[exo fanfic] words cannot describe (5/9)

Nov 11, 2014 14:25



Dos días después, su casa se llenó de los gritos de una vocecilla estridente que Jongdae apreciaba más que nada en el mundo.

-¡Hana! -exclamó Jongdae con una sonrisa tras salir de su cuarto al oírla en la entrada, y cinco segundos más tarde tenía a una niña con dos coletas enganchada a la pierna.

A los cuatro años y medio, Hana, su sobrina, tenía muy claro lo que más le gustaba: comer y que Jongdae la cogiera en brazos y jugara con ella.

-Hola, hyung -le dijo a Jongdeok, que estaba en la puerta dejándole las bolsas de Hana a su madre.

-Eh, Jongdae -lo saludó su hermano-. ¿Cómo van los estudios?

-Bien -contestó Jongdae, dirigiéndole una amplia sonrisa a Liyin, su cuñada-. Esforzándome al máximo para mantener bien alto el listón de la familia, supongo.

-¡Tiene unas notas geniales! -exclamó su madre, y los cogió a los dos de la cabeza para bajarlas hasta su nivel y darles a cada uno un beso en la frente-. ¡Mis dos hijos son el orgullo de todo el barrio!

Su hermano se rio con la misma risa que compartía con Jongdae y con su madre, y Liyin se rio con disimulo, tapándose la boca. Jongdae recordó cuando Baekhyun le preguntaba cada dos por tres si estaba enamorado de Liyin, sólo porque pensaba que las noonas eran su estilo y ella era la chica mayor que Jongdae tenía más cerca. Jongdae estuvo a punto de seguirle la corriente, a pesar de que fuera la novia de su hermano, sólo por no tener que explicarle que su estilo era más bien el líder de esa banda idol por la que todas las chicas suspiraban en clase.

En cuanto le dio los dos besos reglamentarios a su abuela y les dejó la pequeña mochila que llevaba a sus padres, Hana tiró de él para ir a jugar a la habitación, y Jongdae tuvo que despedirse del resto hasta la hora de la cena.

A su sobrina le gustaba inventarse unos juegos muy particulares, que normalmente consistían en que Jongdae fuera su pequeño poni, pero ese día, después de meditar durante un rato mientras se retorcía una coleta, decidió que quería jugar con la PlayStation 2 de Jongdae y Jongdeok a un viejo juego de lucha que sacó de una caja de plástico que había junto a la televisión.

-A ver, cuál personaje te gusta más -dijo con su voz aguda mientras pasaba lentamente con el mando por cada personaje de la pantalla-. A los chicos los quitamos...

-Eh, eh, ¿y por qué quitamos a los chicos? -preguntó Jongdae, porque su personaje favorito para ese juego era Vegeta.

-¡Porque es para jugar a ver con quién vas a casarte! -dijo Hana, llevándose una mano a la cabeza, como si fuera lo más lógico del mundo.

-Bueno, en el mundo hay chicos que se casan con chicos, ¿sabes, Hana? -dijo Jongdae, sin pensar en absoluto, y cuando su cerebro reparó en lo que había dicho se mordió el labio, pero ya era tarde.

-¿Es que tú te quieres casar con un chico? -le preguntó Hana, mirándolo a los ojos muy seria, y sus ojos no decían que pensara que estaba bien o mal, una niña de cuatro años no podía entender eso, pero sí dejaban claro que esperaba una respuesta.

-Yo... -comenzó Jongdae, pero entonces oyó a su madre llamarlos desde el piso de abajo-. ¡Mira, Hana, la cena ya está! Creo que la abuela ha preparado japchae, es tu plato favorito, ¿no? -La niña se levantó, emocionada y asintiendo con la cabeza muy rápido, y se dirigió corriendo a la puerta. Jongdae la siguió-. Luego seguimos jugando, ¿vale? -dijo, con la esperanza de que con la comida y los juegos a la niña no se le ocurriera pensar demasiado en lo que se le acababa de escapar.



De vez en cuando, y a pesar de que se indicaba que el buzón estaba cerrado por vacaciones y que ningún mensaje se respondería hasta que empezara el curso, entraba alguna pregunta, de personas que habían suspendido alguna asignatura y no sabían cómo decírselo a sus padres o gente que pedía consejos sobre amores de verano. Jongdae también se metía de vez en cuando, sólo por si Joonmyun enviaba alguno, y aunque a él lo llamaba cada dos o tres días, sólo para hablar, para contarle que había descubierto que las mandarinas kyul de Jeju eran la octava maravilla del mundo y que casi se hace un esguince cruzando a saltos unas rocas a la orilla del mar, no le envió ningún correo a ChenChen.



Cuando era un niño creía que el verano siempre pasaba demasiado rápido, pero este año Jongdae tenía la impresión de que alguien estaba impidiendo que las manecillas del reloj avanzaran.

-¿Aún no? -preguntó Hana, que estaba sentada sobre su regazo, delante del ordenador.

-No, Hana, aún no ha llegado nada -contestó Jongdae, desesperado, actualizando la página por enésima vez aunque supiera que el aviso le llegaría primero al móvil con toda seguridad. Su madre también estaba sentada en la silla que había traído de la habitación de Jongdeok tras él, y el hecho de que comprobar sus notas se hubiera convertido en una ceremonia familiar hacía que Jongdae se sintiera muy incómodo.

Joonmyun le había mandado un mensaje esa misma mañana que decía «¡Suerte! ¡Avísame en cuanto sepas algo! Todo saldrá bien ^^», pero sólo había conseguido aplacar su nerviosismo durante unos minutos mientras esperaba un correo electrónico del profesor que le dijera si había aprobado y podía seguir adelante como hasta ahora o si su carrera en la SNU acababa de llegar a su fin.

Aún tuvo que esperar una media hora antes de que su teléfono vibrara y al instante, un correo electrónico nuevo apareció en la bandeja de entrada. Su madre y Hana pegaron un grito a la vez y Jongdae gritó al oírlas a ellas.

-¡Por favor! -exclamó-. ¡Vamos a calmarnos un poco o nos va a dar un infarto, mamá!

-Vale, vale, hijo, lo siento, ¡pero ábrelo ya! -le dijo la mujer, cogió a Hana de su regazo y se puso de pie detrás de él.

Jongdae dirigió el ratón hacia el correo del profesor Lee con un temblor incontrolable. Él creía que no le había ido mal, aunque ya había hecho cálculos con el resto de notas para saber con cuánta nota mantendría su media por encima de 3 sobre 4… Una B+ sería perfecta, pero incluso una B sin más bastaría. Joonmyun estaba seguro de que sacaría buena nota sin problemas, pero se jugaba tanto a una sola carta que sentía que el corazón le iba a estallar en el pecho al hacer clic sobre el mensaje.

«Kim Jongdae: Tras proponerte las clases extra me formé unas expectativas contigo que has podido superar. Has hecho un gran trabajo. Tu nota es A-, puedes entrar en la página de la asignatura para concertar una cita conmigo y revisar el trabajo para ver cuáles son mis comentarios, el desglose de las notas en detalle y qué creo que podrías mejorar. Sigue así.»

Se quedó paralizado, como si le acabaran de tirar un cubo enorme de agua fría por encima. A-. Nunca se había alegrado tanto de ver un - junto a una nota suya. Su madre y su sobrina gritaban a su espalda y en dos segundos tenía a Hana colgando del cuello, cuando no le había dado tiempo de reaccionar siquiera.

El primer instinto fue abrazar a su madre, que ya iba gritando que le iba a preparar un banquete para la cena y que tenía que conseguir que su padre volviera antes del trabajo mientras Hana bailaba en sus brazos.

-¿Lo ves, hijo? ¡Lo sabía, lo sabía! -le dijo la mujer cuando Jongdae se separó de ella y le cogió a la niña-. Voy a llamar a tu padre, y a tu hermano, y… -dijo, y Jongdae ya no la oía.

-¿Te van a dar mucho dinero? -le preguntó Hana, que debía de pensar que había ganado una especie de premio.

-No exactamente, Hana -dijo Jongdae, entre risas-. Pero así puedo seguir estudiando en una universidad muy importante y sacando buenas notas, y así hacer que la abuela esté muy orgullosa.

-¿No estaría orgullosa si fuera otra… universidad? -preguntó Hana, esforzándose por pronunciar bien la palabra y con curiosidad genuina.

-Pues… -Jongdae titubeó. ¿Lo estaría? Nunca había sido una opción: tenía que ir a una buena universidad como su hermano, sacar buenas notas como hasta el momento, quería hacer a su madre tan feliz como fuera posible para que cuando llegara el momento de confesar otras cosas, tuviera algo a lo que aferrarse-. Supongo que sí, pero eso ya no importa.

-Yo me pongo contenta cuando mamá se pone contenta porque hago las cosas bien -dijo la niña.

-Y cuando crezcas, Hana, -le dijo, volviendo a sentarla sobre su regazo para que lo mirara a la cara-, te darás cuenta de cuántas cosas hacemos para complacer a nuestros padres. Estoy seguro de que Jongdeok será muy comprensivo contigo, pero aunque sientas que debes hacerlos sentir orgullosos, que sea siempre haciendo lo que tú desees hacer, no te sientas forzada a hacer nada que no quieras. -La niña lo miraba sin entender, y Jongdae soltó una risa al ver su cara perpleja-. A ver, ¿qué quieres ser de mayor?

-Princesa -dijo la niña, como si fuera el trabajo más fácil de conseguir del mundo.

Jongdae se echó a reír a carcajadas.

-Bueno, ¡eso ya lo eres! -le dijo, y se la subió a los hombros-. ¿No soy tu pequeño poni? Los pequeños ponis de mi categoría sólo los tienen las princesas.

Hana estaba a punto de pedirle que relinchara cuando su madre lo salvó desde la cocina al pedirle a Hana que la acompañara al mercado para comprar algo de carne para la cena.

-¡Venga, ve con la abuela y comprad algo rico para celebrar que tu tío es un genio y un pequeño poni y que tú eres la princesa más guapa de Corea! -le dijo mientras le ponía la pequeña mochila que la niña llevaba a todas partes.

La acompañó hasta el piso de abajo y su madre se despidió de él con un sonoro beso en la mejilla.

-Notas aparte, hijo, estoy muy orgullosa de ti. Siempre lo estaré -le susurró al oído, y el corazón de Jongdae se encogió un poco.

Deseó poder decírselo todo en ese momento, decirle que nunca traería una novia a casa, que probablemente nunca querría a una mujer y que a no ser que la mentalidad y la ley de Corea sufrieran un avance espectacular en el futuro próximo o que él se mudara al extranjero, tampoco podría adoptar nunca un hijo al que ella pudiera llamar su nieto…

Se limitó a sonreírle y devolverle el beso.

-Gracias, mamá.

Cuando se marcharon, cogió su teléfono para llamar a Joonmyun, que descolgó enseguida.

-¿Cómo ha ido? -le dijo, como si llevara tiempo esperando la llamada.

-Adivina -contestó Jongdae, intentando no sonar demasiado emocionado sin éxito alguno.

-Por tu voz ha ido bien… -comenzó, y se quedó pensando un instante-, ¿una B+? -aventuró.

-Venga, he sido tu mejor alumno, ¿tan poca confianza tienes en mí? -exclamó Jongdae-. ¡He sacado una A-, hyung! ¡¿Verdad que es la mejor nota con - que has visto en tu vida?!

Joonmyun hizo una especie de ruido que Jongdae no supo identificar al otro lado de la línea, como un globo que se desinfla mezclado con un gruñido.

-¿Estás bien? -preguntó Jongdae entre risas.

-Sabía que lo conseguirías, Jongdae, lo sabía -le dijo Joonmyun, con la voz llena de orgullo, y Jongdae respiró hondo por primera vez desde que se había enterado de su nota-. ¡Enhorabuena! ¡Tenemos que celebrarlo cuando vuelvas a Seúl!

-Por un semestre más en la SNU -añadió Jongdae con satisfacción, y luego suspiró-. Y apenas me queda una semana para volver. ¿Tú sigues en Jeju?

-Sí, volveré esta semana. Llámame en cuanto estés instalado de nuevo, quiero darte tus regalos -contestó, ilusionado, y Jongdae se quedó boquiabierto.

-¿Mis regalos? ¿Por qué? Aún queda mucho para mi cumpleaños…

-Bueno, no tiene por qué ser tu cumpleaños para que te regale cosas, ¿no? -dijo Joonmyun-. Además, sólo son un par de detalles para que sepas que estuve en Jeju y pensé en ti. De hecho, tengo que irme ya si no quiero que cierre el lugar donde quiero comprar uno de ellos.

-No, no tienes que…

-No tengo que, pero quiero -cortó Joonmyun, y antes no se daba cuenta porque siempre hablaba con él cara a cara, pero Jongdae descubrió que en estos días de hablar por teléfono con él sabía distinguir a la perfección cuándo Joonmyun hablaba con una sonrisa-. Hablamos pronto, Jongdae-yah.

-Hasta pronto, hyung -dijo, y colgó con la sensación de que ninguna atadura que le pusiera a sus ganas de querer a Joonmyun y que él también lo quisiera sería lo suficientemente fuerte.

Joonmyun lo llamó cada día hasta que se marchó de Jeju, para contarle las cosas que hacía, como había hecho durante toda su estancia allí. Le habló de cómo casi había necesitado un pulmón de acero para subir el monte Hallasan pero de lo bonitas que eran las vistas desde la cima, «intenté coger una piedra volcánica para ti, pero creo que puedes ir a la cárcel si te pillan», le dijo. «¿Te gusta la montaña, Jongdae-yah?».

Le contó que había visto tantas cataratas, cascadas, lagos y acantilados que había perdido la cuenta, que había conseguido que sus padres lo acompañaran en una de las excursiones y que su madre casi parecía encantada al ver el llamado Estanque de los Dioses y oír las leyendas que había tras su nombre. Joonmyun apenas pisaba ya el resort.

-He visto el amanecer desde el pico Seongsan Ilchulbong, y no sabes cuánto he tenido que madrugar para eso porque el autobús tarda una hora y media desde Jeju-si, pero en el folleto no mentían al decir que era una de las vistas más fascinantes de la isla. Me encantaría que un día lo vieras -le dijo.

-Págame un viaje a Jeju algún día y lo vemos juntos -le contestó Jongdae en broma, riendo, pero sin poder evitar imaginar cómo sería la situación, ver el sol emerger del mar con Joonmyun a su lado, con la brisa salada soplando y despojándolos de los últimos vestigios de sueño.

-Pues tal vez un día lo haga -replicó Joonmyun, que siempre encontraba formas de acelerarle el corazón más que cualquiera de las cosas que Jongdae pudiera imaginar.



Fue el día después de que Joonmyun llegara a Seúl de vuelta de Jeju que Jongdae recibió el anónimo, cuando Jongdae revisó el buzón casi por inercia, sin esperar nada.

«Esta vez sí que he estado mucho tiempo sin pasar por aquí. De todas formas, creo que el buzón está cerrado, ¿no? Lo siento, ChenChen, pero hay alguien con quien disfruto hablando tanto como contigo que ha ocupado todo mi tiempo. Solía verlo casi todos los días y no ha sido hasta ahora, en verano, después de haber descubierto aún más facetas suyas, que me he dado cuenta de cuánto pienso en él… No paro de llamarlo estos días, cuando tengo ganas de oír su voz, aunque luego acabo hablando yo más que él… Va a pensar que soy un pesado, pero me hace sentir cómodo, como si pudiera contarle cualquier cosa, y a veces parece que él también se siente así… Es alguien a quien le cuesta mucho hablar de sí mismo, ¿sabes?

¿Qué podría hacer? No tengo miedo, no se parece en nada a las otras veces. Tampoco tengo dudas, pero me siento un poco nervioso porque me ha visto mal por otro chico y le dije que estaba con él sin estar seguro de si estaba enamorado… Pensará que no me tomo las relaciones en serio, ¿no? Pero sí lo hago, aunque no haya tenido buen ojo para elegir a gente que quisiera tener esa seriedad conmigo... Y ya que él me ayuda tanto como puede y que sé que me habla siempre con honestidad, ¿tal vez debería devolvérsela, confesarle que creo que siento algo por él? Pero ¿y si yo no le gusto? ¿Y si estropeo la amistad que tenemos ahora?».

Jongdae debería haberse sentido feliz, suponía, eufórico. Era lo que siempre había deseado: que Joonmyun lo mirara y pensara en él como Jongdae lo miraba y pensaba en él. Sin embargo, en lugar de dar gritos o saltos de alegría, se quedó mirando a la pantalla con una terrible sensación de pesar. No le correspondía a él saber esto, y no era así como querría haberse enterado. Si Baekhyun hubiera estado ahí, le habría dicho que cuánto le gustaba complicarse la vida, pero Jongdae sabía que esto no era algo que pudiera seguir ocultándole a Joonmyun.

-Mamá -dijo al día siguiente, por la tarde, cuando ayudaba a su madre a preparar kimchi mientras escuchaban las canciones que iban poniendo en la emisora de trot-. ¿Qué opinas de guardar secretos para tu familia, o para las personas a las que aprecias?

-¿Mmm? -murmuró la mujer-. ¿Qué quieres decir, no contarles cosas? ¿Por qué, qué me estás ocultando?

-Nada, nada, mamá -dijo Jongdae, nervioso de repente-. Es sólo una pregunta.

La mujer lo miró con curiosidad, claramente consciente de que Jongdae no quería devolverle la mirada, pero aceptó su excusa.

-Creo que siempre guardamos pequeños secretos, queramos o no. Y no siempre tiene por qué ser malo -contestó-. A veces nos callamos algunas cosas para no hacer daño a las personas a las que queremos. Pero… tienes que tener cuidado con cómo te afectan esos secretos a ti.

-¿A qué te refieres? -preguntó Jongdae, con los guantes de plástico manchados y la col olvidada frente a él.

-Tu abuela decía que los secretos que guardamos son como pequeños monstruos. Tenemos tanto miedo de cometer un error al dejarlos libres que los mantenemos en nuestro interior, y poco a poco crecen, te devoran por dentro, te embrujan. El error es dejar que te hieran a ti por evitar la posibilidad de herir a los demás -le explicó su madre, mirándolo con cariño, como si volviera a tener ocho años, cuando su mayor problema era que no sabía cómo decirle a Jongdeok que había perdido su chapa favorita-. Lo mejor que puedes hacer contra los monstruos es combatirlos, Jongdae, no dejar que se hagan más fuertes. Todo pasa, y la sinceridad, aunque tengas que esperar un poco para que la otra persona se dé cuenta, siempre es lo preferible.

-Sí… Eso dijo Baekhyun -murmuró Jongdae.

-Es muy listo, Baekhyunnie -dijo su madre con una sonrisa-. ¡Si no hablara tanto…!

-Gracias, mamá -dijo Jongdae, y se quitó los guantes-. Oye, ¿podrás seguir con lo que queda tú sola? Hay una persona con la que tengo que hablar.

-Claro, hijo -contestó la mujer, y lo vio marcharse con una sonrisa para después centrarse en seguir meneando la cabeza al ritmo de la canción que sonaba por la radio.

Su madre tenía razón, y por mucho que le pesara, Baekhyun también acababa teniendo siempre razón. Jongdae ya había tomado la decisión. Lo mejor era, poco a poco, empezar a luchar contra sus propios monstruos.



-Y cuando estaba con Jonginnie ayer en Jamwon, paseando a nuestros perros, nos encontramos por casualidad a Kyungsoo y se nos unió -le decía Joonmyun por teléfono, después de que Jongdae lo llamara-. Monggu tenía cara de que lo odiaba, pero Jjanggu se enamoró de él a primera vista, a mí nunca me ha tenido ese cariño… Luego yo tuve que irme y ellos se quedaron por ahí, no sé a dónde irían… ¿Y tú, Jongdae? ¿Qué tal estás? Vuelves pasado mañana, ¿no? -preguntó, y sonaba ilusionado.

Jongdae estaba intentando tragarse el nudo de nervios que había atascado en su garganta, o mejor, intentaba dejarlo libre por fin.

-Sí, volveré el viernes, quiero tener el fin de semana para organizarlo todo y ya empezar el lunes las clases -respondió Jongdae-. Yo… he estado hablando con mi madre hoy. Me ha dicho que los monstruos hay que combatirlos, no ignorarlos y esperar que desaparezcan solos, o nos devoran, ¿sabes?

-Eh… tiene lógica -dijo Joonmyun con una risita-. ¿Y te ha dado esa lección por algo en especial?

-Hay… hay algo que debería haberte contado hace tiempo -empezó, y aunque se quedó un momento callado, Joonmyun no dijo nada-, pero por miedo a que… te enfadaras, o te alejaras de mí, nunca he sabido cómo hacerlo. Además, sabes que las palabras con estas cosas no son mi fuerte…

Ahora que había empezado, se sentía más capaz. Y de todas formas, no había vuelta atrás. Sólo se oyeron sus respiraciones durante unos segundos y Joonmyun volvió a hablar con esa voz que dejaba claro que había una sonrisa en la cara.

-No creo que me hubiera alejado de ti, Jongdae-yah -dijo-. ¡No por mucho tiempo, al menos!

-Ya sabía que estabas con Kyuhyun antes de que aparecieras en mi habitación el último día antes de volver a casa -dijo.

-¿Me viste? -preguntó Joonmyun, más serio esta vez, tras una pausa.

-No, no te vi -contestó Jongdae, y respiró hondo.

-¿Entonces? Sólo Sunyoung y Jonghyun lo sabían, y ninguno de ellos… -Joonmyun sonaba confundido.

-Fui yo quien te aconsejó -soltó Jongdae por fin-. Quien te aconsejó que dieras el paso, quien leyó cómo te sentías cuando estabas con Lu Han, con Sehun, y también con él. También soy… quien ha recibido tu último mensaje en el buzón de ChenChen. ChenChen soy yo, hyung. Y lo siento muchísimo, porque no debería haberme enterado de esas cosas, ojalá pudiera volver atrás y arreglarlo, pero… me gustas. Me gustas demasiado, y el último mensaje que has enviado debería de haberme hecho sentir la persona más feliz del mundo porque… ¡después de todo este tiempo por fin sientes lo mismo que yo!, pero no he sido capaz de alegrarme. Tendría que habértelo contado todo, pero no quería alejarte de mí ahora que podía ser tu amigo, tenía miedo de que... -vaciló. No le salían las palabras, así que dijo las dos únicas cosas que tenía claras-. Debería haber sido sincero. Lo siento de verdad.

Lo dijo todo de corrido, sin pararse a tomar aire para no tener tiempo de dudar y echarse atrás, de decir «¡todo es una broma, ¿te lo has creído?!». Joonmyun siguió callado.

Después de casi dos minutos de silencio, Jongdae suplicó:

-¿Joonmyun? Dime algo, por favor…

-¿Desde cuándo lo sabes? -preguntó de repente.

-Desde que acepté que nos viéramos en la cafetería, no sabía nada antes de eso, te lo prometo -explicó Jongdae-. No sabes cuánto siento haberme marchado sin decir nada, pero te vi allí… y todas las cosas que creía resultaron no ser verdad, y me entró pánico. Si estás enfadado lo entiendo, pero…

-No estoy enfadado -cortó Joonmyun, y no sonaba dolido, pero seguía habiendo confusión en su voz-. Es sólo… -hubo otra larga pausa-. No estoy enfadado contigo. Pero todo esto es… necesito pensar, Jongdae.

-Claro -contestó él al punto-. Todo el tiempo que necesites. Y lo siento, de verdad.

-Te llamaré -murmuró Joonmyun, y dicho eso, colgó.



-¿Y desde entonces no sabes nada? -preguntó Baekhyun, con el ceño fruncido, en voz baja para que el taxista no los oyera.

Baekhyun había ido a Siheung desde Bucheon para ver a su abuela antes de volver a marcharse, y habían decidido compartir un taxi para no preocuparse de cargar con las maletas en el metro. El padre de Jongdae no había podido llevarlos porque en esas fechas empezaban a llegar todos los estudiantes internacionales y en el aeropuerto de Incheon había mucho trabajo. Lo cierto es que Jongdae apenas había visto a su padre en todo el verano.

-Nada -respondió Jongdae-. Nada de nada. Pero necesitaba tiempo, Baekhyun, y no han pasado ni dos días enteros, así que yo tampoco voy a presionarlo…

-Bueno, seguro que todo irá bien -lo animó Baekhyun, bajándose el cinturón de seguridad y pasándole un brazo por los hombros-. Además, ¡según el patrón todo va a ir a mejor! ¿Te das cuenta del giro que ha dado tu situación? ¡Tu vida parece un manga! Has pasado de estar enamorado de un Joonmyun-hyung hetero y con novia a estar enamorado de un Joonmyun-hyung gay y con novio y después de un Joonmyun-hyung gay que posiblemente esté enamorado de ti. Te compro tu suerte. A lo mejor así Taeyeon saldría conmigo.

-Creo que Taeyeon ya tiene lo suyo con ser líder de las SNSD como para encima tener que salir contigo -contestó Jongdae, riendo.

-No sabe lo que se pierde.

-Claro, seguro que está triste y deprimida sin ti, siendo del grupo más popular de Corea y saliendo con tíos famosos que la recogen en descapotables. ¿Cómo la ibas a recoger tú, en bicicleta?

-¡No menosprecies el poder romántico de una bicicleta…! -exclamó Baekhyun, y entonces el móvil de Jongdae vibró.

Comprobó la pantalla, pensando que sería un mensaje de su madre o de su hermano, y la sangre se le heló en las venas al ver que quien había enviado el mensaje era Joonmyun.

«Debes de estar volviendo a Seúl, ¿verdad? ¿Puedes avisarme cuando ya estés instalado y libre?»

-¿¡Es Joonmyun?! -preguntó Baekhyun-. ¿Qué dice?

-Que… que lo avise cuando esté instalado -contestó Jongdae.

-¿Instalado? -dijo Baekhyun-. ¡Anda ya! Al ritmo que va este hombre estaremos en Seúl en quince minutos si no nos matamos antes, en cuanto estemos en la puerta del dormitorio me dejas las maletas y te largas corriendo, ¿me oyes? Ya le pediré a Chanyeol que me ayude. Con estos asuntos no hay tiempo que perder.

Jongdae asintió con la cabeza, casi tan histérico como Baekhyun, y envió un mensaje de vuelta.

«Estaré en 20 minutos! Dime un sitio.»

Jongdae se dirigió al mismo noraebang donde habían celebrado el cumpleaños de Joonmyun con el corazón desbocado. No vio a nadie en la puerta, y miró su reloj por si había llegado demasiado pronto. Eran las siete y media, ya habían pasado los veinte minutos que había acordado con Joonmyun. Entró al establecimiento y en cuanto cruzó la puerta se encontró con Joonmyun, que acababa de pagarle al dueño por una sala.

-Hola, Jongdae -lo saludó, y su sonrisa era sincera, como si de verdad se alegrara de verlo tanto como Jongdae se alegraba de verlo a él.

-Hola -dijo, nervioso-. Hyung, yo…

-Ven -interrumpió Joonmyun-. He cogido la sala 12 -dijo, y echó a andar hacia el final del pasillo.

Cuando entraron y Jongdae cerró la puerta tras él, vio dos bolsas grandes junto a los bancos y una botella de agua sobre la mesa. Joonmyun estaba seleccionando canciones que fue poniendo en cola, pero no había cogido ningún micrófono aún. Le dio unas palmaditas al sofá junto a él para que Jongdae se sentara.

-Joonmyun… -comenzó Jongdae, ansioso por saber qué pensaba Joonmyun, porque él mismo no sabía qué decir.

-¿Quieres ver qué te he traído de Jeju? -dijo Joonmyun, como si la conversación de dos días antes no hubiera ocurrido en absoluto y Jongdae fuera el único de la sala que sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Jongdae suspiró y sonrió.

-Te dije que no tenías por qué…

-Y yo te dije que no tenía por qué, pero quería -replicó, y cuando levantó las dos bolsas, Jongdae reparó en que sus manos sí temblaban un poco. La música aún no había empezado a sonar-. Creo que te van a gustar.

Le tendió ambas bolsas de papel rígido. De una de ellas salía un profundo olor cítrico, pero la otra, en la que estaba escrito con letras grandes Teddy Bear Museum en inglés, hizo que Jongdae soltara una carcajada.

-Apenas pasamos unas horas juntos, pero a Baekhyun le dio tiempo a comentarme que te gusta dormir con peluches -dijo Joonmyun con una sonrisa burlona pero agradable, y Jongdae por fin veía con claridad cómo intentaba contener sus propios nervios.

El peluche llevaba una camiseta blanca y una gorra negra de felpa, y Jongdae se señaló a sí mismo para después recolocarse la gorra negra que llevaba en la cabeza hacia atrás.

-¡Hasta va vestido como yo! Muchas gracias… ¡esta noche dormiré con él! -dijo con una amplia sonrisa que Joonmyun le devolvió.

Su inquietud ya se había apaciguado, aunque sólo fuera un poco. Por lo menos estaba claro que Joonmyun no estaba enfadado con él, así que Jongdae pudo respirar hondo y esperar a que fuera Joonmyun quien hablara de ello cuando quisiera.

-No me des las gracias hasta que pruebes las mandarinas -dijo, y sacó una de la bolsa.

Era pequeña, de un fuerte color naranja, y algo en su aspecto hizo pensar a Jongdae que sería ácida, pero Joonmyun clavó una uña en la piel de la fruta y empezó a pelarla. Le tendió un gajo a Jongdae y cuando este lo mordió, descubrió que, a pesar de que al principio sí eran ácidas, el zumo era increíblemente dulce y los gajos explotaban y te llenaban la boca de sabor.

-¡Están buenísimas! -exclamó Jongdae, sorprendido, y cogió otro gajo-. Con razón te veo la cara más redonda, hyung, habrás estado comiendo de esto todo el tiempo y estarás a punto de convertirte en mandarina.

Joonmyun se echó a reír y Jongdae le quitó la mandarina que llevaba en las manos. A ninguno le preocupaba ya estar en una sala de noraebang sin música alguna.

-A decir verdad, en ningún momento me nació enfadarme contigo, Jongdae -dijo Joonmyun de repente, mientras pelaba otra mandarina-. Sólo estaba… muy sorprendido, y confuso. Te había estado contando todo, ¡y te veía prácticamente todos los días…!

-Lo siento, ya sé que debería habértelo contado antes.

Tal vez todo habría sido muy diferente, si desde el principio le hubiera contado tantas cosas…

-Pero si no hay nada que perdonar -dijo, y dejó la fruta pelada sobre la mesa-. Jongdae, desde el principio quise tener a ChenChen cara a cara y darle las gracias por escucharme… bueno, por leerme, y por ayudarme. Y todo el tiempo fuiste tú -dijo, y posó una mano sobre la rodilla de Jongdae-, todo el tiempo estabas ahí… Y con el tiempo, la primera persona en la que pensaba cuando necesitaba consejo dejó de ser ChenChen, y empecé a pensar en ti.

Jongdae no sabía qué decir, así que alzó el rostro para ver a Joonmyun, que lo miraba con intensidad, como si quisiera leerle la mente, como tantas veces había pensado Jongdae que le vendría tan bien para no tener que expresarse por sí solo.

-No fue ninguna molestia ayudarte -murmuró-. Ni como ChenChen, ni como Jongdae.

-Pero digamos -comenzó Joonmyun, de nuevo sonriendo, y apretó los dedos contra la piel de Jongdae- que voy a pedirte una compensación por haberme dejado plantado en la cafetería, ¿vale?

-¿Qué compensación? -preguntó Jongdae, con la piel ardiendo. Joonmyun estaba más cerca de él, podía distinguir claramente cada una de sus pestañas.

Joonmyun estiró una mano para coger el micrófono que había en la cesta pegada al extremo del sofá y se lo tendió.

-Canta Baby, baby -pidió.

Jongdae cogió el micrófono, y sus sentidos parecían estar a punto de cortocircuitar porque cada vez que rozaba la piel de Joonmyun sentía un escalofrío.

-Eso está hecho -aseguró, y Jongdae se puso en pie justo cuando la música empezaba a sonar.

Siempre había disfrutado cantando, pero veía cómo Joonmyun lo observaba mientras cantaba, veía sus ojos seguir el movimiento de su garganta y su expresión hechizada y parecía que se crecía aún más, que sus cuerdas vocales se retaban a sí mismas para clavar las notas más altas y una vez más, se dejó seducir por la idea de impresionar a Joonmyun.

La canción terminó, y Joonmyun estaba a su lado con un micrófono en la mano.

-¿Quieres cantarla conmigo? Yo no tengo ni la mitad de talento que tú, pero… -propuso, pasándose el micro de una mano a otra con nerviosismo.

-¿Qué tiene que ver el talento? No hay nadie más aquí -dijo Jongdae, y extendió una mano para rozar la de Joonmyun.

Cantaron esa y otras tantas canciones que Joonmyun había elegido cuando habían llegado, y Joonmyun cantaba con timidez al principio hasta que después de numerosas bromas de Jongdae acabó soltándose. Era la primera vez que estaba con Joonmyun sin tener ni un secreto, y aunque la tensión era evidente, porque ambos tenían ya idea de lo que sentían el uno por el otro, Jongdae se sentía genial. Cuando se quedaron sin canciones que reproducir, se hizo el silencio en la pequeña sala y Joonmyun se acercó a él.

Le cogió el micro de las manos, dejó ambos sobre la mesa y luego entrelazó los dedos con los suyos, despacio.

-Podría pasar horas escuchándote cantar, ¿sabes? Tu voz… -murmuró-. Es como si oyéndote cantar se me llenara el corazón de calidez.

-Qué poeta -dijo Jongdae con una sonrisa, y Joonmyun se acercó un poco más-. A lo mejor tendría que haberme hecho idol en lugar de dejarme los codos estudiando. Imagina que hubiera entrado a SM, hasta podría haber presentado a Baekhyun y Taeyeon -bromeó, intentando respirar con normalidad porque Joonmyun había vuelto a aproximarse- Tú… podrías ser el presidente de mi club de fans.

Joonmyun soltó una risa y agachó un poco la cabeza. Sus frentes quedaron apoyadas una en la otra, y Jongdae contuvo la respiración.

-¿Cómo iba a alejarme de ti, Jongdae? -dijo Joonmyun, y le estrechó las manos con un poco más de fuerza-. Como ChenChen, fui yo el que quiso acercarse a ti. Como Jongdae… -su nariz rozaba la de Jongdae, que no sabía si mantener los ojos abiertos o cerrarlos-, también soy yo el que quiere acercarse más.

Una de sus manos quedó libre y Joonmyun le rozó la barbilla con los dedos. Sus labios estaban a milímetros, Jongdae casi podía sentirlos…

-Hyung -dijo, intentando que su voz sonara firme-. Ya he decidido cómo puedes compensarme por todos esos consejos que dices que me debes.

Abrió los ojos, separándose mínimamente de Joonmyun, y se aclaró la garganta. Joonmyun lo invitó a continuar con la mirada tras bajar la mano de su barbilla a su brazo. No había ninguna presión, y Jongdae tenía toda su atención.

-Dijiste en tu mensaje que no tenías dudas como las otras veces, pero… Me gustas, y no desde hace poco tiempo precisamente. -Era increíble lo fácil que era decirlo ahora, y deseó haber tenido esta seguridad en sí mismo muchísimo tiempo antes-. Así que te pido, como compensación, que estés seguro de lo que sientes esta vez. Piensa en lo que tú has pasado y sé sincero contigo mismo, por favor. Que esta vez no haya ninguna necesidad de recurrir a ChenChen. Si estás dispuesto a dar este paso conmigo, que sea estando seguro al cien por cien.

Joonmyun lo miraba serio, pero calmado. Comenzó a acariciarle el brazo con cariño, de abajo arriba, hasta llegó a su rostro y cubrió la mejilla de Jongdae con su palma.

-He tenido tiempo de pensarlo este verano, ¿sabes? -dijo, y le pasó el pulgar por el pómulo-. Y he llegado a la conclusión de que querría ver el amanecer contigo, desde Seongsan Ilchulbong o desde una ventana cualquiera, pero contigo, cada día. Quiero escribir sobre ti en mi diario y poder pedirte que cantes para mí, presentarte a mi madre como mi pareja sin que ni siquiera ella sea capaz de empañar mi felicidad en lo más mínimo, ayudarte con los estudios y con lo que te haga falta -susurró, de nuevo muy cerca de él y presionando la frente contra la de Jongdae, que se sentía agradecido de que lo sujetara porque sentía que ahora mismo podría empezar a flotar-. Que sigas sin poder describir con palabras lo que sientes por mí, porque ni yo mismo, cuando mi especialidad son las palabras, soy capaz de encontrar las adecuadas.

-Eso suena más o menos como el cien por cien, sí -musitó Jongdae, y efectivamente, era incapaz de definir con palabras cómo se encontraba en ese momento, al sentir la risa de Joonmyun en los labios.

-Yo diría el doscientos por cien -murmuró, y sus labios, suaves, rosas y entreabiertos, dejaron de ser espejismos que la imaginación de Jongdae había creado en medio del desierto de su inseguridad para ser muy reales sobre los suyos propios.



Si Jongdae hubiera sabido lo que era estar con Joonmyun sin tener que ocultar nada, poder coger su mano y que significara todo lo que él deseaba, poder besarlo casi siempre que quisiera y verlo fuera de sus clases extra, habría dejado sus miedos atrás mucho antes.

Lo mejor de su relación es que ni siquiera había cambiado mucho con respecto a la que tenían antes, porque seguían ayudándose el uno al otro con lo que necesitaban, sólo que ahora era a sabiendas. Pero Joonmyun también hacía chistes más pícaros y de vez en cuando soltaba alguna que otra provocación que hacía que Jongdae le tapara la boca, mortificado, y después le devolvía las provocaciones y Joonmyun se echaba a reír con las mejillas de un rojo brillante.

Joonmyun estaba perfectamente cómodo con que su relación también hubiera pasado a ser más física, y de vez en cuando no recordaba que estaban en un vagón de metro lleno de gente o en una calle comercial abarrotada cuando extendía los dedos para acariciarle la mano, o le ponía una mano sobre la pierna. Durante esa semana, Joonmyun le pidió dos veces ir al mismo noraebang de su cumpleaños, donde se besaron por primera vez. Parecía que le gustaba mucho ir allí porque sabía que podía pedirle a Jongdae que le cantara y que él lo hacía encantado. A Jongdae no le disgustaba para nada el plan, porque en cuanto cerraba la puerta de la sala podía besar a Joonmyun sin reparos, sin nadie que los viera. En alguna ocasión había pagado por no cantar ni una sola canción, pero Joonmyun nunca se quejaba, lo besaba como si les sobrara el tiempo, le sonreía con los labios enrojecidos y le acariciaba los muslos despacio, llevando las manos hasta sus caderas…

-Nunca pensé que diría esto -dijo Baekhyun, mirando cómo Jongdae respondía los anónimos que se habían acumulado durante el verano mientras sorbía batido de fresa por una pajita-, pero no sé si me das asco o envidia.

-Envidia, seguro -respondió Jongdae, tecleando alegremente.

Entró un nuevo mensaje privado, y Jongdae lo abrió, sorprendido, porque desde que empezó con Joonmyun apenas recibía anónimos en el buzón privado.

-¿Un privado? -preguntó Baekhyun, inclinándose hacia adelante, con una sonrisa curiosa-. ¿Será aquel anónimo que creíamos que era Joonmyun del que nunca más se supo? ¿El del alumno que estaba enamorado de él?

Jongdae leyó el mensaje por encima y empezó a negar con la cabeza, aunque se le escapaba una sonrisa.

-No, me temo que no…

«[Privado] Querido ChenChen: ¿Cómo le propongo a mi novio que me acompañe a pasear a mi perrita por el río Han de forma romántica pero sin sonar cursi? Espero tu consejo ^^».

Jongdae resopló y el bufido se convirtió en risa, y Baekhyun miraba la pantalla con un rictus de agonía.

-Definitivamente asco -suspiró-, y yo nunca me enteraré de quién era ese anónimo.

Mientras, Jongdae contestó «Me temo, anónimo, que tu situación es irresoluble. Da igual lo que digas, nunca jamás dejarás de sonar cursi :^)».

Ya era tarde cuando Jongdae terminó con todos sus trabajos de clase y de repasar los temas para los artículos previstos para el primer número del periódico de ese semestre. Bajó junto con Joonmyun en la estación de Apgujeong e iba mirando a su alrededor como si los extraterrestres fueran a abducirlo de un momento a otro conforme avanzaban por el barrio residencial.

-Sabes que nadie va a atracarte ni nada por el estilo, ¿no? -dijo Joonmyun, y lo cogió del brazo para que girara a la derecha, hacia una calle sin salida.

-Un callejón sin salida… -murmuró Jongdae, y le pasó un brazo por los hombros-. ¿Y cómo puedo estar seguro de que no eres de la mafia coreana, y que todo esto es un plan para aprovecharte de este pobre chico de Gyeonggi-do, para que sea… tu esclavo sexual, por ejemplo?

Joonmyun soltó una carcajada y giró el rostro para mirarlo, con una ceja arqueada.

-Exacto… ¿Cómo podrías estar seguro? -dijo, y cuando Jongdae ya había mirado a ambos lados de la calle para asegurarse de que estaba despejado y borrarle esa sonrisa de suficiencia a Joonmyun con un beso, este paró delante de la puerta de hierro de una casa normal para Apgujeong, pero enorme para los estándares de Jongdae-. Es aquí. -Abrió la puerta, miró hacia la izquierda y comprobó que había un coche plateado aparcado en el garaje que había bajo la casa-. Um... mejor espera aquí un momento, ¿vale? Entro a por Byul y nos vamos.

-Okay -asintió Jongdae, y se apoyó contra el muro interior de la casa.

El jardín era diminuto y había un par de pelotas de colores, seguramente para jugar con Byul. Alzó la vista para apreciar la altura de la casa gris, y en la ventana del piso inferior vio a una mujer que lo miraba con el ceño fruncido. Jongdae se quedó perplejo primero, pero supuso que era la madre de Joonmyun y le dirigió una sonrisa como saludo, como haría cualquier amigo. Sin embargo, la mujer apretó los labios y cerró la cortina, sin devolverle el gesto. Jongdae se quedó con la sonrisa helada, sin saber qué hacer. Dos minutos después salió Joonmyun, también con gesto hosco, detrás de Byul, una perrita gris y muy pequeña que tiraba de la correa, loca de ganas de salir.

-¿Te importa si andamos hasta allá? -Aún hacía un calor agobiante, pero ya eran las siete y el sol empezaba a caer, así que Jongdae asintió con la cabeza y Joonmyun lo cogió de la mano y tiró de él de inmediato.

Jongdae giró la cabeza inconscientemente, y la cortina del piso inferior se agitaba, como si alguien acabara de moverla.

Byul corría rapidísimo para tener las patas tan cortas, y Jongdae iba corriendo detrás de ella para intentar recoger el tirador de la correa mientras Joonmyun, después de estar todo el camino algo callado, se reía a carcajadas, sentado en el césped.

-¿Qué demonio ha poseído a ese animal? -jadeó Jongdae, y se dejó caer en el césped junto a él cuando por fin tuvo control de la correa-. ¿Cómo puede ser que corra tanto?

-No has visto nada, antes corría muchísimo más -replicó Joonmyun, y acarició la cabeza del animal cuando se acercó a él para traerle una pelotita como las que Jongdae había visto en el jardín-. Me la llevaba conmigo cuando salía a correr, y yo me cansaba antes que ella -dijo con una sonrisa.

-Os hacéis viejos, la edad se nota… -suspiró Jongdae.

-Eh, aguantábamos bastante -dijo Joonmyun, riendo.

Jongdae hizo una pausa porque le daba un poco de miedo preguntar, no quería meterse en asuntos que no le incumbían, pero había querido basar su relación con Joonmyun en la sinceridad desde un principio, así que decidió hablar.

-¿Era tu madre quien estaba en la casa, hyung? -preguntó-. Cuando te estaba esperando fuera, una mujer me ha mirado desde la ventana.

-¿Um? -murmuró Joonmyun, sin mirarlo y acariciándole la barriga a Byul, que no parecía querer seguir jugando con la pelota-. No, creo que te refieres al fantasma de mi salón…

-¡No bromees con eso, sabes que el único que pasa miedo luego eres tú! -dijo Jongdae, dándole un empujón suave en el brazo.

-Sí, era mi madre -contestó Joonmyun, con una sonrisa pero resignado-. No estaba muy contenta, lo siento.

-¿Por mí? -preguntó Jongdae, y los nervios le habían atenazado el estómago sin que se diera cuenta siquiera.

-¡No, no! -respondió Joonmyun enseguida, poniendo la mano sobre la de Jongdae encima del césped-. Es por mí… En parte es culpa mía, la he malacostumbrado.

-¿A qué te refieres?

-Siempre he sido el dócil de la familia -explicó-. Por ponerte un ejemplo, en mi acto de rebeldía más grande de la historia, me enfadé con mi hermano, ni siquiera recuerdo por qué… y decidí que me iba a ir de casa, a pasar la noche en un jjimjilbang. A medio camino me di cuenta de que había olvidado mi móvil, y pasé por casa de Jongin para que me dejara su teléfono. Llamé a mi madre para pedirle permiso para escaparme de casa.

-Qué triste -dijo Jongdae.

-Mucho -suspiró Joonmyun-. A eso me refiero con que la he malacostumbrado. Mi madre es una mujer buena, en serio, pero cuando se trata de ideas que no comparte o asuntos que no entiende… Puede ser muy tozuda.

-¿Qué es lo que no…? -Jongdae no llegó a terminar la pregunta, porque recordó cómo la mujer lo había mirado con el ceño fruncido y supo perfectamente qué era lo que no entendía. El miedo a ver esa mirada en su propia madre, que había conseguido relegar a lo más profundo de su mente esos últimos días, volvió con todo su vigor.

-No hablemos de eso ahora -cortó Joonmyun, y enseguida dio el tema por zanjado con una sonrisa-. La verdad es que tengo que comentarte un plan para este viernes.

-¿Un plan? -dijo Jongdae, y extendió las manos hacia Byul, que saltó a su regazo de inmediato-. Me encanta este perro -añadió con una sonrisa cariñosa.

-Sí, un plan -respondió Joonmyun, e intentó que Byul volviera con él pero ella no le hizo ni caso-. El viernes por la tarde es la presentación de los alumnos internacionales para este semestre. Tenemos que explicarles cómo funciona la universidad, y después habrá una especie de fiesta de bienvenida para ellos en un pub cerca de aquí, tendremos consumiciones gratis, y todo eso. ¿Querrías venir?

-¿Puedo ir? ¿No es algo exclusivo para los estudiantes y los miembros del Consejo, o algo así?

-Nos dejan llevar un solo invitado por miembro -respondió, y le pasó un brazo por los hombros.

Ya hacía tiempo que el sol se había ocultado, y Jongdae debería empezar a pensar en volver al dormitorio antes de que pasara la hora límite.

-¿Me vas a recoger en limusina? -preguntó Jongdae, sonriendo.

-Te voy a dar cerveza gratis, no te pases -replicó, y apretó el brazo contra su cuello entre risas.

-Si te vas a poner rácano, me lo voy a tener que pensar… -Joonmyun apretó un poco más con el brazo y Jongdae se echó a reír también-. ¡Vale, vale, iré! Puedo aprovechar y escribir algún artículo sobre eso para el periódico del inicio de curso, si no os importa que haga algunas fotos...

-Muy bien -dijo Joonmyun, satisfecho, y cogió a Byul en brazos para ponerse de pie-. Es hora de que nos vayamos. ¿Te llevo al dormitorio? Pronto cerrarán las puertas, ¿no?

-Pero aún hay metros -dijo Jongdae, comprobando la hora en su móvil-. Y si conduces igual que bailas no quiero tener que verlo…

-Ahora no te dejo opción, te llevo -contestó, y bajó a Byul al suelo para cogerlo de la mano y volver a su casa.

Cuando cogieron el coche, el mismo plateado que estaba aparcado fuera de casa de Joonmyun, Jongdae volvió a mirar hacia la ventana, pero esta vez no había nadie mirando.

Joonmyun conducía considerablemente mejor que bailaba, le cogía de la mano en los semáforos y lo despidió con un beso antes de que bajara para entrar a su dormitorio, pero aun así Jongdae no consiguió quitarse de la cabeza en todo el camino la forma en que la mujer lo había mirado.



-¿Por qué tú vas a una fiesta a la que yo no estoy invitado? -refunfuñó Baekhyun, intentando no apartar la vista de la pantalla de su móvil, aunque Jongdae había visto claramente cómo observaba de reojo la ropa que sacaba del armario-. Es incomprensible.

-¿Kyungsoo no te ha dicho nada? -preguntó Jongdae, distraído. Descartó unos pantalones blancos y unos vaqueros claros y sacó unos oscuros que dejó sobre la cama.

-Ese maldito traidor… Estoy seguro de que sabe lo aburrida y triste que sería su vida si no me tuviera a mí y sólo intenta engañarse a sí mismo. ¿Con quién va a ir si no es conmigo? ¿Con Chanyeol, es eso?

-Vale, no te ha dicho nada -comprendió Jongdae, y sacó también una camiseta gris.

-No, no me ha dicho nada -gruñó, giró sobre sí mismo en la cama para darle la espalda a Jongdae y añadió-: Esa camiseta queda fatal con esos pantalones, y ni se te ocurra ponerte las sandalias que tienes al lado de la puerta.

Jongdae soltó una carcajada.

-¿Por qué? -preguntó-. Son cómodas.

-Son horribles. Nadie querrá bailar contigo.

-Ya tengo pareja de baile, y a él le da igual que mis sandalias sean horribles -le recordó Jongdae.

-Bueno, espera a que te vea con ellas puestas…

-A ver, ¿y qué me recomiendas? -dijo tras ponerse los vaqueros oscuros, y abrió la puerta de su armario de par en par para que Baekhyun hiciera su voluntad.

-Ponte la camiseta blanca, esa no, la de la derecha… y Converse, Converse nunca falla -sentenció, y Jongdae se sentó para atarse las cordoneras de las zapatillas en la puerta-. Y así vas casual y perfecto para seducir a Joonmyun.

-¡No salgo para seducir a Joonmyun! -exclamó-. Sólo quiero bailar un rato, tomar unas cervezas y… de acuerdo, quizá seducir un poco a Joonmyun.

-Lo sabía -dijo Baekhyun, satisfecho de que le diera la razón-. Si no, no te habría importado que tus sandalias sean horrendas, te las habrías puesto igual. Pero así estás irresistible, ya verás, hoy Joonmyun te va a coger y te va a…

-¡Me voy! -dijo Jongdae, que no quería oír más, asegurándose de que llevaba el móvil y la cartera-. No te aburras mucho.

-¡Dile a Kyungsoo que lo odiaré siempre por esto! -exclamó como respuesta justo antes de que Jongdae cerrara la puerta.

La música en el pub no sonaba demasiado fuerte, y Jongdae pasó la primera hora haciendo fotos y viendo a Joonmyun intentar desenvolverse en una conversación con dos estudiantes europeos utilizando un inglés penoso hasta que Kyungsoo y Soojung, la chica de pelo largo a la que había visto en alguna ocasión cuando Sehun iba a esperarlo a la cafetería, fueron a socorrerlo.

-Ser del Consejo es muy duro a veces, ¿verdad? -dijo Jongdae, y le pasó a Joonmyun una cerveza que Minho le había dado cuando llegó a su lado. Tenía otra preparada para Kyungsoo, quería charlar con él, preguntarle con quién había venido y hacerle saber que tenía el odio eterno de Baekhyun, pero cuando se giró para mirar al grupo de europeos se dio cuenta de que Soojung estaba sola.

-No lo sabes tú bien -dijo Joonmyun, resoplando, y dio un trago del botellín. Jongdae dejó de mirar alrededor para intentar localizar a Kyungsoo y le sonrió. Joonmyun parecía un poco agobiado.

-Aunque a veces tiene sus cosas buenas, te toca ser tutor de estudiantes de aprendizaje algo lento pero tan atractivos como yo -se pavoneó para hacerlo sonreír, y cuando Joonmyun le dio un codazo recordó algo que Baekhyun había mencionado esa tarde-. ¡Ah! Supongo que tú no sabes nada, pero hace tiempo me llegó un anónimo en privado al buzón de ChenChen de un chico que decía que creía que su alumno estaba enamorado de él, y que tal vez él también sintiera algo parecido. Si dijo que tenía un alumno supongo que sería del Consejo, ¿no? -explicó, y Joonmyun se acercó más a él para oírlo por encima de la música-. ¿Crees que es alguien que conozcas?

Joonmyun se quedó pensativo un momento.

-Nadie que lo haya reconocido al menos -dijo.

-Parece que va en serio que nunca nos enteraremos, entonces -suspiró Jongdae.

Entonces Soojung se acercó a decirles que iban a empezar una ronda de 007, y el pensamiento se desvaneció de su mente tan rápido como había llegado.

Joonmyun jugaba fatal a 007. Aunque tal vez se debiera a que Jongdae, que tampoco era un gran bebedor, se había aprovechado de eso y había hecho de él su objetivo desde el principio. Joonmyun había perdido todo sentido de la coordinación ya que había tenido que beber mucho más que los demás, pero el caso era que también había perdido la poca inhibición que ya tenía con respecto al contacto físico y su mano se posaba sobre la pierna de Jongdae cada vez más a menudo por debajo de la mesa, apoyaba la cabeza en su hombro cuando se echaba a reír y su aliento cálido en el cuello empezaba a ponerle muy difícil a Jongdae respirar con normalidad.

Lo cierto es que él esperaba que, ahora que sí podía besar y abrazar al Joonmyun real, su imaginación empezaría a calmarse un poco. Y en las apenas dos semanas y media que llevaban juntos lo había besado cada día como si fuera el último, pero parecía que con cada beso las manos de ambos eran más atrevidas, que con cada beso el cuerpo de Jongdae quería más y a juzgar por los ojos oscuros con los que lo miraba Joonmyun cuando se separaban un poco, él deseaba lo mismo.

Ninguno de los dos quería ir con prisas, así que los roces hasta el momento no habían ido más allá de simples caricias que nunca pasaban a mayores, pero esa noche la mano de Joonmyun ascendía aún más por su muslo y estaban rodeados de gente, así que Jongdae le agarró los dedos rápidamente antes de que siguieran subiendo por la costura de su pantalón y decidió retirarse del juego.

Se alejaron hasta una esquina del pub, donde había tres mesas separadas por pequeñas paredes de madera, pero las tres estaban ocupadas. Joonmyun se apoyó en la pared junto a una de ellas, y el rincón era oscuro, pero las luces de colores del pub iluminaban sus ojos húmedos y sus labios rosas y antes de que se diera cuenta de lo que hacía, Jongdae ya estaba intentando besarlo.

-Aquí no -tuvo la desfachatez de decirle, cuando minutos antes había estado a punto de meterle la mano en el pantalón delante de todo el mundo, y apartó la cara justo a tiempo para que los labios de Jongdae rozaran su cuello. Nadie los veía, de todas formas, y a Jongdae no le importaba tanto…

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