Sobre Horizonte (3.1/?) [Mass effect] Shenko

Jul 04, 2013 02:56

Titulo: Sobre Horizonte
Fandom: Mass effect
Personajes: Comandante Shepard, Kaidan Alenko, "la doctora", personaje original.
Pairing: Shenko, Kaidan/doctora
Argumento:
En el famoso email que da titulo a este fic, Kaidan menciona que le llevó mucho tiempo seguir adelante y superar la culpa del superviviente. Que finalmente dejó que sus amigos le convencieran para salir a tomar algo con una doctora en la Ciudadela y permitirse recuperar su vida. Este fic es la historia de cómo lo hizo. De lo que pasó en la vida de Kaidan después de que Shepard "muriera", hasta que la reencontró en Horizonte (y puede que un poco más allá). De cómo intenta seguir adelante sin ella, sin conseguirlo del todo.

Advertencias: MUCHO angst. Spoilers M2, obviamente. Es largo, probablemente 3 capítulos.
Agradecimientos a mileya, como no, por ayudarme TANTO. No sé qué habría sido de esta historia sin ti!

También podéis leerlo en Ao3, aquí.

Partes anteriores, I y II.

Fe de erratas:[Spoiler (click to open)]Estoy completamente agilipollada y al final del capítulo anterior puse que Shepard se presentaba ante Anderson en compañía de Jacob y Garrus. El problema es que antes había establecido que en ese momento de la historia todavía no había reclutado a Garrus. Así que lo he reemplazado por Mordin. Siento ser tan lerda y no respetar ni mi propio canon.

Sobre Horizonte

Parte III

I

Contemplar la fotografía dolía, pero sus ojos la buscaban una y otra vez, como si tuviese una especie de imán. Con ambas manos apoyadas sobre el escritorio en un vano intento de que dejaran de temblar, Shepard observaba el retrato, casi sorprendida de que la expresión de paz de Kaidan, su mirada perdida, no hubiese cambiado tras su encuentro en Horizonte, reflejando la furia y la decepción con que él la había mirado después de que mencionara que había pasado dos años en coma mientras Cerberus la reconstruía.

“Así que es cierto” había dicho, al tiempo que se alejaba de ella, “Estás con Cerberus ahora”. Segundos antes la había estrechado entre sus brazos, apoyando la barbilla en su hombro y colando las manos por debajo de las armas que llevaba a la espalda para acercarla más a él. Shepard recordaba perfectamente la forma en que su pelo le había rozado la sien y su barba incipiente le había raspado por un instante la mejilla. Recordaba cómo le había rodeado la cintura y cerrado los ojos, envuelta en su abrazo.

Pero sobre todo recordaba el sentimiento de que por fin las cosas encajaban, de haber dado con algo que había estado buscando desde la primera vez que abrió los ojos en la estación Lázaro, de que el universo, la galaxia y ella recuperaban el equilibrio y todo dejaba de ser extraño y lejano.

Sin embargo, esa sensación se había desvanecido tan pronto como él había dado un paso atrás y le había dicho que una vez la había querido, en pasado, porque había tenido tiempo suficiente para olvidarla mientras Shepard aún sentía que la había besado por última vez hacía poco más de un mes. Después habían llegado los reproches sobre Cerberus y el “¿Tú también, Garrus?” como si no esperara que el turiano pudiera seguir a su lado ahora que colaboraba con terroristas.

Shepard no estaba segura de qué hubiera hecho si Garrus no hubiese estado con ella en esa misión. No sólo al final, cuando encontró a Kaidan, sino antes, cuando empezaron a descubrir a colonos paralizados por los enjambres de buscadores, pestilentes vainas vacías abandonadas por todas partes y, una vez más, cascarones, como viejos fantasmas salidos de Eden Prime. Y en medio de todo eso, la enloquecedora certeza de que Kaidan estaba allí, en alguna parte, o peor aún, en el interior de la nave recolectora, y que quizás era demasiado tarde para salvarlo.

Probablemente hubiese cometido alguna locura más de la cuenta de no haber tenido a Garrus guardándole las espaldas y cubriéndola del fuego enemigo cuando se exponía demasiado en sus prisas por acabar con los recolectores y llegar hasta su nave. De no haber notado su mano en el hombro obligándola a cubrirse cuando el Pretoriano descargó sobre ella su letal disparo, de no haberla instado a calmarse con un simple “Shepard” cuando gritó a SID por el intercomunicador que activara las malditas torretas defensivas de una vez. De no haber bajado su brazo con suavidad, casi con dulzura, cuando empezó a vaciar su último cargador de munición térmica en un intento tan desesperado como inútil de detener a la nave recolectora que despegaba de Horizonte, llevándose a la mitad de su población y tal vez a Kaidan en su interior. De no haber negado con la cabeza antes siquiera de que expusiera en voz alta su idea de lanzar a la Normandía SR2 contra ella, aun sabiendo que no estaba preparada para plantarle cara.

De no haberlo tenido a su lado, intentando hacer razonar a Kaidan.

Decaída, Shepard apartó la mirada de la fotografía y se sentó. Una parte de ella estaba dolida, la otra terriblemente frustrada. Sabía que le costaría comprender que trabajase con Cerberus. Ni siquiera ella había hecho las paces con ese hecho todavía, a pesar de estar convencida de que era su única alternativa. Pero al menos había creído que la escucharía, que lograría hacerlo entender.

Debía de reconocer que no había estado muy brillante. Había esperado y temido tanto el momento en que al fin lo tendría ante ella, y pese a todo, no había sido capaz de actuar como le hubiera gustado. La ira de Kaidan la había pillado por sorpresa y la había desarmado.
Había pasado de temer por su vida a encontrarse en sus brazos, para luego ser juzgada con una dureza y frialdad que nunca hubiese esperado de él. Kaidan jamás se había enfadado con ella, siempre le había demostrado una fe ciega. Maldita sea, incluso había insultado a Udina y la había animado a secuestrar la Normandía cuando el Consejo los dejó en dique seco.

Cerberus era una organización terrorista con métodos despreciables pero, precisamente por eso, Kaidan debería haber entendido que nunca hubiese colaborado con ellos de tener otra opción. En su lugar la había acusado de traicionar a la Alianza, a él, de ser un títere al que el Hombre Ilusorio manejaba a su antojo utilizando a los segadores como cebo mientras secuestraba a los colonos. Había oído sus explicaciones, pero no la había escuchado.

Y pese a todo, había sido tan estúpida de pedirle que se uniera a ella, cuando era evidente que rechazaría su oferta. Kaidan jamás abandonaría la Alianza. Era íntegro y leal, y si el Alto Mando decidía quedarse de brazos cruzados mientras todos los colonos del sistema del Terminus eran abducidos, él se resignaría y seguiría sus órdenes porque era un buen soldado. Porque era la clase de persona que podía permitirse el lujo de poner sus principios por encima de todo e irse a dormir con la conciencia tranquila, y Shepard respetaba eso.

Tal vez Kaidan tenía razón, tal vez la equivocada era ella. Pero prefería pasar las noches en vela preguntándose si estaba haciendo lo correcto a permanecer impasible mientras gente inocente moría, aunque eso pusiera una distancia insalvable entre los dos.

Suspirando, tomó la fotografía de Kaidan entre sus manos, preguntándose qué hacer con ella. En ese instante escuchó las puertas automáticas de su camarote abriéndose, así que guardó el marco en el primer cajón que encontró para que su visitante no lo viera.

Se trataba de Garrus. El turiano se detuvo frente a ella, se cruzó de brazos y la observó durante unos segundos sus pequeños pero penetrantes ojos azules. Sabía que estaba intentando encontrar en su rostro señales de cómo se sentía. Shepard agradeció que el lenguaje corporal humano fuese un misterio para él, aunque su estado de ánimo debía de ser bastante evidente.

-¿Te gusta mi camarote? -le preguntó, intentando posponer la conversación que sabía inevitable. Garrus se tomó un momento para contemplarlo todo antes de contestar. Nunca antes había estado allí.

-No está mal si te gusta tener una habitación grande, bonita y lujosa. Pero deberías llenar esa pecera -dijo.

Shepard sonrió con amargura al escuchar sus palabras. Recordaba su pequeño y estúpido acto de rebeldía contra Cerberus, negándose a usarla. Suponía que a esas alturas ya no tenía importancia. Quizás la próxima vez que tomara tierra se compraría unos malditos peces.
Se quedaron en silencio durante unos instantes. Garrus planteándose cómo abordar el tema que lo había llevado a visitarla y Shepard pidiéndole mentalmente que no lo hiciera. No quería hablar más de ello. Ya había tenido bastante con mentir a Joker y a Chambers y escupir al Hombre Ilusorio que se metiera en sus asuntos cuando le preguntó si ya podían dar el asunto de Alenko por cerrado.

Pero Garrus era diferente. Él se merecía la verdad y no aceptaría otra cosa.

-¿Sabes? Aún tengo contactos en la Ciudadela, gente que me debe favores. Kaidan me cae bien pero… -el turiano hizo una pausa cargada de significado -podría hacerlo desaparecer.

Shepard soltó una carcajada breve y seca. Sabía que no lo decía en serio, pero su ofrecimiento hizo que se sintiera un poco mejor. Se recostó contra el respaldo de su asiento y se obligó a guardar el tipo. Quería acabar con esa conversación cuanto antes.

-Estoy bien. Se lo dije a Joker, a Chambers… Estoy bien.

Quedó bastante satisfecha con el tono neutro de su voz. Al menos había sonado un poco más creíble que cuando le dijo a Joker que las cosas con Kaidan no habían ido tan mal. Pero su mejor intento no logró engañar a Garrus, ni siquiera un poco.

-Quizás con los humanos sea diferente pero cuando un turiano necesita convencer a los demás de que está bien, suele significar que no lo está -insistió él.

Shepard apartó la vista de Garrus y se echó hacia delante en su asiento. Apoyó los codos en las rodillas y dejó que las manos colgaran entre sus piernas, inertes, antes de responder.

-He tenido momentos mejores… pero también peores. Sólo necesito un poco de tiempo -levantó la mirada hasta su amigo y añadió -Y disparar a algo.

-Esa es una gran idea -coincidió él -He oído que tiene efectos terapéuticos.

Shepard sonrió, con menos amargura que la vez anterior.

-¿Sabes lo que le falta a esta nave? Un gimnasio con un enorme saco de boxeo.

-Cierto. Algún día te contaré cómo liberamos el estrés en las naves turianas. Mientras tanto, espero que me avises cuando decidas hacer prácticas de tiro, Shepard.

Era su manera de decirle que podía contar él, incluso para tener incómodas conversaciones sobre reencuentros con antiguos miembros de la tripulación con los que había “confraternizado”. Quizás odiara trabajar para Cerberus y se sintiera fuera de lugar y algo perdida, quizás los que habían estado a su lado contra Saren la rechazarían ahora, pero no estaba sola y eso era lo que Garrus le estaba dejando claro.

-Cuenta con ello. Gracias por apoyarme, Garrus -murmuró Shepard. Y la voz le tembló un poco por primera vez en toda la conversación.

El turiano se encogió de hombros, quitándole importancia.

-Cuando una mujer acaba con los líderes de Eclipse, los Soles azules y la Manada sangrienta en una noche sólo para llegar hasta a ti y pedirte que te unas a su cruzada suicida para salvar la galaxia… simplemente no puedes decir que no.

-Otros lo habrían hecho -la amargura flotó en sus palabras una vez más. Bajó la mirada hasta sus botas e intentó con todas sus fuerzas bloquear los recuerdos de Horizonte, dejar todo ese asunto atrás y centrarse en los recolectores, hasta que la voz de Garrus reclamó su atención.

-Ojalá hubiese otra forma, pero para hacer lo correcto a veces tienes que ensuciarte las manos, Shepard. Quizás vayamos al infierno con Cerberus, pero si con eso detenemos a los recolectores, tan sólo dime donde está la maldita puerta.

La convicción y el énfasis en su voz hicieron que Shepard se sintiera mejor. En el fondo, sentía que estaba haciendo lo que debía, por poco que le gustara. Pero que alguien en quien confiaba se lo dijera en voz alta, era un bálsamo después del encuentro con Kaidan.

-Como sigas así voy a acabar abrazándote, Garrus -amenazó, sonriendo. Era una sonrisa renuente y un poco triste, pero también sincera. La primera en mucho tiempo.

-No sería muy cómodo llevando la armadura puesta, pero si eso hace que te sientas mejor…

-Ya me siento mejor.

-Me alegra ayudar -Garrus se irguió y descruzó los brazos -Si me necesitas, estaré en las baterías principales, haciendo…

-Calibraciones, lo sé -lo atajó ella, con timbre burlón.

Sin darse por aludido, el turiano se despidió con un gesto solemne y salió del camarote. Una vez se encontró sola, Shepard abrió el cajón en el que había guardado la fotografía de Kaidan, preguntándose si debería volver a sacarla. Tras unos segundos de duda, lo cerró y encendió su terminal para leer los expedientes de los nuevos reclutas que Cerberus había elaborado.

II

Kaidan permaneció en Horizonte casi una semana después del ataque. Las naves de rescate de la Alianza tardaron un día entero en llegar a la pequeña colonia y desde entonces no tuvo un segundo de respiro. Como oficial de máximo rango, se encargó de coordinar la evacuación de los supervivientes y la recogida de los cadáveres de recolectores y cascarones que Shepard había dejado a su paso, con la intención de que los analizaran. Los científicos de la Alianza se llevaron incluso alguna muestra de esas repugnantes vainas que, al parecer, usaban para guardar y transportar a los humanos abducidos.

Su segundo al mando había desaparecido junto con la mitad de los colonos, por lo que Kaidan tuvo que encargarse de casi todo el trabajo él solo. Por fortuna, la mayor parte de los soldados que Anderson le habían asignado sobrevivieron al ataque, así que envió a una de ellos a buscar Lilith entre los lugareños que se habían salvado. Lilith Novak era la jefa de seguridad de Horizonte y se había mostrado más colaboradora con Kaidan que la mayor parte de la población. Cuando el ataque comenzó, él le había ordenado que huyera y después de eso no había vuelto a verla. Pontes, la marine encargada de buscarla, regresó con las manos vacías unas horas después, añadiendo un peso más a la espalda del comandante Alenko.

Por si eso fuera poco, el personal médico enviado por la Alianza lo obligó a someterse a diversos exámenes y le extrajo sangre suficiente para hacer transfusiones a media flota, con la excusa de analizar la toxina paralizante que le habían inyectado los enjambres de los recolectores.

Las horas que debería haber dedicado a dormir las empleó a elaborar el informe para Anderson, mientras todos los detalles aún estaban frescos en su memoria. No tenía ninguna gana de rememorar su reencuentro con Shepard, pero quería hacer justicia a su conversación, a las explicaciones que había dado, para que la Alianza juzgara en consecuencia. Omitió las partes personales y su invitación a desertar y acompañarla, pero recogió su reconocimiento de estar colaborando con Cerberus y su teoría sobre la relación existente entre los recolectores y los segadores.

Intentó redactarlo de la manera más profesional y distante posible, evitando cualquier sesgo que pudiera influir en la opinión del Alto Mando. Fue difícil no volcar allí toda su decepción y un enfado que iba convirtiéndose en tristeza segundo a segundo.

Una parte de él intentaba aferrarse a su ira para no enfrentarse a una serie de interrogantes incómodos. No quería pensar todo ese asunto con la cabeza fría porque temía descubrir que había sido demasiado duro con ella. Una y otra vez se repetía que estaba con Cerberus. Había visto el logo en su armadura y la acompañaba esa mujer de la fotografía de Omega que habían identificado como agente de alto rango en la organización. Shepard había reconocido abiertamente trabajar con ellos antes de que él se lo preguntara, incluso había admitido que la habían reconstruido durante los dos años que pasó en coma tras la destrucción de la Normandía. Eso explicaba el pelo más corto, como si en algún momento lo hubiera perdido o se lo hubieran cortado al cero, y también todas las cicatrices que había en su rostro. Habían desaparecido las que Kaidan había conocido, dejando paso a otras nuevas y brillantes.

Su armadura, su cabello, hasta su cara habían cambiado, y había un resplandor rojizo en el fondo de sus ojos. Pero su manera de mirarlo era la misma que hacía dos años, la que le había dado el valor de saltarse todas las normas y acudir a su camarote la noche antes de Ilos. Kaidan sabía que en el momento en que se rindiera al cansancio e intentara conciliar el sueño, esa mirada le perseguiría.

Trató de convencerse de que Cerberus le había implantado algún dispositivo de control o que le habían lavado el cerebro, pero sabía que en realidad seguía siendo ella, del mismo modo que lo supo cuando Anderson le mostró su fotografía.

Así que la única explicación que podía aceptar era que estaba siendo engañada y manipulada, que estaban jugando con su necesidad de salvar a todos para conseguir lo que querían de ella. Pero, ¿qué podía ser eso? Demba había mencionado la posibilidad de que intentaran lavar su imagen a través de Shepard.

La comandante era una heroína. Toda la galaxia la conocía. Había matado a Saren, salvado al Consejo y muerto peleando con los últimos reductos de geth, según la versión oficial. Era lo mejor que la humanidad podía ofrecer. Quizás la opinión pública se replantearía su opinión sobre la organización terrorista si contaban con alguien como ella entre sus filas.

Kaidan se resistía a abandonar la idea de que ellos estaban tras los ataques, aunque todas las evidencias lo negaban. Creer en el regreso de los segadores era demasiado aterrador y las pruebas que los vinculaban con los recolectores muy débiles. Pero no había duda de que eran éstos, y no Cerberus, los que estaban abduciendo tantas colonias de los Sistemas Terminus.

Aun así, no podía comprender cómo Shepard se había quedado con ellos en lugar de acudir a la Alianza. Podía aceptar que sintiera algún tipo de gratitud hacia Cerberus por haberle salvado la vida, pero no tanta como para darle la espalda a lo que había sido. Y eso era lo que tanto le decepcionaba. La Shepard que él había conocido jamás se aliaría con terroristas, por muy desesperada que fuese la situación, y menos sin antes intentar conseguir ayuda por otros medios.

Eso era suficiente para mantenerlo despierto cuando el cansancio era demasiado para continuar trabajando. Era a lo que se agarraba para no dejarse llevar tan sólo por la emoción de descubrir que estaba viva. Había soñado con eso tantas veces, se había resistido tanto a aceptar que había muerto, y finalmente había descubierto que había tenido razón todo ese tiempo. Shepard estaba viva y eso bastaba para hacer de la galaxia un lugar mejor, por muy furioso que estuviera con ella.

Una parte de él quería correr a su lado, la otra le daba la espalda con obstinación. Permanecer con la Alianza era su única opción, fuesen cuales fuesen sus sentimientos. Pero eso no impedía que odiara verse en esa situación.

Cinco días después, Kaidan abandonó Horizonte y regresó a la Ciudadela. Lo primero que hizo nada más aterrizar fue dirigirse a la embajada y buscar a Anderson. Él ya estaba esperándolo, leyendo algo en su terminal. Lo más probable era que se tratara del informe que le había enviado cuarenta y ocho horas atrás.

-Comandante Alenko -lo saludó y lo invitó a tomar asiento. Kaidan obedeció, sintiendo que no se había sentado en años -He leído tu informe, pero antes de entrar a analizarlo quería informarte personalmente de que Shepard estuvo aquí. Llegó a la Ciudadela el mismo día que tú partiste a Horizonte. Recibió el mensaje que le envié y se presentó para dar explicaciones. También admitió colaborar con Cerberus ante el Consejo y ante mí, asegurando que eran los únicos que estaban haciendo algo por los colonos desaparecidos.

El primer impulso de Kaidan fue preguntarle a Anderson por qué no le había informado. Había pasado casi un mes en Horizonte antes del ataque, volviéndose loco ante la falta de noticias y de actividad. Durante todo ese tiempo no volvió a escuchar nada sobre Shepard, ni el más leve rumor, y empezó a convencerse de que todo era mentira.

Sin embargo, no lo dijo en voz alta porque recordó a tiempo que no tenía ningún derecho a hacer esa pregunta. El consejero era su superior y podía compartir la información que creyera necesaria. Además, ni siquiera intuía todo lo que Shepard significaba para él.

Así que guardó silencio y se obligó a escuchar. Anderson le relató el encuentro con la comandante y la reunión con el consejo. Después, explicó, la comandante se marchó por donde había venido.

-¿Y qué pasará con Shepard ahora? -preguntó Kaidan. Pensar en ello era una de las múltiples cosas que le habían impedido descansar con propiedad en los últimos cinco días. ¿Qué iba a hacer la Alianza con ella?

Anderson apoyó los codos sobre la mesa antes de responder. Kaidan trató de adivinar la respuesta por su expresión pero su rostro era inexpugnable, como de costumbre.

-Como ya dije, ha admitido colaborar con Cerberus. El Consejo ha decidido no intervenir por el momento, incluso le han devuelto el cargo de espectro. Podría interpretarse como un gesto de agradecimiento por haberles salvado la vida pero la realidad es que confían en que Shepard arregle el problema de las desapariciones. Después de que tantos soldados de la Alianza murieran en la batalla contra el Soberano para protegerlos, ya no pueden lavarse las manos ante los problemas de la humanidad con tanta comodidad como antes. Están recibiendo muchas críticas por mantenerse al margen desde que las abducciones comenzaron, y no sólo por parte de los humanos.

-Pero, ¿y nosotros, señor? -quiso saber Kaidan. El Consejo le traía sin cuidado -¿Qué va a hacer la Alianza?

-Como espectro, técnicamente Shepard no forma parte de la Alianza y su cargo le proporciona cierta inmunidad. Se supone que actúa, si no bajo sus órdenes, al menos sí con el beneplácito del Consejo. Ellos conocen la situación y han decidido darle total libertad. En cuanto a la Alianza… por fortuna, se trata de una cuestión militar. El Almirante Hackett es la máxima autoridad en el ejército y ha dado la orden de no establecer contacto con ella ni interferir en sus actividades, suscrita por mí. Ni a Udina ni al Parlamento les ha gustado, pero de momento no les queda más remedio que mantenerse al margen para evitar un conflicto interno y diplomático.

En otras palabras, Shepard seguía contando con la protección de dos pesos pesados dentro la Alianza de Sistemas y con la interesada indiferencia del Consejo, que una vez más esperaba que le hiciera el trabajo sucio. No podía negar que se alegraba de saber que no iban a detenerla, aunque eso supusiera que podía seguir colaborando con Cerberus. A fin de cuentas, él mismo había omitido ciertos detalles en su informe para protegerla, por mucho que se dijera que había sido neutral.

-Me alegra oírlo -reconoció, y su voz sonó aliviada de una manera muy poco profesional. Si Anderson lo notó, no hizo ningún comentario al respecto -Sin embargo, Shepard no es mi… nuestra única preocupación. ¿Qué vamos a hacer respecto a los recolectores?
Anderson enlazó los dedos de ambas manos, tomándose unos segundos para contestar a su pregunta.

-Es complicado, Alenko -respondió. Parecía incómodo, y Kaidan supo en ese mismo instante que la respuesta que iba a darle no sería de su agrado -Los recolectores son una especie prácticamente desconocida. Nunca antes nos habíamos topado con ellos ni tienen razones para atacarnos.

-Pero lo han hecho y hay un montón de cadáveres que lo demuestran. Yo mismo acabé con alguno de ellos cuando la toxina paralizante dejó de hacer efecto.

-Lo sé, comandante. No obstante, los sistemas del Terminus están fuera de nuestra jurisdicción. Recibimos un soplo respecto a Horizonte pero no tenemos manera de predecir cuál será la siguiente colonia en ser atacada. Desplazar efectivos suficientes para proteger todas las colonias humanas del sistema provocaría una guerra con los batarianos. Mejorar sus defensas podría convertirlas en objetivos y además la mayoría de los colonos no nos quieren allí. Se han ido fuera del espacio controlado por la Alianza y el Consejo galáctico por una razón.
Kaidan no podía creer lo que estaba escuchando, no de alguien como Anderson. Parecía un discurso típico del Consejo, no de la misma persona que había colaborado en el secuestro de la Normandía.

-¿Así que no vamos a hacer nada, señor? -preguntó, intentando pese a todo guardar las formas -¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras todos esos colonos desaparecen?

-Acabamos de descubrir a qué nos enfrentamos, comandante. Presentaré tu informe ante el Consejo y el Parlamento pero… estos trámites llevan tiempo.

Kaidan pensó que, después de todo, Anderson sí tenía madera de político, aunque dijera lo contrario. Ya hablaba como ellos. Por mucho que lo adornara, acababa de admitir que la Alianza se desentendía de lo que sucediera con todos los humanos que se habían marchado a los Sistemas Terminus.

-Con todo el respeto, señor, no puedo creer que vayamos a abandonarlos a su suerte -espetó, dolido. Se había negado a creer a Shepard cuando le había dicho que la Alianza no estaba haciendo nada para proteger a los colonos, juzgándola con dureza por colaborar con Cerberus y traicionar su uniforme. Había rechazado su petición de ayuda y le había dado la espalda, sólo para regresar a la Ciudadela y descubrir que ella tenía razón. Se sentía engañado y más decepcionado con la Alianza de lo que había estado con Shepard.

Anderson ni siquiera respondió a su acusación. En su lugar, pulsó unas teclas del terminal que tenía sobre la mesa y después lo giró hacia Kaidan. En la pantalla aparecieron una serie de gráficas y diagramas, además de una foto de uno de los insectos que le había mordido en Horizonte.

-¿Qué es eso? -preguntó.

-Es un informe sobre los enjambres de buscadores -respondió el consejero -Nos lo envió Shepard dos días después del ataque a Horizonte. Al parecer, el científico salariano de su equipo, el mismo que fue a reclutar a Omega, ha descubierto una fórmula de inmunidad ante los enjambres. Permite que quien la tome se vuelva indetectable para un grupo de buscadores de tamaño medio. Shepard y su pelotón lo probaron en Horizonte, fue eso lo que les hizo posible moverse por la colonia sin ser capturados. También nos ha enviado imágenes sobre el ataque que sucedió hace cerca de dos meses en Progreso de Libertad. Cuando enviamos a un destacamento a investigar, no encontramos nada. Al parecer Cerberus se nos adelantó.

Anderson pulsó otra tecla y el informe sobre los enjambres desapareció de la pantalla de su terminal, dejando paso a imágenes borrosas de una cámara de seguridad de la pequeña colonia que grabó cómo los recolectores se llevaban a rastras a docenas de humanos, inmovilizados previamente por buscadores.

Kaidan pausó la reproducción tras unos segundos. Ya había visto algo similar en Horizonte, sin poder hacer nada para impedirlo. No necesitaba más ejemplos, sobre todo después de saber que no iba a poder hacer nada para evitar que se repitieran.

-Así que Shepard nos está enviando información -reflexionó en voz alta. En cierto modo le sorprendía. Resultaba difícil conciliar el hecho de que estuviera trabajando para Cerberus y compartiendo sus descubrimientos con la Alianza al mismo tiempo. Unos días atrás quizás habría pensado que se trataba de alguna trampa, pero ya no. Si quedaba algo de la Shepard que había querido, no podía desvincularse de su pasado tan fácilmente. Kaidan no comprendía cómo pero sabía que, a su manera, eso significaba que seguía siendo leal a su uniforme.

-Debemos reconocer que todo lo que tenemos es gracias a ella -admitió Anderson -Fue siguiendo su pista como llegamos a Horizonte y aun así, si Shepard no hubiese aparecido a tiempo, todo lo que nos quedaría es otra colonia vacía. Ahora sabemos quién está detrás de las desapariciones e incluso tenemos una defensa ante los buscadores.

-Pero no vamos a hacer nada con ello.

La amargura y la condena en su tono de voz fueron tan evidentes que, como su superior, Anderson podría haberlo amonestado. No obstante, no lo hizo. A Kaidan le daba la impresión de que en el fondo se sentía tan disgustado e impotente como él por todo ese asunto, sólo que se le daba mejor disimularlo.

-No voy a mentirte, comandante. Puedes estar seguro de que haré todo lo posible por proteger a la humanidad pero, me guste o no admitirlo, Shepard es nuestra mejor esperanza para detener a los recolectores -hizo una breve pausa, que provocó que Kaidan se tensara-Quizás la única.

Y el comandante Alenko apretó los labios, silenciado por la incontestable certeza de que Anderson tenía razón.

III

Se suponía que estaba durmiendo, pero tenía tantas cosas en la cabeza que era incapaz de recuperar el sueño perdido. Todo su mundo había dado un giro radical y Kaidan buscaba sin resultado algo a lo que aferrarse para recuperar la estabilidad.

Cada vez que cerraba los ojos veía a Shepard y revivía su conversación. La había reproducido tantas veces en su mente que a veces dudaba que fuera real. Todavía le costaba asimilar que estuviera viva, que lo hubiese estado esos dos años, recuperándose en algún laboratorio secreto de Cerberus donde pudieron hacer cualquier cosa con ella. Shepard había dicho que la “reconstruyeron”, lo que no dejaba mucho lugar a la imaginación. Eso explicaba las cicatrices recientes en lugares nuevos, y la ausencia de las antiguas que Kaidan había conocido y memorizado tan bien. El pelo más corto que antes, como si le hubiese vuelto a nacer, y ese resplandor rojizo en el fondo de sus ojos…

Trató de imaginar lo que debía haber sido para ella despertar y descubrir dónde estaba. La imaginaba reduciendo al primer guardia que encontrara, robándole la pistola y secuestrando una lanzadera para regresar junto a la Alianza, junto a él.

“¿Por qué no lo hiciste, Shepard?” pensó. Quizás debería habérselo preguntando, en lugar de acusarla directamente de traicionarles. Ella le había dicho que la conocía bien, que sabía que nunca se uniría a Cerberus sin una buena causa.

Pero en ese momento había estado demasiado alterado para darle una oportunidad. En el fondo, la creía. Sabía que si colaboraba con ellos era porque estaba convencida tener un buen motivo. El problema era que Kaidan estaba seguro de que esa razón era un montón de engaños del misterioso Hombre Ilusorio.

Y, precisamente por eso, no debería haber sido tan duro con ella. Tendría que haber intentado hacerle ver su error, ayudarla a comprender que Cerberus no podía ser la solución a nada, recordarle quién era y a dónde pertenecía. Quizás de haberlo hecho el desenlace hubiese sido diferente. Tal vez no le mortificaría tanto la expresión de Shepard cuando se despidió, después de rechazar su oferta de unirse a ella.

Acto seguido recordaba la conversación con Anderson y su malestar crecía. La Alianza no era una alternativa. Shepard había tenido razón respecto a ellos, por mucho que le doliera admitirlo. Sin embargo, una parte de él creía que la comandante hubiese encontrado la manera de que le hicieran caso. Tal vez ella…

En ese momento el timbre del intercomunicador sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Cansado, Kaidan se levantó del sofá en el que se había arrojado sin quitarse el uniforme siquiera, y fue a abrir. No había avisado a nadie de su regreso a la Ciudadela esa misma mañana, pero no dudaba que su mejor amigo tardaría poco en enterarse. Cuando abrió la puerta, Demba estaba allí.

Parecía tan normal y relajado como siempre. Toda la gente que se había cruzado en su camino desde la embajada hasta su apartamento lo estaba. La galaxia y sus habitantes seguían adelante, a pesar de que su vida estuviese patas arriba. Poco les importaba el regreso de Shepard o la amenaza de los recolectores.

-Caray, espero que lo de beber ryncol no se haga una costumbre -dijo Demba a modo de saludo, después de mirarlo de arriba abajo.

Kaidan frunció el ceño.

-No he bebido.

Y tampoco había comido demasiado, ni dormido en condiciones en los últimos días.

-Pues parece que tienes una resaca de las malas -Demba entró en el apartamento sin esperar invitación y se dejó caer en el sofá. Puso los pies sobre la mesita de madera y se enlazó las manos detrás de la nuca. Parecía de muy buen humor -Esperaba verte con mejor aspecto, la verdad.

-¿Y eso por qué? -se interesó Kaidan, sentándose despacio en la butaca que tenía junto al sofá.

-¡Shepard está viva! -exclamó Demba -Y no me salgas con que es confidencial. Todo el mundo lo sabe. Llevan dos semanas emitiendo la entrevista que le hizo Khalisah al-Jilani en bucle.

-¿Entrevista? -Anderson le había contado que Shepard se había presentado en su despacho, pero no había mencionado nada sobre ninguna entrevista. Kaidan había dado por sentado que su regreso sería un secreto a voces, pero estaba claro que se equivocaba.

-Sí. Creo que la comandante se merece otra medalla por no haberle dado un puñetazo en la cara a esa bruja… pero en el minuto 1:18 parece que está a punto de hacerlo. Confieso que he visto ese vídeo demasiadas veces, ya sé lo que va a pasar pero siempre que lo veo tengo la esperanza de que algo cambie y pegue a Al-Jilani.

Kaidan guardó silencio, intentando asimilar la nueva información. Demba lo observó mientras tanto y su expresión jovial se desvaneció un poco.

-Kaidan, ¿qué sucede? Pensé que estarías contento…

Y lo estaba. Pero también triste, decepcionado, confuso… y furioso, sobre todo furioso. Pero ya no sabía con quién. Si con Shepard, con la Alianza, o consigo mismo. Tenía tantas cosas en la cabeza que le extrañaba que aún no hubiese hecho acto de presencia una de sus migrañas.

-¿Qué ha pasado? -insistió Demba -Vamos, cuéntamelo.

Unos segundos después, Kaidan empezó a hablar. En circunstancias normales, no hubiese compartido información confidencial, ni siquiera con Demba, pero se encontraba demasiado disgustado con la Alianza y sobrepasado por la situación como para contar una versión de los hechos para todos los públicos. Así que no se calló nada. Le habló de las desapariciones, del ataque recolector, de Shepard, Cerberus y de la Alianza. Su amigo iba haciendo muecas y emitiendo sonidos con ciertas partes del relato y, cuando Kaidan acabó, se quedó callado durante un par de minutos, lo que era bastante insólito.

-Joder -dijo, al cabo -Vaya…

-Lo sé.

-Bueno, esto explica por qué no estás descorchando champán. Escucha, Kaidan, comprendo que estés cabreado con la Alianza. Yo también lo estoy, pero ya sabes cómo son los politiqueos, quiero decir, ya lo viviste con todo lo sucedido con Saren.

-Pero entonces la Alianza reaccionó. Removió cielo y tierra para que el Consejo hiciera algo tras el ataque a Eden Prime -replicó Kaidan.

-Sí, pero Eden Prime queda en el espacio que controlan. Es una de nuestras colonias más importantes. Atacarla fue atacar a la humanidad y todo lo que representa. En cambio, los colonos del Sistema Terminus se marcharon por su cuenta a una zona peligrosa…

-¿Estás justificando que la Alianza no haga nada por ayudarlos? -lo interrumpió.

-No, lo que estoy diciendo es que la Alianza no es tan diferente del Consejo. Cuidan la porción de la galaxia que está dentro de su jurisdicción. Si te vas fuera, es bajo tu cuenta y riesgo. No van a arriesgarse a una guerra con los batarianos para proteger a colonos que no quisieron estar bajo su influencia. No digo que esté bien, ni que me guste, sólo que era de esperar. Y creo que Shepard lo sabía. Yo tampoco me fío de Cerberus, pero si quieres que te sea sincero, me alegra saber que ella está ahí fuera haciendo algo por esa gente.

Kaidan guardó silencio, reflexionando sobre lo que su amigo acababa de decir. Sentía un rechazo visceral a la idea de que la comandante colaborara con una organización terrorista que había cometido todo tipo de atrocidades. Nunca podría aceptar eso. Pero tras su conversación con Anderson, comenzaba a comprender que Shepard era lo único que se interponía entre los colonos y los recolectores. Si ella no les detenía, nadie lo haría.

Sabía que eso era lo que Cerberus le había hecho creer, que era la baza que habían jugado para manipularla y retenerla con ellos, y descubrir que probablemente tenían razón, sólo hacía todo aquello aún más amargo. Sin embargo, se negaba a aceptarlo. Siempre había elección, siempre.

-Pero si hubiera vuelto con la Alianza… Shepard podría haberles convencido de hacer algo. Encontraría la manera -se obcecó Kaidan -Tal vez a ella la escucharían…

-Quizás -concedió Demba, aunque no parecía muy convencido -Pero le llevaría meses lograr que actuaran. Y al ritmo al que van desapareciendo colonias, tal vez para entonces ya no quedara presencia humana en el Sistema Terminus. Además, las cosas han cambiado mucho desde su muerte. ¿Crees que la Alianza la escucharía sabiendo que Cerberus la ha revivido? Shepard se ha convertido en un símbolo que llevan dos años explotando a su favor. La mitad de la flota se compone de gente que se alistó tras su muerte, intentando seguir sus pasos. Pero si ese símbolo, lo mejor que la humanidad puede ofrecer, la heroína que todo soldado debe emular, regresa de la mano de Cerberus… bueno, no creo que la recibieran con los brazos abiertos.

“Ni siquiera yo lo hice” pensó Kaidan, sintiendo un repentino dolor en el pecho. No se había parado a mirar las cosas de ese modo. La había escuchado nombrar a Cerberus y entonces había dejado de razonar.

-Mira, yo no la conozco tan bien como tú, Kaidan, pero creo que Shepard está utilizando a Cerberus para salvar a los colonos y no al revés. Tal vez la estén manipulando pero no la controlan.

“Tú me conoces bien, Kaidan. Sabes que no haría esto sin una buena razón”.

Recordar las palabras de Shepard aumentó su malestar. Antes de Horizonte, Kaidan hubiese dicho que la conocía todo lo bien que podía conocerse a una mujer tan fascinante como ella. Cuando la encontró allí y la escuchó hablar de Cerberus, se preguntó en qué se había convertido. Ya no sabía quién era, ni donde les dejaba eso.

-Puede que tengas razón -murmuró. Se llevó las manos a la frente, intentando calmar el incipiente dolor de cabeza, y expulsó con lentitud el aire que había estado contenido en los pulmones. Quería dormir durante los próximos diez años sólo para no pensar. Ya no estaba seguro de nada.

Demba le puso una mano en el hombro y le dio un par de palmadas, intentando animarlo.

-La verdad es que esperaba que cuando encontraras a Shepard, no sé, te la echaras al hombro y la llevaras al barracón más cercano.

Kaidan soltó una carcajada ronca y apagada.

-Tú siempre tan sutil, Demba -dijo, masajeándose las sienes.

-Sabes que no soy partidario de perder el tiempo -bromeó su amigo. Guardaron silencio unos instantes, el ambiente más relajado. Después, Demba continuó hablando -Tienes pinta de que la cabeza va a explotarte de un momento a otro y no quiero empeorarlo pero… ¿qué vas a decirle a Zoya?

Zoya. Kaidan se quedó paralizado, dándose cuenta de que no se había acordado de ella ni una vez desde que había visto a Shepard. Ni siquiera había vuelto a mirar su correo personal desde el ataque a Horizonte. Lo más probable es que tuviese algún mensaje suyo de días atrás esperando respuesta.

Sintió un peso muerto cayendo sobre sus hombros, hundiéndolo aún más en sus preocupaciones. Se sentía profundamente avergonzando por no haber pensado en ella. Después de lo que había pasado justo antes de que partiera… Zoya se merecía algo mejor.

Sin embargo, el regreso de Shepard lo cambiaba todo. Era más que evidente que sus sentimientos por ella no habían desaparecido, no podía engañarse a sí mismo al respecto. Y tampoco podía mentir a Zoya. Era hora de que le contara todo. No olvidaba que le había prometido una explicación a su regreso.

-Le diré la verdad -anunció.

Demba lo contempló en silencio durante unos segundos, sabiendo lo que esa verdad implicaba. Había sido él quien le había presentado a Zoya y lo había animado a salir con ella, incluso le había dicho más de una vez que la doctora era lo mejor que podía haberle pasado. Sin embargo, no trató de disuadirle. No intentó convencerle de que debía seguir con su vida como si nada hubiera pasado, dado que entre Shepard y él había diferencias irreconciliables.

-Comprendo -se limitó a decir.

Y era sincero. Porque los dos sabían que Kaidan había tomado su decisión en el mismo instante en que volvió a ver Shepard.

Continúa, aquí.

het, pairing: shepard/kaidan, fandom: mass effect

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