Fandom: Narnia
Título: El creador de fragancias
Personajes: Edmund, Lucy, Caspian, Peter, Susan (apariciones especiales de Eustace, Jill y otros personajes clásicos de los libros).
Pareja: Caspian/Lucy.
Universo: AU basado en el libroverse.
Agradecimientos: ¡a aglaicallia una vez más por su apoyo, a nyaza por el precioso banner y al reto de ablurrydream por darme la idea!
Summary: Cuando los errores de pasado bloquean la creatividad del creador de Aslan Fragances, su familia intenta ayudarlo. Pero ante la llegada de la competencia en la casa de perfumería Telmarian, no es tan claro quién necesita más ayuda.
Notas: Le tengo un cariño especial a este capítulo porque tiene a mis dos personajes favoritos. Espero que lo disfruten ^^
Capítulos:
1 -
2 -
3 -
4 -
5 -
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VI
Amor clásico. Habían pasado varias ideas por su cabeza. Desde la época clásica griega hasta el cine clásico que tanto le gustaba a su madre. Ni le habían interesado las clases de historia ni se había sentado alguna vez a ver una película con ella, así que tampoco le había ayudado demasiado.
Había sacado todos los aceites y los había puesto en fila sobre una de las mesas. Hizo otro tanto con las esencias y se sentó a contemplarlas. No necesitaba oler cada uno. Por algo decían que los perfumistas tenían el talento de memorizar el olor particular de cada uno y las emociones asociadas.
Siempre se había movido por instinto entre las distintas sustancias. De pequeño solía colarse al laboratorio para ver a su padre y con el tiempo lo había dejado ayudarle. Le encantaba hacerlo. Era el único momento en que la atención del señor Pevensie era toda suya. Si bien no destacaba en sus estudios como Peter, ni en sus relaciones sociales como Susan, ni en música como Lucy, las fragancias eran su elemento.
Le hubiera gustado poder decir lo mismo de la química, pero prefería no pensar en la universidad. Sus mayores miedos concentrados, la expresión de su padre al enterarse que pasaría dos cuatrimestres completos sin poder avanzar porque había perdido un curso y no podría repetirlo hasta un año después.
El señor Pevensie no les había dicho todavía que tenía pocos meses de vida y moría de preocupación por lo que sucedería con Aslan Frangances. Enterarse más tarde de eso tampoco benefició en mucho.
Tamborileó distraídamente los dedos sobre su antebrazo izquierdo. No quería pensar en el pasado. Los recuerdos no ayudarían de nada. Tenía que concentrarse. Amor clásico.
-¡Hola!
Se giró sobresaltado, aunque luego sonrió sorprendido. En la puerta estaba Lucy, quien acababa de tocar educadamente y había asomado por el borde.
-¿Lucy? ¿Qué haces aquí? ¡Pasa! - le hizo un gesto con la mano, y la chica entró sin prisa. Se acercó y le dio un beso en la mejilla antes de mirarlo a la cara.
-Llevo dos días tratando de contactarte. ¿Qué hiciste tu teléfono?
Edmund miró a su alrededor frunciendo el ceño. Tenía que estar en algún lugar del laboratorio. No pensó que eso motivaría a su hermana a hacer lo mismo. La chica negó al ver la maleta abierta que había en una esquina del mismo.
-¿Te estás quedando aquí?
Su hermano se encogió de hombros.
-Sólo a veces, si me da demasiado tarde. - Recordaba haber tratado de contactar a su hermana después de la visita de Peter. Se había ido a casa a dormir y había regresado preparado al otro día. Sin pensarlo su hermano mayor le había dado un objetivo y un plazo. Tal vez esa era la motivación que le faltaba. No quiso darle más importancia a la pregunta de Lucy y se levantó para buscar el teléfono - Creo que debe estar descargado en algún lugar por aquí…
Lucy suspiró, pero eso no lo preocupó. Lo conocía lo suficiente para saber que discutirle no serviría de nada.
-Peter me dijo que te pidió tomar un tiempo libre, pero supuse que estarías por acá- comentó la chica.
Edmund frunció el ceño, aplazando la búsqueda de su teléfono.
-Necesito mantenerme activo - explicó con reticencia. - No tengo nada mejor que hacer en casa.
Su hermana dirigió la mirada hacia todos los frascos que tenía fuera, intrigada.
-¿Qué estás haciendo?
Se acercó a ella y apoyó los codos en la mesa de trabajo para girarse a mirarla.
-¿Qué hace un creador de fragancias?
Lucy suspiró y le acarició el cabello con suavidad, en un gesto de cariño que le salía muy natural.
-Supongo que esto significa que no planeas descansar… ¿En qué trabajas?
Así era su hermana. Podía no estar de acuerdo, pero se podía hablar con ella. No pensaba esconderle lo que hacía, en realidad, necesitaba su ayuda.
-Eso trato de definir… - frunció el ceño y la miró con fingida gravedad - ¿A qué crees que se refiere Peter con “amor clásico”?
La reacción de su hermana no lo decepcionó. Lanzó una exclamación ahogada y se llevó las manos a la boca, mirando a su alrededor, entendiendo.
-¡Edmund! ¡Es un concurso externo! No puedes…
Él se apresuró a tomarla de los hombros.
-No importa. - Negó con la cabeza para dar énfasis a sus palabras - Lo que necesito es producir algo bueno de nuevo. Estoy sin ideas, pero si me enfoco en una, tal vez lo logre. ¿No es el mérito del perfumista convertir emociones abstractas en aromas? Ahora solo estoy tomando prestada la inspiración del concurso. O eso intento.
Lucy lo miró incrédula, sin saber qué decir.
-Oh, vamos Lucy… - Edmund le sonrió, tratando de suavizar la dura mirada que le estaba dedicando.
La menor de los Pevensie negó suavemente.
-Te vas a matar.
La manera en que lo dijo lo golpeó más de lo que hubiera esperado. Soltó sus hombros y retrocedió un par de pasos mirando a su alrededor.
-Tengo que probármelo a mí mismo, Lucy. Si no valgo para esto… - dejó la frase a la mitad.
Su hermana lo miró pensativa y suspiró. Ella tenía que entender. Mejor que nadie sabía que su mayor temor era ese desde que logró desengancharse de las sustancias y le plantearon su reintegración a la vida laboral. No poder volver. No ser lo suficientemente bueno.
Se había preguntado muchas veces si todos tenían razón al decir que sentirse inseguro lo había llevado al abismo, o si en realidad lo había hecho porque lo que había descubierto era real: no valía para eso.
-¿Nunca has querido dedicarte a otra cosa? - la voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos, sobresaltándolo. No tenía idea de qué podría haberla llevado a preguntar eso.
-Nunca - respondió de inmediato.
Lucy sonrió un poco y se acercó a tomarlo del brazo. Parecía haber confirmado algo que a él se le escapaba en ese momento.
-Pues no lo lograrás en estás en condiciones. - Jaló de él hacia la puerta. - Vamos, vas a pasar la noche conmigo. Comeremos, hablaremos y dormirás como una persona normal.
Trató de deshacerse de su brazo sin ser demasiado brusco. ¿Es que no podía entenderlo?
-No, Lucy, en serio… ¡No necesito eso!
Había levantado la voz un poco más de lo prudente. Lo último que necesitaba, pelearse con su hermana menor. Ella se cruzó de brazos y lo miró frunciendo el ceño.
-Bueno, tal vez yo te necesito a ti, ¿no has pensado en eso?
Eso no lo había esperado. La miró sorprendido, tratando de encontrar alguna señal en ella de algo que hubiera pasado por alto. Estaba preciosa, más allá de haberse arreglado o llevar un vestido que no le había visto. Estaba radiante.
-¿Qué pasa? -preguntó con cautela.
Lucy sonrió ligeramente.
-Ven conmigo, tengo mucho que contarte.
Edmund suspiró y asintió finalmente, con expresión de derrota. Antes de que se arrepintiera, su hermana tomó la chaqueta del gancho detrás de la puerta y lo tomó del brazo para llevarlo con ella.
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La idea de que su hermano se pusiera por meta lograr un producto para el concurso no la asustaba tanto en sí. Ponerse metas y plazos en teoría era positivo. Lo que la hacía preocuparse realmente era pensar en lo obsesivo que podía ponerse sobre el tema. La maleta en el laboratorio y la barba de dos días eran mala señal, y recién empezaba la cuenta atrás.
Si bien reintegrarse al trabajo era clave para su recuperación, como le habían enseñado en el centro donde había estado ingresado, también lo era recuperar otros aspectos de su vida. Ya tenía casi un año limpio, pero Lucy sabía que era poco lo que había hecho en ese sentido. No podría volver a la universidad hasta el siguiente año, los primeros meses se había dedicado a reinstalarse en su apartamento, reacomodar el laboratorio, hacer inventario… había retrasado todo lo posible volver a las fragancias, y cuando lo hizo, se encontró con lo que temía. No lo lograba.
Pero aparte de eso, Lucy no sabía que hubiera vuelto a contactar a sus amigos de la facultad, ni hubiera formado nuevas relaciones. Claro, después de Jadis, muchas otras cosas habían quedado dañadas.
En fin, si su hermano había tomado la determinación de presionarse a lograr algo en las semanas que seguían, ella se pondría a su vez por meta asegurarse de que no terminara matándose por inanición en el laboratorio.
Esa noche no dio pie a discusión: irían a su apartamento, pondrían algún canal de películas que ignorarían totalmente y se sentarían a hablar. Sólo habían tres temas prohibidos: la compañía, las fragancias y el pasado. En realidad, tenían tema de sobra para toda la noche.
Una vez fuera del laboratorio, su hermano había pasado un brazo sobre sus hombros y se había declarado oficialmente secuestrado y a su entera disposición. Por un momento Lucy temió que pasara la noche molesto, pero sacarlo del laboratorio había sido una buena idea. A partir de ese momento, se había dedicado totalmente a escucharla.
Justo al llegar a su apartamento terminaba de contarle todo sobre Caspian con pelos y señales. Se preocupó cuando su hermano no dijo nada mientras entraba. Se dejó caer en el sofá mirando hacia el cielorraso y dijo en voz alta, como si quisiera confirmar que había entendido bien.
-Estás saliendo con un admirador.
Lucy se sentó a su lado y se limitó a asentir. No sabía cómo se lo iba a tomar. Edmund frunció el ceño ligeramente.
-A veces olvido que de los cuatro, eres la que lleva una vida normal. - Ella rió ligeramente ante la declaración y él giró el rostro para verla. - Oh, vamos, yo puedo ser un desastre ambulante, pero seguro que Peter y Susan no son las personas más funcionales y plenas que conoces.
Tenía que aceptar que aquello era cierto, pero se acercaba peligrosamente a los temas prohibidos de la noche.
-La vida en mi gremio tampoco es muy normal - le recordó ella. - ¿Cuántas chicas conocen a un chico porque se enamora de su violín?
-Su violín… - Edmund rió y la miró con picardía. - Seguro que aunque hubieras tocado igual si tuvieras 20 kilos de más y unas gafas culo de botella, no te manda ni las flores.
Lucy se ruborizó y le dio un suave puñetazo en el hombro. Edmund rió de nuevo, y la chica sintió un fuerte regocijo. No solía verlo reír con frecuencia en los últimos tiempos.
-Bueno, supongo que él tampoco estará nada mal. No creo que aceptaras salir con cualquier admirador. - Cuando Lucy abrió la boca para describírselo la detuvo con un gesto. - No gracias, sé como son las chicas enamoradas, seguro que tiene unos ojos profundos y una mirada preciosa.
La chica se levantó fingiendo molestia, lo cual no le salía nada bien. No pudo ocultar la sonrisa ni el sonrojo en sus mejillas.
-¿Quién dijo que estoy enamorada?
Edmund se incorporó en su asiento, apoyando los codos sobre sus rodillas y siguiéndola con la mirada mientras iba a dejar su cartera a la mesa.
-Oh, eres tú, Lucy… Las relaciones por diversión… -La miró evaluativamente y negó.- No, no van contigo. Mírate, estás radiante.
La menor de los Pevensie se giró para verlo de nuevo, y la sonrisa en su cara delataba que no iba a negar lo que acababa de decir.
-Creo que te agradaría.
Edmund sonrió y desvió la mirada hacia un lado.
-Bueno, no creas que me haría mucha gracia tener que verlos besándose, pero quiero conocerlo. - Se levantó del sofá para acercarse y tomarla de las manos. - Si alguien te hace feliz, debe ser un gran tipo.
Lucy asintió con fuerza.
-Lo es.
Su hermano entrecerró los ojos y aplicó un poquito más de presión a sus manos. En ese momento, la chica pudo ver sus ojos endurecerse una vez más.
-Pobre de él si llega a hacerte daño. - La chica sintió un escalofrío ante la idea de lo que podría suceder. Tal vez se vio reflejado en su rostro, porque Edmund sonrió levemente y añadió. - No creo que tenga idea de lo que una dulce criatura como tú podría hacerle en ese caso.
Ambos rieron un poco, pero sabían que las palabras iniciales de Edmund abarcaban más. Sin embargo, el chico no pareció considerar necesario decir nada más al respecto y se dirigió hacia la cocina.
-A ver, cuéntame más mientras preparo algo. Tengo un tiempo de no cocinar en forma. - Abrió la refrigeradora y empezó a sacar cosas al azar, más que para cocinar como si quisiera revisar qué había. - Háblame de este Caspian.
Lucy se sentó en una de las sillas altas del desayunador que separaba la pequeña cocina de su apartamento de la salita con televisión. La mesa de comedor para cuatro personas que tenía allí estaba cubierta de libros de música y partituras.
-Bueno, es un hombre muy culto, le gusta la música clásica y el teatro… Es administrador de una compañía en el centro pero no le gusta hablar de su trabajo, no tiene mucho de vivir en la ciudad, le gustan los deportes acuáticos… Es de una familia acomodada, de joven aprendió esgrima, le gusta hacer ejercicio… - La chica se encogió de hombros. - No sé que quieres que te cuente en realidad.
Vio como su hermano guardaba dos terceras partes de las cosas que había sacado mientras la escuchaba.
-Da igual, todo ayuda a conocer a la gente. - Abrió el congelador y sonrió al encontrar unos filetes esperando - ¿Has estado en su apartamento?
Lucy se ruborizó violentamente.
-¡Edmund!
El joven sonrió socarrón.
-No, no me interesa saber eso. Es sólo que los apartamentos revelan muchas cosas de la gente, no me lo pues negar. Igual que los perfumes y las colonias. - Ante su propio comentario detuvo su actividad entre las verduras que había sacado y la miró interrogante. - ¿Qué colonia usa?
Lucy lo miró severa, aunque el color rojo no había abandonado totalmente su rostro todavía.
-No vamos a hablar de fragancias.
El chico resopló, pero antes de que pudiera presentar algún argumento para defender su pregunta, el timbre del apartamento sonó. Edmund miró interrogante a su hermana y ella corrió sorprendida hacia el intercomunicador.
-¿Sí? - preguntó dudosa.
La voz firme y segura de Caspian respondió.
-Lucy, soy yo.