Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere
su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que
han dejado la vida terrenal. Dioses benevolentes crearon este recinto ideal que
nada tiene de tenebroso y es más bien tranquilo y agradable, donde las almas
reposan plácidamente hasta el día,
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