alta a última hora de la mañana y no podía despertar sospechas, así que la noche prometía convertirse en una íntima amiga.
Diana llegó justo después de que la enfermera le hubiera servido un bol lleno de gelatina. Peter lo removía con la cuchara mientras que Jones aprovechaba la llegada de su compañera para poder ir a por un café. Peter le pidió otro cuando la enfermera le estaba tomando la temperatura. Ella le dirigió una mirada de reproche y él se la devolvió con otra que mezclaba la indiferencia con “hace tiempo que dejé de tener cinco años, señora”. Diana no pudo evitar esconder una sonrisa.
Llevaba consigo una carpeta con las entradas y salidas dibujadas, los antecedentes de todos los miembros del personal de seguridad que habían tenido algún percance con la ley y un listado de los agentes del FBI disponibles. Hacía tiempo que no estaban sólo ellos, sin Caffrey. No es que fuera una experiencia mejor o peor, sino distinta. Esa sensación de volver a estar en familia. Es cierto que Neal había logrado hacerse con la confianza con el equipo pero seguía sin ser un agente del FBI y tenía demasiadas hojas en su expediente como para tratarle como uno más del equipo.
Se pasaron toda la mañana trazando la estrategia de vigilancia, repasando los sistemas de galería y viendo dónde podían reforzar la seguridad y de qué manera podían hacerlo sin interferir con el equipo privado. Si la dueña seguía manteniendo su postura, iban a tener poca colaboración por su parte que mejor cuanto menos tuvieran que necesitar de ella.
Jones encabezaría los equipos de escucha y vigilancia y el agente Hartfield se encargaría del operativo de protección. Diana se pondría manos a la tarea con la búsqueda de posibles compradores y quiénes eran los irlandeses. Peter había estado mirando las diferentes páginas de los libros de fichados sin suerte. Pero al menos eso limitaba el campo de búsqueda. Era una pena que Jimmy Ford hubiera sido puesto en libertad porque podrían haberle usado para tener información más rápidamente sobre las familias irlandesas, aunque lo cierto es que la división de Boston nunca había tenido demasiada suerte haciéndole hablar.
Después de llevar a cabo la pesada tarea de revisar una por una todas las fichas policiales de los irlandeses que habían pasado por cualquiera de las comisarías del estado de Nueva York, Peter se veía ante otra tarea mucho peor. Tener a Neal distraído para que no supiera en qué estaban trabajando mientras seguía llevando a cabo la investigación no iba a ser nada fácil. Y además, casi se le olvida que su suegra seguía estando presente en la escena.
Había tenido quince horas de libertad. Había saboreado el dulce néctar de una vida pacífica, haciendo su trabajo y estando con gente con la que no necesitaba medir las palabras. Estar con su equipo le hacía sentir que sabía bailar con pasos marcados en la memoria mientras que, con su suegra, sentía que siempre tenía dos pies izquierdos. Elizabeth era lo mejor que le había pasado en la vida y lo sabía. Sabía que ella le quería pero no dejaba de preguntarse si realmente era adoptada o si quizás debía agradecer infinitamente a que la niñera que tuvo la supo educar como a una persona.
Elizabeth se había levantado a su hora habitual. Se dedicó a recoger la casa y sacó a Satch para dar su paseo matutino. Cuando volvió a casa, se dio una ducha y se conectó para comprobar que los pedidos para el próximo evento estaban correctamente encargados y que no había ninguna complicación de última hora. Repasó con cuidado el correo y, cuando consideró que era una hora prudente, fue al cuarto de invitados para despertar a su madre y ponerse a hacer el desayuno. Ella ya había tomado un tazón de cereales pero le tocaría tomarse una taza de café para acompañar a su madre y no tener que soportar la charla sobre cómo estaba descuidando su alimentación y su aspecto desde que había decidido tirar su vida por la borda casándose con un agente del FBI. Ni siquiera el pobre Satch estaba a la altura de lo que su madre esperaba de ella pero prefería a esa mata de pelo cariñosa antes que a cualquier pequinés de raza.
Desayunaron en silencio, aunque la tranquilidad se rompía cada vez que Elizabeth miraba el reloj y su madre le soltaba una reprimenda por no saber guardar los modales en la mesa. La estaba poniendo histérica y, si tanto ansiaba ir a buscar a su marido, bien podía adelantarse al hospital para recogerlo que a ella no le importaría quedarse en casa esperándola. Elizabeth se tuvo que morder la lengua demasiado para no soltarle la contestación que habría deseado. Tuvo que respirar, contar hasta doscientos y aplicar todas las técnicas de relajación que había aprendido en las clases de yoga para no coger el abrigo y salir por la puerta. Pero consiguió aguantar hasta que su madre terminó la taza de te y sus biscotes.
Llegaron al hospital y Elizabeth corrió a la habitación de Peter para comprobar que el doctor ya había hecho la ronda y se estaba vistiendo. Diana estaba con él. La saludó con una sonrisa y se dirigió a su marido.
- ¿Preparado para volver a casa?
- ¿Tengo alguna escapatoria? - contestó Peter, mirando por encima del hombro de El intentando averiguar si había venido con ella.
- Creo que no. Pero tan sólo te quedan tres días de castigo. Prometo compensártelo cuando todo termine.
- Bueno, en tres días habrá terminado también la exposición, así que podremos salir a celebrarlo a gusto. - dijo sonriendo. - Diana, voy a buscar a Neal. Te quedas a cargo del resto de la operación.
- Como siempre, jefe. - dijo ella, haciendo un saludo militar.- Nos vemos más tarde. Hasta luego, Elizabeth.
Diana salió de la habitación dejándoles solos al menos durante un minuto. Elizabeth le besó suavemente en los labios y le ayudó a abrocharse la camisa.
- Espero que al menos hayas podido dormir algo.
- Tranquila, he seguido tus órdenes al pie de la letra.
- Sí, claro. Y la tinta que tienes en el dorso de la mano es porque el suero destiñe por las noches - ella arqueó una de sus cejas, como hacía siempre que él intentaba darle alguna respuesta que no le iba a gustar.
Peter le devolvió el beso y salieron del cuarto. Le costaba caminar pero no intentó si quiera apoyarse en Elizabeth, eso le habría dado un aspecto de debilidad y no había que hacer que el enemigo pensara que estaba en horas bajas y pudiera intentar tomar ventaja. Dejó que ella condujera sólo para dejarle en el edificio de June. Bajó del coche y tocó la puerta.
Subió al cuarto de Neal y llamó un par de veces antes de abrirla. El cuarto estaba impecable, como el aspecto de Neal y eso que parecía que acabara de levantarse. Si hubiera entrado dos minutos antes se habría encontrado con la mesa llena de botes de pintura y un caballete en medio de la habitación con buena parte de una réplica exacta del Amadio terminada. Pero Neal esperaba que llegase en cualquier momento y estaba perfectamente preparado para recogerlo todo en el tiempo justo que Peter tardase en subir las escaleras. Si June le hubiera parado para saludarle, le habría dado incluso tiempo para meterse en la ducha pero sólo pudo mojarse un poco el pelo para quitarse el sudor de encima. Por suerte, le gustaba pintar de forma cómoda, así que tan sólo llevaba los pantalones de tela de pijama. Abrió la ventana del salón y dejó que la brisa mañanera le acariciara el torso. Había otra cosa en la que Neal era habilidoso, aparte de en la falsificación de obras de arte, y es que era capaz de estar horas pintando sin llegar a manchar nada. La pintura se adhería a los pinceles y sólo seguía la trayectoria que marcaba su voluntad.
Peter entró en el piso y Neal terminó de empujar el último bote de pintura debajo del sofá con el pie.
- Buenos días, Peter. ¿Cómo te encuentras?
- Podría estar mejor de no haber sido por tus amigos.
Neal le miró con cara de asombro, como si no supiera de qué estaba hablando.
- Venían a por Steele, pero supongo que eso ya lo sabías…
- Peter, no tengo ni idea de quiénes eran las personas que te atacaron anoche.
- Hemos pasado por esto demasiadas veces. O confías en mí o esta asociación no tiene sentido.
- No sé cómo decírtelo pero no sé quiénes eran ni por qué terminaste en aquel almacén. - dijo Neal con voz más seria. .
- Pero sí que sabes por qué lo hicieron. Y tienes una ligera idea de quién puede estar detrás de esto. Neal… ¿qué es lo que está pasando y por qué no querías que aceptásemos este caso?
- Te lo dije. No me gustan las maldiciones.
Peter estaba entre estrangularle y salir de la habitación. Tener que escuchar una mentira detrás de otra no era algo que ayudara a relajar la situación.
- Aunque no pudiera probarlo, estabas detrás del robo de los manuscritos de la tumba de Tutankamon.
- Tú lo has dicho… no se pudo probar nada. - dijo Neal con una leve sonrisa. Sus ojos brillaban recordando el excelente trabajo que supuso falsificar los manuscritos y, sobre todo, crear los pergaminos. No era fácil crear un lienzo recreando las técnicas que usaban los egipcios ni tampoco lo era encontrar la disolución de las pinturas adecuada para que se quedara fijada y no terminase corriéndose por todo el dibujo.
- Así que, volvamos a empezar… si te parece bien. - Peter hizo una pausa que le permitió respirar - ¿Qué hacía Steele en tu casa anoche?
- Vino a traerme unos planos de la galería.
- Neal, los planos estaban desde primera hora de la mañana en la oficina del FBI. No hacía falta que te trajera nada y dudo que esos planos estuvieran en su poder porque no tenía por qué tenerlos. Así que, si te los trajo, había un motivo detrás de esa entrega.
- Necesito que confíes en mí. No te puedo contar nada, pero necesito que confíes en mí.
- No puedo hacerlo si lo único que haces es mentirme una y otra vez. - el tono de Peter se fue alzando conforme terminaba la frase. Así que intentó respirar antes de seguir hablando. - Si no me cuentas lo que pasa en este caso, tendré que hablar con el juez para que revoque el acuerdo.
- Tú lo sabes mejor que nadie. A veces no es fácil tratar con la familia.
- ¿Con qué familia? ¿Steele?
- Mi querido y adorado padre. Esa persona que te imprime personalidad desde el principio.
- Creo que voy a sentarme, porque esto promete.
Peter se sentó en el sofá, tomó un vaso de la estantería de al lado y se echó un poco de lo que tenía la primera botella que había cerca. Tosió. Un poco fuerte para comenzar la mañana con eso. Y, encima, dolía. Nota mental: Evitar toser cuando te han roto dos costillas el día anterior. Nota mental 2: Evitar tomar alcohol cuando tienes el labio partido. Escuece.
Dejó el vaso en la mesa y miró a Neal.
- Adelante. No te pares ahora. - dijo moviendo la mano.
- Peter, esto no es un programa de la televisión. Es mucho más simple que eso. El señor Steele es mi padre. Nunca hemos tenido una relación demasiado fluida pero parece que él es de los que piensa que el tiempo lo cura todo y ha querido aprovechar la visita a Nueva York para saludarme.
- ¿Y tú no lo crees?
- ¿El qué? - preguntó Neal extrañado.
- Que el tiempo lo cura todo… - dijo Peter con una mirada inquisitiva.
- Creo que hay cosas que no se pueden curar… No sé qué querrían de él los tipos de anoche ni me interesa. Vino a saludar y le saludé. No te conté nada anoche porque hay cosas que es mejor que permanezcan en el pasado.
- ¿Sabes con quién puede estar relacionado tu padre? ¿Alguna conexión irlandesa?
- Él es irlandés. Así que supongo que debe conocer a la mitad de los que viven en Manhattan. Apenas hemos hecho algunos trabajos juntos así que, excepto por las felicitaciones en Navidad y en los cumpleaños, sé poco de él.
- Está bien. Pongámonos manos a la obra. Vamos a la oficina a ver si conseguimos averiguar quiénes son los irlandeses.
- Me cambio en dos minutos.
Neal entró en el baño para terminar de cambiarse y, mientras sonaba la ducha, Peter aprovechó para hacer un examen a la habitación. Por mucho que hubiera abierto las ventanas y que June se empeñara en poner jarrones de lilas en la terraza, olía a pintura. Pero él sabía que le gustaba seguir pintando para pasar el rato. El caballete seguía en su sitio habitual, justo al lado de la estantería pero no había ningún lienzo en él. Cuando estuvo en la celda de Neal, había dibujos por todos lados. Pintar en teoría podría ser un hobbie inofensivo, pero, cuando alguien como Neal Caffrey realiza una obra que prefiere no mostrar, es porque está detrás de una obra maestra.
Sabía que todavía quedaba mucho por contar pero esperaba que siguiera abriéndose poco a poco. Quizás, fuera capaz de que le diera un par de pistas sobre la familia de irlandeses que estaba detrás de todo, de una forma sutil. No quería forzar nada pero esperaba que al menos ese cuadro que estaba pintando, no terminase en la pared de la galería Vanderbilt.
Neal salió del baño impecable, cinco minutos después. Cogieron el coche y se pasaron el resto del día en el despacho de Peter comprobando antecedentes de irlandeses. Para Neal aquello estaba resultando una tortura lenta y silenciosa. Todavía necesitaba dedicarle bastantes horas al Amadio para que quedara perfecto y no es que le sobrase precisamente tiempo. El cuadro tenía que estar listo para el día siguiente por la mañana si querían que se secara de forma adecuada para poder sustituir al original. Pero no podía hacer ningún movimiento extraño. Ni resoplidos, ni mover la pierna por debajo de la mesa. Tan sólo pasar lentamente hojas de gente que apenas conocía. No solían moverse por los mismos círculos y sospechaba que lo único que estaba haciendo era perder el tiempo mientras el resto del mundo estaba verdaderamente involucrado en el caso.
Cuando dieron las seis, recogieron las cosas y se fueron a casa. Parecía un día normal de trabajo, sin nada especial que reseñar. Neal se quedó en casa de June y se dirigió a su cuarto mientras Peter iba hacia su casa.
Nada más llegar, Neal se quitó la ropa, dejando el traje perfectamente colgado en el armario. Se puso el pantalón del pijama y sacó el lienzo del espacio que había justo detrás del cabecero de la cama. Colocó todos los instrumentos encima de la mesa (las pinturas, los pinceles, los vasos para limpiar las cerdas y una copa de vino). Volvió a echar un vistazo a la imagen de Amadio y se puso manos a la obra.
A lo largo de la noche, las horas pasaban sin darle tregua. Eran amantes exigentes que le demandaban lo mejor de sí mismo, toda la concentración que pudiera tener. Sus sentidos estaban al máximo y tan sólo paró un par de veces para cambiar el vino por tazas de café y para poder echarse agua en la cara y despejarse. Le dolía la espalda y el brazo pero no podía parar. Una vez que estaba concentrado en algo, no podía dejarlo hasta que no estaba perfectamente terminado.
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