Dancing in the dark - parte dos

Jun 19, 2011 22:23

Masterpost

4. Hold out your hand/’cos friends will be friends/right ‘til the end [viernes por la noche]

El sonido del pub ubicado en el sótano del hotel les llegaba tenue hasta la segunda planta de aquel edificio que por fuera tenía el aspecto más ruinoso imaginable y por dentro era un decálogo de comodidad.

-A ver, habitación 16 para Harry y para mí, la 17 para Ron y la 20 para Hermione -Ginny repartió las llaves y Hermione sonrió abiertamente mientras Ron murmuraba con fastidio. -¿Qué pasa?

-Que a mí me toca la habitación al lado de los tortolitos, joder, siempre la misma suerte -rezongó su hermano.

-¿Y qué? -se extrañó Harry, mirando alternativamente a sus dos amigos: Hermione se reía ya, incapaz de contenerse, mientras su maleta ascendía entre el hueco de la escalera hasta el tercer piso donde estaba su habitación.

-Y qué, pregunta, será posible, maldita sea -continuó refunfuñando el pelirrojo al tiempo que entraba en su cuarto.

-Harry -a Hermione le chispeaban los ojos con malicia -todo el mundo sabe que dormir en una habitación al lado de la vuestra es casi imposible. Ginny y tú hacéis mucho ruido.

La forma en que se sonrojaron tanto ella como él no tuvo precio. Desde dentro de su habitación Ron emitió un gruñido amenazador. Harry abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua y Ginny debió de encontrar fascinante la moqueta mientras fijaba la vista en el suelo.

-Bueno, dejando a un lado el tema de vuestra, ejem, actividad nocturna -Hermione estaba disfrutando con la expresión de tortura en los rostros de sus amigos, no podía negarlo -¿cuál es el plan para esta noche?

-¿Qué tal si cenamos en el pub y después salimos a por unos cuantos wiskheys de fuego? -propuso Ginny, encantada de cambiar de tema -La zona mágica más cercana está debajo del castillo.

-Me parece perfecto -aprobó su amiga con una sonrisa, la verdad era que aunque todo aquello era un juego muy peligroso en el que Ginny la había metido en contra de su voluntad y, según sospechaba, con doble intención, hacía mucho tiempo que no  hacían esto juntos los cuatro y era realmente divertido. -¿Nos vemos bajo en una hora?

-¿Una hora? -se escandalizó Ron mientras sacaba la cabeza por el marco de su puerta -¿Tanto tiempo necesitáis para poneros vuestros potingues de chicas?

-Cierra el pico o te juro que entraré en mi habitación y Harry y yo emitiremos tal sonido que tendrás que arrancarte las orejas -espetó su hermana. Ron se puso como un semáforo mientras Harry decidía que aquel era el momento perfecto para entrar en su habitación y quitarse de en medio.

-¡No hagas que tenga que entrar ahí dentro y dejarte incapacitado para engendrar niños, Potter! -oyó Hermione al pelirrojo vociferar mientras subía por la escalera y se dejaba caer en la cama de su habitación con un suspiro.

Con un leve movimiento de muñeca, su maleta se abrió y su ropa fue saliendo para colocarse ordenadamente en el armario. Se quitó los zapatos de tacón y la chaqueta de traje que llevaba en el despacho del Ministerio con tranquilidad; los llevaba para tratar de aparentar más edad que los veintitrés años que tenía y que a veces la hacían sentirse insegura delante de todos los malditos burócratas que la juzgaban con ojos críticos sólo por ser amiga del Niño-Que-Vivió-Dos-Veces.

Dejó que el agua de la ducha cayera muy caliente sobre su piel. El espejo del baño se empañó con el vapor cuando salió goteando a por una toalla y se secó un poco el pelo. Se vistió sin mucha ceremonia y decidió dejar que el aire templado de la noche hiciera que su pelo se volviera salvaje. Su estómago gruñó un poco cuando recordó que llevaba sin comer nada desde el almuerzo y decidió bajar antes al pub para engañar al hambre.

El dueño del pub tendría como mucho treinta años y unos ojos azules comparables a los de Ron que la observaron apreciativamente cuando se acercó hasta la barra.

-¿Qué va a ser, princesa? -preguntó con acento escocés marcado. Hermione dejó pasar por alto el mote porque el tono del hombre fue más casual que provocativo.

-Mmmh, una cerveza de mantequilla.

-¿Qué? -el dueño se echó a reír con una risa hosca que le recordó a Sirius -¡Pero si esa es una bebida de niños!

-A pesar de ser inglesa -sonrió ella -prefiero no beber antes de las siete.

-Princesa, los escoceses tampoco bebemos hasta las siete… de la mañana -rió él. Terminó de secar la jarra con el trapo que llevaba en la mano y se la tendió por encima de la barra -Duncan McGee, encantado.

-Hermione Granger, igualmente -le estrechó la mano y pudo ver cómo su expresión cambiaba cuando le dijo su nombre. Le ocurría constantemente.

-Hermione Granger, salvadora del mundo ¿eh? Vaya, es un honor, Hermione -por la manera en que lo dijo Hermione supo que realmente lo pensaba -Gracias por salvarnos el culo hace unos cuantos años.

-En realidad lo hizo todo Harry, Ron y yo sólo le robamos un poco de gloria.

-Espera, claro que eres Hermione Granger, vienes en el grupo de Weasley, la jugadora de las Harpies ¿a que sí? -Duncan la observó con interés y a ella le hizo gracia que la gente la asociara a la jugadora famosa y se olvidara del rollo heroico.

-Sí, pero no le menciones el quidditch o te tendrá discutiendo tácticas hasta mañana -dijo ella mientras Duncan le servía la cerveza de mantequilla.

-Sí, y si te atreves a mencionar lo de la final del año pasado con las Avispas te cortará el cuello -aseguró una voz masculina a sus espaldas. La sonrisa de Duncan se ensanchó mientras Hermione se volvía a mirar al dueño de la voz.

-¡Ronald Weasley! Joder, cuando le cuente esto a mis amigos no me va a creer ninguno -el hombre también le estrechó la mano a Ron por encima de la barra. Intercambiaron un par de frases más de cortesía que Hermione no escuchó porque su mente se había quedado en blanco.

Sabía que no debía haber venido. Lo sabía y aún así vino y ahora se daba cuenta de que había sido un tremendo error. Porque Ron seguía siendo el mismo Ron de hace dos años: alto, delgado, con el pelo un poco largo, los ojos azules como dos piscinas y guapo a rabiar. Porque había que admitir que estaba bueno, maldita sea, y que seguía provocándole ese cosquilleo en la base del estómago que había tratado de enterrar en lo más profundo.

Y que ahora mismo la había dejado prácticamente sin aliento.

Basta, se dijo, y recuperó el control. Basta, no te hagas esto otra vez, no se lo hagas a él otra vez, no te metas otra vez en un lío que ya te ha costado bastantes lágrimas arreglar.

Entonces Ron se volvió y miró su cerveza de mantequilla y comentó divertido que si no se emborrachaba no iba a poder ligar esa noche y Hermione tuvo que morderse el labio inferior con fuerza.

-Intentaré ligar sobria, a ver si me funciona -le respondió con tono jocoso.

-Princesa, con esas piernas y el acento inglés tienes a cualquier escocés mayor de quince años comiendo en la palma de tu mano si quieres -aseguró Duncan mientras le ponía una cerveza de cebada a Ron. Éste la miró con una intensidad familiar que la desconcertó.

-¡Eh, chicos! - les llegó la voz de Ginny desde una de las mesas -¡Tengo un hambre de león!

-Weasleys -suspiró Hermione con una sonrisa. Ron la miró por el rabillo del ojo y a ella volvió a darle volteretas el estómago.

-¡Joder, pero si es Harry Potter en persona! -vociferó el camarero antes de saltar la barra y saludar a la pareja efusivamente.

La cena transcurrió entre risas y bromas, recordando viejos tiempos, contando anécdotas del trabajo y metiéndose con Harry por lo delgado que estaba en comparación con Ron. Fue un rato maravilloso, sólo ellos cuatro siendo personas normales un día festivo. La risa de Ginny era contagiosa y probablemente tenía algo que ver el licor Aguamarina que habían pedido con que Hermione se sintiera más liberada de lo que había estado en muchos meses.

-¿Qué tal ha estado la cena? -preguntó Duncan cuando se acercó a recoger los platos vacíos. Harry se palmeó el estómago con un suspiro de satisfacción.

-No comía tan bien desde aquel banquete de Hogwarts en que Seamus acabó ligando con Parvati Patil.

Ron emitió una carcajada estruendosa.

-¡El banquete de despedida! Neville perdió la virginidad aquella noche. -Ginny abrió los ojos como platos mientras Hermione trataba de no atragantarse con su copa de licor.

-¡¿Qué?! -exclamaron a la vez. A los chicos aquello les pareció hilarante.

-Con Luna -agregó Harry mientras se acercaba el vaso a los labios.

-¡¿QUÉ?! -casi gritaron las dos. De repente, a Hermione le dio la risa floja y levantó el vaso por encima de su cabeza.

-Por Neville Longbottom, el héroe -proclamó, y los otros tres le chocaron los vasos antes de beberse lo que había dentro de un solo trago. -Ya decía yo que en nuestro último año se miraban mucho.

-No se te escapa una ¿eh? -Harry le dio un empujoncito cariñoso y ella sonrió un poco más antes de señalar a Ginny.

-Y nunca me equivoco ¿o no?

-¿No tendrás un ojo interior, Hermione? Igual deberías dedicarte a la adivinación amorosa, te sacarías un sueldo extra -Ginny se apoyó en la mesa con los codos y la miró con una sonrisa.

-Sí, pero tendría que volver a usar un giratiempo para poder hacer todas las cosas a la vez, y con una vez de locura temporal basta, gracias.

-Hablando de tiempo, son casi las doce y me parece que hoy desisto de salir por ahí -dijo Harry mientras se estiraba ruidosamente -A diferencia de los Weasleys aquí presentes yo llevo sin dormir desde ayer a las cuatro de la mañana y me muero por una cama blandita.

-Harry, vamos, no seas aguafiestas -protestó su novia con un mohín.

-Siempre has sido una nenaza -se carcajeó Ron. Harry le dedicó un precioso levantamiento de dedo corazón.

-Me voy a unir a tu propuesta -dijo Hermione poniéndose en pie con cautela. La verdad era que no estaba acostumbrada a beber alcohol y la habitación estaba empezando a difuminarse un poco.

-No, tú también no -negó Ginny con vehemencia -¡No puede ser que me hagáis esto!

-Gin, no todo el mundo puede beberse diez chupitos de licor de aguamarina sin tambalearse como tú -sonrió la otra chica mientras se arreglaba un poco la camiseta antes de echar a andar hacia la barra.

-Te veo bien, princesa. Un poco sonrojada -sonrió Duncan. Sin saber muy bien porqué ella le flasheó una de sus mejores sonrisas patrocinada por Dentistas Granger&Granger.

-La verdad es que haber llegado hasta aquí sin tropezar con ninguna silla es un mérito en mi estado. Oye Duncan, apúntame la cena y la bebida en mi cuenta, esta noche invito yo -dijo en voz muy alta para que la oyeran sus amigos. Desde la mesa le llegaron los vítores de los otros tres.

-¡De hecho, apúntalo todo en su cuenta! ¡Trabaja para el Ministerio, tiene mucha pasta! -gritó Harry haciendo bocina con las manos.

-Mira quién habla -Ron le pegó en el brazo izquierdo, no con mucha suavidad. -Míster Millonetis.

-¡Eh! -protestó el moreno. Hermione puso los ojos en blanco casi al mismo tiempo que Ginny.

-Hombres.

Después de alcanzar, con más dificultad de lo que había pensado, la puerta del pub que comunicaba con la escalera, Hermione se planteó seriamente desaparecerse dentro de la habitación cuando los escalones empezaron a mezclársele unos con otros. La combinación de no haber dormido la noche anterior por culpa del maldito informe que tenía que entregar, los seis vasos de licor de aguamarina, la cerveza de mantequilla, los pies enfundados en zapatitos de tacón y aquellos dos ojos azules que llevaba grabados en el fondo de la retina no estaba ayudando mucho a que llegara sana y salva hasta su habitación.

Y desaparecerse no iba a ser una buena opción porque ni siquiera podía pronunciar las tres D en su cabeza.

-Espera. -Sin casi saber cómo había llegado a la mitad de la escalera y los otros tres estaban detrás de ella. Harry le pasó el brazo por debajo del hombro y los dos estuvieron a punto de caerse por el hueco de la escalera. Hermione se tapó la boca con las manos para no explotar de risa. Los dos pelirrojos detrás de ellos lo encontraban graciosísimo.

Cuando llegaron a la puerta de la habitación 16, Ron decidió relevar a Harry.

-Yo la ayudaré a subir desde aquí. Tú y Ginny -hizo un gesto vago con la mano -haced lo que sea que vayáis a hacer y que prefiero no imaginar para que luego yo pueda dormir tranquilo.

-A sus órdenes -Ginny agarró a Harry por la pechera y ambos cerraron la puerta de su cuarto antes de que ninguno de los otros dos pudiera decir Accio.

-Guau. Nunca había visto a Ginny hacerte caso tan rápido -sonrió Hermione.

-Vámonos antes de que empiece el concierto -refunfuñó el chico con las orejas un poco coloradas.

-Estoy completamente de acuerdo -nunca, ni siquiera en su época de estudiante de Leyes Mágicas en la universidad, se había sentido así de embriagada Hermione. El alcohol no la entusiasmaba mucho y no solía beber más que cervezas de mantequilla y algún traguito de licor, cosa que no la hizo muy popular entre sus compañeros de clase. Pero aquella noche la bebida se había deslizado por su garganta con tanta facilidad como si fuera agua. -Merlín, Ron, estoy… creo que estoy un poco piripi.

-¿Piripi? Llevas una cogorza encima que casi no te puedes tener en pie, Hermione -riéndose él le pasó el brazo por la espalda y después la izó con el otro brazo por las piernas. -No te había visto así nunca.

-Espero que no lo vuelvas a ver jamás -murmuró la chica mientras Ron subía la escalera con ella en brazos como si fuera una pluma.

-Bueno, si te digo la verdad, es bastante divertido -la dejó caer con delicadeza. Hermione sacó del bolsillo de su pantalón la llave de la puerta y se la dio al chico para que abriera, tarea imposible para ella por el momento. Se apoyó en el marco tratando de no marearse: le llegaba el aroma de la colonia de Ron, podía notar el calor que irradiaban sus brazos pecosos desde ahí.

-Y una mierda divertido -consiguió decir ella antes de dejarse caer sobre la cama como un peso muerto.

-¡Y ahora dices tacos! Debería grabarlo para que Harry me crea mañana cuando se lo cuente -Ron le quitó los zapatos. Lo hizo con movimientos precisos, sin detenerse en la piel de los pies, pero a Hermione le recorrieron la espalda dos latigazos eléctricos que se esforzó por ignorar. -¿Necesitas algo más?

-Mmmmh -fue la única respuesta que pudo coordinar ella.

-De acuerdo, ahí me has pillado -sonrió Ron. Hermione consiguió abrir un ojo y estiró el brazo hacia el lado vacío de la cama.

-Ron… -empezó a murmurar justo antes de quedarse completamente dormida.

Ronald Weasley miró a la chica de la que llevaba enamorado desde los trece años y suspiró.

[-]

Ginny rompió el beso largo y cálido en que su novio la había sumergido desde que cerraron la puerta de su habitación.

-¿Qué crees que estarán haciendo Ron y Hermione? -preguntó con una risita.

-Ugh, Gin, prefiero no saberlo, sinceramente -protestó Harry. Se separó un poco de ella -Pero supongo que algo complicado. Ellos dos son… complicados.

La pelirroja sonrió antes de volver a hundirse en los labios del Niño-Que-Ya-No-Era-Tan-Niño. Besar a Harry era el paraíso de las sensaciones: aún hoy hacía que sus piernas se volvieran gelatina y la piel se le erizara de deseo anticipado. Se descalzó con movimientos precisos y dejó que Harry le sacara la camiseta negra por la cabeza.

-Gin -susurró él con su boca todavía pegada a la de ella -Gin, quiero decirt…

-Shhhh -Ginny lo besó despacio y se separó -No digas nada -volvió a besarlo -Esta noche no, todo es perfecto tal y como está. Bésame.

Harry obedeció de buena gana. Ella le quitó la camiseta y desabrochó los botones de sus pantalones con la rapidez que da la experiencia y ambos cayeron enredados sobre las sábanas de la cama. El pelo negro y el rojo se mezclaron mientras se tocaban y se acariciaban con tranquilidad al principio y con prisa irresistible después. Hacía frío por la noche en Edimburgo, pero en la habitación 16 sus dos ocupantes caldearon el ambiente y acabaron sudorosos y felices. Después Ginny se acurrucó entre la tibieza del cuerpo masculino que conocía como la palma de su mano y besó a Harry una última vez antes de quedarse completamente dormida.

5. Life/You know it can't be so easy/But you can't just leave it/Cause you're not in control no more [sábado por la mañana]

-Te apuesto un galeón a que Ron no ha dormido esta noche en su cama -dijo Ginny desde la ducha. Harry sonrió y se decidió por una camiseta verde oscuro y unos calcetines de cuadritos negros. Durante un segundo se quedó mirando fijamente su neceser rojo y dorado: en su interior, una cajita de terciopelo verde escondía un anillo que anoche no había podido salir de su envoltorio. Pero esta noche sería diferente, el restaurante que había reservado era una apuesta segura.

El cuerpo menudo y atlético de su novia emergió de entre los vapores del cuarto de baño envuelto en una toalla de entrenamiento de las Holyhead Harpies y con la cara embadurnada de potingue blancuzco.

-Ésa sería una foto que me pagarían muy bien en el Corazón de Bruja -bromeó él. Ella le hizo una mueca. Con un movimiento de varita una ráfaga de aire cálido le secó el pelo en un santiamén y salieron del armario en orden los tejanos, la camisa informal y las sandalias que iba a ponerse.

-¿Qué tal estoy? -le preguntó a Harry.

-Preciosa, como siempre -el chico le mandó un beso desde el otro lado de la cama y ella puso los ojos en blanco.

-Veo que voy a necesitar la opinión de Hermione -sonrió. Harry se dejaría arrancar los ojos antes de opinar sobre moda femenina y ya podía vestirse como Umbridge que él siempre le diría que estaba preciosa.

-Lo que quieres decir es que te mueres de ganas de ver si Hermione llegó a su cuarto anoche.

Ella se fingió ofendida y se llevó una mano al pecho.

-¿Cómo-puedes-pensar-eso-de-mí? -protestó antes justo de salir al pasillo con una sonrisa maligna pintada en los labios. Pero se quedó con las ganas de poner siquiera un pie en la escalera porque de la habitación contigua a la suya salían unos ronquidos que ella podría identificar entre todos los ronquidos del mundo: los de un Weasley.

Así que Ron estaba en su cuarto, pensó. Lo que había que comprobar ahora era si estaba solo. Se acercó a la puerta y golpeó con suavidad con los nudillos.

-Ron -llamó muy bajito -Roooon, es hora del desayuno -esperó diez segundos -¿Ron? -y sin más ceremonias abrió la puerta de par en par.

Su hermano roncaba dormido boca abajo con unos bóxers en medio de una cama doble evidentemente vacía. Ginny resopló con fastidio: esperaba poder contarle a su madre el lunes que el hecho de que Ron y Hermione estuvieran juntos otra vez se debía a su ingenioso plan de fin de semana. Se acercó a la ventana y abrió la cortina hasta que la luz del sol cosquilleó en la nariz de Ron.

-Mhhhhhh, diez minutos más -protestó hundiendo la cara en la almohada.

-Bueno, si no tienes hambre, puedes quedarte todo el tiempo que quieras roncando. Pero Harry y yo vamos a bajar a desayunar ahora -le dijo ella, sabiendo que con eso Ron abriría un ojo.

-Si vais a bajar todos a desayunar tendré que bajar yo también -concedió su hermano de mala gana. Ginny sonrió.

-Entonces, anoche… -dejó la palabra en el aire mientras Ron se frotaba los ojos y salía de la cama en dirección al baño -Quiero decir… has dormido aquí.

-Sí -respondió él como si fuera obvio mientras se lavaba los dientes.

-Solo -presionó Ginny un poco más. -Toda la noche.

-Pues claro, Gin -la miró extrañado su hermano -¿Te encuentras bien?

-Seh -suspiró ella, dándose por vencida. Iba a tener que interrogar a Hermione si quería información. -Bueno, nos vemos abajo, te esperamos para desayunar.

Subió para llamar a Hermione pero no había nadie en su cuarto, así que Harry y ella bajaron al pub y en el trayecto Ginny le susurró a su novio lo poquísimo que había podido averiguar.

-¡Buenos días! -tronó Duncan con marcado acento escocés desde la barra en cuanto los vio entrar. Sentada delante de él, Hermione masticaba unas tostadas que acompañaba con una taza de té con leche, y los saludó con la mano. -¿Vosotros también vais a despreciar un sabroso desayuno escocés para beber pis con leche?

Harry lo miró, ofendido.

-Pues claro que no. Sorpréndeme con tus especialidades -tanto él como Ginny rompieron a reír.

-De acuerdo: unos huevos revueltos con bacon, judías, tostadas con mantequilla, zumo y un poco de jamón a la plancha -canturreó el dueño del pub.

-¡Que sean dos! -exclamó Ron, que entraba justo en ese momento.

-Si le quitas las judías, para mí otro -se unió Ginny. Hermione sacó la lengua en una mueca de asco.

-Vais a explotar de colesterol -protestó.

-¿Colestequé? -preguntó Ron con la boca llena de bacon.

-Ya estamos con las palabras raras -Harry le dio un buen bocado a sus tostadas -Déjanos comer tranquilos, Hermione.

-Vale, vale. Cuando muráis a los cuarenta años de un infarto no vengáis a quejaros.

-Te perseguiremos como Mirtle la Llorona -rió Ginny, y puso voz cavernosa -¡Hermioooooneeee! ¿Por qué nos dejaste comer todas esas cosas deliciosamente insanas? ¿Por qué?

Hermione le tiró la servilleta dentro del zumo.

Pasaron una mañana estupenda: visitaron el castillo y el centro de la ciudad vieja, las chicas se detuvieron en cada confitería que encontraron y los chicos en todas las tiendas de artículos para el jugador de quidditch. Se hicieron fotos con la vieja cámara mágica del señor Weasley y tuvieron que firmar un par de autógrafos a unos chiquillos, Ginny sacó de quicio tres veces a Ron y Ron puso de los nervios a su hermana en dos ocasiones, Harry y Ron se metieron con Hermione por saberse la “Guía muggle y mágica para el viajero en Escocia” casi de memoria y ella los llamó “críos inmaduros” por lo bajini.

Se hizo la hora de comer y los cuatro decidieron sentarse en un pub a ver pasar a la gente mientras el cielo se oscurecía de repente y caía un chaparrón. Harry le hizo una foto a sus amigos que conservaría hasta el último día de su vida: la cabeza de Ginny apoyada en el hombro de su hermano, éste mirando con tranquilidad a través de la ventana del pub mientras Hermione, con gesto sereno, seguía la dirección de la mirada de su amigo.

La zona muggle la dejaron para después de comer, y estuvieron paseando por calles y plazas hasta que, fatigados de tanto andar, decidieron volver al hotel para descansar un rato antes de la cena.

-Entonces -preguntó Hermione justo antes de subir por la escalera que conducía a su habitación -¿Esta noche cenamos juntos?

La mirada que Ginny le dirigió fue suplicante cuando Harry carraspeó, incómodo.

-La verdad es que, si no os importa, Ginny y yo teníamos pensado algo íntimo esta noche…

-Claro, Harry, tranquilo -asintió Ron sin darle tiempo a su hermana a protestar. Ginny abrió la boca como un pez fuera del agua; se había quedado blanca como el papel, cosa que Harry no pudo ver porque estaba detrás de él.

Hermione se las apañó para componer una cara de triste desolación.

-Bueno… claro, lo entiendo… claro -masculló mientras miraba a Harry con cara de perrito abandonado. Entrometerse en una cena de parejita no estaba en su lista de diez cosas por hacer antes de morir, pero a Ginny parecía a punto de darle un infarto y, al fin y al cabo, para eso están los amigos. Ron miró alternativamente a su hermana y a su amiga desde la infancia y frunció el ceño.

Harry cambió el peso de una pierna a otra, incómodo. A pesar de no ser el chico con más sensibilidad del mundo percibió claramente las señales que le enviaba su amiga: no quería cenar sola, y parecía decepcionada. Intercambió una mirada con Ron y abrió la boca para decir algo, pero Ginny se le adelantó.

-Vamos, Harry, qué tontería -exclamó con viveza -¡Estamos aquí para pasar un par de días juntos! No vamos a dejar tirados a mi hermano y a Hermione para pasar la cena dándonos besitos -algo en su risa era poco natural, forzado -Además, Ron se ha traído un traje estupendo y quiero verlo elegante al menos por un día. ¡Tú y yo podemos cenar solos cualquier otro día!

Tanto la chica pelirroja como la morena lo miraron expectantes.

-Pero… la reserva del restaurante… -se quejó él, sin mucho convencimiento. Ginny movió la mano en un gesto negativo.

-¡Eres Harry Potter! Puedes pedir unicornio en salsa que te lo traerán, ¿qué importan dos sillas más?

En su fuero interno, Ron sabía desde hacía rato que, si su hermana y Hermione estaban unidas, Harry ya había perdido la batalla incluso antes de empezarla. Lo mejor que podía hacer ahora era retirarse de la lucha con honor y sin meter más la pata.

-De acuerdo -se rindió Harry, que al parecer estaba pensando lo mismo que su amigo -De acuerdo. Cenamos juntos esta noche.

-¡Estupendo! -Ginny palmeó de emoción -Y esta noche no acepto un no por respuesta en cuanto a salir por ahí después de cenar ¿queda claro?

-Sí, señora -se burló Hermione.

-Más os vale. ¡Me siento como una niña! Tengo que ducharme, arreglarme el pelo, planchar el vestido, maquillarme…-enumeró la pelirroja antes de abrir la puerta de su habitación -¡Nos vemos a las siete abajo! -ordenó, justo antes de cerrar la puerta en las narices de su novio.

- Yo también tengo que hacer todo eso -se quejó Hermione. -Nos vemos en un rato. -La chica suspiró con resignación justo antes de subir las escaleras y meterse en su habitación. Harry y Ron se miraron.

-¿Una pinta?

El pelirrojo sonrió como si tuviera trece años.

-Harry, no te lo digo mucho, pero te quiero.

parte tres

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