Dancing in the dark - parte tres

Jun 19, 2011 22:25


Masterpost

6. Someone told me long ago/there’s a calm before the storm/I know/It’s been comin’ for some time [sábado por la noche]

-¿Gin? -Harry Potter abrió la puerta de su habitación con cuidado y a Ginny se le congeló el aire en los pulmones. -Son las siete y cuarto, Ron está abajo esperándonos.

-Merlín, Harry -consiguió murmurar ella, parada delante del espejo de la habitación, a medio camino de terminar de abrocharse los pendientes y calzarse los zapatos. -Estás tan guapo que me duele mirarte.

-Son los genes. Y que estás loquita por mí, y te traicionan los ojos -el chico se acercó a ella y la besó despacio, casi saboreando su carmín. Ella emitió un suspiro ahogado contra sus labios.

-¿Cuándo te has vestido?

-Hace un rato, en la habitación de Ron. He supuesto que necesitabas el baño para ti sola, así que me he duchado allí y he conjurado la ropa. Total, Ron no tiene nada que no haya visto ya -sonrió él con picardía.

-Eres el hombre más maravilloso del mundo entero -le acompañó ella.

-Lo sé. -Cuando Ginny se puso los zapatos, él le tendió el brazo y ella se agarró a él. -¿Lista?

-Sí. Y recuerda -añadió justo antes de que apagaran la luz y cerraran la puerta tras ellos -que antes de que acabe la noche pienso quitarte toda esa ropa maravillosa que llevas puesta. Muy despacio.

Cuando bajaron la escalera, Ron notó una sonrisa sospechosa flotando en el rostro de su mejor amigo.

-¿Dónde se ha metido Hermione? -preguntó Ginny, mirando a su alrededor -Suele ser muy puntual.

Antes de que Ron pudiera contestar que no lo sabía, les llegó la voz de la interpelada desde la escalera.

-¡Ya bajo! Perdón por el retraso -se disculpó mientras se oían sus tacones apresurados amortiguados por la alfombra de la escalera. Cuando llegó a su altura, una sonrisa irresistible le bailaba en los labios -Mi pelo tenía ganas de guerra.

-Estás fantástica -la felicitó Ginny -Me encantan tus zapatos.

-¿En serio?

-Te diría que me los prestaras, pero el rojo no es mi color.

-Creo que me los compré en algún período de locura transitoria, casi no sé andar con ellos.

-Bueno -las interrumpió Harry, divertido -¿vamos a quedarnos aquí toda la noche hablando de moda femenina o vamos a cenar? ¿Tú qué dices, Ron?

Por primera vez desde que Hermione había bajado la escalera, Ron dejó de mirarla. Se volvió hacia Harry con la mirada desenfocada, como si le hubiera golpeado una bludger en la cabeza, y asintió con la cabeza.

Ginny reprimió una sonrisa y le apretó a su novio la mano con disimulo. Tenía un presentimiento sobre esa noche, y sus presentimientos nunca fallaban.

-La dirección es Remigton Square, 5, La milla dorada -dijo Ginny;  se concentraron y con un “plop” desaparecieron del hotel y aparecieron un segundo después en el restaurante, donde los recibió un camarero que no tardó en acomodarlos en una mesa para cuatro en la zona más agradable del local: al fin y al cabo, no todos los días tiene uno a la mesa a los Salvadores del Mundo Mágico Moderno y la jugadora más famosa de las Holyhead Harpies.

Hubo un momento incómodo después de que el camarero les tomara nota y se marchara. Los ojos de Ron seguían clavados en la joven sentada frente a él, serios, casi agresivos. Ella se limitaba a mirar a cualquier otro lugar, y pronto tuvo una idea bastante precisa de todos los detalles que adornaban las paredes del restaurante. Ginny y Harry, en cambio, hablaban con naturalidad y ese punto cómplice que proporcionan tantos años de conocerse el uno al otro, prácticamente ajenos a los otros dos.

Al fin, Harry pareció darse cuenta del suplicio de su amiga y le hizo una señal a Ginny con las cejas, al tiempo que carraspeaba.

-Bueno, Hermione -dijo la menor de los Weasley con tono animado -Cuéntanos qué tal por Francia. ¿Conociste mucha gente? ¿Qué tal tus jefes? ¿Son guapos los chicos de allí?

-Bastante guapos, sí -respondió la chica en el mismo tono -Pero ninguno de ellos me hizo el menor caso.

-Apuesto mi cubretetera de Dobby a que te conoces mejor la biblioteca de la universidad que a cualquiera de tus compañeros del curso -bromeó Harry.

-¡Eh! -se indignó ella, haciendo un mohín antes de echarse a reír.

-Ten cuidado, Harry, o Hermione acabará de jefaza en el Ministerio de Leyes y te denunciará por difamación.

-¡Ginny! -se escandalizó Hermione, mientras los tres se reían como críos. Por fin, Ron decidió despegar los labios.

-¿Y qué tal la ciudad?

-Preciosa. Está llena de calles, restaurantes, tiendas… de todos los tipos que podáis imaginar. Pero lo más impresionante son las catedrales. Y el museo, Merlín, el museo me volvió loca. Casi me pongo a llorar cuando entré. Mis tíos tuvieron que decirle al guardia de seguridad que yo era una chica muy sensible.

-¿Lo pasaste bien en casa de tus tíos?

-Lo cierto es que sí; se preocuparon mucho de mí, de que no me sintiera sola. Y mis primos se volvieron locos con mis trucos de magia -Hermione sonrió -Creen que debería dedicarme al cabaret.

-Me gustaría verte con mallas y un sombrero de copa -exclamó Harry justo antes de que les trajeran la comida y Hermione le tirara encima el vaso de agua “sin querer”. La conversación derivó hacia las prácticas de los chicos en los aurores; más tarde a las tácticas que usaban las Holyhead en el ataque y que en opinión de Ron eran demasiado blandas (y en opinión de Hermione eran un rollo); después de eso a comentar las últimas noticias de gente que conocían del colegio o el trabajo, y casi sin darse cuenta ya habían pagado y estaban en la calle, en la fría noche escocesa.

-Vamos -los tacones de Ginny repiquetearon contra los adoquines irregulares de la calle antes de que agarrara por el brazo a su hermano y tirara de él en dirección al callejón situado a su derecha -Las chicas del equipo me trajeron a este pub la última vez que estuvimos aquí, y me encantó.

La verdad era que el pequeño cartel pintado en madera (“Atreyu”) y la puerta antigua, oscura, escondían un local enorme y muy animado. Había mucha gente allí dentro, vestidos con túnicas o a la manera muggle, y las bolas de cristal que flotaban sobre sus cabezas emitían una luz suave que se complementaba con la música que, amplificada, brotaba de un antiguo plato de discos apoyado sobre la barra.

-¡Los Beatles! -exclamó Hermione, sorprendida al reconocer la melodía que la gente bailaba animadamente en el espacio en que no había mesas.

-¿Los conoces? -se interesó Ginny mientras se sentaban en una pequeña mesa, rodeados de gente que charlaba y reía.

-Podría decirse que son los músicos británicos más importantes de todos los tiempos -dijo Harry, arremangándose la camisa.

-Si mi padre estuviera aquí, te habría matado -Hermione se echó a reír, y cambió la voz para hacerla más grave -“¡Esos malditos hippies no valen nada al lado de Jagger y sus chicos!”

-¡Tu padre es un rockero! -Harry se subió las gafas hasta el puente de la nariz, asombrado -¡No puedo creerlo!

-Crecí creyendo firmemente que you can’t / always get / what you want, / but if you try you might get / what you need.

-A tía Petunia le gustaban las canciones de amor de los 70 que hablaban de chicas buenas, así que no tuve mucha oportunidad de escuchar música decente, excepto cuando conseguía hacer funcionar una radio que había olvidada en la buhardilla.

-Ni se te ocurra quejarte -dijo Ginny con cara de circunstancias -Aquí mi hermanito y yo hemos crecido con Celestina Warbeck. No hay nada peor que eso.

Ron se puso en pie y les preguntó qué querían para beber.

-Ésta la pago yo, pero ni se os ocurra acostumbraros. ¿Me acompañas? -le tendió la mano a Hermione. Ella se quedó un poco desconcertada, pero enseguida se repuso.

-Claro -se puso en pie y lo siguió hasta la barra. Trató de no notar que la mano de él seguía aferrando la suya. -Dos whiskeys de fuego, una pinta y un Liquoforte -le pidió a la camarera.

-Así que… nos echabas de menos -dijo él, mirándola directamente. Hermione lo miró con los ojos muy abiertos.

-¿Perdona?

-Eso dijo Ginny: que nos echabas de menos y este fin de semana era para pasarlo juntos porque hacía mucho que no nos veíamos. Que fue idea tuya.

-Ah, eso… eso. Claro, sí, después de tanto tiempo, tenía ganas de veros. Ginny me comentó lo del fin de semana en Escocia y yo le pedí que lo hablara con Harry… y contigo.

-Ya -Ron dio un trago a su pinta y Hermione estuvo segura de que no se había creído lo que le había dicho ni por un momento. De pronto alzó una mano y apartó un mechón de pelo del hombro de ella, con suavidad, sin mirarla a los ojos, rozando la yema de su dedo con la piel femenina.

La temperatura de aquel pub había subido por lo menos cinco grados y Hermione ni siquiera había probado el licor magenta que la camarera le puso delante. Le subían suaves corrientes eléctricas por la columna vertebral que creía que ya nunca volverían a aparecer, y los ojos de Ron la miraban fijamente ahora, dejándola prácticamente sin capacidad de reacción.

Demasiado aturdida para hablar, cogió su vaso y el de Ginny y echó a andar hacia la mesa, rogando con todas sus fuerzas para que dejaran de temblarle las piernas.

-¿Te encuentras bien? -le susurró Ginny cuando se sentó a su lado. Hermione inspiró hondo y sonrió.

-Sí, es sólo el calor que hace aquí dentro.

Las primeras notas de Ticket to ride inundaron el local y Harry le dio un codazo a su amiga.

-¿Quieres salir conmigo ahí a hacer el ridículo?

-¿Te refieres a bailar? -sonrió ella.

-No había oído esa palabra en mi vida -ella soltó una carcajada, y se puso en pie con él.

-Me lo creo.

Ginny se aseguró de que ambos estuviesen a una distancia considerable cuando salieron a bailar antes de girarse hacia su hermano.

-Ron, la estás asustando con esa mirada. Me estás asustando hasta a mí, así que déjalo ¿vale? -su hermano la miró defensivamente.

-Al menos yo no estoy mintiéndole a mi novio para no quedarme a solas con él -Ginny boqueó como un pez fuera del agua, con los ojos como platos.

-¿Cómo…? ¿Qué?

-No soy idiota, te conozco desde hace muchos años. Tú ya sabes porque quería Harry venir aquí contigo a solas este fin de semana ¿verdad? Y todo esto de la reunión de amigos es sólo una excusa barata porque tienes miedo y no quieres reconocerlo -Ron se bebió de golpe lo que le quedaba de cerveza y dejó el vaso sobre la mesa -Estás metiendo la pata hasta el fondo.

-Habló el doctor amor, menos mal que has venido a iluminarme con tus consejos -exclamó su hermana con rencor. -No tienes ni idea de lo que hablas.

-Entonces ya somos dos -Ron cogió su chaqueta y se puso en pie.

-¿Dónde vas? -preguntó Ginny mientras él se alejaba.

-¡No lo sé!

-Harry -Hermione se paró en medio de la gente que bailaba, la sonrisa se le desvaneció de los labios -Harry, Ron se marcha.

-¿Qué? -el chico se volvió a tiempo para ver cómo su amigo abría la puerta y salía. -¿Qué coño…?

-No digas palabrotas -lo corrigió ella automáticamente. -Merlín ¿qué pasa con los Weasley? Los dejas solos diez minutos y…

-Seh -suspiró él -qué me vas a contar. Yo me ocupo de Ron, tú de Ginny. Nos vemos en el hotel.

-De acuerdo -la chaqueta de Harry voló sobre sus cabezas con un movimiento de varita de Hermione, y el chico salió corriendo. Ella miró hacia la mesa que los cuatro ocupaban diez minutos antes y vio a Ginny con el ceño fruncido apretando el vaso, mirando hacia el suelo con terquedad, y suspiró. Iba a ser una noche muy larga.

Ginny se negó a contarle lo que había pasado.

-Mi hermano es imbécil, no hay más razones que esa -dijo sin mirarla, y se mantuvo en sus trece el resto de la noche. A Hermione no le quedó más remedio que intentar calmarla sin saber exactamente porqué, y después de un rato ambas decidieron volver al hotel paseando para refrescarse un poco.

Cuando llegaron a la habitación de Ginny, Harry les abrió la puerta. Ginny lo abrazó sin decir nada.

-Ron está en su habitación. No ha querido decirme ni una palabra -la expresión de Ginny se relajó. -Supongo que son cosas de hermanos.

Hermione asintió.

-Bueno, me voy a dormir. Me están matando los zapatos -Ginny se despidió con un breve “buenas noches” y desapareció dentro de la habitación. Harry intercambió una mirada de simpatía con Hermione. -Hasta mañana.

-Hasta mañana, Hermione. ¡Oye! -la chica se volvió, con el pie puesto sobre el primer escalón del tramo que la llevaba a su habitación. Harry avanzó hasta ella y la abrazó cálidamente. Ella, sorprendida al principio, apoyó la cabeza en su hombro y disfrutó de aquel abrazo casi familiar.

-Guau Harry, estás tocando a una chica y no estás sudando.

-Realmente no cuentas como chica, Hermione -rieron ambos, suave. -Me alegro de que hayas venido. Me alegro de que estés aquí otra vez.

Cuando el chico cerró la puerta de su habitación, ella seguía sonriendo como una cría de diez años. Se quitó los zapatos para subir la escalera y cuando llegó a su habitación se metió en la bañera al menos diez minutos. Después se apretó entre las sábanas de su cama y se durmió soñando con ojos azules y pelo rojo.

7. Can’t start a fire/without a spark/baby, we’re dancing in the dark [domingo por la mañana]

Apenas había abierto los ojos a la claridad nubosa que se colaba por los vidrios de su ventana cuando golpearon la puerta con suavidad.

-Soy yo.

Reconoció la voz rasposa y bostezó antes de mirar el reloj de muñeca que le regaló su madre la pasada navidad. Las ocho y media era una hora extraña para que Ron Weasley estuviera despierto.

-Voy.

Tenía círculos oscuros bajo los ojos y no llevaba más que una camiseta blanca y unos pantalones de pijama. El pelo estaba revuelto y se ondulaba un poco en la nuca.

-Merlín y los cuatro fundadores, tienes una cara horrorosa.

-¿Puedo pasar?

Se miraron un segundo y en los ojos oscuros de ella había una sombra de duda. Él era su amigo por encima de todo, pero no se le escapaba que estaban en ropa ligera en una habitación a solas. Ellos dos. Después de lo de anoche.

-Claro -Hermione le dejó entrar y él se sentó en la silla que había al lado de la cama -¿Quieres algo para desayunar? ¿Te encuentras bien? -preguntó cuando él negó con la cabeza -¿Tienes fiebre, o escalofríos, o…?

- No me encuentro bien -dijo mirándola directamente. Ella se acercó sin poder evitar una mueca preocupada y le puso la mano sobre la frente -Me duele el estómago, la comida me sienta mal y no puedo dormir.

-¿Qué es lo que te…?

-Tú.

Hermione ciertamente no se esperaba eso. Retiró la mano violentamente, como si él hubiera dicho algo terrible.

-No hagas esto.

Con la velocidad de un portero, Ron aferró la mano de ella entre las suyas.

-Me gustaría poder soltar todo ese rollo de que estoy confundido, que no sé lo que me pasa. Pero lo sé muy bien, porque me pasa desde que te vi aparecer en la cocina el viernes por la tarde. ¡Desde que tenía catorce años, joder!

-No podemos.

-¿Por qué no? Claro que podemos. No puedo soportar estar cerca de ti, que seamos amigos, no poder besarte y abrazarte y desnudarte -él hablaba rápido y con fuerza, gesticulando, abarcando todos sus sentidos.

-No es justo que me hagas esto, Ron. Recuerda cómo estábamos hace dos años: infelices, siempre enfadados, ¡odiándonos! -el calor de las manos de él subía por su muñeca y se colaba en su carne como un ladrón.

-Ya no tenemos quince años, Hermione. Hemos cambiado, los dos, a mejor.

-Eso no lo sabes -su cerebro hacia vanos esfuerzos ordenándole a su mano que se liberara.

-Dime si me odias ahora -se puso en pie y era tan alto, Merlín, casi le sacaba una cabeza. Se inclinó hacia ella y Hermione sintió cómo se le aceleraba el pulso, cómo le palpitaba el corazón. Le dolían los labios de él, tan cerca.

-No te odio, no puedo soportar odiarte -aseguró, las rodillas temblando como hojas de otoño. A quien odiaba en realidad era a sí misma, por ser incapaz de dejarlo ir.

-Dime que no es verdad, esto -hizo un gesto abarcándolos a los dos. -Dime que no sientes nada y saldré por esa puerta.

-Yo… -eran tan suaves sus dedos al acariciar su brazo desnudo, era tan dulce su calor, tan violento el azul de sus ojos que no podía decir nada, se sentía protegida así. Quería mentir pero no podía. Ron inclinó la cabeza y rozó su nariz aguileña contra la mejilla tersa de ella. Hubo un chispazo de electricidad entre ellos.

-No puedo -se rindió ella en apenas un murmullo. -No puedo.

Él la besó con tanto ímpetu que la levantó del suelo, como aquella otra vez, en un colegio medio en ruinas. La besó como si el oxígeno estuviera en su boca y no en el aire, como si el mundo se estuviera acabando otra vez. Le acarició el pelo, la nuca, los hombros, desesperado, y ella se aferró a su nuca, hundió los dedos en su pelo, se apretó contra él. Fueron segundos envueltos en seda suave de rojo brillante, sólo ellos, sólo esa sensación, ese ansia.

Pero tuvieron que parar a respirar, tuvieron que recuperar la estabilidad, que separar sus bocas; y el aire se coló en los pulmones de Hermione y volvió a poner su cerebro en funcionamiento. Se quedó quieta, hundiéndose en los ojos de Ron con un miedo irracional.

No hizo falta despegar los labios para decirle lo que estaba pensando. Que era un error, que habían construido una amistad sólida con mucho esfuerzo en aquellos dos años, que habían aprendido a estar el uno cerca del otro sin hacerse daño. Que los recuerdos de los diecisiete años la asustaban por lo mucho que dolió luego dejar de ser RonyHermione para ser sólo ella.

-¿Es que sólo yo recuerdo las peleas? ¿Las palabras que hacían más daño que las heridas físicas? ¿Las veces que estuvimos a punto de perder todos nuestros años de amistad?

-Éramos críos inestables recién salidos de una guerra; nos hacíamos daño para recordarnos que aún estábamos vivos -Ron no dejaba de mirarla -No te vayas otra vez.

-Lo que no quiero es hacerte daño otra vez -se desesperó ella -Lo que no quiero es pasar por aquellas noches en vela acumulando rencor porque…

-¿Por qué? ¡Dilo!

-¡PORQUE NO FUI YO QUIEN SE MARCHÓ AQUELLA NOCHE EN EL BOSQUE! -las palabras salieron de su boca a borbotones, sin pensar; el viejo dolor de aquella herida no curada se abría otra vez entre ellos. Ron frunció el ceño y apretó los dientes.

-¡Me arrepiento de haberme ido de aquel maldito campamento cada minuto de mi vida ¿no es eso suficiente?! ¿No es suficiente que te pida perdón?

-Te llamé y no volviste. Grité tanto que me quedé ronca -susurró abrazándose a sí misma, protegiéndose de los recuerdos.

-¡Pero volví, y te prometí que jamás volvería a irme! ¡Y no lo he hecho! ¡Fuiste tú quien se marchó la última vez!

Se miraron en silencio, congelados a pesar de la calefacción. Hermione desvió la mirada y, sin poder evitarlo, volvió a aquella escena en sus memorias: en aquel bosque oscuro Ron se iba en medio de la noche, sin hacer caso de sus gritos, sin darse cuenta del corazón que dejaba atrás, roto, palpitante, dolido. Hacía tanto tiempo de eso ya…

-No funciona. Nosotros. Lo intentamos y no pudimos hacerlo funcionar… Y nos ha costado tanto llegar hasta aquí, Ron, poder estar en la misma habitación sin apuñalarnos con la mirada, sin pensar en otras bocas y otros brazos ni en todas aquellas noches juntos…

-Siempre que te miro pienso en besarte -dijo él a bocajarro, con enfado. -Siempre que pienso en ti me arrepiento por haberte dejado marchar hace dos años tan fácilmente, sin hacer nada. Pero creía que era lo que tú querías, creía que yo también lo quería. Pero no, ¡lo que yo quiero es a ti!

-No puedes estar seguro de eso -Hermione se abrazó a sí misma, decidida a no dejar que sus palabras la afectaran.

-¡JODER, CLARO QUE ESTOY SEGURO! -explotó Ron, los ojos azules oscuros por la ira -¿Crees que no lo he intentado, que no he besado a otras, que no las he desnudado? ¡Pero ellas no son tú!

Hermione enmudeció: algo frío, líquido, invadía su pecho lentamente. No supo si era desdén o cólera.

-Así que ya está ¿no? Has tomado tu decisión, y se acabó -la dejó ir; la miró en silencio. -Te juré que nunca más me iría, te lo juré en aquella habitación junto al mar, en casa de Bill. Pero me apartas, otra vez -desvió la mirada cuando ella no respondió. Después se alejó hacia la puerta en dos grandes zancadas y antes de salir dijo: -Nunca te habías equivocado tanto como ahora.

Hermione se mordió la lengua y se resistió a llorar.

[-]

Ginny se despertó abrazada a Harry, en una posición un poco incómoda. Se movió con cuidado para no despertarlo, pero él ya había abierto los ojos y la miraba con una sonrisa cargada de sueño.

-Buenos días.

-Mns ías.

-¿Estás mejor?

-¿Mejor?

-Por la discusión de anoche con Ron.

-Ah -la pelirroja rememoró palabra por palabra lo que su hermano le había dicho y sintió un peso culpable sobre el estómago.  Dos días atrás su plan le había parecido ingeniosísimo, sin posibilidades de salir mal, con ella y Harry comiendo perdices y siendo felices y su hermano y Hermione reconciliándose como en un libro de Jane Austen. Ahora, de repente, ya no lo veía tan claro. -Bueno… Un poco.

-Me alegro -Harry la besó en la punta de la nariz aguileña y después en la boca. Ginny se abrazó a él con lentitud calculada, acoplándose a la tibieza del cuerpo del chico. Se preguntó a sí misma qué demonios estaba haciendo, si estaba metiendo la pata como Ron había dicho. Hermione podía ser muy inteligente, pero Ron sabía abrirle los ojos como ninguna otra persona en el mundo: con una brutal sinceridad marca  Weasley. -Ginny…

Ella lo miró a los ojos y lo supo. Supo lo que iba a decir y se quedó congelada, rígida, sin capacidad de reacción. Los planes que había hecho se deshicieron como un castillo de arena en una playa. Harry alargó la mano hasta la mesilla de noche y abrió una cajita de fieltro verde.

-Sé que somos muy jóvenes, y que esto puede ser una locura. Pero quiero despertarme contigo cada día. Ginny…

-¡No lo digas! -le tapó la boca con las manos, desesperada -¡No lo digas! ¡Si no lo dices no será real!

Él frunció el ceño y la miró con la boca abierta. Ginny se aferró a él y se puso a hablar sin parar, sin darle tiempo a decir nada.

-Si no lo dices no tendré que decir que no y no habrá problemas, seguiremos queriéndonos igual, Harry, yo te querré igual, pero no quiero casarme, me aterra, tengo miedo y no quiero que ese miedo nos haga infelices, no quería que me lo pidieras y por eso le pedí a Hermione que viniera, para que no lo dijeras; porque tenía miedo ¡tengo tanto miedo a ser como mi madre! Necesito encontrar mi propio camino, y ese camino es contigo, pero no me pidas que me case, no lo hagas porque no puedo decirte que sí, Harry, ¡no puedo!

-Lo sabías -Ginny se apretó un poco más contra él, ignorando el tono de voz decepcionado y severo.

-Tenía un pánico terrible a que me lo pidieras, tenía tanto miedo que sólo podía pensar en cómo decirte que no, pero sabía que si te decía que no te enfadarías conmigo, pensarías que no te quiero y no es verdad, te quiero. Por eso Ron se enfadó conmigo anoche, por no decirte la verdad, porque te estaba mintiendo y me estaba comportando como una cobarde. Y es verdad, soy una puñetera cobarde, pero es que te quiero tanto que tenía miedo; entiéndelo, por favor, entiéndelo.

Para cuando terminó de hablar la voz ya se le había quebrado en sollozos; la camiseta de Harry se había empapado de su llanto. El chico acarició con dulzura el contorno de sus hombros hasta que ella se calmó; después le alzó la cabeza hasta que ambos estuvieron mirándose a los ojos.

-Te quiero. Te he querido siempre.

-Harry, yo…

-Déjame acabar, por favor. Te quiero y quiero que te cases conmigo; que tengamos niños, que arreglemos Grimmauld Place y que seamos una familia; no quiero ser parte de tu familia quiero ser tu familia, hacer una familia contigo. Y tú no quieres.

-¡No, no es eso, Harry, por favor…!

-Ginny, tengo que decirte esto y tienes que dejarme terminar. Sabías todo esto, sabías lo del anillo y en vez de decirme lo que realmente pensabas has preferido montar todo este teatro, intentar silenciar mis sentimientos sin tener en cuenta lo que yo realmente deseaba, lo que yo sentía; lo que es peor, sin tener la suficiente confianza en mí como para decirme lo que tú sentías.

-Harry, ¡te lo estoy diciendo ahora! Me he equivocado, lo reconozco, pero te estoy diciendo esto ahora porque confío en ti. ¿No lo ves? ¿No ves lo mucho que te quiero?

Harry se apartó de ella, puso los pies en el suelo y apoyó los codos en las rodillas.

-Lo siento, Gin. Ahora mismo no veo nada más que tres días llenos de mentiras, rodeado de la gente a la que más quiero.

Se puso en pie y sacó los primeros pantalones y camiseta que encontró. Después se calzó y miró a la chica que yacía encogida entre las sábanas.

-Necesito un poco de tiempo para pensar en todo esto. Sin ti.

Los ojos de Ginny se llenaron de lágrimas. Cuando Harry estaba a punto de salir, se dio la vuelta y dejó la cajita de fieltro verde con suavidad sobre la cama.

-No lo necesito ¿verdad?

-Te quiero -susurró ella con la cara enterrada en la almohada -Eso nunca fue mentira.

-Lo sé -murmuró Harry entre dientes. Abrió la puerta y se fue.

La pequeña de los Weasley se quedó allí, en posición fetal, con el rostro medio hundido en la almohada de plumas, pensando en los últimos días, en lo maravillosos que habían sido, en lo estúpido que había sido desde el principio su estúpido, estúpido plan. Se quedó allí, quieta, mirando fijamente aquella cajita verde: la causa de todos sus problemas. Se quedó en blanco tanto tiempo que no se dio cuenta de que al mediodía el sol brillaba en el cielo de Edimburgo sin una sola nube que lo estorbara y alguien golpeaba suavemente con los nudillos en la puerta.

-¿Ginny?

La mancha alargada atravesó la habitación y le bloqueó la vista del anillo cuando se sentó al lado suyo, sobre las sábanas.

-Joder, Gin -Ron movió lentamente la cabeza, con tristeza, cuando se dio cuenta de lo que ella miraba casi sin pestañear desde hacía más de dos horas. -Somos un puto desastre ¿verdad?

Y Ginny Weasley alzó los ojos hasta encontrarse con los círculos oscuros en el rostro de su hermano, se incorporó, y lo abrazó con fuerza, mordiéndose la punta de la lengua para no llorar, refugiada en aquel hueco cálido y familiar.

Se quedaron así, juntos, mucho rato.

8. I hurt myself today/to see if I still feel [domingo por la tarde]

Hermione abrió la puerta en pijama, con un bol de helado entre las manos y cara de cansancio.

-Harry…

-Lo sabías. Todo el maldito fin de semana, tú lo sabías.

-Ay, Harry. Lo siento muchísimo, pero no sabía qué hacer, tenía miedo de hacerte daño, de traicionar la confianza de Ginny…

-¿Y qué pasa conmigo? ¿Con mi confianza? ¿Es que no te importa? ¿No te importa lo que yo siento? ¿El daño que me habéis hecho?

-¡No queríamos hacerte daño! Ginny quería que todo siguiera igual, que fuerais felices, y yo no quería hacerte creer que ella no quería comprometerse. ¿Qué querías que hiciese? -se desesperó la chica -¿Que te dijera la verdad, así, a bocajarro? ¿Lo habrías entendido? Está asustada, asustada como no la he visto nunca ¿vale? Y yo quería ayudaros, a los dos, y no sabía cómo, ¡no sabía qué hacer!

-¡JODER! -exclamó Harry con frustración al golpear el marco de madera de la puerta principal de casa de Hermione. Crookshanks siseó desde el interior de la casa de dos plantas que los padres de la chica le habían dejado cuando decidieron volver a Australia al jubilarse.

-Harry, por favor -ella se abrazó a sí misma y lo miró con ojos cansados -Entra en casa; tómate una sopa y duerme en el sofá. Por favor.

El chico la miró por entre la fina cortina de lluvia que había comenzado a caer; el vecino de Hermione asomó la cabeza por la ventana y se aseguró de que todo iba bien.

-Ya no sé qué es lo que debería hacer -se rindió Harry.

-Mañana lo verás de otra manera, Harry, mañana será otro día, ya verás -murmuró ella posando su mano en el hombro del chico, con suavidad, y lo guió hasta el interior de la elegante casa londinense.

Ninguno de los dos habló hasta que, tarde, Hermione dejó caer una manta sobre el cuerpo larguirucho que yacía dormido en el sofá. Entonces subió la escalera, se dejó caer sobre la cama y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

parte cuatro

hp big bang, fic

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