Título: El apartamento de la calle Marshall
Autora: Anónimo
Reto: # - 11 Película "Como si fuera cierto"
Reto proporcionado por:
ha_ru_ka_naNúmero de palabras: ~62,000 en 11 capítulos
Rating: NC-17
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loredi Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6 Capítulo 7
Cuando Harry regresó a la sala después de que Luna se hubiese marchado, se encontró con un Ron completamente indignado y dispuesto a todo por saber la verdad. Harry supo que no había modo de continuar postergando ésa, “la conversación donde te cuento que estoy viendo al espíritu de mi antiguo rival y, todavía peor, ¿sabes? porque creo que me estoy enamorando de él. Sí, mátame, por favor”, que a esas alturas del partido se volvía completamente necesaria. Afortunadamente el espíritu de Malfoy no estaba a la vista, lo cual le facilitaría a Harry -por mucho- aquella confesión.
Ron estaba parado junto a la cama de Malfoy, la postura muy rígida y los brazos cruzados.
-¿Y bien? -fue lo único que preguntó.
Harry era consciente de que no tenía caso continuar fingiendo que no comprendía a qué se refería. Pero aun así, a pesar de todo, aun tratándose de su mejor amigo, no era sencillo contarle lo que había estado sucediendo los últimos días. Pasó saliva mientras pensaba frenéticamente cómo comenzar.
-El apartamento donde estoy viviendo es de Malfoy -soltó Harry y se quedó callado. Creyó que eso estaba bien como introducción. Después de todo, no quería que Ron sufriera un soponcio o algo peor.
Tal como lo había supuesto, Ron se sorprendió mucho sólo con eso.
-¿De Malfoy? -repitió-. Ahora entiendo por qué los posavasos de Slytherin. ¿Y tú lo sabías?
Harry negó con la cabeza.
-No. Lo supe hasta después, cuando se lo pregunté directamente a Ernie. Entonces me dediqué a indagar un poco por aquí y por allá y fue cuando descubrí que Malfoy estaba desaparecido -explicó, omitiendo brillantemente el detalle de que todo lo anterior había sido a causa del espíritu de Malfoy.
Ron lo miraba con incredulidad.
-Harry, mira… Yo siempre pensé que esa obsesión tuya con Malfoy era… rara, por decir lo menos. Y a pesar de eso pude comprender lo que sucedió en el colegio. Pero, ¿por qué también ahora? ¿Sabes que no es costumbre que un inquilino se ponga a investigar la vida de sus arrendadores nada más porque sí, verdad?
Harry enrojeció. Todo el mundo parecía darse cuenta de que lo que él sentía por Malfoy no era normal. ¿Tan transparente era? ¿Malfoy también se daba cuenta? Se horrorizó sólo de pensarlo.
-¡Ya me conoces como soy! -respondió totalmente a la defensiva-. Curioso por… eh, naturaleza -continuó con un poco menos de vehemencia. Ron seguía viéndolo con suspicacia y Harry tartamudeó-: A-además, ¿no-no te parece que fue bueno que quisiera averiguar un poco? ¡Gracias a eso regresé a mi trabajo y le hemos salvado la vida a Malfoy! Yo creo que… que ha valido la pena.
Ron entrecerró los ojos y meditó un poco antes de continuar.
-Sí, pero nada de eso explica cómo fue posible que tú te enteraras “de casualidad” -dijo, enfatizando las comillas con los dedos- que había sido Zabini quien secuestró a Malfoy. ¿Cómo puede ser? ¡Además, Zabini mencionó que tú afirmabas ver al fantasma de Malfoy! ¿Cuándo lo viste y le contaste de eso? ¿Y por qué Luna viene y dice estupideces acerca de “otro” Malfoy que siente agradecimiento y la mierda por ti? Harry, realmente, ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? -finalizó casi a gritos.
Harry abrió la boca, acorralado y consciente de que no tenía más remedio que decirle lo que en verdad sucedía. ¿Ron le creería? Harry lo dudaba mucho pero no veía alternativa.
-Bueno, lo que realmente está pasando aquí es que…
Se interrumpió porque en ese preciso instante acababa de entrar una bruja joven a la sala.
-¿Auror Potter? Recibí su lechuza y vine enseguida -explicó ella, mirándolo a él y a Ron durante un momento antes de descubrir a Malfoy en la cama y clavar sus ojos azules en él-. ¡Era verdad! ¡Lo han encontrado! -jadeó al tiempo que levantaba un brazo para apoyarse en la pared como si de pronto no pudiera sostenerse de pie.
Harry se había quedado tan inmóvil e impactado como si hubiera sido golpeado por un rayo. Aquella bruja hermosa y elegante no podía ser otra más que Astoria Malfoy.
La esposa de Draco.
Nunca un pensamiento le había dolido tanto. Astoria no sólo era la pareja de Malfoy ante la Ley, sino que además era tan bella que había dejado a Ron y a Harry mudos de la impresión. Rubia, alta y de figura muy estilizada, lucía un vestido de color gris metálico y un sombrero negro con el porte de una reina; y Harry no pudo evitar el amargo presentimiento de que una mujer así de bonita se vería bien aunque fuera vestida con una funda de almohada mugrosa al más puro estilo dobbyesco.
Sin decirles más, Astoria pasó junto a Harry y Ron, arrojándole a éste último un bolso y una chaqueta como quien está acostumbrada a ser atendida por sirvientes. Ron arrugó el gesto con desconcierto mientras observaba las prendas que Astoria le había dado y luego miraba hacia Harry. Sin embargo, éste sólo tenía ojos para la mujer.
Astoria había llegado hasta la cama de Malfoy y se había sentado a su lado. Harry se estremeció de un modo nada agradable cuando ella tomó el ceniciento rostro de Malfoy con las manos, le acarició las mejillas y comenzó a sollozar quedamente.
Contemplar esa amorosa escena de rencuentro entre un marido desaparecido y su fiel mujer, le produjo a Harry un dolor que sólo podía equiparar al que sufriría si alguien le sacaba el corazón y se lo estrujaba con saña, exprimiéndoselo hasta que dejara de sangrar. Hasta que no quedara gota de vida en él. Comenzó a respirar con agitación, todos sus sentidos pidiéndole a gritos que saliera huyendo de esa situación que le estaba haciendo tanto mal.
-¿Se pondrá bien? -preguntó Astoria con anhelo y Harry descubrió que no podía hablar con ella. Demonios, ni siquiera podía verla a la cara. Tenía que salir de ahí, tendría que dejarle a Ron la misión de enterarla, porque él… porque él no podía. No lo soportaba.
-El auror Weasley la pondrá al tanto, señora Malfoy -dijo con voz hueca y sin mirar directamente hacia ella-. Yo tengo un compromiso que atender. - Ron se giró a verlo con gesto interrogativo y Harry le dijo en voz baja-: Interrógala y pásame el informe mañana, por favor. Veamos si ella sabe algo acerca de las motivaciones que pudo haber tenido Zabini o del hechizo que se pudo haber usado para dejar a Malfoy en este estado.
Y con eso, Harry salió de la sala a toda velocidad antes de que nadie pudiera preguntarle nada. Apenas había dado un par de enérgicos pasos por el corredor cuando Malfoy se apareció enfrente y lo obligó a detenerse.
-¿Adónde vas? -le preguntó de mala manera.
Y esa fue la gota que derramó el vaso. Harry deseó que ese Malfoy que tenía ante él hubiera sido el corpóreo, porque tenía la extrema y urgente necesidad de darle un par de buenos golpes, de zarandearlo, de hacerle algo, lo que fuera. Molerlo a puñetazos hasta saciar la rabia que lo estaba carcomiendo. Azotarlo contra la pared hasta subsanar un poco el dolor que le causaba saberlo casado, tan lejano, tan imposible. Tan no suyo cuando ya se había acostumbrado a tenerlo a su lado.
-¿Qué demonios te importa? -le espetó reanudando la marcha, rodeándolo para llegar lo más pronto posible al ascensor y poder salir de ese lugar-. Ya tienes lo que querías, ¿no? Ahí atrás está tu cuerpo y tu linda esposa que ha llegado para cuidarte. Yo he cumplido con mi parte y creo que mi trabajo aquí ha terminado.
Malfoy se quedó boquiabierto.
-¿Potter, pero qué…?
-Y te suplico, por lo que más quieras, que dejes de seguirme -continuó Harry con voz quebrada-. Quédate aquí. Con tu cuerpo. Y con ella, que se ve que te adora. Seguramente pronto te sanarán y volverás a tu vida normal -finalizó con pesar y sin poder ver a Malfoy a los ojos. No quería que leyera en ellos lo mucho que lo lastimaba tener que despedirse así de él.
Malfoy no intentó detenerlo ni decirle nada. Sólo lo observó mientras Harry daba vuelta por el corredor y se largaba sin mirar atrás.
~
Llegó al apartamento y lo primero que hizo fue cerrar la red flu. Intuía que Ron no demoraría en querer alcanzarlo, y Harry no estaba de humor para verlo y mucho menos para explicarle nada. Después de todo y a lo que él concernía, ese asunto con Malfoy ya había finalizado. No podía ni quería ayudarlo más.
Se quedó un rato de pie en medio de la sala, observando el apartamento en penumbras y percibiendo la soledad aplastante que ahora predominaba en el lugar. Lentamente caminó hacia una de las mesitas altas junto al muro y dejó ahí los tres objetos que traía guardados en los bolsillos de su ropa: la foto de Malfoy que había “hecho” para preguntar por él en el bar, su varita de espino -que ahora que lo pensaba, tendría que habérsela entregado a Astoria-, y la cajita con los posavasos de Slytherin.
A pesar de la oscuridad -no se sentía con ánimos de encender la luz-, Harry podía ver a la perfección los rasgos del rubio en la fotografía que había impreso (gracias a un habilidoso encantamiento que le habían enseñado en la Academia) basándose en la imagen mental que tenía de él. Era un recurso muy útil para “fabricar” fotos muggles del que los aurores siempre echaban mano. Malfoy, inmóvil y dolorosamente guapo, parecía mirar a Harry con ojos helados y una mueca de desprecio.
Y esa era, ni más ni menos, la imagen y el recuerdo que Harry guardaría para siempre de él porque nunca podría obtener más.
Abatido, le dio la espalda a la mesita mientras se quitaba la chaqueta. No pudo evitar mirar a su alrededor esperando que Malfoy se apareciera en cualquier momento a gritarle que era un cerdo descuidado por haber arrojado la prenda encima de un sillón en vez de colgarla en el armario, pero eso no sucedió.
Le parecía increíble que apenas esa mañana Malfoy todavía había estado ahí con él, molestándolo en la ducha e importunándolo para que no saliera a la calle sin comer. Había sido un día bastante largo y en el cual habían sucedido demasiadas cosas. Habían encontrado el cuerpo de Malfoy y por fin su espíritu había salido del apartamento y de la vida de Harry. Y éste había recuperado su trabajo. Esto último lo alegraba aunque sabía que al principio sería un tanto difícil, con su fama de estrella porno y todo, pero lo otro, lo relacionado con Malfoy…
Harry no estaba muy seguro de querer las cosas así ahora que ya las estaba viviendo. Suspiró y se encaminó a su cuarto, pensando en qué maldita razón había tenido aquel que les había advertido a los ingenuos como él que tuvieran cuidado con los deseos que pedían. ¿O era el que había dicho que nadie sabía lo que tenía hasta que lo perdía?
Como fuera. Harry bufó y se tiró en la cama sin desvestirse; no tenía ánimo ni para eso. Luchó por dormirse, pero no pudo. Su mente no dejaba de darle vueltas al mismo asunto: Malfoy. Draco Malfoy, cuyo espíritu y cuerpo Harry había abandonado en el hospital.
Imaginar a Astoria abrazando y tocando el cuerpo de Malfoy le producía unas náuseas tales que más de una vez estuvo a punto de levantarse para ir al baño. No que tuviera ningún maldito derecho, pero así era como se sentía y no podía evitarlo. Los minutos trascurrían lentamente y Harry no cesaba de torturarse con el recuerdo de aquella dama hermosísima entrando a la sala y corriendo al lado de Malfoy; ni tampoco podía dejar de pensar en la mirada dolida y enojada de éste cuando Harry le había pedido que no lo siguiera y se quedara ahí. ¿Le haría caso? Y si era así, ¿eso significaba que Harry no lo volvería a ver?
Harto de estar ahí sólo dando vueltas y con un hambre atroz -pues no había comido nada desde el desayuno-, optó por levantarse y salir a buscar algo de cenar. Se fue a la sala por su chaqueta y, echando un último vistazo a las cosas de Malfoy sobre la mesita, se dirigió a la puerta. Esperaba que el pub donde vendían aquellos emparedados tan deliciosos de pollo y tocino todavía estuviese abierto.
No era tan tarde, así que corrió con suerte. Llegó al pub y se compró el emparedado más grande y con más ingredientes que tenían en el menú. Estuvo tentado a quedarse ahí a beberse unas cervezas antes de regresar a casa, pero se contuvo. Al otro día tenía que levantarse temprano para cumplir con su parte del trato que había hecho con Robards; los tiempos de emborracharse hasta quedarse dormido, aunque le pesara, tenían que quedar en el olvido.
No obstante, le pareció que podía comprarse al menos un par de cervezas en la licorería para acompañar su cena con ellas.
Así que eso hizo, y ya con su aromático emparedado de pollo y un par de Guinness, se dirigió a paso cansado hacia su apartamento. Acaba de dar vuelta en la última esquina, cuando casi se golpea de cara con otro hombre que venía en dirección contraria.
-¡Harry! -exclamó el tipo con quien había chocado. Harry se sobresaltó al ver que era Kerry, quien, en esa ocasión, iba vestido con unos jeans que lo hacían lucir mucho más joven y guapo que la noche anterior cuando lo había conocido-. ¡Ho-hola!
-Hola -saludó Harry, sosteniendo como podía sus compras-. ¿Qué haces aquí?
Apenas había formulado la pregunta cuando se percató de lo estúpida que era. Después de todo, Kerry le había dicho que vivía por el barrio. Era, hasta cierto punto, normal encontrárselo así en plena calle.
-¿La verdad? -dijo Kerry y se rió nervioso-. Estaba en casa sin poder dormir, recordándote y preguntándome si estarías bien. Se me ocurrió pasar por esta calle a ver si acaso tenía suerte de encontrarte.
Harry abrió mucho los ojos. Eso sí que no se lo esperaba, y menos después del espectáculo que había dado cuando Malfoy se había posesionado de él y lo había hecho actuar peor que un borracho en el pub. Kerry tenía todo el derecho a pensar lo peor y, en cambio, ahí estaba, buscándolo porque se había quedado preocupado. Ese chico era una joya, todo consideración y dulzura. Además, no era feo y parecía ser de los pocos hombres gay que no habían visto su video. Harry sabía que sería el estúpido más grande de la Tierra si dejaba escapar un partido como aquel.
Le sonrió ampliamente mientras le enseñaba las bolsas de papel que traía en las manos.
-Compré un emparedado enorme y dos cervezas que puedo compartir. ¿Te gustaría cenar conmigo?
La sonrisa de respuesta de Kerry tenía la luminosidad de diez soles y Harry pensó, mientras caminaba junto a él y lo conducía a su apartamento, que tal vez ese día no tendría el final tan terrible y solitario que había estado temiendo.
~
Partieron el emparedado a la mitad y colocaron cada pedazo en un plato; abrieron las botellas de cerveza; encendieron la TV y, mientras navegaban por los diferentes canales y elegían qué ver, descubrieron que tenían gustos parecidos en cuanto a shows de televisión y a los actores que les resultaban más atractivos.
Harry, evitando a propósito usar los posavasos de Slytherin que se había robado del apartamento de Zabini, utilizó un par de servilletas para colocar encima las botellas frías y no maltratar la madera. Lo curioso era que de todas formas en lo único en lo que pensaba cada vez que posaba su botella sobre la mesa, era en Malfoy. Y entre más intentaba no recordar cada segundo vivido con su espíritu en esa sala, más se distraía con esas memorias. Y eso que se rehusó, durante todo el rato en que estuvo comiendo y departiendo con Kerry, a dirigir su mirada hacia la mesita donde estaban las cosas de Malfoy.
Las cosas de Malfoy. Era absurdo juzgarlo así cuando en realidad todo lo que había en el apartamento eran cosas de Malfoy. Objetos y muebles que prácticamente le gritaban a Harry que de ese día en adelante sería lo único que tendría del cretino ahora que éste había salido de su vida para no regresar.
¿Por qué era tan difícil dejar de pensar en él?
“Este es mi presente. Esta es mi vida. No más Malfoy en ella, no más…”, se repetía Harry, luchando para no imaginar a Astoria acompañada del espíritu de Malfoy mientras los dos velaban por la salud de su cuerpo; intentando convencerse de que tenía que aprovechar esa oportunidad con Kerry para dejar de sentirse tan solo y miserable, porque Malfoy retomaría su antigua vida, sin lugar a dudas, una vida donde Harry no tenía lugar, y eso…
De pronto, Kerry le quitó el plato vacío de las manos y, con parsimonia, lo colocó en la mesita de caoba. Se había quedado muy serio y en sus ojos color miel brillaba algo que Harry reconoció como la chispa del deseo. Harry pasó saliva, sintiéndose muy nervioso y comenzando a dudar. ¿Eso era una buena idea? Sí, tenía que serlo. Tenía que serlo. Lo era, ¿verdad? Después de todo, Harry estaba soltero, no tenía compromiso, no tenía nada de malo y sí todo de bueno. “El sexo siempre es algo bueno”, fue la conclusión desesperada a la que Harry llegó en cuestión de fracciones de segundo. Dejaría que pasara y tal vez, al otro día, ya no se comería tanto la cabeza por culpa de Malfoy.
Entonces, Kerry levantó una mano hasta Harry y éste se obligó a no moverse hacia atrás, desobedeciendo la petición de sus sentidos que le indicaban que eso estaba mal. Suave y lentamente, Kerry tomó a Harry de la barbilla, inclinó su cabeza hacia él y comenzó a besarlo.
Harry demoró un rato en separar los labios para aceptar el beso en su totalidad. Se sentía profundamente decepcionado de no estar ni siquiera un poquito emocionado, y también estaba enojado con él mismo por desear que Kerry no fuera Kerry sino otro. Otro. Cerró apretadamente los ojos y frunció el ceño porque eso no estaba bien, no, no, porque se sentía incorrecto, porque ni siquiera era la sombra de aquellos estremecimientos increíbles que Malfoy le hacía sentir cuando atravesaba su cuerpo, cuando había entrado en él, cuando…
-¡POTTER! ¡¿QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO?!
El rugido de Malfoy bastó para hacer saltar a Harry tan alto que obligó a Kerry a dejar de besarlo. Azorado, Harry miró hacia atrás del sofá: Malfoy estaba ahí de pie mirándolos con verdadera furia en sus ojos plateados, los brazos cruzados y la boca tan apretada que sus bonitos labios se habían deformado hasta dibujar una sola línea recta.
La mandíbula de Harry podía haber llegado hasta la maldita alfombra persa. Pero, ¿qué no le había dicho al grandísimo imbécil que no se atreviera a seguirlo? Ahora que lo cavilaba, tal vez tendría que haber aclarado que tampoco lo quería apareciéndose así de improviso en el apartamento.
-¡¿Cómo puedes estar haciendo… esto mientras yo me debato entre la vida y la muerte allá en el hospital?! -le cuestionó Malfoy a gritos y batiendo los brazos como molinos-. ¡¿Qué clase de alimaña sin sentimientos eres tú, Potter?!
Harry suspiró mientras se pasaba una mano por la cara.
-¿Qué sucede? -preguntó Kerry en tono inquieto-. ¿No… no quieres…?
-No. Digo, sí. Lo que pasa es que… -dijo Harry, poniéndose de pie y mirando hacia donde estaba Malfoy-. ¿Sabes? Necesito lavarme los dientes.
-Pe-pero -balbuceó Kerry, visiblemente contrariado de que el beso hubiera terminado apenas al empezar-, a mí no me molesta…
Harry lo ignoró y caminó resueltamente hacia el baño. A pesar de no haber estado disfrutando el beso con Kerry, Harry sabía que era imperativo aclarar ese asunto con Malfoy. Tenía que fingir que le fastidiaba que hubiese llegado así a arruinar su cita con ese chico por segunda ocasión. Tenía que hacerle ver que, cumplida su parte del trato, su relación de negocios -o lo que hubiera sido- había terminado y ahora necesitaba que lo dejara en paz.
Aunque, con todo y el disgusto producido por la interrupción, Harry tenía que reconocer que sentía repentinamente contento y aliviado. Tener a Malfoy ahí de vuelta justo cuando estaba creyendo que no lo volvería a ver, le quitaba un peso de miles de kilos que no había notado que estaba cargando hasta ese preciso momento.
Pero eso era algo de lo que Malfoy no se enteraría jamás.
Harry entró al baño y cerró la puerta con llave. Tal como lo había supuesto, Malfoy no demoró ni medio segundo en aparecerse ahí con él.
Su expresión era un espejo de la de Harry aunque en el caso de éste, sólo era actuación. En cambio, Malfoy se veía tan enfadado que parecía no atinar a decir palabra. Se quedaron un rato sólo viéndose el uno al otro; el rubio echando, casi literalmente, humo por las orejas.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Harry en voz baja.
-¿Qué hace él aquí? -rebatió Malfoy con un siseo.
Harry no pudo evitarlo: dejó salir una carcajada mordaz que rápidamente tuvo que reprimir. No había colocado ningún hechizo silenciador y si Kerry lo escuchaba así, ahora sí lo creería completamente loco.
-Mira, Malfoy -trató de explicar pacientemente-, no me lo tomes a mal, sé que tu situación en este instante no es la mejor de todas, pero deberías entender que lo que yo podía hacer por ti, ya lo he hecho. He terminado contigo y ahora…
-Y ahora me has sustituido por ese enano, ¿no?
Harry era consciente de que tendría que haberse indignado en nombre de Kerry, pero el curioso comportamiento de Malfoy le causaba una gracia tremenda. Era casi como si estuviera celoso. Lo malo era que, por lo que Harry sabía, tal cosa era totalmente imposible.
-¿Sustituido? -se burló-. No, Malfoy, me temo que en el mundo no hay un bastardo lo suficientemente controlador, egocéntrico y malhumorado como para ocupar un lugar dejado por ti. Además -continuó rápidamente al ver que Malfoy enrojecía de rabia-, el punto es que te pedí, allá en San Mungo, que dejaras de seguirme.
-Técnicamente no te estoy siguiendo -masculló Malfoy mientras miraba a Harry como si estuviese calculando algo-. Cuando me desvanezco, situación que a veces no puedo controlar, entonces no tengo más opción que regresar a donde estás tú. Porque de otro modo…
Se calló, pero no necesitó decirlo para que Harry lo escuchara de todas formas: “Cuando no estoy frente a tu espantosa presencia, es como si no existiera.” La deshonra que Malfoy sentía por tener que necesitar de Harry era perceptible en su expresión derrotada.
-Lamento mucho que tengas esta… dependencia hacia mí para poder existir como espíritu -susurró Harry con más amargura de la que pretendía-. Supongo que debe ser un golpe fenomenal para tu ego y que preferirías aparecerte donde Astoria esté presente, ¿no? -Malfoy sólo entornó los ojos con enfado y Harry suspiró antes de agregar-: Mira, Malfoy… necesito regresar con Kerry. ¿Podrías por favor…?
Malfoy se abalanzó contra él a una velocidad tal que Harry no pudo finalizar su petición. No tuvo más remedio que moverse hacia atrás, hasta que su espalda quedó totalmente apoyada contra la puerta del baño y tuvo a Malfoy justo enfrente de él, distanciado apenas por un palmo.
Para horror de Harry, Malfoy levantó las manos y las colocó sobre sus hombros -como si quisiera inmovilizarlo-, atravesándolo y haciéndolo jadear ante la abrupta y placentera sensación. Miró a Harry a los ojos -Dios, estaba tan cerca de él, tanto que Harry podía ver claramente aquellas pestañas y cejas rubias enmarcando esos ojos perfectos- y masculló entre dientes:
-Vas a salir y le vas a pedir al imbecilito ése que se largue de aquí. No pienso ir a ningún lado hasta haber hablado contigo, y no voy a hacerlo encerrado en el maldito baño.
Harry abrió la boca y sólo pudo emitir un gemido. Malfoy no quitaba las manos de sus hombros, traspasándolo y volviéndolo loco. Harry tuvo que cerrar los ojos para concentrarse en reunir fuerzas y poder negarse a esa absurda demanda.
-No.
Escuchó a Malfoy resoplar y abrió los ojos de nuevo. Los grises de Malfoy echaban fuego y era obvio que, de haber podido, habría matado a Harry sólo por atreverse a eso.
-¿No? -lo retó-. ¿Te gustaría entonces que repitiéramos nuestro número de anoche, con la variedad de que ahora yo, dentro de ti, haré que saques la varita y le hechices el culo al desgraciado? -gruñó con verdadera saña-. ¿Te gustaría eso, Potter?
Harry negó con la cabeza. No dudaba ni por un segundo que Malfoy sería capaz de eso y más. No podía arriesgar así la integridad de Kerry, tendría que pedirle que se fuera y no buscarlo hasta que Malfoy dejara de aparecerse ante él.
-¡De acuerdo! -aceptó con voz ahogada-. ¡Lo haré, pero suéltame ya!
Malfoy dio un paso atrás, sacando sus manos de los hombros de Harry y dejándole espacio. Harry tuvo que tomarse un minuto para recuperar el aliento y controlar su corazón desbocado, no sin dejar de fulminar a Malfoy con la mirada y pensar en lo grandiosamente patética que era su situación. Malfoy era quien no tenía cuerpo, quien no podía usar magia y, sin embargo, el cabrón era quien podía dominar a Harry y no al revés. Mientras dispusiera de ese mortificante poder para vencerlo, Harry no podría hacer nada más que seguir a su merced.
Sí que estaba súper jodido.
Brevemente se cuestionó por qué, ya que Malfoy parecía odiarlo tanto, éste no había usado la posesión sobre él para obligarlo a hacer cosas peores. Después de todo, ¿quién le creería a Harry que era el espíritu de Malfoy que se metía en él y movía su cuerpo? Lo más seguro era que Malfoy estaba tan preocupado por sus propios problemas que no se le había ocurrido que esa era una oportunidad genial para humillar a su antiguo némesis y Harry sólo podía confiar en que siguiera sin pensar en ello.
Le dedicó a Malfoy su mejor mirada de odio antes de suspirar por última vez. Entonces, abrió la puerta, salió y caminó hacia la sala. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que Kerry ya no estaba.
-¿Kerry? -lo llamó, pero no hubo respuesta.
Demonios, el chico debió de haberlo escuchado hablar, jadear y gemir desde el baño, y eso, sumado a lo que había pasado la noche anterior en el pub, habría bastado para que supusiera que Harry estaba loco de remate. Éste no podía culparlo y lo peor era que ahora sí tenía la certeza de que no volvería a verlo jamás.
Súbitamente furioso, se giró hacia Malfoy.
-¿Contento? ¡Por fin conseguiste que el único que gustaba de mí saliera corriendo de mi apartamento!
Malfoy soltó un resoplido y se acercó cadenciosamente a él. Harry, por instinto, dio un paso atrás.
-Potter, tú no necesitas a ese enano. A ti ni siquiera te gustaba tanto.
Harry soltó una carcajada histérica.
-¿Ah, no? ¿Y tú cómo puedes saber eso? ¿Acaso también te metes en mis pensamientos?
Ups, ¿eso no había sonado como una confesión? Harry esperaba que no.
-No -respondió Malfoy, cada vez más cerca de él y acorralándolo contra el sofá donde antes había estado sentado con Kerry a su lado-. Pero sí en tus sensaciones.
Harry abrió tanto los ojos que le dolieron.
-¿Y… y es-eso significa que…?
Malfoy le sonrió de una manera que le erizó todos los vellos de la piel. Dios, ¿esa voluptuosidad era a propósito o le salía al natural?
-Significa que sé perfectamente lo que tu cuerpo está sintiendo cuando yo… -Malfoy hizo un suave movimiento con la mano hacia Harry-. Ya sabes. Cuando estoy dentro de ti.
No, el tono ronco con el que Malfoy había pronunciado la última frase no podía ser casualidad. Harry comenzó a hiperventilar.
-También me entero de las cosas más interesantes -continuó Malfoy sin dejar de sonreír con una arrogancia abrumadora-, como, por ejemplo, quién es la persona que realmente te gusta. Y te puedo asegurar… Kerry no es.
-Lo que sea que percibas o creas percibir, no es cierto -mintió Harry desesperadamente. ¿Qué juego retorcido y cruel se suponía que Malfoy estaba jugando con él?
Malfoy arqueó una ceja y fingió indignarse ante eso.
-¿No? ¿Insinúas que estoy equivocado? -susurró-. Entonces tal vez sea necesaria otra inspección en tu interior para asegurarme, ¿no crees?
Harry se cayó de culo sobre el sofá al tiempo que sacaba la varita. Sabía que la magia no le serviría de nada contra Malfoy, pero…
-No te atrevas a desaparecerte -le advirtió Malfoy en voz baja y amenazante, adivinando las intenciones de Harry-. De todas maneras puedo seguirte a donde sea y, te aseguro, será peor para ti.
Harry pasó saliva mientras bajaba la varita. Sabía que lo que Malfoy decía era completamente cierto.
-¿Qué… qué es lo que quieres? -balbuceó-. ¿Por qué me haces esto?
Durante un leve segundo, la expresión en el rostro de Malfoy se suavizó y Harry confió en que el cretino hubiese recapacitado y decidiera a dejarlo en paz.
-¿Sabes lo terrible que es vivir como espíritu, Potter? -le preguntó-. No poder comer ni beber, no poder hacer magia, no poder dormir ni tocar nada. ¡No percibir sensaciones en absoluto! Ni frío, ni calor… nada.
-Puedo suponerlo -masculló Harry, enterrándose entre los cojines del sofá. No era su imaginación: cada segundo que pasaba, Malfoy estaba más y más cerca de él.
-La gente podría pensar que es ideal no tener que estar sometido a la fragilidad del cuerpo, no tener que experimentar ningún tipo de dolor, pero… -Malfoy se agachó hasta que su cara quedó a centímetros de la de Harry, tan cerca que, si no hubiera sido espíritu y pudiera respirar, Harry estaba seguro de que percibiría su aliento-. La verdad es que no. Se echa de menos poder sentir.
-Mira, Malfoy -dijo Harry a la desesperada-, deberías pensar positivo. Seguramente a estas alturas, los sanadores…
-Y cuando te toco, cuando estoy dentro de ti… -continuó diciendo Malfoy como si Harry ni siquiera hubiera hablado- siento lo que tú estás sintiendo. Y me di cuenta de lo… emocionado que te pones. También noto la manera en que me miras y, por si todo eso fuera poco, anoche te descubrí en medio de un sueño bastante… interesante. ¿Quieres que repita el nombre que suspiraste después de haber violado al pobre colchón?
Harry sabía que tenía en la cara un sonrojo espectacular. Su máximo secreto revelado y por la última persona que él hubiera querido que se enterase. No tenía caso seguir negándolo, pero, ¿qué podía decir ante eso? Bajó la vista, deseando poder desaparecerse sin que Malfoy fuera tras él.
-Te juro que no fue intencional -musitó sin poder verlo a los ojos, sospechando que Malfoy estaría asqueado de que Harry eyaculara a su salud-. Yo… yo… Lo siento mucho.
-¿De veras lo sientes? -preguntó Malfoy con voz sugestiva y eso consiguió que Harry se animara a levantar la vista. Lo vio sonriéndole-. ¿De verdad quieres sentirlo?
Malfoy dirigió su mirada hacia la boca del moreno y la fijó ahí, mordiéndose su propio labio inferior en una señal que era inequívocamente seductora hasta para el torpe de Harry Potter. Sobre todo porque a éste no le había pasado desapercibido el doble sentido de la pregunta que Malfoy acababa de hacerle.
Harry cerró los ojos y ahogó un gemido. Aquello era demasiado, jamás, ni en sus más atrevidas fantasías, se habría imaginado que tendría a Malfoy insinuándosele de aquella forma. No quería hacerse ilusiones, pero, ¿acaso las pruebas de que él no le repugnaba a Malfoy no eran más que evidentes?
-¡Potter! -le habló Malfoy enérgicamente y Harry se obligó a abrir los ojos. El rubio estaba mirándolo con intensidad y, Dios, estaba tan guapo y sonrojado, las pupilas dilatadas y los labios entreabiertos, y Harry no pudo contener el gemido que ahora sí escapó desde el fondo de su garganta.
La revelación lo golpeó, le sacó el aire y lo cubrió entero como una avalancha de piedra. Era verdad, no estaba inventándose nada: Malfoy también lo deseaba. Lo deseaba. ¿Cuándo había ocurrido, cuándo habían cambiado las cosas tanto entre los dos? Todavía un momento antes Harry habría jurado que Malfoy lo detestaba.
-¿Sí? -jadeó en respuesta, respirando con agitación y estrujando con las manos los indefensos cojines del sofá.
-¿Quieres sentirlo? -preguntó Malfoy por última vez con ese tono de voz tan erótico que Harry no le conocía y que casi conseguía provocarle un orgasmo tan sólo de escucharlo.
Harry asintió con un vigoroso movimiento de cabeza. No tenía idea en qué demonios se estaba metiendo, pero no le importaba en absoluto. Jamás le diría que no a nada que Malfoy le estuviese pidiendo con un tono de voz así.
Entonces, Harry miró a Malfoy sonreírle una vez más antes de que éste se dejara caer encima -y dentro- de él.