El deseo de destrucción es más fuerte que el deseo del amor. A veces se apodera de mí una fuerza inquieta que casi me obliga a destrozarlo todo. Por curiosidad, por ver qué pasa después. Todo el orden, toda la seguridad, a la mierda. Por la sensación que aporta el poder derrumbar algo bello, por poder decir: "Esto lo estropeé yo", hace que merezca
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