Título: Las alas de un esclavo.
Autor:
yukojudithzzSpoilers: Hasta la 6 temporada, principalmente por los personajes pero no creo que se desvele ningún detalle importante.
Rating:NC-17
Warnings: AU/AR, mención de sexo en grupo
Fandom: SPN (Supernatural)
Pairing: Dean/Castiel (Destiel)
Summary:Dean y Cas siguen tras la pista de Sam con la ayuda de Meg y Ruby.
Disclaimer: No son míos y no gano nada con ellos.
Capítulo 03. Capítulo 04.
Desde el momento en el que Castiel le enseñó la biblioteca Dean supo que esa iba a ser la sala en la que más tiempo pasaría, no estaba seguro de si por voluntad propia. Había más libros de los que un humano podría leer en toda una vida y muchos más de los que él podría leer en diez vidas. No era una rata de biblioteca, apenas había tenido tiempo de abrir un libro durante sus cacerías aunque su hermano siempre insistía en que leer un poco no iba a matarle, pero sabía que a Sammy le hubiese encantado aquella sala y puede que esa fuese la razón de que le gustase tanto, porque cada rincón le recordaba a su hermano. Quizás cuando encontrase a Sam tuviese tiempo de leer más. ¿A quién quería engañar? En cuanto encontrase a Sam ambos escaparían y volverían de nuevo a su tarea de acabar con aquellos seres, como en los viejos tiempos. Casi como en los viejos tiempos, la falta de su padre no era algo que fuese fácil de superar y volver de nuevo a ponerse en marcha iba a hacerles recordar a su padre en cada cosa que hicieran.
De todos modos aquella habitación le gustaba, tenía una calidez de la que el resto de la casa carecía. Las paredes estaban cubiertas por libros hasta el más mínimo rincón y quizás era el papel y los colores tierra de la mayoría de los lomos lo que le producían esa falsa sensación de calor. Dean se sentó tras el escritorio rozando con la punta de los dedos la superficie, incluso aquella madera parecía desprender calor. El sillón parecía haber sobrevivido a muchas batallas, desgastado y raído. Al sentarse en él sintió como el sillón se amoldaba perfectamente a su cuerpo, como si hubiese sido él quien hubiese pasado horas y horas durante años sentado allí. Sobre la mesa, frente a él, había una pila de libros por los que Dean se sentía extrañamente atraído. Cogió el primero de ellos, la cubierta era de cuero de un color marrón tan oscuro que Dean hubiese jurado era negro. Miró la tapa y se dio cuenta de que el título estaba desgastado por el uso y por los años, al abrirlo el olor de aquellas hojas amarillentas le llegó hasta la nariz y respiró profundamente, perdiéndose en aquel aroma que le recordaba a los cuentos que su madre les leía cuando Sammy era apenas un bebé. Cada página, rugosa y áspera, estaba llena de una letra de imprenta menuda y apretada y algunas ilustraciones se entremezclaban aquí y allí. Se perdió fácilmente entre aquellas páginas cuando empezó a recorrer con la vista las líneas de texto. El libro hablaba sobre leyendas, historias antiguas, ritos, en muchos de ellos aparecían seres con los que Dean había tenido el placer o la desgracia de cruzarse. El tiempo pasaba sin que él se diera cuenta, inmerso en la lectura de aquel tomo, levantándose tan sólo un par de veces para ir al baño y coger un vaso de agua. Cuando comenzaba la página cuarenta y dos del tercer libro se dio cuenta de que ya había comenzado a oscurecer, comenzaba a dolerle la cabeza, seguramente por la mezcla fatal de un día de lectura encerrado en la misma habitación y no haber comido en más de cinco horas. Le parecía que la salida de aquella mañana había ocurrido en realidad otro día aunque el recordarlo y casi sentir las manos de aquellos seres tocando su cuerpo hizo que un escalofrío le recorriese la nuca de forma desagradable.
-¿Sigues aquí?- Dean dio un salto en su asiento golpeándose la rodilla contra el escritorio.- Lo siento.- dijo el ángel que había aparecido justo frente al humano, sin ningún tipo de aviso.
-¡No vuelvas a hacer eso!- Dean sentía su corazón golpeando contra su pecho demasiado rápido.- Casi me da un infarto.-
-Lo siento, de verdad. No estoy acostumbrado a convivir con humanos.-
Dean volvió a sentarse de nuevo, Castiel mirándole desde el mismo lugar en el que se había aparecido, sin moverse durante lo que pareció una eternidad. Se dio cuenta de que el ángel ya no llevaba puesta la gabardina y el nudo de su corbata estaba flojo alrededor de su cuello.
-He comprado pizza, ¿has comido algo?- el humano negó con la cabeza.- Vamos a cenar.- el ángel salió de la habitación por la puerta, como lo haría una persona normal y Dean sonrió al verle forcejear con el pomo. El hombre se levantó del sillón y cerró el libro que estaba leyendo antes de seguirle hasta el comedor.
Sobre la pequeña mesa, frente al televisor, había una caja dentro de la cual Dean supuso estaba la pizza. De la percha junto a la entrada colgaba la gabardina del ángel, el cual salía de la cocina con un par de refrescos de cola. Se sentó en el sofá y dejó los refrescos sobre la mesa, quitándose la chaqueta y lanzándola al diván que había detrás.
-¿Quieres ver una película?-
-Pues...- el humano caminó hasta el sofá y se sentó tentativamente.- no lo sé...- Castiel le dio el refresco y abrió la caja de la pizza.- Esto es muy raro... un ángel comiendo pizza, viendo películas, yendo a la oficina...-
-Esta sociedad no ha cambiado tanto, es bastante similar a como era cuando los humanos eran los que regían la tierra. La gente sigue trabajando, comiendo, durmiendo, yendo al cine. Aunque no se hacen tantas películas como antes... supongo que la mayoría de seres no tienen las mismas inquietudes artísticas que los humanos... por lo demás, no somos tan distintos.-
-Menos por el hecho de que esclavizáis a los humanos.- Dean abrió el refresco y le dio un sorbo demasiado rápido añadiendo más intensidad a su dolor de cabeza.
-¿Te sientes como un esclavo Dean?- el ángel abrió la caja y tomó un pedazo de pizza acercando la caja al hombre para que cogiera un trozo.
-Bueno....- el humano rozó su hombro recordando la marca que llevaba en él, después cogió un trozo de pizza y le dio un gran bocado.- Me has tenido en casa encerrado desde el mediodía, me has prohibido salir, usar el teléfono, abrir la puerta y me has hecho leer un montón de libros prehistóricos... sí, creo que me siento algo esclavo.- el ángel le miró con frialdad y a Dean casi se le atraganta el trozo de pizza que tenía en la boca.
-Algunos de mis hermanos tienen esclavos. No son malos amos, por lo general los ángeles suelen tratar bien a sus esclavos, demasiado duros muchas veces, pero nada en comparación con un demonio. Los demonios son los que más disfrutan de tener esclavos, suelen tenerlos sin comer hasta que suplican por comida, les azotan cada noche para enseñarles quien es el que manda, les torturan cuando cometen algún error y se deshacen de ellos cuando se cansan, y cuando digo se deshacen quiero decir que les abren en canal y dejan que se desangren, muriendo lentamente. Puedo entender que estés acostumbrado a la libertad que tenías cuando recorrías el mundo con tu padre y tu hermano pero en la situación en la que estás ahora esta es la mayor libertad que puedo permitirte sin que tu vida corra peligro.- Dean no dijo nada, no quería hablar de lo libre que era antes y de lo "afortunado" que era ahora, aunque Castiel tuviese parte de razón, no se veía con fuerzas de reconocerlo. Se hundió más en el sofá y siguió comiendo sin decir nada más. Cuando iba por su cuarto pedazo se dio cuenta de que el ángel no había comido más pizza y que simplemente le miraba mientras pasaba sus dedos distraídamente por la corbata que colgaba de su cuello.
-¿Te ha parecido interesante la lectura?- preguntó de repente.
-La verdad es que sí. Hay muchas cosas que no sabía sobre algunas criaturas. Pero... ¿porq...?-
-Tienes que poder protegerte cuando yo no esté.-
-Sé protegerme sólo, gracias, lo he hecho durante años.-
-No es lo mismo vagar por los caminos dónde puedes encontrar un par de criaturas de vez en cuando a vivir rodeado de cientos de ellas, muchas de las cuales no sabías ni que existían. Además... Tenías a tu padre y a tu hermano para cubrirte las espaldas...-
-No vuelvas a hablar de ellos, no quiero hablar de ellos.-
-¿Porqué?-
-Me duele la cabeza.- dijo como excusa, y se arrepintió al sentir los dedos del ángel en su pelo, haciendo que el dolor desapareciera y permaneciendo allí más de lo necesario.
-¿Mejor?- preguntó tan inocentemente que a Dean le extrañó que aquel ser tuviese siglos de vida.
-Mejor...- susurró, la mano del ángel bajó hasta su mejilla y le obligó a mirarle a la cara.- Sigo sin querer hablar de ello.- Castiel se acercó al hombre, levantándose levemente del asiento hasta que sus ojos estuvieron mirando al humano por encima, entonces los labios de ángel se posaron en su frente y susurró de forma severa pero extrañamente tierna al mismo tiempo.
-Vete a dormir, mañana tengo muchas cosas que enseñarte.- Castiel recogió los restos de comida y las latas y desapareció por la puerta de la cocina. Dean hizo lo que le había ordenado y fue directo a su cuarto, desnudándose con lentitud y metiéndose después en las suaves sábanas de su cama, pensando en si su hermano tendría la suerte de poder dormir en un colchón.
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Cuando el despertador sonó a las siete de la mañana a Dean le dio la impresión de que sólo hacía algunos minutos que se había metido en la cama. Estaba cansado y recordaba retazos de alguna pesadilla que había tenido durante aquella noche, prefirió levantarse sin más y apagar el despertador. Salió del cuarto esperando no encontrar a nadie allí, pero justo en la mesa del comedor detrás de un ordenador portátil y junto a un montón de papeles se encontraba el secretario de su amo.
-Buenos días.- dijo el humano sin mucha convicción.
-Buenos días, pensaba que hoy dormirías hasta más tarde.-
-Tenemos que practicar.- dijo el ángel apareciendo de pronto junto a Dean quien notó como su corazón casi se le salía del pecho.
-¡Dios! Te dije que no hicieras eso.-
-Lo siento. Chuck y yo tenemos trabajo que hacer así que puedes desayunar y ducharte mientras nosotros acabamos.- Dean asintió y caminó hasta la cocina.- Come bien, hoy vas a necesitar la energía.-
Igual que aquella mañana pasaron las siguientes, Dean se levantaba, se duchaba y desayunaba mientras Chuck y Castiel trabajaban en la mesa del comedor, no sabía en qué y muchas veces no le importaba, después Chuck se marchaba a la oficina y el ángel y su esclavo se dedicaban a entrenar, por las tardes Castiel se iba al trabajo y Dean se quedaba en casa leyendo.
Al principio le había parecido estúpido entrenar con Castiel, llevaba toda la vida matando criaturas y sabía perfectamente como hacerlo, no necesitaba clases para hacer algo para lo que prácticamente había nacido, pero después del primer día se dio cuenta de que aún le faltaban muchas cosas por aprender. Nunca había peleado con un ángel y era bastante diferente a lo que él estaba acostumbrado, era rápido, fuerte y por más que le golpeaba no había forma de dejarlo inconsciente. Se preguntaba si habría alguna forma de acabar con los ángeles, su padre tenía algunas teorías pero ninguna parecía demasiado eficiente. Tampoco se atrevió a probar ninguna de ellas por miedo a que tuviesen éxito. Castiel le había dicho que había pocas formas de acabar con un ángel pero que aún no era el momento de que las supiese. Aquello no terminó de gustarle pero tuvo que resignarse.
Las tardes no eran demasiado divertidas, aunque a Dean le parecía interesante aprender más cosas de los seres que le rodeaban, el estar solo y no poder salir a la calle hacía que el malhumor se quedase con él el resto del día, al menos hasta que el ángel aparecía, llamando a la puerta de la biblioteca y sacándole de allí para cenar. A veces traía comida china, otras pizza y un día trajo comida vegetariana, pero siempre cenaban en el sofá, frente a la televisión apagada, sin hablar demasiado.
Cada día que pasaba Dean estaba más nervioso, no había noticias de Sam y aunque Castiel se empeñaba en decirle que si no había noticias eran buenas noticias, él no podía evitar preocuparse. Algunas noches casi ni dormía pensando en cómo y dónde estaría su hermano, aunque casi siempre, al final, el cansancio era más poderoso que su voluntad.
La tarde de su sexto día allí, cuando Dean estaba de nuevo encerrado en la biblioteca, el teléfono que Castiel le había dado comenzó a sonar sobre la mesa, junto al sándwich que acababa de hacerse. Miró la pantalla y en ella parpadeaba el nombre de su amo, cogió el móvil y descolgó.
-¿Sí?- su voz era dubitativa, como si no supiese si contestar aquel teléfono fuese lo correcto.
-Dean, tengo noticias de tu hermano.- Dean abrió los ojos con sorpresa y se levantó del sillón.
-Sammy...- susurró sin darse cuenta.- ¿Qué sabes? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde...?-
-En media hora estaré de vuelta, hablaremos entonces.-
-No. ¿Dime que sabes?- el hombre comenzó a caminar intranquilo por la habitación.
-Dean.- la voz del ángel sonó autoritaria y el humano se quedó quieto en el sitio.- Ahora no puedo hablar, nos vemos en media hora.- Dean iba a replicar pero la línea quedó muerta. Lanzó el móvil al sillón y volvió a su paseo nervioso, pensando en mil cosas que podría saber Castiel. Ni siquiera se molestó en volver a su tarea de cada tarde, se limitó a ir de una habitación de la casa a otra, sentándose en casi cada mueble y levantándose a los pocos segundos.
Cuando Castiel llegó, apareciendo de golpe en el salón, Dean tenía todos los sentidos alerta y nada más verlo se abalanzó contra él y le agarró de los hombros.
-¿Dónde está mi hermano?- preguntó nervioso.
-Cálmate Dean.- el ángel le agarró del brazo y le llevó hasta el sofá.- Siéntate y hablamos.-
-¿Cómo quieres que me calme? Si sabes algo dilo ya.- Dean fue obligado a sentarse mientras el ángel se sentaba a su lado.
-Me ha llamado Meg, han oído rumores sobre tu hermano, no me ha dicho demasiado, quiere que vaya esta noche al local, es más seguro hablar en persona.-
-¿Y a qué estamos esperando?- dijo el hombre levantándose de nuevo del sillón, el ángel le agarró de nuevo del brazo y le hizo volver a sentarse en su sitio.
-Tú no vienes Dean.-
-¿Qué quieres decir con eso?-
-Pues que tú no vienes. No quiero que pase lo mismo que la otra vez Dean, no puedo arriesgarme.-
-No va a pasar nada. No voy a dejar que se me acerquen.-
-¿Y que vas a hacer para impedirlo? Eres un esclavo, no puedes tocarles, no puedes defenderte.- Dean no supo que decir, la otra vez le había pillado por sorpresa pero si intentaban tocarle de nuevo seguramente acabaría en pelea y sabía que no sería bueno para él, no porqué fuese incapaz de acabar con un par de demonios o incluso con una habitación llena de ellos, si no por las consecuencias que acarrearía su insubordinación como esclavo.
-No puedes dejarme aquí.- dijo seguro.
-Dean no...-
-Tengo que saber que pasa con mi hermano. No puedes llamarme y decirme que no puedes hablar, que tengo que esperar a que llegues a casa y cuando estás aquí no me dices nada, sólo que tienes que ir a hablar con esos demonios en persona y que yo no puedo ir. No puedes dejarme aquí.- dijo desesperado viendo como el ángel se levantaba del sofá y siguiendo sus mismas acciones.
-Sí puedo Dean y de hecho es lo que debo hacer.- Dean le agarró del brazo y le miró fijamente.
-Por favor.- dijo apretando los dientes. Castiel bajó la vista y dejó escapar un suspiro.
-No te separarás de mí ni un sólo momento y si incumples una sola norma...-
-No haré nada irresponsable, lo prometo.-
-Coge una chaqueta, nos vamos ya.- Dean cogió la chaqueta que colgaba del perchero sin despegar la vista del ángel, sin parpadear, por si desaparecía sin él.- Vámonos.- Castiel se acercó al hombre y puso de nuevo sus dedos sobre su frente.
Volvieron a recorrer las calles, esta vez no había tanto ajetreo y caminaron rápidamente hasta estar de nuevo frente al local. El portero del otro día les esperaba en la puerta y les dejó entrar sin que Castiel abriese la boca. El local estaba incluso más lleno que el otro día, Dean podía sentir el calor que desprendían aquellos cuerpos y se centró en el sonido de sus pasos al caminar por la sala. Una de las mujeres de la vez anterior, Dean no sabía cual, se acercó a ellos con premura.
-Ven.- dijo guiándoles de nuevo hasta el despacho.
-No pienso dejar a mi esclavo fuera, ya sabes lo que paso la última vez.- La mujer se paró y giró sobre sus talones.
-Sabes que no…-
-Sé que no puede entrar, pero entonces tendremos que hablar fuera.- dijo el ángel mirándole con severidad. El demonio dejo escapar un suspiro de resignación y caminó hacia un rincón apartado de la muchedumbre.
Dean sintió la mano del ángel tomando la suya, apretándola entre sus dedos algo fríos y suaves, tirando de él y acercándole a su cuerpo para dejar claro que aquel humano le pertenecía y que no tenía intención de dejar que nadie pusiese un dedo sobre él. Una mesa les esperaba, con tres sillas en una de las cuales la otra mujer permanecía sentada, cuando estuvieron frente a ella saludó al ángel y le indicó que se sentara. Castiel se sentó frente a las dos mujeres, con el humano a su lado, aún sosteniendo su mano mientras este permanecía de pie, alejado del grupo de demonios, humanos y otros seres que gemían sin inhibiciones. Dean se concentró en la voz del ángel.
-¿Qué sabéis?- preguntó directamente.
-Últimamente ha habido rumores de que algunos demonios están comprando humanos para entrenarlos como guerreros, no se sabe exactamente para qué, no es para su uso normal de guardaespaldas, hay quienes dicen que se están montando peleas clandestinas y que se hacen apuestas ilegales. No tenemos constancia de ello pero es muy probable que sea cierto, además hemos escuchado a algunos esclavos hablando de ello.-
-¿Y qué tiene que ver su hermano con eso?- preguntó el ángel sin alzar la voz, moviendo un poco la mano del hombre cuando habló de su hermano.
-Están comprando a esclavos con un perfil concreto y según nos contaste, su hermano parece cumplir todas las condiciones necesarias, es grande, fuerte, salvaje...- Dean se tensó y estuvo tentado de lanzar una mirada de odio al par de demonios que hablaban con su amo pero la mano del ángel apretó su agarre y comenzó a hacer movimientos circulares con el pulgar sobre la piel de Dean.
-Nos han informado de que este fin de semana habrá una reunión de ese grupo de demonios, aún no sabemos mucho, podría ser otra venta de esclavos o una fiesta privada, quien sabe.- dijo Ruby dando golpecitos con los dedos sobre la mesa.- Solo...- unos pasos se acercaron raudos a la mesa y junto a Dean se paró una mujer descalza que apenas llevaba ropa.- ¿Sí Diana?- preguntó el demonio.
-Señora, el señor Alastair pregunta si sería posible concertar un servicio con este esclavo.- dijo señalando a Dean. El humano se tensó de nuevo, esta vez por razones diferentes. Comenzó a sentir ira y la cara le ardía al mismo tiempo que la sangre de su cuerpo subía de temperatura- Está dispuesto a pagarles el doble si fuese necesario.-
-Me temo que no será posible.- dijo Castiel totalmente serio.
-Diana, dile a Alastair que este esclavo tiene dueño y que no está en nuestras manos el proporcionarle dichos servicios.- Ruby habló de forma demasiado profesional para ser la madame de un burdel demoniaco.- Además, creo que su amo no está dispuesto a desprenderse de él o prestarlo para fines libidinosos.-
-Sí ama.-
-Diana.- intervino Castiel antes de que la muchacha se girase para marcharse.- Dile a Alastair que si vuelve a poner sus sucios ojos sobre mi esclavo se los arrancaré de cuajo.-
-Sí señor...- respondió la chica tímidamente y volvió de nuevo a sus deberes. En cuanto Dean dejó de escuchar los pasos de la mujer sintió la mano del ángel tirar de la suya acercándole más a él y soltándole cuando estuvo demasiado cerca, entonces le tomó de la cintura y para asombró del humano le hizo sentarse sobre su regazo.
-Alastair y tú sois viejos conocidos, ¿verdad?- preguntó Meg. Dean sabía que la sangre que antes permanecía en su rostro por rabia ahora estaba allí por vergüenza, sentarse sobre el regazo de un ángel mientras hablaban con un par de demonios y un grupo de seres practicaban sexo a unos cuantos metros de allí no era la situación más cómoda para el humano.
-Por desgracia he tenido varios encuentros desafortunados con él. No entiendo como tenéis a ese sádico como cliente.-
-Paga muy bien.- dijo Meg.
-Aunque algunas veces hemos tenido problemas con los esclavos, hace una semana a una chica le rompió los dos brazos y a un chico le dejó inconsciente durante un par de horas.- Dean sabía de lo que eran capaces los demonios pero oírlo siempre le producía escalofríos.
-Eso son caricias viniendo de Alastair.- las manos en la cintura de Dean se aferraron con fuerza a él.- Le he visto hacer cosas mucho peores antes de... Bueno, no importa. Volvamos al tema que nos ha traído aquí.-
-Cierto... La reunión será el domingo por la noche, no sabemos con exactitud la hora pero sí el lugar. ¿Conoces el viejo almacén de juguetes a las afueras?- Castiel asintió.- No es seguro que su hermano vaya a estar allí Castiel pero... de momento es lo máximo que sabemos.- Dean se movió intranquilo sobre las piernas del ángel. Sabía que era muy probable que cuando llegasen allí no hubiese rastro de su hermano, de hecho ¿quien podía decirles que aquello no era una trampa? Castiel pareció sentir su nerviosismo y su mano izquierda se posó en su espalda acariciándola y dándole unas palmaditas para calmarle.- Si queréis puedo acompañaros, será más seguro que un demonio vaya con vosotros y será mejor que llevéis esto.- Dean miró como la chica dejaba algo sobre la mesa, un trapo en el que evidentemente había algo envuelto.- Tú no lo necesitarás pero puede que él necesite defenderse.- Castiel tomó el objeto y lo acercó hasta su regazo.
-Gracias Ruby, puede sernos útil para otra ocasión.- Dean movió su mano hasta la que descansaba sobre su cintura.- No nos acompañará.- Dean apretó la mano del ángel.
-Amo yo...- dijo en un susurro.
-Discutiremos eso en casa Dean.- dijo el ángel de forma autoritaria.-Ahora será mejor que nos vayamos. Ruby, cuando sepas la hora mándame un mensaje.-
-De acuerdo.- La chica se levantó de la silla y Dean hizo lo mismo, aún con la mano de Castiel alrededor de su cintura, el ángel se levantó y caminó junto con su esclavo y el demonio hasta la salida.
-¿No te despides Castiel?- una voz que parecía arañar las sílabas surgió desde detrás de ellos.
-No creía necesario desperdiciar mi tiempo hablando contigo Alastair.- Castiel se paró en el sitio pero no se molestó en girarse, no hizo falta porque el demonio se plantó delante de ellos.
-Me pregunto que hace un ángel tan digno como tú en este antro de depravación.- Los pies con caros zapatos negros caminaban delante del ángel hasta pararse frente al humano.
-No es de tu incumbencia pero de todas formas te diré que vengo en calidad de amigo, tan solo estoy de visita.-
-Que pena... pensaba que quizás venías a hacer negocios... como vender a este esclavo...- la mano del demonio se posó sobre el mentón de Dean y le obligó a alzar la cabeza, Dean se moría de ganas por mirar a aquel ser despreciable pero cerró los ojos al sentir su cara elevarse. La mano del ángel agarró la muñeca del demonio con fuerza.- Sería un buen trabajador aquí.- Y le obligó a despegar su garra de la cara del humano.
-Si vuelves a poner un sólo dedo sobre mi propiedad te arrancaré los brazos.-
-¿Y hacerle daño al traje de carne que llevo puesto? Creo que no lo harías Castiel.-
-Pruébame.- dijo con ferocidad, apretando la palabra contra sus labios y haciendo que saliese como un silbido grave.
-Puede que otro día.- los pasos del demonio se alejaron de allí y el ángel y su esclavo se dirigieron hasta la puerta.
-Has tenido mala suerte.- dijo Ruby mientras les abría la puerta de salida.- Parece que Alastair le ha echado el ojo a tu esclavo.-
-Pues más le vale olvidarse de él. Espero que no descubra quien es si no su interés será mayor y no quiero pensar de qué sería capaz para conseguirlo.- a Dean se le revolvió el estómago, de nuevo la mano de su amo se movió en su cintura de forma tranquilizadora.- Gracias por todo Ruby.-
Dean se alegró de estar de vuelta en la casa del ángel, sentía la necesidad de meterse bajo la ducha y no salir hasta que la piel le ardiese. No sabía si era por el local en sí o por aquel demonio en concreto, aún podía sentir aquellos dedos rozándole el mentón.
-¿Estás bien Dean?- preguntaba el ángel desde su derecha, su mano aún posada en su cintura.
-Sí... creo...-
-Siéntate, te traeré algo.- Dean hizo lo que el ángel le pidió, parecía que cada cosa que hacían se volvía costumbre, y se sentó en el sofá, al cabo de unos segundos Castiel apareció a su lado con un vaso de agua en la mano. Dean cogió el vaso y bebió su contenido de un sólo trago, devolviéndoselo después al ángel quien lo dejó sobre la mesita frente a ellos.
-Quien era ese demonio... Alastair...-
-Sólo eso... un demonio...- Dean se quedó mirando al ángel esperando que dijera algo más.- Antes de toda esta situación... antes de que los demonios vagasen libremente y de que todo esto de la esclavitud de humanos ocurriese... hace siglos de hecho... tuve la desgracia de cruzarme con él, entonces ya era un sádico... le envié de vuelta al infierno... no creo que le importase demasiado, le encantaba, se dedicaba a torturar almas... supongo que incluso me lo agradeció. No sabes de qué es capaz Dean... y no creo que quieras saberlo.-
-¿Crees que se enterará de quien soy?-
-Ya lo sabe.-
-Pero antes has dicho...-
-No quería preocuparte, pero, ¿qué sentido tiene? Es mejor que sepas a qué atenerte.-
-¿Cómo...?-
-Alastair lo sabe todo, es su trabajo. Estar informado de todo lo que ocurre.-
-Si lo sabe todo...- Dean sabía que quizás era mejor no compartir lo que pasaba por su mente con el ángel.- ... quizás sepa donde está Sam.-
-Seguramente.- dijo Castiel mirándole con el ceño ligeramente fruncido.
-Podríamos hacer un trato con él. Pedirle información a cambio de algo.- Dean tragó saliva al terminar de pronunciar la frase.
-¿Has escuchado algo de lo que te he dicho? Alastair es peligroso. Además, creo que es evidente qué pediría a cambio de información.- Castiel le miró de arriba abajo indicando lo que ambos sabían.
-Podría soportarlo.-
-No podrías Dean.- el humano se levantó del sofá llevándose las manos a la cabeza, cansado.
-Es un precio que estoy dispuesto a pagar por recuperar a mi hermano. Ya perdí a mi padre sin poder hacer nada por salvarle, no voy a estar cruzado de brazos dejando morir también a Sammy.-
-No sabes lo que dices Dean. Un sólo instante con ese demonio y querrás que tu vida acabe lo más rápido posible.-
-No me importa morir si consigo que mi hermano viva.- El ángel se levantó al sentir la tirantez en la voz del hombre.
-Tú capacidad de auto sacrificio es admirable Dean, a la par que estúpidamente egoísta. ¿Quieres cuidar de tu hermano? ¿Salvarle la vida? ¿Cómo vas a hacerlo si mueres? Además no es lo peor que Alastair podría hacerte.-
-No importa, si es lo que tengo que hacer lo haré.- Dean caminó un par de pasos alejándose de su amo, se quitó la chaqueta y la lanzó sin cuidado sobre el sofá.
-La decisión no depende de ti, Dean.-
-Claro que depende de mí, es mi vida, yo decido qué hacer con ella.-
-No, estás equivocado, eres mi esclavo, me perteneces y no pienso permitir que hagas eso.- Castiel se acercó al humano y le giró para mirar su cara llena de ira.
-Puede que lleve tu estúpida marca grabada a fuego celestial en el hombro pero no te pertenezco.- dijo chillando.- Sabes... pensaba que eso del esclavo era sólo un paripé de puertas para fuera pero veo que no...-
-A los ojos de la ley me perteneces y no tengo intención de ejercer mis derechos como amo tuyo pero si pones en peligro tu integridad física me temo que estoy obligado a hacerlo Dean. No me dejas más remedio que prohibirte acercarte a Alastair, no quiero ni siquiera que pienses en esa opción, está totalmente desechada. Nos ceñiremos a lo que tenemos hasta ahora. Este domingo iré con Ruby a la reunión e intentaremos buscar información sobre tu hermano.-
-Si de verdad quieres que olvide lo de Alastair no esperarás que me quede sentado en casa mientras tú vas en busca de mi hermano.-
-Es peligroso Dean...- el ángel puso sus manos sobre los hombros de su esclavo intentando convencerle, sabía que no iba a ser fácil.
-No voy a romperme. Llevo toda mi vida cazando criaturas y todavía sigo vivo, creo que podré manejarme, no puedes prohibirme hacer todo porque creas que me voy a romper una uña. Así que tú eliges, u os acompaño el domingo a la reunión o busco a Alastair y hago un trato con él.- las manos del ángel subían y bajaban por sus hombros clavándole los dedos en los tensos músculos.
-Alastair no cumpliría su parte del trato aunque tú cumplieses la tuya...-
-Me arriesgaré.- Castiel dejó escapar un bufido.
-De acuerdo, vendrás con nosotros, pero harás todo lo que yo te diga.- en la cara del humano se dibujó una sonrisa y sus hombros se relajaron bajo las suaves manos del ángel quien había aflojado su agarre.
-Trato hecho.-
-Bien... ve a darte una ducha, yo voy a pedir comida. Hoy no volveremos a hablar de ese tema.-
Dos horas más tarde Dean estaba acurrucado en el sofá viendo una película de acción. Finalmente Castiel le había conseguido convencer para ver una película, al principio le pareció una tontería pero después le pareció bastante interesante, lo único malo era que estaba demasiado cansado y que a escasos quince minutos de terminar la película los ojos le pesaban demasiado.
-¿Porqué no te vas a la cama Dean?- preguntó el ángel sin levantar la voz.
-No... quiero terminar de verla.- la voz de Dean sonaba adormilada.
-Es un dvd, podemos verla otro día.- el humano negó con la cabeza.- Tienes que descansar.- Dean pareció pensárselo.
-Estoy bien, gracias.- dijo acurrucándose más en la esquina. El ángel se levantó y se acercó a Dean, cogiéndole en brazos sin darle tiempo a quejarse. En meros segundos ambos estaban en la habitación de Dean, Castiel le dejó sobre la cama y vio como el hombre hacía pucheros.
-Tengo algo para ti, te será útil.-
-No quiero regalos.- Dean abrió la cama y se metió dentro de ella.
-Me lo dio Ruby en el local.- dijo mientras sacaba el trapo de la nada.- Quizás quieras guardarlo bajo la almohada.- los finos y largos dedos del ángel desenvolvieron con lentitud el objeto hasta que Dean vio brillar gracias a la escasa luz que entraba por su ventana que se trataba de un cuchillo.- Sirve para matar demonios.-
-¿Cómo...?- Castiel le tendió el mango del cuchillo que Dean tomó sin queja alguna.
-Deja de hacer preguntas.- el humano observaba el filo del cuchillo haciéndolo girar sobre sí mismo y pasando su dedo lentamente por él- Ten cuidado Dean, no quiero que tengas ningún accidente.- el ángel se sentó en la cama mientras cogía de nuevo el cuchillo y lo dejaba en la mesilla.- Ahora duerme.- los ojos de Dean no había abandonado la hoja del cuchillo, no al menos hasta sentir de nuevo los dedos del ángel enredándose en su cabello, entonces Dean miró al ángel entre la penumbra de la habitación y por un segundo sintió algo de ternura al ver a aquel ser celestial, quizás su madre tenía razón y los ángeles velaban por él. Cerró los ojos un instante y la manó desapareció junto con su dueño, dejando tras de sí un extraño vacío.
CONTINUARÁ
Capítulo 05.