-No te vayas.
Silencio.
-No te vayas -repitió, con la voz temblorosa.
Kakashi siempre había odiado cuando la voz del rubio flaqueaba de esa forma, como si fuera a romperse, porque era presagio de un llanto largo, de esos que odiaba, porque manchaban su azulada y pura mirada. Apretó la perilla de la puerta, dejando escapar un pesado suspiro.
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