Aquí las hojas no se vuelven naranjas y ni caen con la brisa del viento, la mayoría en realidad se mantienen verdes y en las copas de los árboles. Las que caen, sin embargo, son de un color amarillo pálido, son delgadas y suenan al pisarlas; el viento, en cambio sí enfría, sólo que el calor no disminuye mucho y menos en los atiborrados vagones del
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