CAPÍTULO17 | Espera
Luhan se abraza con fuerza las rodillas contra su pecho, cuando su cliente se retira con una inclinación del sombrero en el portal. El hombre es al menos lo suficientemente considerado como para cerrar la puerta.
La barbilla del muchacho se posa sobre sus rótulas, y deja escapar un suave siseo entre sus labios; la tensión y la tristeza que tuvo toda la tarde en la garganta, como una pelota, son expulsadas con el aire tibio. Si bien Luhan hace su mejor esfuerzo por permanecer optimista, se permite tener unos pocos momentos de debilidad, como ahora. Su naturaleza verdadera, pesimista, sale a relucir, y por un instante considera el hecho de que Sehun pueda no regresar a su lado. Que jamás podrá él escapar de esa casa. Que jamás volverá a ver a Baekhyun.
Unos dedos delgados juguetean con el dobladillo deshilachado de su seda holgazanamente; el material oscuro se desgastó por haber sido arrastrado por las calles de adoquines. Su fuerza flaquea, y sus dedos dejan caer el material para buscar en su lugar por debajo de la almohada y extraer la nota arrugada de Sehun. A pesar de sus garabatos apresurados y su escritura muy borroneada, el mensaje sigue claro como el cristal, y Luhan se fuerza a hacer a un lado el pesimismo. No le hará ningún bien. Incluso aunque haga bastante tiempo que recibió aquel mensaje de Sehun, aún tiene fe.
Al deslizar sus piernas hacia un lado de la cama y ponerse de pie, su seda negra le resbala por los hombros, y el frente abierto aletea alrededor de su silueta esbelta mientras se abre camino hasta la ventana. Suficiente aflicción. Suficiente tristeza. Suficiente, piensa.
Luhan sabe que Sehun es fuerte, a pesar de lo que el joven piense. Tal vez no físicamente o cuando se trata de mantener las emociones a raya; pero al ser el firme apoyo de Luhan, ya está siendo la persona más fuerte que éste conoce. Al ser capaz de sobrepasar sus años en cuanto a madurez cuando la situación lo requiere. Al forzar a Luhan a enfrentar sus problemas de confianza. El apoyo que le brinda, y el hacer que su mundo esté completo cuando el mayor ni siquiera se había dado cuenta de que necesitaba completarse.
Un pie frente a otro. La seda negra se le desliza por los codos y los antebrazos, y cae abandonada al suelo. La esperanza reemplaza a la tristeza cuando los brazaletes de oro reemplazan la seda azabache. Sus brazos delgados se alzan y quedan por encima de su cabeza para admirar los diseños dorados bajo la mezcla de la luz de las velas y los tonos rojos de las linternas exteriores, y la similitud con sus sueños de las ramas del cerezo alzándose hasta el cielo hace que su corazón se hinche un poco.
El apuesto hombre sale sobresaltado de sus cavilaciones ante el sonido de pies arrastrándose fuera de su puerta, y de pronto se cubre el pecho cruzándose de brazos, como si estuviera avergonzado de sus acciones y lo hubieran atrapado con las manos en la masa. Unos dedos delicados colocan los brazaletes cuidadosamente de regreso en su caja, y extinguen las luces.
Con un suave bollo de dinero en un bolsillo y el tintineo de joyas en el otro, Sehun se prepara para irse de la casa a la que sabe que jamás tendrá que regresar. Antes de salir por la puerta, divisa un periódico en una mesita de café cerca del frente de la casa. Verifica la fecha y el día de la semana.
Miércoles.
Mi cita. Luhan. Está esperando. Esperando, esperando, esperando. Esperando durante meses. Siempre esperando.
Sale torpemente hacia la calle. Puede sentir que no está pensando con claridad. No puede estar seguro si es por el shock, la pérdida de sangre o el trauma, pero los alrededores de su conciencia comienzan a desenfocarse mientras su mente divaga. El muchacho siente que sus párpados le pesan, pero se obliga a avanzar. Tiene que hacerlo. Ha llegado hasta acá, no puede parar ahora.
Durante una fracción de segundo recuerda a sus padres. Deben haberse preocupado por él todo este tiempo, y casi con seguridad lo habrán dado por muerto. Se siente intranquilo al pensar en sus rostros ahora, y cuánto dependían de él para que les suministrara dinero y los proveyera. Pero ¿qué les va a decir? No puede enfrentarlos ahora, no con sangre en sus manos. Ahora está en una situación favorable: ilocalizable. Si se corre la voz de que está con vida, probablemente lo asocien con la desaparición de su mentor, y no puede ponerlos en peligro así, sin importar cuán crueles e indiferentes se hayan comportado durante el año pasado. Sehun debe continuar y forzarse a creer que lo que está haciendo es lo mejor.
A pesar del clima de primavera, hay todavía un poco de viento invernal por el aire. Sehun avanza por el puente, hacia el sector más humilde de la ciudad, e ignora la parálisis que comienza a entumecerle los pies debido a los adoquines fríos. Es mucho más tarde de lo que pensó inicialmente, porque no hay ni un alma en la calle; ni siquiera en el distrito del placer.
Su corazón se desploma cuando se aproxima a la calle casi desierta, salvo por la casa de un color vívido, y ve que las linternas rojas no están encendidas. Luce oscura y nada atractiva, a pesar de su pintura brillante.
Cuando Sehun se detiene para recuperar el aliento y descansar una de sus palmas en el costado de la casa, no sabe qué es peor: llegar allí luego de que cerraran, o la posibilidad de que hubiera llegado mientras Luhan estuviera atendiendo a algún cliente. Un Luhan durmiente al que aún no puede ver, decide, es mejor que uno a la merced de un hombre desagradable. Y mientras se sujeta al costado de la casa, sabe que su amante está justo ahí, detrás de aquella ventana. Está tan cerca y a la vez tan increíblemente lejos.
Sehun sabe que no tiene posibilidad de meterse a la casa ahora, con sus puertas trabadas. Considera arriesgarse y tratar de llamar la atención de Luhan a través de la ventana del segundo piso, pero incluso pronunciar su nombre a un volumen normal hace que su cuello palpite ante el menor esfuerzo.
Retira su mano de la vivienda bermellón, desanimado, y en su lugar se dirige hacia el distrito comercial. No tiene forma de saber si Luhan todavía espera por él en el puente junto al puesto de flores, como le dijo que hiciera hace un largo tiempo, pero el chico cree que, si lo hace, se reunirá con su amante en la puesta de sol.
Pasa por stands cerrados y callejones desiertos, y no logra orientarse en aquel páramo que usualmente está tan animado y rebosante de vida. Pero entonces ve el puente de piedra del que le habló a Luhan, y el peso de todo parece desmoronarse a su alrededor. Sehun agarra la gruesa manta que cubre el puesto de flores. No tiene dentro plantas que proteger, así que supone que el vendedor no la extrañará por unas pocas horas. Con la manta en mano, desciende por los escalones empinados que llevan hasta abajo del puente. Se acomoda en la fría piedra, y el cerezo en flor que puede vislumbrar por el espacio entre la corriente y el puente entra y sale de foco. Durante su ausencia, el invierno ha pasado y la primavera llegó, trayendo consigo los hermosos brotes efímeros que asocia con su amor.
El chico se envuelve ajustado con la manta gruesa. La encuentra reconfortante, y le recuerda al suave y tibio capullo que alguna vez compartió con su amante. Cómo escapaba de la cruel realidad del mundo, aunque fuera sólo por un ratito, y pretendía que todo era perfecto con Luhan en sus brazos.
Sehun se despierta mucho más tarde de lo que esperaba aquel día, y cuando ve el cielo pintado con tintes naranjas, pega un salto, jadeando fuertemente. Su visión se le desenfoca y una capa fina de sudor le cubre la frente, pero con la manta en la mano se va torpemente por los escalones de piedra, y se sujeta a la barandilla para mantener el equilibrio.
El vendedor de flores a unos metros más allá, con ojos como los de un ciervo, está que echa chispas por su manta robada. Algo le atrapa la mirada, y Kyungsoo observa al joven que emerge del banco del río con curiosidad. De pronto recuerda la descripción de Luhan: un chico que luce poco entusiasmado en general, con cabello sedoso y oscuro. Ve que aquel muchacho encaja con la descripción, y cuando dicho muchacho se mueve para pararse junto al puente en donde Luhan pasó incontables tardes esperando, y observa el árbol de cerezo con la misma añoranza, sabe que es a quien Luhan ama.
Mientras se aproxima hacia el joven en el puente, Kyungsoo divisa la pesada manta apiñada a los pies del otro; la manta que creía robada.
-¿Sehun? -llama en voz baja, y como era de esperarse, el muchacho se gira hacia él con ojos grandes, asustados. Luce tan atemorizado y nervioso, como si pudiera salir pitando en cualquier momento.
Sehun se sujeta al barandal de piedra del puente y aferra el collar de su camisa, ajustado alrededor de su cuello.
-¿Q-quién eres?
El hombre con ojos de ciervo levanta sus manos un poco, para indicarle que no tiene malas intenciones.
-Soy un amigo de Luhan.
-¡Luhan! -dice Sehun con emoción, avanzando torpemente hacia Kyungsoo con las piernas temblorosas-. Estoy esperándolo ahora. ¿Sabes si vendrá pronto?
-Me temo que se ha ido. Estuvo… -No tiene el corazón para decirle que Luhan estuvo en ese puente hace no muchas horas. El destino es cruel de muchas maneras, piensa. -Pero creo…
Los ojos del hombre bajo se ensanchan considerablemente al posarse sobre el vendaje ensangrentado alrededor del cuello de Sehun; éste soltó el cuello de su camisa, que usaba para ocultarlo, por su ansiedad por preguntarle sobre su amante.
-Estás herido -dice Kyungsoo mientras se aproxima al otro para ayudarlo a estabilizarse. Al estar tan cerca, puede notar que los ojos de Sehun están algo desenfocados, y que su rostro está sonrojado y transpirado-. Déjame ayudarte.
Sehun lucha contra el gentil agarre del otro, gritando suavemente acerca de que tiene que ir ahora a ver a Luhan. Kyungsoo insiste en que necesita que lo cuiden, porque cuando presiona su palma contra la frente del chico, ésta está ardiendo.
-Le haré saber a Luhan de tu llegada, pero necesitas dejarme atenderte primero.
Kyungsoo llevó al chico a su propia casa y le trató las heridas. Sehun hizo una mueca de dolor cuando le quitó el algodón empapado y vio que la piel comenzó ya a cicatrizarse sobre algunas partes, aunque la cicatrización parecía ser limpia. Se la trató con meticulosidad y tanto cuidado como pudo, aplicándole en la herida varias hierbas trituradas. Escogió no volvérsela a vendar, sino mejor dejar que la piel al rojo vivo respire. A continuación, le desabotonó a Sehun la camisa para revisar si tenía alguna otra herida y se puso a trabajar sobre sus brazos, arrancándole varias astillas.
Dejó al muchacho con un paño tibio en la frente para que transpirara toda la fiebre, susurrándole antes promesas de que regresará sólo después de haber hablado con Luhan y hecho arreglos con él para que fuera al día siguiente.
Es muy tarde una vez que Kyungsoo encuentra finalmente su camino hacia la casa brillante. Se maravilla por la hermosa arquitectura y pintura y, por supuesto, sus residentes, que están apostados afuera para atraer clientes. Un hombre corpulento en la puerta recibe su dinero, y tan pronto como está adentro, el mundo se vuelve totalmente diferente. El lugar rebosa de imágenes exóticas y sensuales, que a la vez lo hacen sentir completamente incómodo.
Kyungsoo se abre camino por la estrecha escalera y evita las puertas cerradas por donde escapan desde abajo ruidos eróticos que le hacen arder el rostro.
Un hombre con una mata de cabello oscuro y ojos negros y brillantes lo sobresalta.
-¿A quién buscas? -pregunta desde su puerta, y se ríe ante la expresión petrificada de Kyungsoo. Éste consigue pronunciar el nombre de Luhan, a lo cual el otro responde con una burla-. No creo que quieras algo que tantos otros ya han tenido esta noche, ¿no? ¿Algo tan sobreutilizado y desgastado? Yo, por otra parte, te haría pasar un momento maravilloso. Hará que tu dinero ganado con esfuerzo valga bien la pena.
-N-no gracias -tartamudea Kyungsoo, y se pega a la pared opuesta-. Si puedes, sólo dirígeme hacia la habitación de Luhan. Te estaría muy agradecido.
El hombre desvía su mirada hacia el suelo, y todo rastro del resplandor travieso desaparece de ella.
-Es justo allí -dice, y señala hacia varias puertas más allá por el lado opuesto del pasillo. Kyungsoo le hace una venia como agradecimiento y observa al hombre volver a su habitación con una expresión apenada.
El vendedor de flores con ojos de ciervo se escabulle por el pasillo y toca a la puerta de Luhan, y un instante más tarde, dicho hombre la abre. Luce triste y agotado; su cabello claro está revuelto y la parte superior de su traje de seda se halla abierta sensualmente, exponiendo su pecho sonrojado y sus tetillas rosas. La expresión de Luhan cambia de estar exhausto a impactado en una fracción de segundo.
-¡Kyungsoo! ¿Por qué estás aquí? -La emoción comienza a acumularse en su pecho, pero intenta no ilusionarse muy pronto. Los escenarios desagradables ni siquiera le cruzan la mente.
Kyungsoo simplemente sonríe y asiente, como confirmando lo que Luhan quiere creer con tanta fuerza.
-Es Sehun. -El frágil hombre vestido de seda abraza con fuerza al vendedor y ni siquiera trata de enmascarar el sollozo que se le escapa. -Estuvo preguntando por ti -agrega el más bajo, y eso sólo acrecienta el caudal de emociones que Luhan siente ahora. Trata de preguntarle cómo, cómo rayos, tras todo ese tiempo, consiguió Sehun hallar su camino de regreso, pero la pregunta se le aloja en la garganta y se niega a salir de sus labios.
Siempre realista, Kyungsoo le recuerda que tienen cosas que arreglar. Ambos hombres discuten sobre planes de escape y llegan a la conclusión de que Kyungsoo le entregará sus posesiones a Minseok para que las lleve hasta la granja. Aquello al menos le servirá a Luhan como fuente de dinero durante una porción de su nueva vida, y tal vez hasta le dé comodidades. Antes de irse, el hombre bajito agarra a Luhan de las manos con fuerza, con sus bellos ojos de ciervo brillando con emoción. Le posa en una palma un trozo de papel con las direcciones hacia la granja. Kyungsoo se marcha con una cantidad de las finas sedas de Luhan metidas bajo su abrigo abultado, y un bolsillo lleno de joyería regalada.
Luego de que se va, Luhan se desmorona completamente. Sabe que tiene que ser fuerte en los días que se vienen, ya que Sehun todavía está débil, y tienen que abrirse camino de alguna forma lejos de la ciudad. Pero por ahora, decide que puede ser débil, y deja que el remolino de emociones lo consuma por completo y barra con él. Las lágrimas parecen no terminar, pero son muy diferentes de las que derramó durante los últimos meses, esperando por Sehun. Son los pensamientos negativos de Sehun jamás volviendo lo que abandona su cuerpo, y cuando piensa que ya no parece poder llorar más, se siente tan liberado y limpio. Puro incluso. Como si estuviera listo para comenzar de nuevo.
Luhan ni siquiera parpadea cuando un hombre viejo, con calvicie, llega para una cita, y usa su cuerpo para enredarlo en placeres pecaminosos. Luhan está en otra parte, mucho más allá de sus párpados, imaginando la reunión por la que ha rezado durante tanto tiempo, y que ahora por fin va a presenciar. La repite de cien formas distintas en su cabeza, pero sabe que nada de lo que pueda soñar se comparará con el momento real. La sensación de los brazos de Sehun a su alrededor, y los labios de Sehun sobre los suyos. El último de sus clientes se marcha, y todo en lo que puede pensar es en escuchar los susurros de te amo de Sehun en su oído una vez más.
Luhan no pega un ojo aquella noche. Ni siquiera se aproxima a los bordes de la ensoñación. Está bien despierto y esperando.
-Las compras -dice Luhan, haciendo una reverencia pronunciada al otro lado del escritorio de la Madama.
-Las cuales hiciste ayer -responde la veterana mujer con una mirada de sospecha-. ¿Qué más necesitas?
-Me olvidé algunas cosas -contesta el joven sin vacilar, y su voz no flaquea. Siempre ha tenido talento para el arte del engaño, perfeccionado sin duda a través de sus años de practicar con los clientes cada noche-. Lo siento muchísimo, no volverá a ocurrir.
Ella le hace un gesto con la mano para quitarle importancia.
-Si sientes que debes. Apresúrate, tenemos cosas que discutir.
Luhan asiente y vuelve a hacer una venía profunda, por si acaso, antes de voltearse e irse por el angosto pasillo.
A veces, desearía que el mundo sólo consistiera de buenos y malos definitivos. Mientras se abre camino por la casa a la que ha estado atado por tantos años, piensa en cada persona que reside en aquel agujero infernal junto a él y que quedará para lidiar con las consecuencias y tomar su clientela. Luhan los cuenta por sus nombres a medida que va pasando junto a sus puertas cerradas. Hay tantos que quisiera llevar con él, tantos que se merecen algo mucho mejor, pero decide que, por al menos una vez más, tiene que ser egoísta para poder asegurar su huída y la reunión con Sehun. Arriesgarse a llevar a otro con él podría poner su plan entero en peligro, y quizás sabotear sus oportunidades de volver a salir alguna vez.
Puede escuchar a la Madama hablándole en voz baja a su asistente, pero él mantiene el ritmo y no mira hacia atrás.
Ataviado con una de sus sedas de mayor calidad -un traje magenta oscuro adornado con flores de cerezo lilas, que usó tras su primer encuentro con Sehun-, una pequeña bolsita con todos sus ahorros atada alrededor de su cuello y sus preciosos brazaletes dorados de cerezos ajustados alrededor de sus antebrazos, atraviesa las pesadas puertas e inspira hondo. Llegó el momento.
La mente de Luhan está sorprendentemente vacía mientras se abre paso hasta el mercado. Está libre de cualquier preocupación. De toda expectativa. Y más importante, de toda la infelicidad. Las miradas de curiosidad y de reojo se le escapan por completo, porque sabe, mientras dobla por una esquina en el puesto que siempre está rebosante de pescado fresco, que el puente aparecerá ante su vista y que el amor de su vida va a estar allí esperándolo.
Luhan se abre paso por entre una multitud de gente y se detiene en medio del camino. Se siente helado en el lugar, habiendo sido puesto en ese estado por el hombre que creyó que jamás volvería a ver. La expresión de indiferencia se le convierte en una de felicidad, tal como la que solía presenciar cada tarde de miércoles. A Luhan se le cierra la garganta cuando sus miradas se encuentran a través del mercado, y antes de saberlo, ya está corriendo, y su seda colorida flamea a su alrededor.
El ver a Luhan corriendo hacia él hace que Sehun se asfixie un poco, y las lágrimas se le juntan en los ojos antes incluso de que su amante llegue al puente. Caen en cuanto Luhan se lanza hacia sus brazos abiertos, y todo lo que ha tenido que soportar ha valido totalmente la pena por aquella sensación.
-Te dije que regresaría -dice Sehun con voz cansada, ronca, y una amplia sonrisa-. Y me esperaste. Me alegra tanto que esperaras.
Ambos se abrazan fuertemente, entrelazando sus dedos y presionándolos contra la piel del otro para comunicarle cuán asombroso se siente volver a tenerse mutuamente. Juntan sus frentes, y los labios de Luhan flotan sobre los de Sehun, y las mejillas del más joven se sonrojan ante la sensación de sus cálidos alientos mezclándose.
-Estás… aquí -susurra Luhan con incredulidad, como aceptándolo por completo. Sehun se siente perderse en sus ojos destellantes. Unos dedos le recorren el pecho y después el rostro, y sus palmas luego le cubre con amor las mejillas. -Realmente estás aquí.
-Y no me iré a ninguna parte -dice Sehun, y habla en serio.
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