Esta semana han sido las fiestas de mi pueblo. Y como buen ciudadano, al igual que la mayoría de mis convecinos, he abandonado la localidad, dejándola desierta. Sí, mi pueblo es así de penoso en verano. Sufre una especie de síndrome de adolescencia: demasiado grande para ser un pueblo y demasiado pequeño para ser ciudad. Está allí, entremedio, sin
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